Sea como sea y lo crea y quien lo crea hay alguna fuerza que mueve el mundo. Algunos la buscan a a través del conocimiento y se dan cuenta que como no todo puede saberse algo debe ser el origen de lo que ignoran. Lo llaman investigación y ciencia. Otros no la buscan pero saben que actúa y son sumisos a ello: cuando la vida te quita algo otra cosa te da. Lo llaman karma. Y otros ni buscan ni son sumisos al destino, sino que confían en la bondad de un ser trascendental al que encomiendan sus peticiones. Lo llaman fe. Y como decía, sea de la manera que sea y lo creáis o no lo creáis, algo de ello hay. Y quien diga que no que nos explique al resto el origen y el destino del mundo: cómo empezó todo y cómo acabará. Se dará cuenta el osado que ni la ciencia, ni las creencias, ni la fe tienen respuesta para ello. Por lo tanto, algo hay. Lo quieran o no. Y en lo que hoy vengo a contaros ese algo fue la Virgen de la Cabeza. Y ojo que no he mencionado si ha sido por ciencia o religión pero que la Morenita ha tenido algo que ver lo tengo muy claro. Y que le debía una visita también. Al final me diréis si digo la verdad o no.
Cuando las casualidades se enlazan una tras otra ya no es casualidad. Y así comenzó esta historia y el por qué de la excursión que realicé. Con una casualidad... Era mediados del mes de Mayo de este año 2016 cuando salía la procesión de la Virgen de la Cabeza de Ciudad Real y yo, con costal y faja, me disponía a pasear a nuestra querida Morenita por las calles de su barriada. En uno de los relevos, Pedro, el Hermano Mayor de la cofradía, me dio una pegatina de la Virgen para que la regalase a alguien y, sin embargo, la guardé bajo la funda de mi teléfono móvil de casualidad, porque se me ocurrió en ese momento por algo que desconozco, ya que normalmente la habría regalado pues ese era su fin o, en todo caso, la habría guardado en la cartera. El caso es que ahí se quedó. Era el día 14 de Mayo.
Dos semanas después, mi buen amigo Jesús Velascoín fue al Santuario de la Virgen de la Cabeza de Andújar y rezó porque Gemma se quedase embarazada y me hiciera padre. Evidentemente yo no sabía nada al respecto y me emocionó que cuando volvió me llamó y me dijo: "He estado en la Virgen de la Cabeza y he pedido por vosotros. Cuando Gemma se quedé embarazada, que se va a quedar, tienes que rezarle el rosario a la Morenita e ir antes de cuatro meses a su santuario a oír misa". Agradecí tal confianza depositada en su petición, pero con todos los antecedentes que habíamos pasado no supe si resultaría ese arreón de fe o no. Sin embargo ahí estaba una nueva casualidad: la oración de mi amigo fue a recaer en la misma advocación mariana que la pegatina que yo casualmente guardé, la Virgen de la Cabeza. Aquella llamada tenía algo más que fe. Era el día 27 de Mayo.
Terminé mi turno de guardia como letrado y fui rápido a casa. Eran las nueve en punto de la mañana y Gemma me aguardaba para estar los dos juntos en el momento esperado, saliese el resultado que saliese. Conforme llegué se levantó a orinar en el test de embarazo que había comprado la noche de antes. Las dos rayas que indican el positivo y te dan a conocer la noticia de la buena esperanza no tardaron en aparecer. Me quedé inmóvil. No sólo esperaba que saliera negativo sino que automáticamente recordé todo lo que hicimos Gemma y yo el fin de semana que salía la cofradía de la Virgen de la Cabeza. Fue en esos días Gemma se quedó embarazada: entre la Virgen de la Cabeza y la Virgen de Alarcos. Pero la cofradía que yo saqué, la pegatina, la visita de Jesús Velascoín al santuario y la llamada "sólo" tenían causalmente un nexo común: la Virgen de la Cabeza. Retumbaron en mi cabeza las palabras "Cuando Gemma se quedé embarazada, que se va a quedar, tienes que rezarle el rosario a la Morenita e ir antes de cuatro meses a su santuario a oír misa". Las había oído tan sólo tres días y ahora tenía ante mi una prueba de embarazo con resultado feliz. Era el día 30 de Mayo.
