No sé por qué será pero cada vez que hablo de ti me salen versos sin quererlo. Quizás porque todo el año suspiramos por tu anhelo, por embaucarnos de tu incienso, por perfumarnos de tu azahar, por tenerte a nuestra vera de nuevo. Y he de reconocerte que si bien a tu inicio me embriaga la alegría en unos primeros días, poco a poco soy consciente de que eres de nuevo una cuenta atrás regresiva e indominable que a base de caricias cofradieras nos acercas a la Gloria, a sabiendas de que morimos por su espera y que cuando se va es cuando llega, pues cuando llega... Se va. Siempre me han gustado las vísperas y cada año que pasa más las disfruto, más las saboreo, más las abrazo en un inútil intento de demorar su llegada, de retrasar esa mágica semana que cuenta el tiempo al revés y cada paso que dé el nazareno no habrá de repetirse hasta que llegue el año nuevo. No sé, te digo, ya lo estás viendo, cuando hablo de ti la dulzura emana escribiendo. Y no me afano en buscar la rima, los sentimientos solos afloran, eres de los cofrades su vida, de mi raza el alboroto, de las abuelas la gastronomía, eres faja de la primavera, el costal de la camaradería, el racheo de la luna nueva, el ensayo de la noche entrada, del muñidor la alegría y de mi tinta el motivo. Por eso hoy pregono a pecho abierto que ya es Cuaresma de nuevo.
Quedan cuarenta días y cuarenta noches, ¡pero qué cuarenta días y qué cuarenta noches! Consabida oración que tantas veces hemos oído y gozado los que tenemos el alma entre cera derretida y faldones de los pasos. La limpieza de plata comienza y los pucheros llenos de potaje de vigilia también. A todos nos tienes ganados por una cosa o por la otra. Y yo te quiero tanto... Eres entrañable y te veo y me reconozco en cada esquina de tu tiempo. El joven costalero que va a sus primeros ensayos, el corneta de una banda que por la calle va silbando, el ya entrado en años en cuyo coche suenan marchas de palio, el tendero que prepara el bacalao que se guisará a fuego lento con tomate, la novia o mujer no cofrade que con resignación aguanta nuestra pasión día a día, la madre que plancha el costal temerosa por la espalda de su hijo, la abuela que saca del arcón las túnicas con olor a naftalina, los cartuchos de pescaíto frito, las tertulias cofradieras entre copas de los bares, el incensario puesto en casa, la miel que hará de almíbar para las torrijas, el capataz que hace sus cuadrantes de relevos, el aguaor que limpia su búcaro, el prioste que no encuentra el tono de flor que quiere, la camarera que viste la saya y en cada rincón un reflejo de lo que nos ofreces en tu fugaz presencia. Los cofrades sabemos vivirte y por eso hoy no le rezo a ella, Semana Santa de nuestra conciencia, hoy me detengo en ti y te canto con esmero que ya es Cuaresma de nuevo.
Ahora que despunta la primavera incipiente es cuando más alegría me da verte otra vez. Y es que no me canso nunca de revivir esa chicotá de palio bien andao revirando por su barrio. Y no me canso, no, de jugar en casa con una simple toalla a imitar el bamboleo de los ropajes de las tallas al ser llevadas de costero a costero y sobre los pies. Y es ahora, como decía, cuando la primavera quiere nacer, cuando más empujan los sentimientos del cofrade para salir a la luz, esos sentimientos siempre presentes que hacen que en verano en la misma playa nos embauquemos soñando con un gran paso de misterio surcando el mar o que hacen que en Navidad cantemos villancicos al son de redobles de tambor mientras mecemos al Niño Dios en la cuna del palio de nuestro corazón, cuando nos embarcamos en el gozo de una nueva Cuaresma que pasará destino a la Gloria llevándonos en volandas hacia las Palmas de la Resurrección. Somos así los cofrades y, por eso, hoy que llega nuestra más amada cuenta atrás hacia la rampa del Domingo más deseado, se nos aviva la llama interna de la pasión y con el corazón en un puño, amada mía, otra vez exhalo al viento que ya es Cuaresma de nuevo.
Y no podía sino hacerlo al más estilo costalero. Tres párrafos anteceden, uno por cada golpe de martillo certero que llaman a la cuadrilla a ponerse bajo el madero. Sigue fluyendo la prosa con rima grácil y hermosa que será el "a esta es" de está simbólica levantá. Este último párrafo queda para iniciar la chicotá. Siempre que hablo de ti me salen poemas del alma. ¡Ponerse, cofrades, que van a llamar! Tensos ya los riñones y valientes los corazones. Vivamos esta Cuaresma arriba siempre hasta el Cielo. ¡Qué bonitas son las vísperas! Y como el poeta dijera "por eso no quiero que llegues, quiero oírte llegar". ¡Despierta de tu letargo! Vive el sueño de los despiertos que ya se avecina, día tras día, calle tras calle asoma por cada esquina. Tocaremos con las manos el Cielo. La Luna del Parasceve inicia su vuelo... ¡¡Ya es Cuaresma de nuevo!!
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