lunes, 29 de diciembre de 2014

NAVIDAD EN EL RINCÓN

Creedme si os digo que este año al volver la vista atrás despido el año con un sabor agridulce en el que impera más el agrio que el dulce. No por ello no he gozado de buenos momentos que recordaré con cariño pero podría haber sido mucho mejor y no lo ha sido. Si bien empecé el año perdiendo la chaqueta con las llaves dentro en la fiesta de Nochevieja que dejaba atrás el 2013 y nos presentaba el 2014, nunca pensé que ese traspiés fortuito y bien solventado pues la chaqueta perdida (por no decir hurtada) apareció a los dos días, fuese a marcar el devenir de este año que ahora encarrila su fin. Podría por ello decir que estoy harto de solucionar satisfactoriamente traspiés y que lo que quiero es que esos traspiés no ocurran, pero de nuevo os pido que me creáis cuando digo que la ocurrencia o no de los mismos no está en mi mano. Alguno por duplicado. Y aún así siempre doy gracias pues cosas ocurren y eso implica que estamos vivos y podemos contarlas. ¡Ojo! Y no por ello deja de ser Navidad en el Rincón.
Estaría feo que yo, que siempre trato de animar al personal, me dejara llevar por la desidia personal y perdiese la sana costumbre de intentar dibujar sonrisas en el rostro de todo aquel que dedica un poquito de su tiempo a leer mi humilde blog, pero en esta ocasión no tenía excesivas ganas de ponerme a teclear ya que tal cual inicié el año así parece que lo voy a terminar: solucionando traspiés. ¡Qué hartura! ¿Y qué le vamos a hacer? Hacer gala una vez más de la raza costalera. Ceñirse bien la cintura, agarrarse fuerte al palo, apretar los dientes y pegar una solemne zancada con el pie izquierdo que nos haga avanzar y escupir los kilos. ¡Venga de frente, Carlitos! No queda otra. Y si a mí me pesan los kilos, más le pesan a otros. En eso tengo que fijarme. A mí me queda la Esperanza, de la que dicen que no hay más pureza que la de esa flor que renace en primavera, que cuentan que vive en San Gil y se llama Macarena. Otros ya la perdieron o les fue arrebatada. ¡¡Claro que entiendo a los que me dicen que no les gusta la Navidad!! Pero no por ello deja de serlo. Y menos todavía en el Rincón.


De esta manera debo automedicarme yo mismo. Mejor dicho, incluirme como destinatario entre las gentes a las que escribí en el blog Pictura et Verba. Jugando a ser el Doctor Jekyll y Mister Hyde debo doblar mi personalidad y hacer uso de mis retazos literarios para quien los necesite y para mí mismo. Aunque ya reza el refrán que en casa del herrero cuchillo de palo. Aquí os dejo, por tanto, unas líneas de ánimo y motivo para disfrutar de la Navidad. Y sabed que hoy yo mismo me veré fortalecido en ellas porque no por nuestro ánimo (o el mío propio) deja de ser Navidad en el Rincón. Os dejo con ellas. ¡¡Felices Fiestas!! Y que el año 2015 os colme a todos.


