Me debía estas líneas a mí. Me las debía. Y al propio Camino de la Vida y a Santiago y a mi niña Claudia. Y a mi padre, a mi amigo Iñaki que el Camino me regaló, a mi suegro y a todos aquellos peregrinos que he conocido en mis andanzas y saben de mis malos pasos en años de atrás y en mis sonrientes bordonazos de hoy. Y a mis Peregrinos de Bondad con los que alcancé sin esperarlo el Obradoiro y compré lo que no pude el año anterior para cumplir un sueño el año posterior. Una simple camiseta pero con mucha historia. ¡Qué bonito es ser peregrino! Y caminar por el Camino con mayúsculas. Y encontrarte a ti y pelearte contigo. Y satisfacerte. Y llorar y reír con uno mismo. No podré olvidar nunca el año dos mil diez en el que todo empezó. Mochila, bordón y botas son ya para mí algo más que útiles de caminante, son compañeros de viaje, de sufrimiento, de alegría y de aventuras. Y saben igual que yo los sentimientos que se me agolpan al escribir palabras sobre mi amada ruta jacobea. Y, no lo dudo, mi camino es el francés, pero quiero conocer todos y ya estoy en ello. Y precisamente el último, el que me ha regalado el más preciado Obradoiro que existe y el que surgió como plan nada más llegar la vez anterior de entregarme de nuevo a las altas y pardas torres de la Catedral de Compostela ha sido el Camino Portugués. A él le debo también estas memorias de recuerdo.
Llegué a Compostela de nuevo y compré una camiseta de bebé peregrino. Una camiseta que no pude comprar años anteriores y una camiseta que no sabía la gloria que me daría. Nada más regresar a mi Ciudad Real natal soñaba otro Camino. Pero no el que me deparaba el destino con la organización de Gemma y que tuviera como final el más precioso Obradoiro que pudiera existir: llegar cansado a la "Praza" donde terminan y a la vez inician todos los caminos y que allí estuviera mi hija con la camiseta que yo le compré, esperándome, cogerla en mis brazos, abrazarla y levantarla enseñándole el cielo que hubiera guiado mis pasos hacia ella. Soñaba otro y jamás había imaginado ese.Y así se forjó mi Camino Portugués, con mi mujer como arquitecta del mismo. Y para que realmente fuera "portugués" que menos que salir andando desde dicho territorio. Igual que al Camino de siempre, al de toda la vida, a la madre de todos los caminos, se le llama el Camino Francés por venir desde aquellas tierras y cuando lo inicié lo empecé en territorio galo, el camino que ahora iba a empezar debería iniciarlo en terreno portugués, así es que planteamos como punto de salida Valença do Minho (Portugal) para comenzar allí la primera etapa y cruzar andando a Tui (España) y continuar paso a paso y día tras día hasta llegar a Santiago de Compostela. Eran sólo seis etapas pero un camino precioso sin duda, por su inicio, por su fin, por su medio, por su cultura, por sus parajes y por todo. Mi alma peregrina disfrutó a lo grande. Y la de mi padre, mi suegro e Iñaki también.
Quizás otro día escriba a lo grande sobre el Camino Portugués pero hoy es solo un artículo de verter sensaciones y recuerdos, aunque también describa situaciones y parajes del Camino que recorrí. Fueron seis etapas que nacieron en Valença do Minho, O Porriño, Redondela, Pontevedra, Caldas de Reis y Padrón y que nada tienen que envidiar a los ultra conocidos "últimos cien" del real Camino Francés que muchos pere(turi)grinos recorren iniciando desde Sarria cinco etapas que les llevan al mismo centro de la Plaza del Obradoiro. De hecho el terreno del Camino Central Portugués, llegando ya a su fin, es cercano al mar y las veces que andando se conjugan bosque y vista sobre la costa son una preciosidad. Se suben más montes, se atraviesan más bosques y la etapa reina quizás sea más dura que la del pequeño Camino Francés. En este último la etapa más dura de las cinco que separan Sarria de Santiago es la de Palas de Rei - Arzúa, la del ecuador del camino, que discurre sin apenas dificultades hasta Melide pero desde ahí hasta el final se convierte en un perfil rompepiernas por continuos toboganes que hacen imposible mantener un ritmo constante. Sin embargo, en el Portugués, la etapa reina si se sale desde Valença do Minho o Tui (que es el equivalente al dicho último tramo del francés) es la de Redondela a Pontevedra, también a mitad de la aventura, en la que se han de afrontar dos duras subidas con sus infernales bajadas, recordando el inicio de la segunda y más cruel subida a la del temido tramo de la subida a O Cebreiro entre Herrerías y la Faba del Camino de Santiago Francés. Y aunque no sea el texto una mera comparación entre ambos caminos, a quien halla caminado por el francés y le parezca dura la bajada a Portomarín una vez cercano el embalse del Belesar que se enfrente a la bajada a Redondela desde O Muro. Tremendo desnivel en muy pocos metros. Pero como siempre, queda todo en la mochila del recuerdo y se volvería a repetir una y mil veces el Camino, fuera el que fuera. Por lo demás, todos los caminos tienen su encanto, sus lugares, sus rincones, su historia y su cultura. Todos son encantadores. ¿Duros? Quizás, pero se hacen. Y se camina más con la cabeza que con las piernas.
