viernes, 31 de julio de 2020

PUDO SER Y SERÁ

Hoy retumba en mi sesera la canción de Alejandro Sanz "¿Lo ves?" en la que dice "Pudo ser y no fue por ser la vida como es, nos dio la vuelta del revés, ¿lo ves?". Y es que estos días están siendo complicados por muchos motivos, algunos personales, otros intrascendentes, algunos de peso y otros banales. El caso es que podían haber sido muchas cosas y no las están siendo. Y me duele. Y me incomoda el volver a verter sentimientos dolidos en el blog en estas fechas que normalmente reboso alegría. Y por ello voy a cambiar la letra de mi querido Alejandro y va a ser "Pudo ser y será". Sin ir más lejos, el 30 de Julio es el día de la limoná. Y, por supuesto, lo es, no es que pudo serlo este año especial, no, es que lo es. Y la hice y la disfruté, no del modo que quisiera, evidentemente, pero para eso amo mi tierra, las costumbres y las tradiciones. Mi lebrillo los cuatro únicos ingredientes que necesito (vino, limón, azúcar y hielo) y otro 30 de Julio más con la limoná. Esta vez sin gente, sin corro de amigos y sin concurso. Pero surgió una sorpresa y de verdad fui feliz. Mucho. Pudo ser, lo fue y lo será. Y voy a ponerme mi blusón manchego y mi pañuelo de hierbas. Y voy a celebrar la Pandorga, porque, al fin y al cabo, es por y para Ella, la Virgen del Prado. Y voy a preparar mi Camino de Santiago ya que, si bien, no iré el primer día de Agosto como suelo ir, si Dios y el Apóstol me dejan, en Diciembre pondré mis botas de nuevo en la Ruta Jacobea. Así es que "Pudo ser y será".
Hay que subir el ánimo y disfrutar de lo que se pueda. Y pienso aprovechar todo resquicio que la vida me ofrezca para ello. Otros años estaría ya de vacaciones y este año me he dado cuenta que también lo estoy.  Sobra el condicional. Parece irreal pero estoy de vacaciones, aunque al no tener plan para gastarlas es como si fuera mentira, una sensación extraña, pero sí, mañana no tengo que venir al despacho y seguir la vida jurídica durante unos días. Y tengo a mi familia y mis amigos para pasar tiempo con ellos de la mejor manera que pueda. ¿A qué espero? Pudo ser y será. ¡Voy echando lumbre para hacer brasas y comenzar la barbacoa! ¡Y voy a tomarme unas cervecitas caseras que para eso las hice! Y voy a salir a andar por los campos de La Mancha que el Camino me espera, no en pocos días, pero sí en pocos meses. Hay que entrenar. Y también voy a ver si hago todas las excursiones cercanas que siempre voy posponiendo. ¿El Castillo de Calatrava? Ya iré, total está aquí al lado... ¿Los molinos de Campo de Criptana? Ya iré, total están cerca... ¿La Venta del Quijote de Puerto Lápice? Ya iré, total en un mañana la veo... Pues ha llegado el momento de todo ello. Así es que afloran los planes de nuevo para llenar estos días libres. ¡Vamos allá!
Tanto es así que esta entrada va a ser más corta de lo normal porque ya me apremia el tiempo para su disfrute. Tengo tiempo libre para gastarlo a mi antojo y a #MiNiñaClaudia con sus tres añitos dispuesta a que lo disfrute con ella. ¿Qué más puedo pedir? Y sin esperarlo he pasado en estos días tan extraños de Zurra y Pandorga verdaderos ratos de felicidad junto a ellos, esos guardianes de la tradición que me tratan como a uno más y a los que nos une el amor por las costumbres de nuestra tierra. Gracias, Pandorgos. ¡Viva la Pandorga! ¡¡Viva Ciudad Real!! ¡¡¡Y Viva la Virgen del Prado!!! Me espera la piscina, me espera una cervecita fría, me esperan un puñado de buenos ratos agazapados en la esquina, me espera mi mujer con una sonrisa, me espera mi hija llena de alegría. Y yo estoy de vacaciones. No termino de asimilarlo pero es cierto que he cerrado el despacho para unos días. Doy paso a un Agosto que se viene extraño igual que lo ha sido el mes que lo ha precedido. Pero siempre hago el cambio con aroma de limoná, con pañuelo de hierbas, con una oración a la Virgen del Prado y con la mochila de peregrino dispuesta a seguir cargando con kilómetros de vivencias. Y este verano de 2020 también va a ser así. Me pongo ya manos a la obra. Y como digo siempre: Sonrían, por favor. Pudo ser y será.
Vacaciones 2020

jueves, 16 de julio de 2020

JULIO, JULIO, JULIO...

