miércoles, 7 de marzo de 2018

DESCONTANDO DÍAS PARA LA GLORIA

"Todo pasa y todo llega, nazareno del Amor. La vida no es más que un seise al que le cambia la voz..." Esas palabras todavía flotan por el escenario del Teatro Quijano desde aquel pregón que se pronunciase y me dejase marcado que en la vida cofrade, como en la real, el tiempo pasa y no vuelve y hay que disfrutarlo paso a paso como buen costalero. Por ello cada Cuaresma como vengo haciendo desde hace ya años, descuento día a día los que quedan para la Gloria dando el pistoletazo de salida de la anhelada cuenta atrás el mismo Miércoles de Ceniza en el que quedan cuarenta días y cuarenta noches, pero ¡qué cuarenta días y qué cuarenta noches! Y, si bien, desde que llegase al mundo mi niña Claudia no puedo asistir a todos los eventos que quisiera por razones obvias y porque ella se merece todo el tiempo del mundo, siempre guardo para mí ratitos de esos que me gustan en los que el aroma a pregones, costales y ensayos se elevan como vaharadas de incienso dentro de mi ser. Y este año, por supuesto, no iba a ser menos. Y aquí ando "cuaresmeando", disfrutando de palabras salidas tras los atriles, de levantás potentes y de costales nuevos cargados de ilusión.

Y parece ayer cuando comenzó una nueva cuenta atrás y ya hemos consumido más la mitad de la misma. Apenas una veintena de días nos separan de la rampa eterna del Domingo de Ramos que da comienzo a lanzarnos, otra vez, sin fin ni escapatoria, a una semana que cuenta el tiempo al revés consumiendo a su vez una Cuaresma que ha sido preludio de esa misma Semana Grande que se convertirá, nuevamente y cerrando el círculo de nuevo, en el proemio de otra cuenta atrás que arrancará el Miércoles de Ceniza venidero. Y así sea per saecula saeculorum. Vamos, en román paladino, que para los cofrades no deje nunca de reanudarse el bucle que nos apasiona y enlaza Miércoles de Ceniza, Cuaresma y Semana Santa, sabiendo que para nosotros, los jartibles, es Cuaresma todo aquel día del año que no está dentro de la Semana Santa. Y aquí seguimos. Descontando días para la Gloria y saboreando las intensas vísperas y preludios que nos depositarán en ella.
En estas fechas mi agenda se aprieta y no faltan citas a ensayos, pregones, tertulias, diversos actos de culto y compromisos. Vuelvo a los micrófonos de Onda Cero Radio con el programa Paso a Paso, vuelvo a pasar Domingos enteros fuera de casa por tener ensayo de costalero por la mañana y por la tarde, vuelvo a robar tiempo a mi familia para asistir a eventos y vuelvo a jugar con la paciencia de mi mujer en estos cuarenta días que para ella son el año entero. Los jartibles somos así. Podemos estar en Agosto en la playa y andar con la toalla como si fueran las bambalinas de un palio. Eso sí, nunca, nunca, nunca dejamos de evocar momentos preciosos e íntimos ya ocurridos o soñar con los que están por venir. Para nosotros el tiempo consta sólo de dos fases: "Esto acaba de terminar" o "Esto ya está aquí". Y en ambos períodos hablamos de cofradías. "Esto acaba de terminar" sirve para revivir todo lo pasado y soñar con lo vivido y abarca los meses de Abril, Junio, Julio, Agosto, Septiembre y Octubre. Y conforme comienza a olerse la Navidad llegamos al "Esto ya está aquí" que sirve para desear lo venidero y vivir lo soñado y conlleva los meses de Noviembre, Diciembre, Enero, Febrero y Marzo. Y es que esto (la Semana Santa) ya está aquí (y de verdad). Mirad el calendario y planchad la túnica que os pilla el toro.



Y mientras tanto yo a lo mío. A disfrutar, a escribir poemas, a soñar pregones y vivencias, a entrevistar a gente en la radio, a debatir sobre cofradías, a tomarme algo con los amigos en la Casa Hermandad, a charlar con mis capataces, a degustar y paladear el proemio de los días mágicos que están por venir, a soñar con perderme por las calles de Sevilla, a anhelar el bacalao con tomate, a cocinar espinacas con garbanzos, a preparar almíbar de torrijas, a encender carbón para el incienso, a escuchar marchas de palio, a desear el Domingo de Ramos, a aguardar el Miércoles Santo, a imaginar el bamboleo de la blanca túnica del Rabí, a disfrutar otra primavera con el Señor de la Bondad, a querer que la Salud y el Consuelo nos cojan de la mano, a preparar un nuevo Martes Santo de una manera que llevo sin gozar muchos años, a entregarme al tintineo de cinco verdes esmeraldas donde habita la Esperanza, a encogerme por el silencio y el frío de la Plaza de Gavidia cuando el Gran Poder vuelve de recogida, a comerme un cartuchito de adobo o dos de la Freiduría La Isla, a coincidir donde siempre y con los de siempre en la esquina de Zaragoza con Doña Guiomar y a terminar toda la vorágine repetida y deseada en las puertas de Santa Marina. Y, por supuesto, a inculcar a mi hija los valores y la felicidad de ser cofrade y a inundarme de su carita de inocencia cuando ve la pasión de su padre. ¡¡A la Gloria!! Ya queda poco...