El tan conocido Camino de Santiago francés tiene cientos de leyendas pero merece la pena en el caso del Camino Portugués mencionar que en el mismo nació la tradición Jacobea pues precisamente en el mismo, en concreto en Padrón es donde desembarcaron los restos del apóstol traídos desde Jerusalén por dos discípulos suyos, Atanasio y Teodoro, que llegaron milagrosamente transportando los restos mortales de Santiago en una barca de piedra sin timón y sin rumbo, que fue amarrada a un pedrón (de ahí el nombre del pueblo) en las costas gallegas a la orilla del río Sar, cercano a la antigua Iria Flavia. En aquel lugar presidido por la Reina Lupa, pagana que se jactaba de apresar cristianos y ridiculizarlos, los discípulos del apóstol y sus seguidores le pidieron ayuda para trasladar los restos de Santiago a otro lugar y ella les entregó una carreta tirada por toros salvajes diciendo que eran bueyes para dejarlos en ridículo. Resultó que los toros salvajes de amansaron, motivo por el que se dice que la Reina Lupa se convirtió al cristianismo. De hecho, hago un inciso, peregrinos que hagáis el Camino Portugués, fijáos en Padrón en la Fuente del Carmen pues la hornacina central de piedra refleja el momento de la conversión al cristianismo de la Reina Lupa siendo bautizada por el propio Apóstol Santiago. Siguiendo con la historia de la translatio de Santiago, resultó que la carreta se detuvo inamoviblemente en un lugar determinado, entendiendo esto Atanasio y Teodoro, los discípulos de Santiago, como una señal que determinaba el lugar donde había de ser enterrado el apóstol. Y allí surgió la primera construcción de lo que hoy conocemos como Compostela: un enterramiento. Por eso (y prometo no enredarme más con datos pero me es es inevitable no enlazar unos con otros) el origen de la palabra Compostela aunque se dice que proviene de Campus stellae (del latín, campo de estrellas, pues precisamente desde el Castro Lupario, donde vivió la dicha Reina Lupa se apreciaba bellísimo el cielo) en realidad debe venir del latinismo compositum que significa enterramiento. Cada uno que elija.
Lo cierto es que la tradición y leyenda jacobea comienza en Padrón donde bajo el altar mayor de la Iglesia de Santiago se conserva el pedrón donde se amarró la barca. Hay una imagen del propio santo señalando con el dedo hacia abajo que dice en latín "Aquí estuvo el cuerpo del beato Santiago". El Camino Portugués, sin duda, es una gran atracción para los peregrinos que busquen disfrutar de la cultura y de la historia. De aquel pequeño enterramiento se originó la primera ermita que dio lugar a la gran ciudad que hoy acoge a peregrinos de todo el mundo por distintos motivos que distan mucho de ser religiosos. Pero la historia es la historia. Otro día si queréis nos tomamos un café y debatimos sobre si es Santiago o Prisciliano y me enredo sin miedo en datos y conclusiones que no tengo que teclear ahora, pero os invito a hacer este Camino. No os defraudará.