"No busquéis en estas líneas de hoy un texto que os haga sonreír... o quizás sí. No queráis interpretar este emblema como un nuevo pellizco al alma... o quizás sí. No os esforcéis en hallar en esta postal un renacido sentimiento en vuestro corazón... o quizás sí. En todo caso, cuando las ausencias se hagan notar en vuestra mesa durante la cena de Nochebuena, brindad por aquellos que están por llegar. Cuando las risas de los más pequeños de la familia llenen vuestra mesa en la comida de Navidad, brindad por los que ya no están. Cuando en Nochevieja os juntéis en torno a los racimos de uvas no perdáis ese cosquilleo de terminar un año y empezar otro nuevo rodeado de los que más quieres. Cuando la noche de Reyes veáis la ilusión de los niños cogiendo caramelos en la cabalgata y saludando a sus Magos de Oriente favoritos, recordad cuando eráis vosotros esos niños y os acostábais nerviosos deseando levantaros y ver cumplidos vuestros deseos en forma de juguetes. ¡Qué empeño ponen los niños en cumplir sus sueños! ¿Por qué nosotros no? Cuando os embargue la tristeza por los recuerdos pensad que en esos momentos hay gentes que están en un hospital. Y si alguno de ellos sóis vosotros pensad que habrá alguien que os cambiaría su situación sin pensarlo. Pensad en los regalos y no solo en el carbón. Cuando os invada la alegría compartid un polvorón y una copita de pacharán con los demás. O una mistela como le gustaba al abuelo. Siempre encontraremos un motivo para sonreír por difícil que sea. Siempre tendremos un buey y una mula que nos den el calor de la amistad. Siempre tendremos una estrella que nos guíe hacia el Portal. Siempre hallaremos un pesebre que nos cobije. Dejaos invadir por el espíritu de la Navidad. Creed en ella de una manera u otra con la misma fe que creemos en Melchor, Gaspar y Baltasar y regalaros de corazón entre todos buenos ratos, besos, abrazos, sonrisas y esperanzas. Merecerá la pena."

¡¡¡F E L I Z    N A V I D A D!!!

martes, 16 de diciembre de 2014

UNA ESCAPADA HISPALENSE


Es costumbre en mi persona consumir habitualmente una droga de siete letras. Una droga que se compone de la S de Salero, la E de Esperanza, la V de Virgen, la I de idiosincrasia, la doble L de Loable y de Lustrosa y la A de Angelical. Una droga con nombre de ciudad y capital andaluza que aúna entre sus construcciones y calles todo aquello que me atrae y me gusta: desde las cofradías hasta el fútbol pasando por la gastronomía y el clima. Una droga que se yergue en Giralda y Basílica donde habita la Esperanza, una Alameda donde se alzan las columnas de Hércules, una Placita donde el Gran Poder de Dios se acuna en San Lorenzo, una calle con nombre de Santa que por compañía de la Cruz recorre desde Imagen hasta San Juan de la Palma, un vecino de Ponce de León con verdes ojos al que algunos llamamos Rabí y una fe mía a esa muy noble, muy leal, invicta, heroica y mariana ciudad de Sevilla que reúne toda mi adicción.
Estoy enganchado a ella desde que tenía quince años y cada cierto tiempo necesito pisar su suelo, pasear por sus barrios, repostar en sus tabernas y visitar a una tal Esperanza que dicen que vive en San Gil y que lleva por nombre Macarena. Y además de todo ello tengo la costumbre de hacer una obligada visita anual en el mes de Noviembre o en el inmaculado y azul celeste mes de Diciembre ("Y soñar de nuevo con besar tu mano en Navidad...") a la Administración de Lotería Nº 13 de la propia Sevilla, "El Gato Negro", para comprar décimos para el Sorteo del día 22 de Diciembre, el Gordo, a ver si algún año toca. Y este año no iba a ser menos y allá que fui. Y como mi madre llevaba tiempo queriendo volver a la bética urbe, hicimos los planes para escaparnos los dos a Híspalis y rezarle a Santa Ángela de la Cruz dándole gracias por lo pasado y pidiéndole por lo que esté por llegar.


