miércoles, 27 de junio de 2018

LEYENDA DE CROSBY BEACH: ANOTHER PLACE

Hace unos días he regresado de una pequeña escapada a Inglaterra. Evidentemente he tenido mis habituales charlas con la Reina Madre mediante las cuales quiero que aprenda a hacer gachas, comer en sartén y beber en porrón. Y como la cosa no fructifica pues, además de hacer el gañanazo, me he dedicado a empaparme de rincones desconocidos y a admirar una vez más la grandeza de la mente humana, culpable de que todo lugar de la esfera terrestre esté hoy en día comunicado de una u otra manera y de que exista una bellísima pluriculturalidad conviviendo pacíficamente (salvando los extremos de siempre que no necesitan explicación). Y de esta forma llegué a una playa situada a unos 20 kilómetros del centro de Liverpool llamada Crosby en la que me esperaba una gran sorpresa. Jamás hubiera imaginado encontrarme lo que allí me encontré: una obra de arte al aire libre que ocupa unos tres kilómetros lineales y que causa un efecto y sentimiento distinto según esté la marea y el estado de las aguas del mar. Esconde una bonita leyenda desde el propio nombre de la obra hasta el cómo llegó a dicho lugar pasando por lo que hace sentir. Y, desde luego, una vez conocido el sitio no te deja indiferente y te hace reflexionar en los tres interrogantes más antiguos que existen en la historia del hombre: quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos.
Another place ("Otro lugar") es el nombre de la obra de Antony Gormley instalada en Crosby Beach. Se trata de un conjunto de cien esculturas modernas, numeradas, con forma humana, representadas totalmente desnudas, réplicas del cuerpo del autor, de aproximadamente 1,90 metros de altura que se encuentran enclavadas en la misma dirección, todas mirando al mar a lo largo de la playa desde Waterloo hasta Blundellsands. En un principio iba a ser una obra itinerante que sería expuesta en distintos lugares del mundo pero finalmente tras varias exposiciones quedó fija en Liverpool. De hecho antes de quedarse definitivamente en Crosby Beach hubo estado en Alemania, Noruega, Bélgica y tras su paso por Inglaterra estaba previsto que se trasladase a Nueva York a finales del año 2006. Sin embargo la obra es de tal calado que al llegar a Liverpool comenzó a incrementarse el turismo en esa zona y a surgir restaurantes y tiendas por lo que por votación popular se decidió solicitar que se quedase inamovible en ese emplazamiento y se consiguió. Las autoridades británicas aceptaron que la obra quedase para siempre en dicho lugar. Así pues desde que llegasen las cien esculturas de hierro fundido a Crosby Beach en el año 2005 se quedaron enclavadas en esa peculiar playa de Liverpool donde las aguas las bañan a su antojo y quedan sumergidas o descubiertas dependiendo de las mareas. Es una lástima para otras ciudades que se van a perder esta gran e impactante obra pero en realidad no creo que haya mejor lugar que donde están para lograr el efecto pretendido: una playa enorme, libre de gentíos y con gran afección por las mareas. Evidentemente desde que quedaron enclavadas allí no se permiten en Crosby Beach las prácticas de deportes de navegación por razones de seguridad tanto de las personas como de las propias esculturas.

La leyenda dice que las esculturas son las grandes protagonistas de una playa en las que antes de su llegada y su peculiar forma de quedarse en ella apenas había vida. Era una enorme playa solitaria cercana a la zona portuaria en la que a un lado se hallaban los grandes muelles con enormes grúas y en el otro una infinita costa a merced de las grandes mareas del atlántico, sin dotación turística ninguna, sin actividad y donde los biólogos estudiaban las aves y especies del lugar, la gente del barrio bajaba a pasear al perro y poco más. Sin embargo desde la llegada de Another place la playa se ha llenado de vida en el más puro sentido. Vida, reflexiones, sentimientos, divagaciones, pensamientos y filosofías. Justo lo que parece ser que quería el autor, Antony Gormley, que su obra fuese interpretada de miles de maneras distintas y cobrasen vida sus esculturas. El nombre de la obra no podía ser mejor pues ya invita a la reflexión: "Otro lugar". Al estar en una zona muy afectada por las mareas el espectáculo es totalmente cambiante dependiendo de la hora del día. Hay esculturas que quedan totalmente sumergidas por el mar, otras que se les ve sólo la cabeza, de otras se aprecia cabeza y parte del tronco, otras sólo quedan cubiertas hasta las rodillas, algunas se libran prácticamente del agua, etc. La visión de las mismas es un tremendo shock a la mente pues da la impresión de ser personas a las que les rompen las olas encima y van siendo sumergidas lentamente sin mostrar oposición ninguna hacia un trágico final. Cuando el estado de las aguas es revuelto cuesta incluso mantener la vista aún a sabiendas de que son estatuas de hierro que cuando baje la marea volverán de nuevo a estar al descubierto. Es tremendo. Sobre ellas hay mil sentimientos de ahogo y desahogo del alma que dan pie a la leyenda: la existencia de cien esculturas de hierro fundido, hieráticas, inertes, inmóviles e impasibles que cobran vida gracias a quien las contempla. 

