viernes, 28 de febrero de 2025

CUANDO LAS LETRAS REFLEJAN EL ALMA...

Hace algunos años ya, aproximadamente una decena, alguien me decía "se nota que has pasado mala época porque has escrito menos en el blog". Y llevaba razón. Mucha. Toda. Porque fueron tiempos feos. Y atrás quedaron. Y era cierto que, aunque la falta de tiempo pudiera acentuarse por cualquier cuestión, la verdadera razón era la desgana y la desidia, en definitiva, el no tener nada que escribir que me ilusionase hacerlo, pues siempre que vierto letras es movido por algún ímpetu interno, cosa de la cual carecía en aquel tiempo. Sin embargo y jugando con él mismo, con el tiempo digo, aunque más bien él conmigo, me he dado cuenta que escribiendo también desfogo esa sensación de ahogo y apatía, pues me dedico, precisamente, un tiempo a mí y me libero mentalmente sacando fuera cómo me siento. Al fin y al cabo, escribo para mí, mis cosas, mis memorias, mis vivencias. Y aunque el Rincón es lo que es gracias a vosotros que lo mantenéis vivo leyendo lo que en él se halla, no deja ser un resquicio donde me expreso y abro por dentro para conmigo mismo. Siempre lo digo, me gusta luego, pasado tiempo, ¿qué si no?, leerme a mí y recordar cuestiones que, unas veces bellas y otras tristes, me reavivan los recuerdos que son, en esencia, mi vida misma y mi camino recorrido. Y en esas estoy hoy que llevo prácticamente un mes sin teclear nada en la alacena que atesora los tarros de conserva de mis años vividos. Motivos hay, pero escribiendo los sobrellevo y tenía que enfrentar la causa como haría mi querido y admirado Don Quijote, idilio de La Mancha.

La verdad es que me pongo cara a cara con el monitor sabiendo que no sé ni qué escribir, pero brotan las palabras solas y contemplo como se van rellenando oraciones como si no fuese yo quien las crease. Supongo que es por la necesidad de sacar lo malo fuera y despejarme un rato hablando conmigo mismo. Cuando la mochila se llena demasiado es necesario aligerarla y, maldita sea la alineación de planetas o lo que proceda, cuando se desborda es siempre cuando más cargada va. Es obvio lo que digo, pero, como diría Víctor García Rayo, yo me entiendo. Se cumple el dicho de que los problemas nunca vienen solos y se agrava la situación cuando es para los míos (mi gente, me refiero), son temas de salud y no puedo controlarlos yo, ni solventarlos, ni medir los tiempos. Me gusta tener todo mi alrededor controlado y saber que cualquier situación que me eche en cara, ya sea de forma deliberada o de forma sorpresiva, puedo dominarla y saber cómo afrontarla y sobrellevarla. No digo ganarla, porque, evidentemente, ni lo pretendo ni sería posible. Tampoco Alonso Quijano cuando cabalgaba salía siempre victorioso. Lo menciono porque antes ya lo he puesto de ejemplo. Y si me fijo en su valentía (si bien pudiera ser temeraria por su locura), he de contemplar también los resultados. El caso es mirar cara a cara al problema y saber hacerle frente.

Y esta vez me he visto desbordado y sin saber asumir que no puedo dominarlo. Día tras día me duele el no poder hacer nada para evitar ciertas cosas o acelerar su solución. No está en mi mano. Y me duele, me molesta, me fastidia, me enerva y me entristece sobremanera. Pero ni yo podía haberlo evitado, ni yo puedo solventarlo como quisiera. No me queda nada más que hacer lo que hago. Asumir, enfrentar, sobrellevar y ayudar. Eso sí está en mis dominios. Y, por ello, quizás, me he olvidado algo de mí, pues el tiempo que antes pudiera dedicarme, debido a las apreturas ahora impuestas en la agenda, debo dedicarlo al trabajo que es a quien por motivos superiores se lo vengo robando y luego me toca recuperar. Y eso se refleja en el Rincón. Por supuesto que sí. El pobre es el gran damnificado cada vez que carezco de tiempo y/o ganas de escribir. El Rincón y los libros, aunque eso no lo veis. Pero cuando no escribo y no leo, es porque algo no va bien. Y es cuando sé que no estoy bien porque no escribo ni leo. Soy consciente cuando paso tiempo sin escribir de que las cosas no están como quiero. Pero hay que seguir de frente. Raza costalera. Que esa es otra para agravar la melancolía. ¡Qué poquito me queda! Y también me pesa en el alma. Se junta todo y la carga se desparrama. Al menos, cada día que pasa las noticias se van estabilizando y me va volviendo la sonrisa, porque sé que la Esperanza nunca falla. Con mayúscula, sí. Ya sabe Ella... Hoy rompo las cadenas y me expreso.