Y como siempre al terminar mis andanzas camineras y llegar a la "concha cero" empezaron a forjarse nuevas metas. He recorrido todo el Camino Francés, sí. Pero el inicio tiene dos variantes y he hecho sólo una, la de Saint Jean Pied de Port. ¿Qué me estará esperando en la ruta de Somport? Seguramente sea mi siguiente camino. Y ya que lo empiezo, ¿cómo no lo voy a terminar? Todo apunta a un nuevo proyecto de varios años de camino desde Somport hasta Santiago de Compostela de nuevo. O quizás la Vía de la Plata. Le tengo muchas ganas. ¿Y el Camino en invierno? Eso sí que me llama. Aunque sea un "Sarria - Santiago" pero en invierno. Con soledad, con lluvia y frío, con albergues vacíos y bares cerrados. El caso es caminar. Siempre digo que al fin y al cabo la vida es caminar. Eso sí, Obradoiro como el de este año, Santiago me perdone, no lo habrá jamás igual en la vida. ¡¡Buen Camino!!
Quizás otro día escriba a lo grande sobre el Camino Portugués pero hoy es solo un artículo de verter sensaciones y recuerdos, aunque también describa situaciones y parajes del Camino que recorrí. Fueron seis etapas que nacieron en Valença do Minho, O Porriño, Redondela, Pontevedra, Caldas de Reis y Padrón y que nada tienen que envidiar a los ultra conocidos "últimos cien" del real Camino Francés que muchos pere(turi)grinos recorren iniciando desde Sarria cinco etapas que les llevan al mismo centro de la Plaza del Obradoiro. De hecho el terreno del Camino Central Portugués, llegando ya a su fin, es cercano al mar y las veces que andando se conjugan bosque y vista sobre la costa son una preciosidad. Se suben más montes, se atraviesan más bosques y la etapa reina quizás sea más dura que la del pequeño Camino Francés. En este último la etapa más dura de las cinco que separan Sarria de Santiago es la de Palas de Rei - Arzúa, la del ecuador del camino, que discurre sin apenas dificultades hasta Melide pero desde ahí hasta el final se convierte en un perfil rompepiernas por continuos toboganes que hacen imposible mantener un ritmo constante. Sin embargo, en el Portugués, la etapa reina si se sale desde Valença do Minho o Tui (que es el equivalente al dicho último tramo del francés) es la de Redondela a Pontevedra, también a mitad de la aventura, en la que se han de afrontar dos duras subidas con sus infernales bajadas, recordando el inicio de la segunda y más cruel subida a la del temido tramo de la subida a O Cebreiro entre Herrerías y la Faba del Camino de Santiago Francés. Y aunque no sea el texto una mera comparación entre ambos caminos, a quien halla caminado por el francés y le parezca dura la bajada a Portomarín una vez cercano el embalse del Belesar que se enfrente a la bajada a Redondela desde O Muro. Tremendo desnivel en muy pocos metros. Pero como siempre, queda todo en la mochila del recuerdo y se volvería a repetir una y mil veces el Camino, fuera el que fuera. Por lo demás, todos los caminos tienen su encanto, sus lugares, sus rincones, su historia y su cultura. Todos son encantadores. ¿Duros? Quizás, pero se hacen. Y se camina más con la cabeza que con las piernas.
Pedrón donde se amarró la barca con los restos del Apóstol |
Detalle de la Fuente del Carmen: bautizo de la Reina Lupa |
Y como siempre al terminar mis andanzas camineras y llegar a la "concha cero" empezaron a forjarse nuevas metas. He recorrido todo el Camino Francés, sí. Pero el inicio tiene dos variantes y he hecho sólo una, la de Saint Jean Pied de Port. ¿Qué me estará esperando en la ruta de Somport? Seguramente sea mi siguiente camino. Y ya que lo empiezo, ¿cómo no lo voy a terminar? Todo apunta a un nuevo proyecto de varios años de camino desde Somport hasta Santiago de Compostela de nuevo. O quizás la Vía de la Plata. Le tengo muchas ganas. ¿Y el Camino en invierno? Eso sí que me llama. Aunque sea un "Sarria - Santiago" pero en invierno. Con soledad, con lluvia y frío, con albergues vacíos y bares cerrados. El caso es caminar. Siempre digo que al fin y al cabo la vida es caminar. Eso sí, Obradoiro como el de este año, Santiago me perdone, no lo habrá jamás igual en la vida. ¡¡Buen Camino!!
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