Volví del viaje-pleito a La Coruña del mes de Mayo con muchas ganas e ilusión de afrontar el reto. Nunca antes me había siquiera planteado hacer el Camino de Santiago. ¿Andar kilómetros y kilómetros haciéndome polvo los pies? ¿Para qué? ¿Por qué? Sin embargo debía cumplir mi aventura: culminar el abrazo al Santo (recordad que en el anterior post menciono que le dí sólo medio abrazo).
Con esa idea en la cabeza me planté en casa y les dije a mi hermana y a mi padre que les traía un regalo del viaje express y les entregué a cada uno de ellos su Credencial de Peregrino. Cuando la vieron se quedaron un tanto extrañados. Mi hermana me dijo: "¿Qué es esto? ¿Para qué son los recuadros en blanco?" Mi padre a la vez exclamó: "¡Hombre! ¡Una Credencial! Pero... está en blanco." Mi sonrisa fue delatora y mi hermana dijo un tajante: "Yo no, no aguanto con un mochilón tantos kilómetros". Mi padre, por el contrario, sacó su infante interior y su pregunta fue directa: "¿Cuándo?".
Éramos dos recientes peregrinos con ilusión, con ganas, con algo que nos atraía a hacer el Camino pero sin material alguno. ¡Oh, bendito Decathlon! Qué gran lugar para comprar todo lo necesario para una aventura como ésta. Adquirí dos mochilas grandes de 60 litros de capacidad, dos sacos de dormir ligeros (todo lo que llevas en la mochila pesa y al caminar se nota), dos ponchos de lluvia, un par de botas de trecking para mí, bastones de apoyo al caminar (sticks), etc. Sólo quedaba por comprar dos toallas de microfibra y las botas de padre. Conforme tuvimos todo lo necesario y con muchas energías internas (más que externas), comenzamos a desgastar las botas con grandes y largas caminatas tanto urbanas como camperas. En realidad ya estábamos en el Camino. Toda la preparación previa, la ilusión, los entrenamientos, todo paso que vas dando con la mente puesta en ello ya es parte del Camino de Santiago.
Avanzando, avanzando, avanzando, tanto el caminar, como la preparación, como las páginas del calendario, llegó la fecha que nos marcamos para ello. El día 17 de Septiembre del año 2010. Año Santo Jacobeo para más coincidencia. Como no disponíamos de muchos días libres sólo podíamos estar una semana "laboral" (dícese de Lunes a Viernes) fuera, por lo que optamos por salir un Viernes tras trabajar y regresar el Domingo de la semana siguiente, durando la peregrinación los días Domingo, Lunes, Martes, Miércoles, Jueves y Viernes y pasando el Sábado en Santiago de Compostela regresando el citado Domingo, día 26 de Septiembre. Por el mismo motivo (y por no pecar de exceso de confianza amén de la atadura del tiempo), el punto de salida sería Sarria, siendo la planificación de etapas y días la siguiente:
Viernes día 17: AVE Ciudad Real a Madrid y tren cama desde aquí hasta Sarria.
Sábado día 18: pasar el día en Sarria, compras de última hora y mentalización exprofeso.
Domingo 19: Sarria - Portomarín.
Lunes 20: Portomarín - Palas O Rei.
Martes 21: Palas O Rei - Arzúa.
Miércoles 22: Arzúa - Pedrouzo / Arca O Pino
Jueves 23: Pedrouzo / Arca O Pino - Santiago de Compostela
Viernes 24: Santiago de Compostela: misa del Peregrino y visita a la ciudad.
Sábado 25: Santiago de Compostela, tren cama destino a Madrid.
Domingo 26: AVE Madrid a Ciudad Real. Fin del Camino.
Podría ponerme a redactar punto por punto lo que viví en los días de Peregrinación pero ello sería como el cuarto volumen de El Señor de los Anillos, me harían falta innumerables post e incluso blogs enteros para explicarlo todo. De este modo, mencionaré lo que sin duda me marcó.
Las diferencias temporales y longitudinales. Lo primero que descubrí es que los gallegos tienen una medida universal: "A doscientos metros". Todo, absolutamente todo está a doscientos metros. A diferencia del resto del mundo que tardas en recorrer doscientos metros unos tres minutos (de reloj), en Galicia tardas en recorrer doscientos metriños entre 45 minutos y dos horas. No exagero, no. Preguntad a cualquier peregrino que haya sido víctima de la frase "ahí mismiño, a doscientos metros, en 5 minutos llegas, no más". Los cinco minutos se convierten en tres cuartos de hora o incluso más.