Existen tantas interpretaciones de la obra como personas que la contemplen. Pero hay algunas que desde luego son dignas de destacar. Hay quien dice que las esculturas están representadas totalmente desnudas mostrando al hombre frente al mundo y al destino, dando a significar que las pertenencias y propiedades no son nada para afrontar o protegernos del destino entendido como el paso del tiempo: las esculturas quieran o no son engullidas por el mar y devueltas a la luz una y otra vez. En la vida es igual. Todo es cíclico. Otra interpretación dicen que son fiel reflejo de cuando contemplamos el vasto mar y admiramos que es una enorme fuente de vida y que en él habitan seres que ni conocemos quedándonos absortos en nuestros pensamientos. Y otra de las destacables, mi favorita, es que evocan el sentimiento del hombre itinerante por el mundo: un inmigrante mirando allende el mar, el horizonte y soñando con volver a su hogar y sus raíces y a su lado un emigrante mirando allende el mismo mar, el mismo horizonte y soñando con un futuro mejor lejos de su hogar, sin importarle a ambos el tener que ahogarse primero para salir a la luz triunfal después. 
Another place en la Playa de Crosby en Liverpool es una preciosidad de esas que están por el planeta  y que os recomiendo visitar si podéis. Sin duda y como decía al principio no os dejará indiferentes y os hará reflexionar sobre quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Quizás a "Otro lugar".

lunes, 11 de junio de 2018

SIETE AÑOS CASADO

Pues sí, pues sí. Siete años han pasado ya desde que Gemma y yo nos uniéramos en matrimonio y venía mascando el narrar en unas líneas lo que significa vivir bajo su yugo, digo... contar estos entrañables años de feliz vida como esclavo, digo... como marido. Entended mis deslices al escribir pues no es fácil teclear estando pendiente de que se abra la puerta de la habitación y entren dos sicarios con afán de malherirme por órdenes de mi dueña y señora, digo... de mi mujer. Y es que aunque ser letrado sea mi oficio ya se ha encargado ella de la total destrucción de pruebas y de tenerme bajo el prisma de la mirada inquisitorial si susurro que quiero un pacharancito para aliviarme de las penas que me causan sus torturas, digo... anécdotas de la convivencia. Intentaré desplegar en este humilde Rincón lo que ha venido conllevando esta suma de años igual a los enanitos de Blancanieves estando sometido al régimen dictatorial e imperativo de una cruel esposa, digo... estando felizmente casado con una alegre y risueña mujer que me ha dado mil disgustos, digo... alegrías a raudales y momentos inolvidables. Sirvan las fotos que iré intercalando en el texto como contundente acreditación de las calamidades que paso desde que estoy casado con mi chiquitilla.

Quien sea fiel lector recordará (y si no, puede buscarlo aquí en el blog) un artículo que escribí cuando se cumplió el primer aniversario de la boda. En él ya reflejaba todos los descubrimientos que había ido haciendo de mi nuevo estado civil a lo largo de los primeros 365 días del mismo. Y, bueno, ahora algunos han sido favorables y otros no. Descubrí que paso muy bien la aspiradora. ¡Qué orgullo! ¡Cómo la manejo! Llego a todos los rincones, le limpio los filtros, dejo la tarima impecable...Y esto, esto no es favorable porque ahora me toca a mí hacerlo siempre. Mal descubrimiento. Descubrí también que el mando de la televisión además de cambiar los canales evita discusiones. Sí, sí. Es verídico. Cuando la señora que convive conmigo, sí, esa, la que tiene el anillo único de Tolkien para doblegarme, cuando esa señora decía, se enfada, aprovecho y le doy el mando de la tele y le digo "pon lo que quieras, total yo me voy a dormir..." y, oye, maravilloso. Ella se pone sus películas esas románticas que además favorecen más aún mi sueño y yo me dedico a soñar tranquilamente con la Macarena por calle Parras o con un mini de calimocho fresquito a la sombra de un olivo en una tarde de romería. ¡Qué gran descubrimiento ese.
Pero también estos siete años dan para tomar conciencia de otras tantas cosas. Si tras un año de casado las salidas nocturnas se redujeron en un 90% ahora que ya hace siete años de las nupcias dichas salidas se han reducido en un 99,99 periódico%, esto es, que queda un margen del 0,01% en el que habita la esperanza que es lo último que se pierde y en el que, con suerte, presentado la instancia por escrito, superando altas pruebas de todo tipo de tribunales, haciendo una gymkana americana en tiempo récord, depositando cuantía suficiente en concepto de indemnización, sanción, intereses de demora y posibles costas de ejecución y tras el veredicto final del aquelarre celebrado en la Noche de Beltane por las vecinas en el portal, si se alinean los planetas puedes obtener el beneplácito de salir a tomarte un mosto. ¿Qué esperabais? ¿Obtener licencia para salir de copas hasta altas horas de la mañana? Sois unos cachondos. Conformaros con un chupito de manzana sin alcohol tras la paella de los Domingos y no olvidéis pasar la aspiradora. De copas, dicen. ¡Ay, Señor! Mi 100 Pipers...