Y cumplí con todas mis visitas obligadas cuando voy a Sevilla. Y me llevé varias sorpresas inesperadas, cosa que (ahí va la redundancia) no me sorprendió, pues sorprendentemente estoy acostumbrado a que Sevilla me sorprenda siempre que la visito. Si bien me gusta ir al besamanos de la Macarena cuando baja del Cielo a la Tierra y dejando vacío su camarín llena entera la Basílica que lleva su nombre, lo que no me esperaba era que quien estuviera abajo en solemne besamanos fuese el Guapo, el Señor de la Sentencia. Y tuvimos además la suerte de que no había cola de gente esperando y fue, nunca mejor dicho, "llegar y besar el santo". Como macareno cerrado que soy es para mí un orgullo y un privilegio haber besado ya la mano de los dos titulares de mi hermandad. Allí estuve un rato absorto de todo clavando mis ojos en los ojos de la Esperanza. Podría pasarme horas frente a mi Macarena del alma. Y, ¿cómo ver a Mamá y no ver a Papá? También fuimos a ver al Señor del Gran Poder que lucía, como siempre, espléndido. Es sorprendente observar su desgastado talón a fuerza de los besos que le han ido dando a lo largo de los años. Ese pie de de Dios se ha convertido en un "muro de las lamentaciones" donde los que allí vamos depositamos en forma de beso en el talón del Maestro oraciones, peticiones, súplicas y rezos. Me gusta ir a verlo y acariciar ese desgastado talón.




El día no pudo terminar de mejor manera que cenando lo que es para mí todo un clásico en mis excursiones a Sviglia. Pescaíto frito en la Freiduría La Isla (calle García de Vinuesa, Nº 13, a 50 metros de la Catedral y a pie del Camino de Santiago en su Vía de la Plata, anda que no la conozco bien...). Y dentro de la oferta de manjares, como yo los llamo, pedimos el mejor: cazón en adobo. Ese es el campeón de campeones, el Cristiano Ronaldo de la liga de los pescaítos, el Miguel Induráin en la historia del ciclismo de las freidurías. Y, por supuesto, lo acompañaron los siempre fieles calamares de campo. ¿Cómo una cosa tan simple puede estar tan rica? Y unos tomatitos aliñados. Que no falten, por favor. El aceite de los olivares de Jaén siempre presente. Y ya que hablamos de gastronomía y de mis viajes al sur, he de decir que también me tomé alguna que otra cruzcampo con su serranito correspondiente. Ir a Sevilla y no comerse un serranito es venir a la Mancha y no comer migas. Eso es así.



No podía faltar la visita a la Iglesia de la Hermandad de los Gitanos donde ya reposan los restos mortales de Doña Cayetana, Duquesa de Alba. (Para los más costillas adjunto foto de la placa del lugar exacto con su correspondiente inscripción). Y mirad por donde, de camino al Templo del Valle para ver al Señor de la Salud y a su Madre Angustias, yendo por la calle Sol más allá de San Román, encontramos abierta la casita donde nació Santa Ángela de la Cruz. Y, al fin, pude visitar la hacienda donde tuvo su origen la Congregración de las Hermanas de la Cruz. Otra sorpresa que me aguardaba en la ciudad de los sueños sin yo saberlo. Yendo a Sevilla desde los quince años y nunca había pasado a aquel santo lugar. Me dieron ganas locas de hacer mil fotos y dedicar la entrada solo a ello, pero soy consciente de que a las Hermanitas de la Cruz no le gustan las fotografías y me abstuve de hacerlo. Respeta y serás respetado. En su lugar os pongo unas fotillos de cómo viste de gala el Ayuntamiento y Plaza Nueva de Sevilla por Navidad.



Para concluir la completa y veloz visita en la que las horas cundieron a tope, subimos al mirador de las Setas de la Encarnación y paseamos por el centro de Sevilla perdiéndonos por las laberínticas callejuelas de la Judería y el Barrio de Santa Cruz, donde recordamos la Leyenda de la Susona (que ya narré una vez aquí en el blog) y donde vimos desde los cuatro costados a la Giralda, princesa de Sevilla, siempre fotografiada en cualquier escapada hispalense. Un disfrute oiga. Ahora sólo falta que nos toque la lotería que allí compramos en "El Gato Negro" aunque, a decir verdad, con poder seguir enganchado a esta droga de siete letras y consumirla de vez en cuando a mí ya me ha tocado un premio maravilloso. ¡Hasta otra, Sevilla!