lunes, 25 de septiembre de 2017

VEINTICINCO AÑOS DE BONDAD

Veinticinco años de Bondad por las calles, veinticinco años de izquierdos por el Pasaje de la Merced, veinticinco años de mirada dulce e infinita, veinticinco años de cunas de arpillera que te mecen con todo el amor del mundo porque no conozco cuadrilla más fiel que la tuya. Digo sin miedo a equivocarme que he conocido cuadrillas mucho más potentes, mucho más técnicas, mucho más de todo, pero ninguna ha demostrado ese amor y fidelidad que emana la cuadrilla de Nuestro Padre Jesús de la Bondad, luchando contra mil adversidades venidas de fuera y de dentro y siempre contigo en favor de pasearte, de defenderte, de mecerte, de quererte de la forma más real y humana que existe: entregándose a Ti en cuerpo y alma. Veinticinco años hace que el Señor de la Bondad llegó a Ciudad Real y llenó un Miércoles Santo que antes estaba vacío y desconsolado. Y este año repleto de actos por tal efeméride se celebró una salida extraordinaria en la que el Señor salió a la calle de nuevo a repartir su nombre que tanta falta hace entre propios y extraños: Bondad. Y tuve el privilegio de ser sus pies de nuevo. Que nadie se engañe: aquí si alguien es costalero es porque el Titular quiere. Sólo Dios escribe el destino aunque muchas veces creamos que podemos escribirlo nosotros. Yo, personalmente, así lo creo y por eso doy gracias al Rey de Reyes por haberme permitido pasearlo de nuevo.

Y llegó el día que Él quiso salir a la ciudad a llenarla de bondad de manera extraordinaria. Quedará para el recuerdo y en la memoria de todos aquellos que de una manera u otra lo vivieron, lo disfrutaron o lo criticaron. La única verdad es que el Señor estaba en la calle y tras llevar cinco lustros viviendo en Santo Tomás jamás había paseado por las calles de su barrio. Y Pío XII lo esperaba. Fue una tarde preciosa y de pelea dura del costal. Muy dura. Pero saberse privilegiado por poder ser los pies de Dios en la tierra supera  todo. Llegué a sus plantas con sólo catorce años y, hoy, veintidós años después, lo he paseado una vez por cada año que está entre nosotros: veinticinco. Veintitrés han sido bajo la atenta mirada de la luna del Parasceve en Miércoles Santo de ensueño, otra por motivo del Año de la Misericordia con racheo silente y oración libre de lamentos de corneta y la que completa la suma ha sido la salida extraordinaria por la efeméride de las dos décadas y media de su hechura y acogida en esta Ciudad de Reyes. Veinticinco años tiene Nuestro Padre Jesús de la Bondad y veinticinco veces lo he acunado en la arpillera de mi costal.

Y es que las cosas de la fe vienen dadas por motivos que no se pueden explicar. No es la imagen más bonita, puede ser, pero es la cara que veo cuando rezo el Padre Nuestro. No es la hermandad que mejor trabaja, seguramente, pero es la mía. No fue la salida extraordinaria que todo el mundo hubiese deseado, quizás, pero es la que se realizó. No nos han compuesto la marcha más bonita de todas, por supuesto, pero es con la que nos identificamos. Y no hay más. La humildad por bandera y la fe en Él por creencia es lo que me hace seguir a su vera. Hablo constantemente a título personal, no venga nadie a manifestar que es un sentir generalizado o que el pregonero de la hermandad dice o deja de decir. No se confundan, yo no soy nadie. Solo soy un costalero que permanece a su lado y que expreso en este Rincón mis sentimientos. Y lo que yo siento con el Señor de la Bondad es algo muy grande, de lo contrario ya me habría ido. Fe en Él y por Él. No hay más. Gracias a ella he salido de momentos muy duros con más o menos cuadrilla y creo que todos igual: sólo cada costalero sabe por qué está ahí o deja de estar y hay tantos motivos como costaleros haya o hubiera. No existe más vuelta de hoja. E insisto que habrá mejores cofradías, mejores tallas, mejores cuadrillas y mejores de todo, pero para cada uno existe un motivo para estar donde está y dejar de estar donde estaba (en lo que a cofradías se refiere). Y el mío lo tengo claro para estar. Devoción y fe.