Sorprendido al comprobar que tardaba en recorrer doscientos metriños gallegos la friolera de una hora y media de tiempo arriba o abajo, pensé que la diferencia temporal en recorrer dicha distancia sería porque un metriño gallego no mide lo que un metro real en el resto de territorio nacional. Así pues, como las etapas desde O Cebreiro hasta Santiago de Compostela están marcadas con hitos que indican los kilómetros restantes hasta la Jacobea ciudad, descubrí que desde que yo pasaba el hito que indicaba el kilómetro 95 hasta que llegué al hito que marcaba el kilómetro 94 había caminado mucho más de un kilómetro, pero mucho más, ¿eh? Ojalá lo comprobéis algún día. De hito a hito no hay un kilómetro. Hay mil metros... pero metriños gallegos, claro. Haceros a la idea.
No había duda. La misión era fácil: No preguntar a los lugareños y no hacer ni puñetero caso a los hitos, sopena de pillarte un rebote de la leche al comprobar que era imposible que de aquí a allá hubiera doscientos metriños o que de aquí a allá fueras a tardar una media horiña. No, no y no. Paso a paso se llega, pero por favor no me digan "ahí mismiño" digánme "a tomar por culiño" y me hago más a la idea.
Lo segundo que me marcó es lo que yo denominé (no sé si estaré en lo correcto): el espíritu del Camino. En esa aventura todo el mundo (y cuando digo todo es todo) es igual. Puedes ir caminando y compartiendo un rato con el hombre más rico del mundo y ambos sóis iguales: dos peregrinos más. Puedes ir caminando y compartiendo un rato con la persona más pobre del mundo y ambos sóis igual: dos peregrinos más. Toda persona tiene los mismos derechos y libertades (en teoría así debería ser siempre, pero no lo es, en el Camino sí lo es). Es algo... especial. El saludo "Buen Camino" se convierte en recíproco y universal. En un rasero que a todos mide igual, que a todos equipara, que a todos nos hace recordar que al final de la partida el Rey y el peón vuelven a la misma caja. Recuerda hombre que polvo eres y al polvo volverás... (sed homo homini lupus est). En el Camino de Santiago se encuentra la perfecta conexión con la vida, con los demás, con el yo interno y con la naturaleza. Se aprende que para vivir no hacen falta tantas cosas como requerimos. Se encuentra, rememorando al siempre gran maestro Sócrates y a uno de sus predecesores Heráclito de Éfeso, la pura esencia de lo simple y el eterno retorno de lo idéntico.
Por último, las gentes. Partiendo de la base de que todos somos iguales (y así lo es) la gente que conoces en apenas dos, tres días, y la cantidad de momentos que compartes con ellos hace que surjan amistades increíbles por la velocidad de unión y lazos que se crean. No puedo pasar por alto este momento para mandar un aviso a navegantes: tengo más unión y contacto con algunas personas con las que tan sólo compartí tres días de mi vida que con otras que conozco desde años...
Llegados a estas líneas es obligatorio para mí mencionar a Paco y José Ramón, inseparables, compañeros, amigos, grandes donde los haya... peregrinos de la vida, del Camino y del Mundo. Al otro Paco... bohemio, soñador, utópico, ilusionista. Gran recuerdo. A Rafa y Rocío, grandes peregrinos siempre con dos sonrisas: una en la cara y otra para regalartéla cuando hablaban contigo. A los valencianos, chés puros, unidos, futboleros, organizados, campeones sin duda...
Se aprende tanto, se disfruta tanto que cuando llegas, al fin, a la Plaza del Obradoiro y pisas la "Concha cero" sita en la mitad de la mentada plaza, las lágrimas no te dejan de brotar por dos motivos a la par, uno para cada lacrimal: el triunfo de haberlo logrado y la pena de haber acabado y saber que ya no hay más. En ese momento es cuando todo peregrino entiende la frase con la que concluí la primera parte de este escrito: "El Camino empieza en Santiago". Es a partir de ese instante (cuando concluyes el camino físico) cuando toda la bondad, generosidad, amabilidad y belleza interna adquirida en el Camino de Santiago debe acompañarnos para siempre, durante "el Camino de la vida". Es en ese instante cuando te olvidas de las ampollas de los pies, de los dolores de espalda y piernas, de las penurias y malos tragos... Es en ese instante cuando tu alma y corazón sonríen al unísono. Es en ese instante cuando supé por qué Santiago me atrajo y le dí mil gracias por haber puesto en "mi camino de la vida" aquel juicio que fue el inicio de la grandiosa aventura que estaba culminando.
Ni que decir tiene que obtuve mi Compostela, la cual luce enmarcada junto a mi Credencial repleta de sellos de allá por donde mis piernas me llevaron peregrinando y de algunas fotos de recuerdo. Me emociono cuando veo el cuadro y observo los sellos de la Credencial. Recuerdo muchos de los lugares por donde pasé y me enorgullece el pensar: "Ahí estuve yo porque yo llegué. Porque fui yo sólo andando, paso tras paso, con mi mochila a cuestas. Porque hice 112 kilómetros andando uno tras otro".
