Hace ya algunos años, el padre de mi tío Juan, hombre mayor que hoy camina por senderos de estrellas con los peregrinos de verdad, que alguna vez ejerció conmigo de abuelo y que me enseñó de pequeño a comer migas canas (in fine lo aclararé), nos contaba a mi padre y a mí que todavía quedaban en Ciudad Real algunos restos de las luchas de la Guerra Civil que aquí ocurrieron. Yo escuchaba con atención y recuerdo aquello con afecto pues aunque pequeño y travieso siempre me han gustado las historias de mis mayores sobre todo si contaban leyendas o curiosidades de la ciudad donde habito. Y aquella frase quedó marcada en la retina de mi memoria: "En las rejas del Obispado todavía quedan muescas de los disparos de la guerra". Mi padre tampoco sabía aquel dato y fuimos a comprobarlo en cuanto tuvimos ocasión. Hoy es sabido por muchos pero por aquellos entonces, hablo de hace más de veinte años, no era algo en lo que hubiese recalado mucha gente (al menos de mi quinta, años arriba, años abajo) y yo ya rondaba en mi mente el contarlo alguna vez abiertamente. No crean por ello que vengo hoy a revelar íntimos secretos de mi ciudad, pues no lo son y están al alcance de cualquiera, vengo tan sólo a contar un dato conjugado con una vivencia mía y a narrarlo aquí en el Rincón para quien quiera leerlo, albergando, eso sí, también la esperanza de descubrirle esta curiosidad de Ciudad Real a algunos paisanos coetáneos.
En las verdes rejas de las ventanas del Obispado, sitas en la céntrica calle Caballeros, pueden apreciarse en algunos de sus barrotes los impactos de las balas que fueron disparadas en la guerra contra la gente que allí se encontraba. No haré gala de un bando ni ataque del otro pues en una guerra civil todos pierden y, en nuestro caso, España quedó huérfana de aproximadamente un millón de españoles. Historia pura y viva de nuestro país y en este caso de mi natal Ciudad Real. Si bien el último parte de guerra se firmó en Burgos a uno de Abril de 1939, Ciudad Real fue centro neurálgico de batalla a pie de calle dos días antes más o menos, en el avance de las tropas nacionales hacia Madrid que aquí se dice que apenas encontraron resistencia pero sí que la hubo en parte. Se deduce y sabe por las crónicas de la época que Ciudad Real apenas fue frente de guerra durante un par de días ya que fue de la últimas ciudades en ser tomadas bélicamente. Y aquí hago merecido hincapié en mencionar que la ausencia de frente de guerra propio en las calles de esta ciudad no quiere decir que no se cometieran verdaderas atrocidades y enfrentamientos entre un bando y otro durante los tres años que duró el conflicto armado. Y lo mismo ocurrió en los pueblos cercanos en los que aún se narran bestialidades, como por ejemplo en Almagro, Carrión o Damiel. Hubo de todo y para todos. Ya he dicho antes que los horrores de una guerra civil lo único que traen es minar los listados de ciudadanos que forman parte de un país.
En las fotografías con las que ilustro esta entrada podéis ir viendo los barrotes de hierro dañados por los balazos que allí impactaron. Si ya es impresionante verlo en imágenes, comprobarlo in situ es realmente impactante. Barrotes puros de acero fundido, totalmente macizos, metales fraguados en forja literalmente reventados y combados por los impactos de las balas. Imaginad ahora cuando esas municiones hicieran blanco en su objetivo que no eran sino personas. Escalofriante. Y eso ocurrió de verdad. Y ocurrió en nuestra ciudad. Las rejas que os pongo fotografiadas son testigo de aquello. Según me informaron en su momento, uno de los bandos se encontraba en el antiguo Convento de los Mercedarios y el otro bando estaba en el edificio del Obispado. No recuerdo cual era cual y en realidad me da lo mismo pues no dejaba de ser guerra entre ambos bandos. Los disparos se cruzaron de un lado al otro y las balas silbaban en el aire destrozando lo que pillasen a su paso, ya fuesen objetos materiales o personas.
Hoy quedan esas secuelas materiales que demuestran lo ocurrido. Y muchas secuelas personales que todavía lloran aquellos sucesos y que los políticos de turno se empeñan en avivar. Ya lo dijo Don Antonio Machado en su momento y no le faltaba razón y, por desgracia, sigue siendo así a día de hoy: "Españolito que llegas al mundo te guarde Dios, una de las dos españas ha de helarte el corazón". Pues estos son algunos resquicios que existen Ciudad Real sobre la guerra civil y que hoy quería narrar para compartir con vosotros esa pequeña parcela de historia y realidad. Gentes buenas que poblaban España. Gentes de mi tierra que de niños y en la Mancha comían migas canas. "Cada uno en su plato se comía los torreznos, ajos y trozos de pimiento o chorizo que le hubiesen caído, con alguna cucharada de migas pero dejando casi todo el pan picado para el final. Y estando el plato limpio de tropiezos se cubrían las migas con leche y se espolvoreaban con azúcar por encima. Migas canas, Carlos, migas canas. Pruébalas y acuérdate de mí. Y acércate a ver las rejas del Obispado y verás lo que te digo". In memoriam, Don Juan Barrejón.
En las fotografías con las que ilustro esta entrada podéis ir viendo los barrotes de hierro dañados por los balazos que allí impactaron. Si ya es impresionante verlo en imágenes, comprobarlo in situ es realmente impactante. Barrotes puros de acero fundido, totalmente macizos, metales fraguados en forja literalmente reventados y combados por los impactos de las balas. Imaginad ahora cuando esas municiones hicieran blanco en su objetivo que no eran sino personas. Escalofriante. Y eso ocurrió de verdad. Y ocurrió en nuestra ciudad. Las rejas que os pongo fotografiadas son testigo de aquello. Según me informaron en su momento, uno de los bandos se encontraba en el antiguo Convento de los Mercedarios y el otro bando estaba en el edificio del Obispado. No recuerdo cual era cual y en realidad me da lo mismo pues no dejaba de ser guerra entre ambos bandos. Los disparos se cruzaron de un lado al otro y las balas silbaban en el aire destrozando lo que pillasen a su paso, ya fuesen objetos materiales o personas.
Hoy quedan esas secuelas materiales que demuestran lo ocurrido. Y muchas secuelas personales que todavía lloran aquellos sucesos y que los políticos de turno se empeñan en avivar. Ya lo dijo Don Antonio Machado en su momento y no le faltaba razón y, por desgracia, sigue siendo así a día de hoy: "Españolito que llegas al mundo te guarde Dios, una de las dos españas ha de helarte el corazón". Pues estos son algunos resquicios que existen Ciudad Real sobre la guerra civil y que hoy quería narrar para compartir con vosotros esa pequeña parcela de historia y realidad. Gentes buenas que poblaban España. Gentes de mi tierra que de niños y en la Mancha comían migas canas. "Cada uno en su plato se comía los torreznos, ajos y trozos de pimiento o chorizo que le hubiesen caído, con alguna cucharada de migas pero dejando casi todo el pan picado para el final. Y estando el plato limpio de tropiezos se cubrían las migas con leche y se espolvoreaban con azúcar por encima. Migas canas, Carlos, migas canas. Pruébalas y acuérdate de mí. Y acércate a ver las rejas del Obispado y verás lo que te digo". In memoriam, Don Juan Barrejón.
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