Recordaba de pequeño haber visitado este Parque Natural sito en término de Daimiel, tan cercano a mi localidad natal y residencial de Ciudad Real. Recordaba igualmente llevar varias primaveras con la intención de ir a visitarlo pero bien por la arraigada sequía, la cual hizo al Ministerio oportuno incluso plantearse el descatalogar al Parque Natural de su condición, bien por otros quehaceres, bien por mera pasividad ante la excursión nunca llegaba el momento. De esta manera los años iban pasando y no se producía la excursión. Este año, con las generosas lluvias del invierno (el más pluvioso registrado desde antaño) y la llegada del buen tiempo primaveral, era vox populi que las Tablas de Daimiel habían recuperado su mayor esplendor y bien merecían una visita. Había que ir cuanto antes a disfrutar del paraje de tarayes que con tanto cariño recordaba.
Como viene siendo casi costumbre (y digo casi porque de lo contrario sería costumbre (entera) y la costumbre hace Ley y la Ley está para cumplirse) voy alternando la estancia de los fines de semana entre Ciudad Real y Bolaños de Calatrava. Como es casi costumbre no siempre es así, si fuera costumbre (y por tanto Ley) ya me habría costado algún berrinche en tiempo cuaresmal y no tan cuaresmal. En fin, decía que, como es casi costumbre, hace un par de fines de semana estando en Bolaños se me ocurrió la idea de visitar el Domingo por la tarde las Tablas de Daimiel y de vuelta a Ciudad Real, por la autovía, hice uso del ensañamiento, nocturnidad, alevosía y descampado necesarios y agredí con mi idea a Gemma, la cual no pudo sino sucumbir a la misma y comenzar a preparar mentalmente la excursión. Para mitigar el dolor de tan aguerrida agresión ideal-campestre recurrimos a las tiritas llamadas "Suegros (Versión Padres de ella)" y a la píldora "Cuñada (Versión Hermana de él)". De este modo organizamos una amena excursión para visitar, ¡por fin!, las Tablas de Damiel en la tarde del Domingo e iríamos Gemma, sus padres, mi hermana y yo.
El Domingo por la tarde salimos en comitiva desde Ciudad Real hacia Daimiel Gemma, mi hermana Ana María y el redactor de la presente. Allí nos encontramos con mis suegros Miguel y Sagrario que venían desde Bolaños y ya fuimos todos juntos hacia el Parque Natural. Tenía ganas de ver las Tablas y recordar aquella visita que hice de niño y de la cual aún conservo alguna fotografía en casa.
La tarde fue apacible entre humedales y pasarelas de madera. Realmente el Parque Nacional y Natural ha recobrado el esplendor que en su día tuvo y de nuevo las aves migratorias lo toman como su lugar de peregrinación y en él anidan, crían y conviven pacíficamente junto con la flora y fauna del entorno. Es de mencionar que en el lugar crece un tipo de árbol autóctono llamado Taray, el cual es específico de este Parque Natural y se caracteriza por tener una madera muy quebradiza y que arraiga fácilmente, lo que ha propiciado que ramas rotas por el mero viento haya enraizado dando lugar a nuevos ejemplares, formándose de esta manera bellos grupos y bosques de Tarayes. El lugar está bien dotado de paneles indicadores y rutas para recorrer disfrutando de la naturaleza y caminando y atravesando verdaderas islas formadas por este fenómeno natural propiciado por los acuíferos de la Mancha (que también da lugar a los famosos "Ojos del Guadiana"). Los estudiosos de la ornitología tienen una buena fuente de estudio en la cantidad de aves que habitan en las Tablas y, para colmo de sus bienes, hay varios guías especializados que dan explicaciones y enseñanzas acerca de la materia. Por supuesto la zona cuenta con observatorios desde los que apreciar los encantos que el lugar nos ofrece y contemplar la diversidad de aves.
Fue una bonita tarde de naturaleza y recuerdos. Aproveché para enseñar a mi hermana cosas de las que me enseñó mi abuelo cuando era niño. Recordaba con emoción y cariño cómo me hacía monaguillos con dos amapolas en primavera y así se lo mostré a Ana María, la cual lo aprendió y, algún día, lo enseñará ella también a quien proceda. Hicimos un par de ellos para que viera como abrir la incipiente amapola y convertirla en sotana y casulla. Observamos las burbujas del respirar de los peces y aprendió a cómo detectarlos en el agua sin verlos. Vimos más de un nidal de diversos patos y nos quedamos con las ganas de ver las pequeñas y amarillas crías. Estuvimos felices en una tarde de Domingo y disfrutamos de las Tablas de Daimiel, Parque Nacional y Natural enclavado en la Mancha. De eso se trataba. Y de eso se tratará algún otro día...
La tarde fue apacible entre humedales y pasarelas de madera. Realmente el Parque Nacional y Natural ha recobrado el esplendor que en su día tuvo y de nuevo las aves migratorias lo toman como su lugar de peregrinación y en él anidan, crían y conviven pacíficamente junto con la flora y fauna del entorno. Es de mencionar que en el lugar crece un tipo de árbol autóctono llamado Taray, el cual es específico de este Parque Natural y se caracteriza por tener una madera muy quebradiza y que arraiga fácilmente, lo que ha propiciado que ramas rotas por el mero viento haya enraizado dando lugar a nuevos ejemplares, formándose de esta manera bellos grupos y bosques de Tarayes. El lugar está bien dotado de paneles indicadores y rutas para recorrer disfrutando de la naturaleza y caminando y atravesando verdaderas islas formadas por este fenómeno natural propiciado por los acuíferos de la Mancha (que también da lugar a los famosos "Ojos del Guadiana"). Los estudiosos de la ornitología tienen una buena fuente de estudio en la cantidad de aves que habitan en las Tablas y, para colmo de sus bienes, hay varios guías especializados que dan explicaciones y enseñanzas acerca de la materia. Por supuesto la zona cuenta con observatorios desde los que apreciar los encantos que el lugar nos ofrece y contemplar la diversidad de aves.
Fue una bonita tarde de naturaleza y recuerdos. Aproveché para enseñar a mi hermana cosas de las que me enseñó mi abuelo cuando era niño. Recordaba con emoción y cariño cómo me hacía monaguillos con dos amapolas en primavera y así se lo mostré a Ana María, la cual lo aprendió y, algún día, lo enseñará ella también a quien proceda. Hicimos un par de ellos para que viera como abrir la incipiente amapola y convertirla en sotana y casulla. Observamos las burbujas del respirar de los peces y aprendió a cómo detectarlos en el agua sin verlos. Vimos más de un nidal de diversos patos y nos quedamos con las ganas de ver las pequeñas y amarillas crías. Estuvimos felices en una tarde de Domingo y disfrutamos de las Tablas de Daimiel, Parque Nacional y Natural enclavado en la Mancha. De eso se trataba. Y de eso se tratará algún otro día...
Marina y yo, pasamos contigo y con tu padre, mi amigo y cuñado Luis Lillo una bonita tarde de domingo y tambien aprendimos hacer monaguillos que Marina ha enseñado hacer a sus amigos. Que tarde mas linda y sopa para mi animo.
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