En el fútbol sólo hay dos sabores. El dulce y el amargo. Es la tónica general. Un partido puede estar o ser aderezado con un toque salado o agrio, incluso ser un partido umami, pero en cuanto pite el árbitro el final se vuelve a lo que es: o dulce en la victoria o amargo en la derrota. Y eso no es que yo lo diga, es que es así. Cualquier futbolero lo sabe. Sí que hay ocasiones en que una derrota o un empate te deja un sabor agridulce pero, como antes decía, la tónica general es estar de dulce o estar de amargo. Y parece ser que el Real Madrid vuelve a estar de dulce. La magia del fútbol es así. Cuando todo pinta negro torna en blanco y cuando todo pinta en blanco torna en negro. No hay medias tintas. Al principio de temporada todo se veía oscuro. Nada más iniciar se pedía la cabeza del entrenador, la confianza era nula, la plantilla era coja y no se habían acometido los ilusionantes y novedosos fichajes que se esperaban. Ahora a mitad de la liga todo parece de color de rosa. No han hecho falta fichajes, la plantilla está equilibrada y con fondo de armario, la confianza es total y el entrenador es el mejor inquilino que pudiera tener el banquillo.
Y así están las cosas. El fútbol es una montaña rusa en la que las emociones suben y bajan constantemente. Basta un mal partido para que el vagón comience una bajada sin parangón y basta estar atravesando un bache que no parece tener fin para que se inicie sin motivo aparente una aplastante mejoría. Y hoy, el Real Madrid, ya no sé si está en plena fase ascendente o está de nuevo recorriendo las vías por su parte más alta. Eso sí, sigue faltando gol. Sin embargo apenas se encajan, el centro del campo funciona a la perfección, cualquier jugador saber en qué dirección hay que remar y el vestuario está unido. ¿Quién lo diría en Octubre? Venía la cosa de un inicio de liga regular, de una pretemporada espantosa y de un debut en Champions para olvidar. Tanto era así que ciertos sectores ya afirmaban el fracaso de Zidane, daban por perdidos a Modric, Isco y Kroos y esperaban un soberano revés para señalar culpables a discreción. Esos sectores hoy aplauden las decisiones de Zizu, ovacionan a Fede Valderde, disfrutan de las paradas de Courtois e incluso sonríen con cada arrancada de Vinicius degustando cierto futuro. Al respecto diría el típico tópico "Increíble pero cierto" pero en este ámbito no es necesario ni sería adecuado. En el fútbol estas cosas, son, más bien, "creíbles pero inciertas", si bien, totalmente reales.
La senda correcta ha vuelto a tomarse. De eso no hay duda. Los partidos disputados se cuentan últimamente por victorias, somos el equipo menos goleado de la liga y tenemos la cara de suerte de cara. Hay partidos que faltando piezas claves del equipo y con la alarmante falta de gol de esta temporada logran sacarse adelante con el esfuerzo y tesón de todos. Basta ver que Benzemá, el goleador del equipo, lleva ahora una racha de sequía que está siendo suplida por los hombres de la segunda y tercera línea, como por ejemplo Casemiro que está en un estado de forma aplastante, logrando así que los tres puntos en disputa se queden en el casillero del equipo y lo alcen a la primera posición de la tabla. Para ello está siendo clave, a mi entender, la situación de compañerismo y unión que atraviesa el vestuario. Desde fuera se aprecia un clima de verdadero equipo que además cierra filas en torno a su entrenador. Algunos titularísimos han aceptado correctamente su posición en el banquillo y los nuevos integrantes siguen respetándolos, animándolos y compartiendo con ellos el triunfo, pues realmente es de todos. Especial mención a Ferland Mendy. ¿Quién pensaba antes de año nuevo que sentaría a Marcelo cada vez más y que el brasileño lo encajase sonriente?
