Corría el 25 de Mayo de 1996 cuando mi amigo Tinín me invitaba al fútbol al Estadio Vicente Calderón. Ese día precisamente era su cumpleaños y sumaba quince primaveras. Colchonero desde que nació irradiaba felicidad. Su Atleti se jugaba ganar la liga y el Albacete se jugaba permanecer en primera división. Y estuve presente con él en aquel inolvidable partido que fue, a la sazón, la primera vez en mi vida que iba a un campo de fútbol. Evidentemente luego he estado es otros tantos más, entre ellos, obviamente el Santiago Bernabéu y el Benito Villamarín, como buen madridista y bético que soy. Y hoy recordaba aquella visita porque hace poco estuve de nuevo en ese campo y será la última vez que lo visite, pues el Atlético de Madrid se traslada al nuevo estadio Wanda Metropolitano. Conforme me invitaron ir al ver el duelo futbolístico entre el Atleti y el Real Betis Balompié no dude en aceptar y allá que fui. El partido, la verdad es que fue para aburrir a las ovejas y no mostrarlo jamás en escuelas de fútbol. Malo, malísimo. Y se saldó con una pírrica y muy sufrida victoria por 1-0 en el marcador a favor del equipo local. Pero echamos un buen día y eso se pretendía.
Mi amigo Julián, al que el Camino de Santiago y las cofradías pusieron en mi vida, me prestó dos abonos para disfrutar del evento que se disputaría el 14 de Enero de este año 2017 y me llevé a mi padre que siempre le ha gustado asistir de vez en cuando a ver un partido en directo. Abonamos a la Peña Atlética de Ciudad Real las dos plazas de autobús que significaban la reserva del viaje y allá que nos fuimos. Se antojaba un día grande y así fue. Llegamos un poco antes de la hora de comer a Madrid y nos metimos entre pecho y espalda u buen menú y su cuartillo de vino. Hubo tiempo de pasear un rato por las inmediaciones y estuvimos observando el Puente de los Franceses y los aledaños donde ocurrieron los desafortunados episodios de violencia entre aficiones que debería erradicarse del mundo del fútbol y conllevaron a la tragedia del "Caso Jimmy". Se hace duro pensar que algo tan grande como es un espectáculo deportivo que mueve a millones de personas tenga infortunios como aquel, pero la mente humana es capaz de lo más bello y de lo más aterrador. En fin, el día iba a ser una feliz excursión y eso es lo que importaba y a lo que íbamos. Y a despedirnos para siempre de ese estadio de fútbol. Y así fue.
Avanzamos lentamente hacia el estadio y lo bordeamos entero para observar todo lo que se cuece en los momentos previos. La llegada de la prensa, los jugadores, los aficionados, la reventa de entradas, la gente que sólo va por ver el ambiente y los numerosos puestos de bufandas y banderas convierten la zona en un verdadero hervidero de sensaciones y un espectáculo digno de ver y sentir. Es indefinible la cantidad de sentires, emociones y sentimientos que despierta el fútbol en la sociedad. Es, sin duda, el deporte rey. Y si el partido es de máxima categoría como lo son los de Champions o los enfrentamientos entre rivales históricos de multiplica todo mucho más. Creo que todo el mundo debería asistir alguna vez a ver un partido de fútbol en el estadio aunque no le guste el fútbol. Simplemente ver casi cien mil personas juntas sentadas en torno al terreno de juego, animando, gritando, cantando, aplaudiendo, etc, ya es un soberano espectáculo que merece la pena conocer. A mí desde luego me impacta cada vez que voy.
Y esta vez no fue menos. Un bonito día y una alegre excursión para despedir un campo de fútbol que me ha regalado bellos recuerdos desde aquel año de 1996 en que lo pisé por primera vez. Fue una jornada diferente que me apetecía contar en el Rincón y desde que se fraguó la misma supe que lo haría. Me sentí como cuando tenía quince años y me iba con los amigos al fútbol bajo la supervisión del padre de alguno de ellos, disfrutando de un Sábado distinto, con viaje a Madrid, partido de fútbol disfrutado (lástima no ganara el equipo al que animaba) y sobre todo anécdotas por contar y un capítulo más en el libro de recuerdos de la vida. Al fin y al cabo es de lo que se trataba. Y así fue. Sonreí aquel 14 de Enero de este 2017 como sonreí aquel 25 de Mayo de hace casi veintiún años y sonrío ahora al recordarlo. Y cuando relea estas líneas pasado un tiempo sonreiré de nuevo. ¡Hasta siempre Vicente Calderón!
Mi amigo Julián, al que el Camino de Santiago y las cofradías pusieron en mi vida, me prestó dos abonos para disfrutar del evento que se disputaría el 14 de Enero de este año 2017 y me llevé a mi padre que siempre le ha gustado asistir de vez en cuando a ver un partido en directo. Abonamos a la Peña Atlética de Ciudad Real las dos plazas de autobús que significaban la reserva del viaje y allá que nos fuimos. Se antojaba un día grande y así fue. Llegamos un poco antes de la hora de comer a Madrid y nos metimos entre pecho y espalda u buen menú y su cuartillo de vino. Hubo tiempo de pasear un rato por las inmediaciones y estuvimos observando el Puente de los Franceses y los aledaños donde ocurrieron los desafortunados episodios de violencia entre aficiones que debería erradicarse del mundo del fútbol y conllevaron a la tragedia del "Caso Jimmy". Se hace duro pensar que algo tan grande como es un espectáculo deportivo que mueve a millones de personas tenga infortunios como aquel, pero la mente humana es capaz de lo más bello y de lo más aterrador. En fin, el día iba a ser una feliz excursión y eso es lo que importaba y a lo que íbamos. Y a despedirnos para siempre de ese estadio de fútbol. Y así fue.
Avanzamos lentamente hacia el estadio y lo bordeamos entero para observar todo lo que se cuece en los momentos previos. La llegada de la prensa, los jugadores, los aficionados, la reventa de entradas, la gente que sólo va por ver el ambiente y los numerosos puestos de bufandas y banderas convierten la zona en un verdadero hervidero de sensaciones y un espectáculo digno de ver y sentir. Es indefinible la cantidad de sentires, emociones y sentimientos que despierta el fútbol en la sociedad. Es, sin duda, el deporte rey. Y si el partido es de máxima categoría como lo son los de Champions o los enfrentamientos entre rivales históricos de multiplica todo mucho más. Creo que todo el mundo debería asistir alguna vez a ver un partido de fútbol en el estadio aunque no le guste el fútbol. Simplemente ver casi cien mil personas juntas sentadas en torno al terreno de juego, animando, gritando, cantando, aplaudiendo, etc, ya es un soberano espectáculo que merece la pena conocer. A mí desde luego me impacta cada vez que voy.