Las cositas del día a día son las que ponen sentido a la vida. Y eso es así y no admite discusión. Y por eso me encantan y me gusta cuando las hago inesperadamente y aprovecho para compartir esos retazos de alegría con vosotros. Hoy es muy simple lo que vengo a contaros: mermelada de ciruela. Tal cual. Sí, lo que leéis: mermelada de ciruela. Nunca pensé que haría mermelada de ciruela natural y llegó el momento. Y como siempre de improviso y sin pensarlo. Regalos de la vida como me gusta denominarlos. Un ciruelo plagado de fruta en el chalet, mi querida thermomix, azúcar, unos limones y unas fructíferas mañanas de Sábado y Domingo en la cocina. Et voilá, un rato agradable, entretenido y siendo feliz con una cosa tan simple que muchas veces ni se valora. Pequeñas cosas que son la esencia de la vida. Ya escribí una vez sobre ello en el blog. Hoy vuelvo a reafirmar mi teoría. Y por eso, con la sonrisa por bandera, vengo a contaros cómo ha sido eso de la "mermelada de ciruela".
Empezó la cosa con la avanzada primavera. El ciruelo que tenemos en el chalet estaba plagado de frutas y le pegué buenas sacudidas para quitarle muchas pues no podría criar y engordar tantas ciruelas como habían nacido. Aún así se ve que me quedé corto (y mira que le quité) porque luego en verano el árbol frutal estaba con las ramas llenas de frutas para recolectar, así es que me dediqué a coger una por una todas las ciruelas y fueron varios kilos de ellas. Y, claro, como es imposible comer tanta fruta antes de que se estropee, se me encendió la bombilla culinaria del chef que llevo dentro de mí y pensé en hacer mermelada y repartir algunos botes. Era la única manera de aprovechar todas las ciruelas recogidas y que no se echasen a perder. Y me puse manos a la obra y salieron varias remesas. Vamos que comieron mermelada mis padres, mi hermana, mi mujer, mis suegros, los tíos de mi mujer, los vecinos de la urbanización, mis amigos, etc, etc,, la cosa fue a más y ya cuando me llamó Merca Madrid para comunicarme que las ventas eran un éxito y que se había otorgado el primer premio culinario a la mermelada de ciruela al stand de la Feria de la Mermelada de Ciruela hecha en mi honor, pensé que era mejor parar la fábrica mermeladera por un tiempo... Les prometí que la temporada que viene vuelvo a la faena y exportamos botes de este manjar a los imperios de Peralbillo, Picón y la Villa de Granátula.
Y la cosa es que jamás con tan poco cree tanto. Ciruelas, un robot de cocina, un kilo de limones, un paquete de azúcar y tarros vacíos de los que guardo para conserva (los más pequeños claro, los grandes los destino al tomate, al pisto, la fritada y esos manjares inesperados que me como en algún caprichoso día de invierno). Por planta de trabajo la cocina de mi casa, por obrera y gerente mi santa madre y por director y encargado del departamento de calidad y "probación" el que suscribe. Anda que no probé veces la mermelada y no terminaba de cogerle el gusto... Me relamo todavía, oye. Dale que dale al cuchillo pelando y deshuesando una a una las ciruelas entre mi madre y yo. Ardua labor la nuestra en ello. Dale que dale a la themormix cociendo las frutas con el azúcar. Dale que dale a pelar y despepitar los limones que dan el toque ácido y conservante y dale que dale a la alegría para que el resultado fuera el correcto. Y luego dale que dale al embotado y arrope de los frascos para que hagan el vacío y conserven el producto obtenido. Claro el resultado fue tan primoroso que finalmente llegó el dale que dale al reparto de los botes de mermelada y el resto ya lo conocen: Merca Madrid, expansión, Primera Feria de la Mermelada de Ciruela "Carlos Lillo", etc. Toda una cadena de éxitos que desde el primer momento decidí contaros en el blog.
Fueron ratos entrañables de esos que me gustan, como guisar en puchero, como comprar hortalizas en las portadas de los pueblos, como hablar con nuestros mayores de la vida de antaño, como mirar a la Esperanza a los ojos, como desayunar chocolate con churros el día de la Lotería de Navidad o como escribir estas líneas cuando tengo un ratito y compartir estas pequeñas gotas de esencia del día a día con quien me conoce y tiene a bien leer mi pequeño Rincón. Y estas cosas son las que de verdad nos enriquecen y se quedan en la mochila de la vida con la que hacemos el Camino. ¿Quién me diría a mí cuando siendo niño sembré aquel ciruelo que algún día haría mermelada y la repartiría entre mis más cercanos coetáneos? Pues eso. Y tal cual venía ilusionado a contarlo. Espero que hayáis disfrutado de esta entrada como yo escribiéndola y haciendo las remesas de mermelada. Termino como empecé: Las cositas del día a día son las que ponen sentido a la vida. Y eso es así y no admite discusión.
Y la cosa es que jamás con tan poco cree tanto. Ciruelas, un robot de cocina, un kilo de limones, un paquete de azúcar y tarros vacíos de los que guardo para conserva (los más pequeños claro, los grandes los destino al tomate, al pisto, la fritada y esos manjares inesperados que me como en algún caprichoso día de invierno). Por planta de trabajo la cocina de mi casa, por obrera y gerente mi santa madre y por director y encargado del departamento de calidad y "probación" el que suscribe. Anda que no probé veces la mermelada y no terminaba de cogerle el gusto... Me relamo todavía, oye. Dale que dale al cuchillo pelando y deshuesando una a una las ciruelas entre mi madre y yo. Ardua labor la nuestra en ello. Dale que dale a la themormix cociendo las frutas con el azúcar. Dale que dale a pelar y despepitar los limones que dan el toque ácido y conservante y dale que dale a la alegría para que el resultado fuera el correcto. Y luego dale que dale al embotado y arrope de los frascos para que hagan el vacío y conserven el producto obtenido. Claro el resultado fue tan primoroso que finalmente llegó el dale que dale al reparto de los botes de mermelada y el resto ya lo conocen: Merca Madrid, expansión, Primera Feria de la Mermelada de Ciruela "Carlos Lillo", etc. Toda una cadena de éxitos que desde el primer momento decidí contaros en el blog.
Fueron ratos entrañables de esos que me gustan, como guisar en puchero, como comprar hortalizas en las portadas de los pueblos, como hablar con nuestros mayores de la vida de antaño, como mirar a la Esperanza a los ojos, como desayunar chocolate con churros el día de la Lotería de Navidad o como escribir estas líneas cuando tengo un ratito y compartir estas pequeñas gotas de esencia del día a día con quien me conoce y tiene a bien leer mi pequeño Rincón. Y estas cosas son las que de verdad nos enriquecen y se quedan en la mochila de la vida con la que hacemos el Camino. ¿Quién me diría a mí cuando siendo niño sembré aquel ciruelo que algún día haría mermelada y la repartiría entre mis más cercanos coetáneos? Pues eso. Y tal cual venía ilusionado a contarlo. Espero que hayáis disfrutado de esta entrada como yo escribiéndola y haciendo las remesas de mermelada. Termino como empecé: Las cositas del día a día son las que ponen sentido a la vida. Y eso es así y no admite discusión.
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