Este año repetiré. Y no serán 112 kilómetros. Serán 205 kilómetros pues el punto de salida será Ponferrada y mi mochila llevará por decoración un broche, un corazón de cuero que alguien me regaló como símbolo de una gran amistad. Es el recuerdo material del recuerdo inborrable del alma. Y bien sabe Dios y Santiago que si tuviera el tiempo que necesito me iría a Roncesvalles y partiría desde allí. Haría el Camino íntegro. De principio a fin, incluso con la prolongación hasta Fisterra.
Y ahora sí que conluyo. Hablo en nombre de mi padre y mío propio. No me he olvidado de vosotros. Gonzalo e Isis. Isis y Gonzalo. Para mí corazón seguís siendo uno, para mi mente ya he asimilado que sóis dos. No puedo dejar de oír en mi interior un punteo de guitarra tocando y cantando canciones de la tuna al calor de una hoguera en un albergue. No puedo dejar de admirar la capacidad inventiva, artista y emprendedora de una joven con nombre de Diosa. No puedo sino recordaros íntimamente ligados a mi primer Camino de Santiago y a mi Camino de la Vida. No puedo sino recordaros que en Ciudad Real tendréis albergue siempre que queráis. No puedo sino desearos "¡¡Buen camino!!" a los dos. No puedo escribir tanto en tan poco: Os quiero.
PD: No os quedaréis con la duda. Llegó mi turno de abrazar al Señor Santiago y le dí medio abrazo susurrándole: "Te lo prometí, con esto concluyo el abrazo que en su día comencé a darte". En ese momento era Carlos Lillo, un abogado que el destino puso allí en el mes de Mayo y concluía su abrazo en Septiembre. Décimas de segundo después... un humilde peregrino más, una persona entre tantas otras, abrazaba al Santo Patrón de España. Su anhelo, su voluntad y sus piernas lo habían llevado hasta allí.
¡¡BUEN CAMINO!!
Ufff...me has tocado la fibra, te prometo que he se me han empañado los ojos y todo, y no se si será casualidad o no que precisamente hoy me acordaba del camino. Recuerdo perfectamente el dia que os conocí en el albergue de Sarria a tu padre cantando emocionado y a ti con cara de no haber roto un plato... poco a poco fuimos coincidiendo en el camino...( y esto es algo curioso porque es increible la cantidad de gente que hace el camino y mas ese año que era Jacobeo y vas coincidiendo siempre, tal vez sea la magia del camino). Primero en vuestra primera noche en Sarria, luego Portomarín y especialmente en las dos últimas etapas con mi peso lento a causa de mi pierna hinchada... y en el albergue, y a tu padre diciendome "la niña tiene pupa" y sus clases de derecho inmoviliario. Y el momento de entrar en Santiago con calabobos, pasar al arco con el gaitero tocando y ver la catedral... yo lloraba de la emoción y a la vez sentía una gran tristeza porque el camino habia concluido...¿o estaba empezando?
ResponderEliminarSon muchos recuerdos, algunos todavia buscando el lugar adecuado en mi memoria...añoranza y mucho aprendizaje. Te pueden contar un tratado entero del camino, si no lo haces no lo sabes, y mira que se sufre... pero compensa.
¿tu segundo camino? que sepas que cuando lo termines ese corazón ya habrá recorrido 400 kms colgado de una mochila. Entonces podrás poner todos tus conocimientos de pregrino experimentado para quedarte en todos los albergues chulos que vimos por el camino y saber lo que hay que llevar y lo que no en la mochila. Pienso que no hay camino como el primero... aunque también creo que no hay caminos iguales, que uno no se puede bañar dos veces en el mismo agua y que el aprendizaje será nuevo y diferente.
A mi hace tiempo que me ronda la idea de volver a hacer el camino. Por un lado me asaltan unas ganas tremendas y por otro lado me preocupan ciertos recuerdos, pero será algo que, simplemente, habrá que pasar. Eso si, desde Roncesvalles...donde mi apellido se hizo famoso, y hasta Finisterre. Si hay compañía o no ya se verá, pero si la hay será una buena compañía.
Podría escribir en comentario más largo que tu entrada jaja.
Por cierto, si mal no recuerdo hay un video de fotos pendientes... que nunca recogimos ya que no fuimos a Ciudad Real, pero no me he olvidado de ello. A ver cuando nos hacemos una llamadita y nos ponemos un poco melancólicos.
¡Buen Camino!
Se me ha olvidado algo importante... doy fe que solamente diste medio abrazo al santo, que yo lo vi.
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