He aguardado unos días, algo más de una semana, para verter estas líneas, precisamente para no dejarme llevar por sensaciones en caliente, momentos de euforia o de decepción, sino para ser juicioso y cabal y, sobre todo, fiel a mi mismo y a mi sentir. Y no hago sino reiterarme en que no serán para muchos de los cofrades de Ciudad Real las mejores maneras de realizar una salida extraordinaria, ni la mayor participación de los hermanos dando luz al Señor, ni el mejor andar del paso de misterio, ni el mejor recorrido que se hubiera podido planificar, pero sí la mejor honra, la más fiel manera y el más devoto amor que yo he sentido en mucho tiempo bajo el paso que me hizo costalero. Y ahí los espero. No me sirva la pompa y boato que muchos aguardasen. Me sirven egoístamente mis sentimientos y lo que viví y aprecié en primera persona. Recuerdo de nuevo que habló por mí y sólo por mí y puede que muchos esperaseis unas letras poéticas y retóricas ensalzado todo lo vivido simplemente por la rúbrica de lo que lleva detrás. Pero no. Hablo de mi vivencia. Y hoy vengo solo a decir lo que yo vi en la salida extraordinaria por el XXV Aniversario de Nuestro Padre Jesús de la Bondad. Vi a gente emocionarse, vi abuelitas llorando, vi a chiquillos que inician su sueño de faja y costal, vi a veteranos pasar por su Pasaje otra vez, vi una bulla agolpada entre incienso aguardar un izquierdo para clamar un óle nacido de las entrañas del sentir y que espera su momento para salir como un raudal de sentimiento, vi una cuadrilla mermada hacer levantadas de ensueño, vi la sonrisa de un hijo mirando a su padre de negro, vi a compañeros del palio hacer conmigo costeros, vi a una niña pequeña asomarse al respiradero, vi la promesa de un padre, la oración de un compañero, la ilusión del que confía en la esperanza sabiendo que no defrauda, vi mis entretelas de joven costalero reflotar por mi morrillo veterano y consumado, vi agarrarse a la madera un mal trago del pasado, vi unos ojos brillantes por lágrimas agridulces acariciar con afecto el zanco, vi Bondad en tu mirada cuando estaba de relevo y vi, como siempre veo, la cara de Dios mismo al rezar el Padre Nuestro.

martes, 5 de septiembre de 2017

YA ESTAMOS AQUÍ

Ya estamos aquí. ¿Quiénes? Pues el Rincón de mis Pasiones y yo, está claro. Terminaba mi anterior entrada diciendo que ya mismo llega Septiembre, et voilá!, ya ha llegado y ya ha gastado unos días y medio de su calendario. Hay que ver cómo pasa el tiempo queramos o no. Y no me refiero a que se me hayan pasado voladas las vacaciones y mis eventos programados para ellas, que también, sino a que ya llevo seis años sin fumar y me parece hace un rato cuando apagué mi último chesterfield, a que era el 2010 cuando recorrí por vez primera el Camino de Santiago y ya van siete años soñando con él a diario, a que era hace una década cuando conocí a Gemma y ya llevamos un lustro más un año casados o a que mi hermana ha cumplido ya 27 años y parece ayer cuando me dijeron que iba a tener un hermanito o hermanita. Sí, queramos o no, nos demos cuenta o no, nos parezca más rápido o más lento, los segundos son segundos, los minutos son minutos y el tiempo avanza siempre al mismo ritmo y sin dilación. Y ya estamos aquí. Vuelta al cole y delante del ordenador otra vez. Venga papeles, venga llamadas y venga jaleos. Lo normal, lo de siempre, lo de mi vida cotidiana durante los once meses del año que no son Agosto. Y ojo que no me quejo que entremedias tengo pádel, cofradías y excursiones (aunque sea a los juzgados de la provincia). Vamos que no me disgusto con la vuelta al tajo siempre que tenga proyectos que cumplir. Teniendo la mente activa estoy feliz y ya estoy maquinando cositas para corto, medio y largo plazo. Y mientras tanto cierro los ojos y siento aún muy cercanos los recuerdos de este recién exprimido Agosto que si bien inolvidable es ya es pasado...

Y ya estamos aquí. Tras unas buenas fiestas de la Pandorga y tener el magnífico honor de presentar a mi niña Claudia de manchegas y tradicionales maneras a la Morena del Prado, dormí plácidamente feliz con la satisfacción que sólo el hombre costumbrista conoce tras hacer realidad la continuidad de la honra adquirida desde la infancia y saberse con el deber cumplido y libre de ataduras. En román paladino, a pierna suelta y entre aromas de memorias de mi abuela, mis amigos y mi hija. Como diría el amigo Víctor García Rayo "yo me entiendo". Y amaneció el primer día de Agosto y me dediqué a una de las labores que más me gusta: preparar la mochila del Camino de Santiago. Este año iba a ser especial, muy especial. Y sin duda lo fue. Por muchas cosas. Entre otras porque dejaba de lado mi bien amado Real Camino Francés, madre de todos los caminos jacobeos, embarcándome en la fragata de recorrer el Camino Portugués, enfrentándome con ese gusanillo de la aventura en la barriga a nuevas y desconocidas etapas que tantas y tantas veces había estudiado ya en guías. También porque me disponía a estar una semana sin ver a mi pequeña Claudia y la iba a echar de menos lo inimaginable, aún bien sabiendo que cada paso que diera en mi aventura me acercaba a ella pues estaría en la Plaza del Obradoiro a mi llegada, no poderla coger en brazos en un tiempo era muy duro de afrontar. Y, por último, porque los tramos en los que caminase junto a Madame Soledad como bien atinó en llamarla mi admirado Antxón, mi mente bulliría de sensaciones afloradas entre los más amargos recuerdos y las más preciosas esperanzas, todo ello forjado en el sonido de las pisadas y de un bordón lanzado con la pericia del peregrino avezado: una vez cada cuatro pasos. Y al final ella. Ella y ella. Gemma y mi niña Claudia. Santiago me perdone pero esta vez el sentido abrazo tenía otro destino. Y tras él, Portonovo. Unos días en las playas de Galicia comiendo el pescado que de niño no quería. Y todavía quedaba medio Agosto...


