Por no hacer muy compleja la definición, pues el término da para mucho, digamos que "esotérico" es aquello que es difícil de percibir por los sentidos. Sentada esta premisa, la denominación de Camino Esotérico, si bien pudiera ser todo el propio Camino de Santiago por la magia y energía que desprende su transitar y que, finalmente, deja más huella en el alma que en el cuerpo, es la aplicada y cómo se conoce al epílogo final del mismo, esto es, al tramo que une Santiago de Compostela con Finisterre. Es un tramo del Camino que cada vez va cogiendo más fuerza y está siendo más recorrido, pues son muchos los peregrinos que al llegar al Obradoiro sienten la necesidad de continuar sus pasos y su ímpetu en la búsqueda de lo interior les lleva a ello, encaminándose al "Fin de la Tierra". De hecho, hago aquí un inciso basado en una de las cosas que aprendí en el propio Camino, para decir que Finisterre alcanzó una dimensión enorme a nivel mundial por su cargada simbología, no sólo la de ser el fin de la tierra antes del descubrimiento de América, sino por la alabanza y fiesta de honra al conocido como eterno Deus Sol invictus, por el renacer día a día del astro rey tras ocultarse sobre las aguas y por ser el Imperio del Sol Poniente y atraer todas las grandes filosofías y creencias orientales del Imperio del Sol Naciente. Así me lo explicó Yoon Joon Lee, un peregrino koreano que conocí en el año 2013 cuando recorrí por primera vez el tramo entre Saint Jean pied de Port y Santo Domingo de la Calzada, siendo que él venía al Camino con la intención de llegar a "Fisterra" por eso mismo. Lo aprendí de él y, seguramente, cuando se cumplan diez años de aquello estaré llegando a ese punto del Camino.
Sí. Este año quiero llegar a Finisterre caminando. Por muchas cosas. Mi padre, con quien todo empezó, lleva mascando la idea de querer hacer el Camino Esotérico, el gran epílogo, desde el año 2012, año en que por primera vez coronamos O Cebreiro. Lleva queriendo desde entonces llegar a esa mágica línea donde se juntan la tierra y el mar y nunca llega el momento. Prácticamente en el ocaso de sus pasos en largos caminos, se merece llegar. Por él y con él quiero llegar. También porque del real y gran Camino Francés conocemos absolutamente todos los tramos desde Francia menos esas últimas etapas que unen el abrazo del Santo con el mítico -y miles de veces fotografiado- hito del kilómetro cero, pues hemos salido caminando tanto desde Saint Jean pied de Port como de Somport (ambos sitios en Francia) y, además de haber repetido varias veces otros tramos (mi amada Castilla), siempre nos quedábamos con las ganas de conocer esas etapas de Negreira, Olveiroa, Muxía, Lires... Se suma a las ganas de esta aventura que todos los años desde que empecé a gastar botas en la Ruta Jacobea, llegando el estío, me acuerdo de mi buen Iñaki y de los grandes ratos compartidos con él, los cuales se originaron y sucedieron precisamente caminando. Y él, también con varias llegadas a Santiago de Compostela, tampoco ha llegado nunca a Finisterre. Por último, yo mismo siento la necesidad de ver, como peregrino, que hay más allá del Obradoiro y volver a sufrir conmigo mismo duras cuestas y sudores mientras peleo en mi interior un precioso combate de yo contra yo que sólo las mentes que lo han sufrido lo conocen, para, mientras tanto, sin solución de continuidad, alcanzar el Fin del Mundo y despojarme de lo malo bañándome en las aguas del océano para resurgir nuevamente brillante como el Sol invictus hace día tras día.
De este modo, si Dios quiere, pues es mi religión la de creer en un Ser transcendental, cosa que desde que la vida es vida siempre se ha dado y aún a día de hoy pudiéramos hablar de esa mezcla entre lo divino y lo pagano, cuyo nexo es un origen común, el próximo 4 de Agosto, saldré de casa por no sé qué vez, con la mochila colgada y las botas puestas, rumbo a iniciar el Camino donde siempre lo culmino. Conforme voy vertiendo estas líneas me doy cuenta de la predisposición iniciática con la que voy a esta nueva aventura caminera, pues, si algo he aprendido en esta ya superada década en la que llevo recorriendo el Camino de Santiago, es que el Camino es, sin duda, un camino interior de introspección. Y tiene un veneno que se te mete dentro y te atrapa, ya que, a simple vista, madrugar todos los días para cargar una mochila y recorrer unos veinticinco kilómetros a pie finalizando para descansar en un albergue lleno de olores, ronquidos e intimidad compartida, no es que sea un plan de vital atracción. Pero el poso que deja en el interior bien merece la pena y nadie sabe explicarlo. Alguna vez leí que todo peregrino sabe explicar por qué se puso en marcha la primera vez, pero jamás sabrá explicar por qué lo hizo la segunda y sucesivas. Y es una gran verdad. Allá voy de nuevo, querido amigo. Allá voy de nuevo desde tu empedrado Obradoiro hasta el Fin de la Tierra.
Las etapas del Camino Esotérico tienen tal magia que puedes agrandarlas o achicarlas del modo que prefieras y, además, al tratarse de un epílogo con forma triangular puedes ir en el sentido que quieras también. Yo he decidido finalizar en Finisterre recorriendo antes el otro vértice del triángulo que es Muxía, lugar también mágico donde los haya. He considerado para establecer las dichas etapas diversos factores de toda índole, apreciando también las cualidades físicas de mis compañeros de viaje y mías propias (para no hacer borriquerías que ya hicimos entre Somport y Puente la Reina, por ejemplo) y buscando estirar el tiempo para poder compartir más segundos con ellos ya que estando en el Camino raro es el rato que no somos felices. He logrado ajustarlo en seis etapas para tener de todo: cansancio, sufrimiento, pura mente, descanso y alegría. Saldremos de Santiago de Compostela hacia Negreira en lo que será la primera de ellas. De Negreira a Santa Mariña será la segunda etapa para, antes de terminar la tercera, de Santa Mariña a Dumbría, elegir la alternativa que une Dumbría con Muxía, donde terminará la cuarta etapa. La quinta será de Muxía a Lires y la sexta y última, desde Lires a Finisterre, donde llegaremos al faro del cabo del Finis Terrae del que el lugar toma el nombre. Tras ver allí esconderse el sol en las aguas y salir de las mismas de nuevo, volveremos a Santiago, lugar donde todo acaba y todo empieza, incluso el Camino y, más aún, el estérico con sus enseñanzas y mensajes ocultos. ¡Buen Camino!