Por supuesto cumplí el encargo y recé el rosario. Iba todo avanzando bien pero se agotaba el plazo de los cuatro meses para ir al Cerro del Cabezo a ver a la Aceitunita bendita. Y llegó Septiembre y con él el fin del tiempo y había que ir. Con la fe, el destino, el sino, el karma, las energías o como quieras considerarlo, lector, no se juega. Y menos cuando estás comprobando en primera persona que una suma de casualidades ya no es casualidad. Cuadramos fecha y antes de que pasasen cuatro meses de embarazo fuimos al Santuario de la Virgen de la Cabeza a oír misa allí y a cumplir la oración de Jesús, a darle gracias a la Morenita y, mi padre y yo personalmente, a conocer todo aquello pues jamás habíamos estado en aquel lugar tan cargado de historia y energía al que, sin duda, volveré y no sólo una vez. Había muchos motivos para hacer esa excursión y allí que fuimos mi padre, Jesús, su hijo Alberto y yo. Decir que fue un día entrañable es poco. Esas cosas quedan para el recuerdo. Las casualidades quedan para reflexionar. Y la Virgen de la Cabeza queda por siempre. Otro día hablaré del paraje, de toda su historia, de las hermandades filiales, de las Casas Hermandad, etc. Hay mucho que contar de aquello. Pero hoy tocaban estas líneas, sólo éstas. ¿Casualidad? No lo creo.Y esta es la historia de por qué el hacer aquella excursión. Era el 24 de Septiembre.
Morenita y pequeñita, lo mismo que una aceituna, una aceitunita bendita. ¡¡Viva la Virgen de la Cabeza!!
Cuando las casualidades se enlazan una tras otra ya no es casualidad. Y así comenzó esta historia y el por qué de la excursión que realicé. Con una casualidad... Era mediados del mes de Mayo de este año 2016 cuando salía la procesión de la Virgen de la Cabeza de Ciudad Real y yo, con costal y faja, me disponía a pasear a nuestra querida Morenita por las calles de su barriada. En uno de los relevos, Pedro, el Hermano Mayor de la cofradía, me dio una pegatina de la Virgen para que la regalase a alguien y, sin embargo, la guardé bajo la funda de mi teléfono móvil de casualidad, porque se me ocurrió en ese momento por algo que desconozco, ya que normalmente la habría regalado pues ese era su fin o, en todo caso, la habría guardado en la cartera. El caso es que ahí se quedó. Era el día 14 de Mayo.
Terminé mi turno de guardia como letrado y fui rápido a casa. Eran las nueve en punto de la mañana y Gemma me aguardaba para estar los dos juntos en el momento esperado, saliese el resultado que saliese. Conforme llegué se levantó a orinar en el test de embarazo que había comprado la noche de antes. Las dos rayas que indican el positivo y te dan a conocer la noticia de la buena esperanza no tardaron en aparecer. Me quedé inmóvil. No sólo esperaba que saliera negativo sino que automáticamente recordé todo lo que hicimos Gemma y yo el fin de semana que salía la cofradía de la Virgen de la Cabeza. Fue en esos días Gemma se quedó embarazada: entre la Virgen de la Cabeza y la Virgen de Alarcos. Pero la cofradía que yo saqué, la pegatina, la visita de Jesús Velascoín al santuario y la llamada "sólo" tenían causalmente un nexo común: la Virgen de la Cabeza. Retumbaron en mi cabeza las palabras "Cuando Gemma se quedé embarazada, que se va a quedar, tienes que rezarle el rosario a la Morenita e ir antes de cuatro meses a su santuario a oír misa". Las había oído tan sólo tres días y ahora tenía ante mi una prueba de embarazo con resultado feliz. Era el día 30 de Mayo.
Morenita y pequeñita, lo mismo que una aceituna, una aceitunita bendita. ¡¡Viva la Virgen de la Cabeza!!
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