Y ya estamos aquí. ¡Qué vivencias! ¡Qué recuerdos! ¡Qué sonrisa al narrarlo! Y que picardía la Feria. Como engaña y te deja engañarte. Un poquito de vermú, un poquito más, una copita, otra si es cortita, otra me cabe y pon otra, artista y... y... Y chimpón. Con la melopea en lo alto a dormir musitando "¡Viva la feria de mi tierra!". Qué grande es echar un ratito con tu gente sin perder la costumbre año tras año. Y es que parece ayer cuando empezamos a juntarnos y ya ha pasado media vida quizás. Media vida a su lado y matizando que los amigos están a tu lado aunque haya tiempo que estén desconectados. Otra feria que se me escapa de las manos pero siempre me deja alguna muesca en el grabado, algún retazo de su paso, algún recuerdo de la niñez cuando todo se remontaba a un pequeño recorrido por el Parque de Gasset. Y llegó la adolescencia y con ella las casetas. Y cambiar las carabinas por el más barato vino. Y empezó a forjarse el grito con el que me gusta adormilarme al menos una noche al año: ¡Vivan las ferias y fiestas! Y ya peino más de tres décadas y media pero eso es así. Y hoy que voy citando a gente para hacer suyas mis frases tiro ahora del compadre Javier, el Arrebato, que dice en su canción Noche con Arte (que viene al pelo) que "si no fuera por estas cositas, si no fuera por estos momentos, ¿qué sentido tendría la vida si pasamos un kilo de los sentimientos?" Pues eso. Hay que sentirse vivo y eso se hace viviendo. Y yo vivo mis costumbres y me gusta recordarlas y reavivarlas. Y así lo haré mientras pueda con mi gente. Y así lo hice este Agosto que no ha de volver...

Y ya estamos aquí. Avanzando por Septiembre despacito pero con la alegría de saber que "El Gañán" está terminado y que lleva el nombre que mi abuela me decía. Una cocinilla de lumbre para hacer guisos de puchero, asar chuletas y sardinas y comer todo aquello que rezuma sabores de las andanzas de Quijote y Sancho: migas, gachas, tiznao, revientalobos, atascaburras, galianos, pisto, asadillo, patatas caldilleras y mil etcéteras de la más profunda Mancha. He puesto todo mi empeño en ella y he aprobado satisfactoriamente y alguna vez con nota las instalaciones que me ha tocado realizar, desde las eléctricas hasta las de fontanería. Y entremedias unos días a Jávea con la familia y con la otra familia que uno elige en el camino de la vida: los amigos. Y otro momento imborrable: presentar a Claudia al Mare Nostrum. Hija, he aquí el Mediterráneo, fuente de vida, fuente de la madre donde venimos. Mediterráneo, he aquí a mi hija. Mi niña Claudia, la deseada, la esperada, la anhelada... "Carlos, tráeme una niña" decía mi Lela. Aquí está. Y yo volveré al Mediterráneo. En la ladera de un monte, más allá del horizonte, quiero tener buena vista. Mi cuerpo será camino... Nací en el Mediterráneo. Y por Jávea quedó que la primera inmersión total de Claudia en el mar que está grabado a fuego en mi alma se la hizo su padre allí. Una semana de playa en las orillas del mar de la vida y otra semana alternando oficio y descanso en Fernán Caballero. ¡Buen otoño se avecina! Y así he despedido Agosto exprimiéndolo entero tal cual vaticiné.

Y ya estamos aquí. Y ahora hay ferias en los pueblos y me gusta visitarlas. Daimiel, Miguelturra, Bolaños, Urda... Y con proyectos en mente. Y no pocos. Varios los reflejaré aquí en el Rincón como una entrada especial al Camino Portugués, otra de una inminente excursión a los Baños del Emperador, otra explicándoos que es eso de "El Gañán" y como se ha desarrollado y otras tantas que irán surgiendo y que tengo atrasadas. Os debo unas cuantas líneas a los que me leéis. Y yo me las debo también. Y las habrá. He cerrado un Agosto en el que no he podido teclear pero he estado  muy ocupado sonriendo. Ha llegado Septiembre y el Rincón y yo... Ya estamos aquí.