A cambio de todo ello hemos sido padres. Y eso sí es lo más grande. Tiene mi niña Claudia casi 16 meses. Y ese es el tiempo que llevo sin dormir, con la espalda rota, cambiando pañales, limpiando cacotas, con visitas de pediatras, con citas de vacunas, limpiando la cocina de salpicones de potito, preparando biberones de madrugada, recogiendo juguetes del suelo, etc, etc. Lo más grande. No hay duda. Cuando llego a casa hasta las partes pudendas de un duro día en el trabajo y me toca litigar con Gemma la cual, siempre, siempre, siempre, de una manera u otra tendrá algún motivo para regañarme por algo y litigar también con los llantos de una bebé... sonrío. Sonrío mucho porque es lo más grande como decía. Porque es el hogar y la familia que estamos construyendo. Porque es la mujer que me dijo "Sí, quiero" aguantando mis tonterías y mis formas de hacerla de rabiar como este texto. Y la que aguanta mi eterna Cuaresma durante todos los días del año y me lava y me plancha los costales sin quejarse. Y la que no se cansa de oírme hablar de cofradías o al menos no lo demuestra. Y la que pone cordura a mi locura manchega y mi amor a mi tierra y sus costumbres. Y la que soporta mi amor por el Camino de Santiago y que todos los veranos me marche a patear la Ruta Jacobea unos días. Y la que consiente mis excursiones a Sevilla y mi calendario cofrade en su más amplio sentido. Y la que me ayuda cuando las cosas van mal. Y la que me ha dado mil lecciones de fortaleza, saber estar, integridad y avance. Y la que me ha regalado a mi hija. Y la que me acompaña sin dudarlo aunque no le guste el destino. Ya os decía que las fotos eran contundentes.

Y eso compensa todo lo malo si es que lo hubiera. Incluso compensa vivir bajo el miedo de que aparezcan los sicarios contratados por la malvada y perversa dueña de la casa, digo... por Gemma y me avasallen a latigazos por resumir mis siete años de casado en calamidades y penurias, digo... en miles de momentos felices que han llegado finalmente. Cuando nació #MiNiñaClaudia todo cambió. Me dan igual las horas que pase con la aspiradora como compañera, las veces que tenga que limpiar la cocina, los horribles recuerdos sufridos con Gemma como protagonista (la pobre mía) hasta que llegó la niña, las veces que tenga que dar arcadas cambiándole una cacota y las ataduras y limitaciones que supone tener un bebé en casa. Es lo más grande. Llegar a casa y que te dedique una sonrisa y te diga "papá" no tiene descripción, ni precio, ni comparación. Y abrazar a tu mujer, darle un beso y coger a tu hija en brazos a la vez que piensas "algo debo estar haciendo bien" cuando tengo esta casa y esta familia, es maravilloso.


Siete años de casado. Siete años construyendo un hogar con cimientos del pasado, momentos del presente y esperanzas del futuro. Siete años felicísimos con Gemma. Y que sean setenta veces siete más. Os quiero. Y dicho esto... me voy a pasar la aspiradora. ¡Ay! ¡Con la goma del butano no! ¡Qué duele! ¡Ay, ay! Snif... Así todos los días.
Por cierto, me acaba de llamar el Papa desde el Vaticano. Dice que de seguir aguantando estoicamente este régimen matrimonial se planteará la canonización e inclusión en el santoral. Aunque no sé si se refería a mí o a Gemma... Sigo aspirando. ¡Hasta otra!