El año pasado por estas fechas escribía una entrada llamada "Julio, ¡ay, Julio!" pues este séptimo mes del calendario siempre es especial para mí. Y este año también aunque por diferente causa. Julio siempre ha sido el mes del disparadero de sentimientos entremezclados. Conjuga el cansancio acumulado de llevar once meses trabajando sin más festivos que los días rojos del almanaque, los nervios de ver la cercanía de Agosto con la agenda llena de planes ilusionantes durante las vacaciones, la alegría de las primeras verbenas de verano, los ratitos de cofradía y costal en la Virgen del Carmen de Ciudad Real y en Santiago Apóstol de Granátula de Calatrava, los planes de un nuevo y continuo Camino por la ruta jacobea retomándolo y reencontrándome donde lo dejé y la llegada de mi bien amada Pandorga, con aromas de limoná y pañuelo de hierbas desde mi infancia anudado al cuello del alma. Y este año, sin embargo, vagabundeo por el mes de Julio sin ser consciente que ya he consumido la mitad del mismo y no hago sino seguir ejerciendo la abogacía en vez de descontando días para el descanso sumando días recuperados del tiempo en que estuve confinado. Un Julio atípico y atópico. Joaquín Sabina diría "¿quién me ha robado el mes de Abril?" y yo digo "¿quién me ha cambiado mi querido Julio de esta manera?"

Sin ir más lejos, hoy sacaría a costal a la Virgen del Carmen, como siempre con mi abuela en la memoria, me quedarían días contados para una nueva Pandorga, tendría mi blusón manchego de mil rayas preparado y estaría descontando estos últimos quince días  que me separan del mes de Agosto para volver a abrazar a mi amigo Iñaki y seguir recorriendo con él nuestro querido Camino de Santiago. Y, sin embargo, he aparcado el coche justo donde estarían los chiringuitos de la verbena, el costal reposa tranquilo en el armario de casa, la Pandorga de este año no va a existir y no tengo ni un albergue reservado porque no puedo pisar el Camino el mes que viene. ¿Dónde estás, Julio, amigo? ¿Qué ha ocurrido? Estos días en los que seguimos internos en la pandemia del Coronavirus, porque no se ha ido, sed conscientes, sigue ahí, me están golpeando el ánimo duramente. Y aunque siempre me gusta seguir haciendo planes y, a poder ser, aplazando los sueños mientras redundantemente sigo soñando con ellos, la realidad es la que es. Y duele. Cuando se es realmente consciente de todo lo que nos está robando el maldito virus hasta tal punto que ya no somos ni dueños de nuestras vidas, duele, fastidia y enrabieta mucho. Al menos a mí. Pero es lo que hay.

Y, ojo, no puedo quejarme. Ni quiero hacerlo, ni lo estoy haciendo. Desfogo mis sentimientos de este extraño mes de Julio en estas líneas personales que sé que serán leídas por los parroquianos fieles al Rincón, simplemente eso. Pero sigo viviendo con una sonrisa siempre que puedo y estoy haciendo cosas que otros meses de Julio "normales" no podría hacer. Lógicamente mentiría si no dijese que me duele no tomarme un botellín tras pasear a la Reina del Carmelo en el día de su fiesta, también me duele que este año no habrá salida procesional de Santiago con sus jóvenes costaleros debajo, me duele mucho, pero mucho que este año no haya verbena en el Perchel, mi barrio, mi infancia, mis raíces, mis recuerdos, me duele también muy profundamente que la Pandorga 2020 no vaya a existir y que la Virgen del Prado, Patrona de la Mancha, se quede sin la ofrenda de su pueblo y me duele por último no poder perderme unos días entre pueblecitos que van haciendo camino entre Roncesvalles y Compostela. Si no lo digo reviento y miento. Me duele. E insisto que no puedo quejarme pero es lo que siento. Y más me duele aún no el perderme todo eso, sino que cuarenta mil familias hayan visto igualmente todos sus planes truncados y encima estén llorando la muerte de un familiar por el puñetero coronavirus que jamás me cansaré de maldecir.

Entendedme que despotrique en mi espacio privado aún sin tener causa grave para ello. En realidad no tendría ni causa y mi queja es solo por no poder cumplir mis costumbres y tradiciones. Eso, lógicamente, es ínfimo al lado de lo ocurrido. Quien me conoce bien sabe que para mí Julio es un mes muy especial y por eso me flaquea el ánimo estos días. Y aunque llevo meses sabiendo que este Julio no sería como siempre, es ahora, cuando día tras día me topo de bruces con esta cruel verdad cuando más me duele y tomo plena conciencia de una realidad inevitable. Y quizás lo que más rabia me da es la impotencia de estar sumiso en la incertidumbre. Ojalá pudiera decir que este Julio y sólo este Julio de 2020 será el Julio anómalo, pero ¿quién me garantiza o me asegura que el próximo Julio del año 2021 volverá a ser normal? Eso sí que me enrabieta. La duda. Y ojalá no haya más ausencias en los planes de vida que haga la gente. ¿Tendremos Navidad? ¿Volverá la Cabalgata de Reyes con las gentes en las calles agolpadas entre ojos brillantes de niños? ¿Llegará Febrerillo loco con su Carnaval a cuestas? ¿Volverá a inundarse Sevilla de azahar cofradiero el mes de Abril? ¿Llegará un nuevo Julio con los sentimientos que siempre me ha despertado? Eso me ahoga y por ello suelto lo que me oprime en forma de letras en mi humilde blog. Estoy en unos días que tendrían que estar rebosando de sentimientos encontrados que llevo gestando desde que nací. Y, sin embargo, se han esfumado de una manera increíble. No lo voy a repetir más: no puedo quejarme por nada y vivo felizmente. Eso sí, hago gala de mi raza costalera y escribo lo que siento. Siempre de frente. Los Viernes los sueños seguirán brillando más y volverá mi amado Julio.