Quizás por ello y enfrentarme a mi interior y soltar lastre en forma de letras voy recuperando la inclinación ascendente de las comisuras. El caso es que desfogo tecleando un rato y me sirve de bálsamo. Es más, cuando pasen estos momentos más complejos, pase algún tiempo y revise de nuevo el blog leyéndome y releyéndome, sí que sonreiré viendo como impedí que existiera, en este "Periódico de internet" como decía mi abuela, un vacío temporal carente de palabras. Y recordaré, supongo, lo que habría dado lugar al mismo. Y disfrutaré, seguro, de que haya quedado atrás y de haber llenado un poquito de ese bache con estos párrafos que hoy emergen directos de mi cabeza sin filtro alguno. Incluso tecleo más rápido que de costumbre pues los sentimientos fluyen solos y no estoy yo para ponerles orden o tamizarlos. De hecho, cuanto más fluyen más se me acompasa la respiración y más alivio interno tengo. No sé preocupe quien me lea. Con certeza me habrá visto en los lugares que frecuento y con la sonrisa puesta, pero ¡qué cierto es aquello de que la procesión va por dentro! Y los más cercanos a mí que saben la génesis de todo y me ven cabizbajo, son, precisamente, aquellos a los que he de cuidar porque procesionan conmigo. Cuando las letras reflejan el alma quien te conoce sabe interpretarlas. Y, en mi caso, malo es cuando no hay letras, así es que si las hay es un avance. ¡Hay que seguir!

jueves, 23 de enero de 2025

LA ALDEA DE CIRUELA

Todo habitante de Ciudad Real conoce la calle Ciruela. Une el corazón de la ciudad, empezando en la Plaza del Pilar, con la Ronda que lleva su nombre, donde antes existía la muralla y más allá los extramuros. Pero no todos saben el por qué de ese nombre tanto a la calle como a la ronda: Calle de Ciruela y Ronda de Ciruela. Quizás el de la ronda sí, porque igual que las demás, toma su nombre de la calle que desemboca en la misma, pero, ¿la calle? Me aventuraría a decir que todos de niños hemos pensado en la fruta y jamás hemos entendido por qué una de las principales calles de la ciudad tenía ese nombre. Al menos yo, de pequeño, sin llegar ni a la decena de años, sonreía pensando qué afortunada era la ciruela en comparación con el melocotón o la sandía que incluso tenía una calle. Hasta que fui creciendo y descubrí que, lo normal es que, cuando una calle tiene un nombre, las linderas suelen tener otro relacionado, como ocurre, por ejemplo, en el Barrio de Pío XII donde tienen nombres de pintores, en la zona de la Puerta de Santa María donde tienen nombres de ríos o en el nuevo Barrio de la Guija donde tomaron nombres de los componentes del sistema solar. Así descarté que la calle Ciruela se debiese a fruta alguna y me quedé con la duda del origen de su nombre. Y fue hace pocos años cuando lo descubrí y hace escasos días cuando decidí estudiarlo. Todo ello es debido a la existencia de una vieja aldea a escasos kilómetros de Ciudad Real que tenía ese nombre y a la que se llegaba, prácticamente en línea recta, tomando dirección sur desde la céntrica Plaza del Pilar por la calle que conducía a aquella, lo que hizo que se llamase a la misma "la calle (que va a la Aldea) de Ciruela". Por cierto, la puerta ubicada en las murallas que daba acceso a la ciudad por tal lugar, ya lo podéis intuir, también se llamó "Puerta de Ciruela", claro está. Y precisamente eso es lo que vengo a dejar hoy plasmado en el Rincón, no sólo el origen del nombre de la calle, sino qué fue la Aldea de Ciruela y qué queda de ella.

Antigua Puerta de Ciruela

La historia nos remonta hasta primeros del siglo XII, pues aunque no puede saberse con certeza cuando se fundó la aldea, sí que está datado que en el año 1156, con el mandato del rey Alfonso VII, fue donada al caballero toledano Armildo Meléndez para poblarla. La Aldea de Ciruela perteneció primeramente a Alarcos, después a Villa Real y, finalmente, a nuestra querida Ciudad Real. El lugar está enclavado en el sitio conocido como Cerrillo de la Horca, a la vera del río Jabalón, en un pequeño alto que domina el valle, entre los castillos de Calatrava y Caracuel. Existía allí una fortaleza construida sobre un domo volcánico (lava solidificada) de unos doce metros de altura y laterales prácticamente verticales. Se cree que dicha fortaleza fue edificada por los árabes y tenía por nombre Hisn al Sujaryola. Los avatares de encontrarse entre caminos fronterizos y de paso de un castillo a otro hizo que pasase de moros a cristianos y viceversa en varias ocasiones. En el año 1187, estaba bajo dominio cristiano, pues cuando el Papa Gregorio VII, por bula pontificia, reconoció la Orden de Calatrava la cual tenía varios castillos en su poder, se nombraba Zuerola (Ciruela) entre ellos, como Alarcos, Caracuel, Benavente, Piedrabuena, Malagón y Guadalerzas. En 1195, tras la batalla de Alarcos, pasó de nuevo a estar sometida por los árabes y en 1212, las armas cristianas recuperaron su dominio y repoblación a su paso hacia las Navas de Tolosa. En tal fecha se entregó la aldea a Doña Zuera María Armíldez, hija de Armildo Meléndez a quien se le hubo donado la aldea para poblarla, como antes decía. 

