martes, 31 de diciembre de 2019

LOS PROPÓSITOS DE AÑO VIEJO

Todos los años empezamos el año (valga la redundancia en este caso) con los propósitos que queremos cumplir en el año nuevo. Y pensando hoy en ello, en plenas fechas navideñas, me planteaba si en vez de proponerme nuevas metas había cumplido las que hace un año empecé a maquinar. Y hete aquí que he visto propicio cerrar este año el blog con esta entrada y trasladando el interrogante a quien tenga a bien leerme. ¿Habéis cumplido los propósitos de este año que ya despedimos? ¿Habéis cumplido los propósitos de año viejo? Los que tuvierais como meta, por ejemplo, dejar de morderos las uñas, ¿lo habéis hecho? Los que os hubierais mentalizado para hacer deporte asiduamente, ¿lo habéis hecho? Quienes os propusisteis leer más, hacer el Camino de Santiago, pasar más tiempo con la familia, escribir un libro, iniciar una afición, acometer un proyecto, perder unos kilos o modificar alguna conducta, ¿lo habéis hecho? Pues estáis a tiempo. Y no lo digo con sorna hoy que es 30 de Diciembre, lo digo de corazón. Si no habéis cumplido los propósitos de año nuevo de este año que ya es viejo, proponedlos de nuevo en vuestra vida. Y afrontadlos. No los dejéis en el cajón del olvido y propongáis otros nuevos cada año. Cumplidlos, intentadlo, aunque sea alguno nada más. Siempre podréis decir: Cumplí los propósitos de año viejo. Mejor eso que nada.

Hay que ser consciente que hay propósitos que se abandonan porque no pueden cumplirse en un año. Y, claro, cuando vamos por el mes de Mayo y empezamos a vislumbrarlos como imposibles, los damos de lado. Y pensamos: "total, no lo iba a poder cumplir. El año que viene me marco otro". Y así pasa. El propósito de año nuevo se va al carajo. Y así un año y otro y otro y otro. Y los propios propósitos igual. Y así uno y otro y otro y otro. Y siempre nos ponemos tareas nuevas. ¿No hay forma de acometer las labores que nos ponemos y que llegando fin de año podamos celebrarlo? Claro que es posible pero hay que tener voluntad y constancia. Y, sobre todo, saber que un propósito de año nuevo no pasa nada porque se convierta en propósito de año viejo. Lo importante es lograrlo aunque nos lleve más de un año. Eso nos mantendrá activos. Y nos hará sentir vivos. Ojo, hay veces que sí los cumplimos. He logrado dejar de fumar. He logrado ser más ordenado en el trabajo. He logrado pasar más tiempo con los amigos. Y nos asoma una sonrisa de victoria, satisfacción y alegría que no tiene parangón. Y esa sonrisa sí que nos da fuerza para decir: "Ahora sí, nuevos propósitos de Año Nuevo".