Estos momentos hay que aprovecharlos. La afición lo nota y lo transmite. El campo vuelve a estar lleno y el runrún que acometía en la grada se ha disipado. Solo queda que la racha perdure y de triunfos importantes. Si algún equipo siempre vuelve y renace ese es el Real Madrid. Lo he visto morder el polvo y no rendirse jamás, lo he visto ganar títulos imposibles, lo he visto estar eliminado de una competición y levantar la copa. Como antes decía, creíble pero incierto aunque real. Oración la anterior tan contradictoria como ver a un equipo eliminado y que finalmente sea el campeón. Sensación imposible y al mismo tiempo real. De la derrota al triunfo en unos segundos. De ser palpable el fracaso a acariciar la gloria. De estar sumergido bajo las aguas a estar en la cresta de la ola. De pedir la dimisión del órgano presidencial, el entrenador y las vacas sagradas a tener dibujada la sonrisa cada vez que se ve a Florentino Pérez, a Zinedine o a cualquiera de los once que salten al césped. No hay duda y ojalá dure: volvemos a estar de dulce.
Y así están las cosas. El fútbol es una montaña rusa en la que las emociones suben y bajan constantemente. Basta un mal partido para que el vagón comience una bajada sin parangón y basta estar atravesando un bache que no parece tener fin para que se inicie sin motivo aparente una aplastante mejoría. Y hoy, el Real Madrid, ya no sé si está en plena fase ascendente o está de nuevo recorriendo las vías por su parte más alta. Eso sí, sigue faltando gol. Sin embargo apenas se encajan, el centro del campo funciona a la perfección, cualquier jugador saber en qué dirección hay que remar y el vestuario está unido. ¿Quién lo diría en Octubre? Venía la cosa de un inicio de liga regular, de una pretemporada espantosa y de un debut en Champions para olvidar. Tanto era así que ciertos sectores ya afirmaban el fracaso de Zidane, daban por perdidos a Modric, Isco y Kroos y esperaban un soberano revés para señalar culpables a discreción. Esos sectores hoy aplauden las decisiones de Zizu, ovacionan a Fede Valderde, disfrutan de las paradas de Courtois e incluso sonríen con cada arrancada de Vinicius degustando cierto futuro. Al respecto diría el típico tópico "Increíble pero cierto" pero en este ámbito no es necesario ni sería adecuado. En el fútbol estas cosas, son, más bien, "creíbles pero inciertas", si bien, totalmente reales.
La senda correcta ha vuelto a tomarse. De eso no hay duda. Los partidos disputados se cuentan últimamente por victorias, somos el equipo menos goleado de la liga y tenemos la cara de suerte de cara. Hay partidos que faltando piezas claves del equipo y con la alarmante falta de gol de esta temporada logran sacarse adelante con el esfuerzo y tesón de todos. Basta ver que Benzemá, el goleador del equipo, lleva ahora una racha de sequía que está siendo suplida por los hombres de la segunda y tercera línea, como por ejemplo Casemiro que está en un estado de forma aplastante, logrando así que los tres puntos en disputa se queden en el casillero del equipo y lo alcen a la primera posición de la tabla. Para ello está siendo clave, a mi entender, la situación de compañerismo y unión que atraviesa el vestuario. Desde fuera se aprecia un clima de verdadero equipo que además cierra filas en torno a su entrenador. Algunos titularísimos han aceptado correctamente su posición en el banquillo y los nuevos integrantes siguen respetándolos, animándolos y compartiendo con ellos el triunfo, pues realmente es de todos. Especial mención a Ferland Mendy. ¿Quién pensaba antes de año nuevo que sentaría a Marcelo cada vez más y que el brasileño lo encajase sonriente?
Estos momentos hay que aprovecharlos. La afición lo nota y lo transmite. El campo vuelve a estar lleno y el runrún que acometía en la grada se ha disipado. Solo queda que la racha perdure y de triunfos importantes. Si algún equipo siempre vuelve y renace ese es el Real Madrid. Lo he visto morder el polvo y no rendirse jamás, lo he visto ganar títulos imposibles, lo he visto estar eliminado de una competición y levantar la copa. Como antes decía, creíble pero incierto aunque real. Oración la anterior tan contradictoria como ver a un equipo eliminado y que finalmente sea el campeón. Sensación imposible y al mismo tiempo real. De la derrota al triunfo en unos segundos. De ser palpable el fracaso a acariciar la gloria. De estar sumergido bajo las aguas a estar en la cresta de la ola. De pedir la dimisión del órgano presidencial, el entrenador y las vacas sagradas a tener dibujada la sonrisa cada vez que se ve a Florentino Pérez, a Zinedine o a cualquiera de los once que salten al césped. No hay duda y ojalá dure: volvemos a estar de dulce.