La aldea con su fortaleza y la iglesia que frente al castillo se construyó, pasó a ser de Villa Real en el año 1255, con el rey Alfonso X, el Sabio quien al fundar la villa ya la menciona en la Carta Puebla y la integra en los territorios que dominará la recién fundada. Era llamada entonces Figueruela y en el documento figura así: "Et do á esta villa sobredicha que haya por aldeas ó por término Zuhéruela é Villa del Pozo é la Figueruela et Poblet é Alvala con todos sus términos yermos é poblados é con todos sus derechos, con montes, con fuentes, con ríos, con pastos, con todas sus entradas é con todas sus salidas é con todas su pertenencias assí como las han estos lugares sobre dichos é las deven aver". Desde entonces hasta nuestros días ha permanecido ligada a Ciudad Real y aunque nunca fue una gran población siempre ha mantenido vida en sus viviendas. En el sigo XIX ya hay escritos que mencionan su estado ruinoso y amenazante de derrumbe, estando la pequeña Aldea de Ciruela prácticamente despoblada y abandonada, contando únicamente en 1890 con 39 construcciones y 81 vecinos, como aseveró Hervás y Buendía. La decadencia de la pequeña urbe siguió imparable y en 1904 se suprimió la Parroquia rural de Ciruela pues comenzaba a desplomarse y, pese a haberse celebrado en ella grandes misas y contar, incluso, con una Romería señalada el día 3 de Mayo a la que asistían numerosas gentes de Ciudad Real, Miguelturra y otros pueblos cercanos, ya no iba nadie. Aguantaron, aún así, las celebraciones eclesiásticas hasta el año 1931 y la edificación en pie hasta que la Guerra Civil hizo sus estragos. Posteriormente, en 1975, el párroco de Miguelturra se adueñó indebidamente de su puerta de estilo gótico y la trasladó a su pueblo, donde podemos verla como acceso a la actual sacristía de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Eso fue el final total de la Iglesia de Ciruela, de la que a la fecha sólo quedan restos de sus muros.

Del castillo, igualmente, tan sólo quedan resquicios, cascotes y algunas piedras de su basamento que nos recuerdan lo que algún día debió de ser y que hace siglos que se derrumbó. En cuanto a la aldea en sí, está abandonada, derruida y ruinosa. Cuando sus terratenientes marcharon de ella no quedó nadie allí. No tiene acometidas de agua potable ni llega la línea de luz y electricidad hasta ella. Sin embargo, como antes narraba, siempre ha tenido algo de vida. Tras unos pocos años sin nadie, Francisco Fernández, más conocido como "Fran, el habitante de Ciruela", se decidió a vivir en tal lugar. Reside allí totalmente solo y su compañía son sus mascotas No usa reloj ni teléfono y afirma que vive feliz y en paz. Por su parte, Marcial González, que mantiene allí una segunda residencia y pasa la temporada estival en la aldea donde vivieron sus mayores, cuenta que hoy existen doce viviendas restauradas y acondicionadas para poder vivir en Ciruela, aldea abandonada a la que solo van viajeros o excursionistas curiosos un rato o pocas personas durante algún fin de semana o el verano. El 30 de Agosto de 2011 se creó la Asociación de Vecinos y Vecinas de la Aldea de Ciruela que persigue mantener viva la historia de este lugar que tuvo una gran importancia en su momento, darlo a conocer y poner en valor lo que significó en su día para Ciudad Real. El presidente es el propio Marcial, muy querido por la gente proveniente de la aldea. Nadie mejor que él para ello. A Ciruela la memoria colectiva le debe un respeto y nada muere del todo mientras se le recuerda. Acercaos por allí y conoced estos resquicios de nuestra tierra. Si bien los pocos restos del castillo, de la iglesia y de antiguas construcciones no os dejarán indiferentes, menos lo harán las cargas históricas y las fuerzas sentimentales que emanan del lugar. Y esta es la historia de una aldea abandonada y que tan sólo tiene un habitante, el entrañable Fran, del nombre de una puerta, una ronda y una calle. Esta es la historia de la Aldea de Ciruela.