La verdad es que yo, como soy más simple que el mecanismo de un chupete, no me marco propósitos de año nuevo. Lo que hago es marcarme pequeñas metas novedosas para estar entretenido y ocupado y mantener los que creo que vengo cumpliendo y me hace feliz. Así, al final del año siempre cumplo propósitos de una manera u otra. Dícese: mis propósitos de Año Viejo han sido cumplidos. He continuado con mi gente cercana, he seguido dando guerra con el pádel, he continuado haciendo un tramo del Camino de Santiago en vacaciones, he seguido siendo fiel al oficio costalero entregándome en todos los pasos que he sacado, he continuado guardándome unos ratitos para mí y plasmarlos en el Rincón, he afrontado tareas nuevas y divertimentos como aliñar aceitunas, hacer cerveza casera e innovar recetas y he afianzado todo aquello que he ido aprendiendo tras enfrentarme a ello. Meta pequeña lograda, propósito conseguido. Mucho más sencillo y además garantiza casi al cien por cien cerrar el año recordando muchas victorias chiquitinas cumplidas. Y muchas victorias son mucha felicidad. Y mucha felicidad se refleja en muchos recuerdos bonitos.Y muchos recuerdos bonitos son una forma preciosa de cerrar un año. Siempre lo digo porque así lo creo. Y además ya lo decía Sócrates también: en las pequeñas cosas es donde en realidad radica la esencia de la vida. ¡Cuánto sabía para no saber nada! De este modo y si os da por plantearos propósitos pequeños (sin olvidar luchar por los grandes, esos que conllevan, a veces, varios años para cumplirse), os lanzo un reto. Más que un reto os lanzo una labor para este año que ya llega. Va, os pongo yo el propósito de año Nuevo. Sólo uno. El único. El mejor. "Propósito: Cumplir los propósitos". A ver cómo se da. Ya me iréis diciendo con el tiempo. Espero que tengáis muchas metas pequeñas logradas que contarme.
Y así nos hemos plantado en una nueva Nochevieja. Y que no decaigan las empresas chiquitinas. Yo, por ejemplo, tengo una por delante y voy a ver si también la cumplo y la recuerdo esta noche cuando suenen las campanadas entre años y sonrío por ello. Cosa de poco pero, como todo, hay que hacerlo y eso es cuestión de voluntad. A mediodía quiero ir a comerme un plato de migas con los amigos pandorgos. ¿Qué os parece? Seguro que me reporta alegría si lo consigo. No os riáis. No dejar de ser un propósito aunque ligero, asequible y resultón. Y no por ello desdeñable pues todo conlleva un coste de oportunidad. Si estás en un sitio con una gente no puedes estar a la vez en otro sitio y con otra gente. El tiempo es oro y ese sí que no vuelve. Elegid bien pues vuestros propósitos porque podéis tener todos los que queráis pero tiempo para ellos no. Ahí está la clave del éxito o el fracaso muchas veces. Queremos comprometernos a algo sin voluntad y/o sin ser conscientes de lo que ello nos costará. ¡Ah! También quiero enfrentarme a la tarea de llegar a la hora de las uvas con las mismas peladas y sin pepitas. Parece una tontería pero es otra pequeña tarea y traerá su satisfacción. Me gusta ir pasito a paso. Una vez en el Camino de Santiago un peregrino italiano me dijo que "piano, piano se va lontano". Y qué verdad es. Así es que lo pongo en práctica en cualquier oportunidad que tengo.

Y poco más, amigos. Ya estamos prácticamente diciendo adiós al año 2019 y recibiendo el año 2020. Y os confieso una cosa, propósitos grandes y cuyo cumplimiento no dependa de mí no voy a marcarme pero sueños sí que tengo en mente. Ojalá dentro de un año pueda deciros que se han cumplido. Y los vuestros igual. Y vuestras metas también. Que así sea. Al menos que lo hayamos intentado todos que para eso es la vida. Ya hablaremos de los propósitos de Año Viejo dentro de 366 días (el que llega es bisiesto) mientras empezamos a vislumbrar otros. Ahora os dejo repasando los de Año Nuevo y cogiendo fuerza para lograrlos. ¡¡Feliz Año Nuevo!!

jueves, 19 de diciembre de 2019

¡AY, CAMINO!

Hoy tengo ganas de ti. De recorrerte, de caminarte, de estar en algún punto tuyo entre Saint Jean pied de Port y Santiago de Compostela. Foncebadón, por ejemplo, el Alto del Perdón, Hornillos del Camino, Zubiri, Villafranca del Bierzo, Carrión de los Condes... ¡Yo que sé! Donde fuera pero contigo. Con tus sensaciones latiendo en mis venas a flor de piel. Despotricándote y amándote a la vez. Con tu olor característico de cansancio, sentimientos, sonrisas y lágrimas. Perdido en algún albergue hablando con algún peregrino sobre algo transcendental de la manera más natural que exista. Burgos no sería mal sitio. Ni Logroño. Fíjate, incluso en Sarria que para mí fue el principio y ahora cuando paso es el final, estaría hoy tan feliz. O subiendo en busca del Refugio Orisson, a mitad de camino entre La Faba y Laguna de Castilla o prácticamente coronando la Cruz de Ferro. Tampoco estaría mal bajando hacia Roncesvalles, buscando Molinaseca o llegando hasta Triacastela. Y también me viene a la mente la llanura palentina entre las tierras del Cid y los límites de Castilla. Donde sea pero con mochila, bordón y botas. Persiguiendo tus flechas y conquistando tus lugares, recorriendo tus kilómetros con la agridulce mezcolanza del triunfo y el saber que ya no volverán. Jugando continuamente con un imperante carpe diem que se acentúa en la magia de Bercianos, Torres del Río o Ponferrada. Hoy tengo ganas de ti.


Y es que no sé por qué hay días que me invades íntegramente. ¿Qué veneno es ese? Un día cualquiera de Diciembre que no está señalado en rojo en el calendario por motivo alguno, mientras cumplo con mis rutinas laborales, me embargas la sesera y empiezan a bullir los recuerdos, los anhelos, los momentos y el deseo de volver a ellos. Hoy me tienes loco recordando la sonrisa de Isis, los abrazos con Palmiro, las charlas con Yoon Joon, aquella agotadora llegada a Arzúa, el Horno de Irozt, la hornacina de San Fermín, a mi querido amigo Iñaki, todas las risas compartidas, las lágrimas por las preguntas sin respuesta, un por qué mudo, silente, hiriente, incomprensible, el hálito de esperanza, el descanso del alma en la litera, el vino tinto en chato, en vaso y en cuenco, el arco iris en Frómista, la eterna recta de Calzadilla de la Cueza, el peregrino escondido en la Plaza de Quintana, el ascensor de Rabé de las Calzadas, los nervios alegres y simpáticos de María, risueña, traviesa, encantadora, la hospitalidad de Nacho Nájera, una oración callada en Furelos, los ojos de Alba contemplando arquitectura férrea y pétrea testigo del paso del tiempo, la espera en la antigua Casa del Deán para obtener mi primera compostela, mis queridas y amadas botas marrones que dos mil kilómetros recorrieron, el poder compartir unos kilómetros con Gemma y hacerla partícipe de uno mis amores, la cristalina y celeste mirada de Amanda que se fotografía per saecula en la memoria... ¡Cuántas cosas, amigo! ¡Cuántas cosas!

Me gusta porque siempre me atrapas. Y sé que estás agazapado y por más alerta que yo esté aguardando tu llegada encuentras el momento y me sorprendes. Aún recorriéndote las veces que voy premeditado a enfrentarme a ti y te espero y ansío con ganas de cura me encauzas, me das confianza, me das serenidad y, cuando pierdo por un segundo la concentración, me atrapas con tus fauces psicológicas que, si bien son necesarias, son más temidas que las físicas. El cansancio es parejo a ti pero la cabeza de cada peregrino juega un papel trascendental en la travesía y la conjunción de ambas cosas puede resultar demoledora y reconfortante a la vez. Tal es la fuerza de tu hechizo que no he conocido a nadie que tras recorrerte unos cuántos días no tenga ganas de volver a ti a de nuevo. Cuando sale tu nombre afloran dos sonrisas en la gente que sobre ello conversa y, te garantizo que, quien te ha transitado alguna vez tiene un don especial para acertar a ver tus flechas amarillas estén donde estén. Es como un imán entre la mirada y la pintura que impulsa las piernas a seguir la dirección al Obradoiro. Y así es como me encuentro hoy. Con ganas de seguir esas indicaciones amarillas que iniciase Elías Valiña preparando una gran invasión.


Y sigue tu embrujo embaucándome a través del silencio, del molesto sonido de una chirriante litera en mitad de la madrugada, de una ampolla en el sitio más incómodo cuando todavía quedan kilómetros para llegar al albergue, de una ducha indominable que te abrasa la espalda o te deja helado en pleno Agosto y de un menú del peregrino que te sabe a gloria incluso frío, a deshora y mal guisado. Tienes el don de obtener de todo una ventaja y, lo que es mejor, a través de uno mismo. Enfrentas a quien te recorre a ti y a su yo interior. Y para todos tienes un triunfo, una victoria, un recuerdo, una lágrima agridulce de entre felicidad y tristeza aderezada en su conjunto con nostalgia. Cerraría ahora mismo la tarea que estoy desarrollando, haría la mochila, compraría los billetes y con una enorme sonrisa me iría a verte de nuevo, a saciarme de tus encantos, esos que hallo en mi propia mente y en el grupo de personas que te recorren en las mismas fechas que cuando yo lo hago año tras año. Es la familia que me regalas por unos días y siempre es mágica y dispar. Y me acuerdo de todos ellos y ¿sabes qué? Me encantaría juntarlos en un mismo espacio y tiempo en tu presencia y caminarte juntos a la vez. Pero eso ya es la propia vida, con sus sorpresas y balanzas. Por eso mismo, la vida, al fin y al cabo, es caminar. Hoy tengo ganas de ti, Camino de Santiago.