¡Hola, hola, amigos del Rincón! Estaba la cosa en que la primera fase estaba hecha y quedaba la futura cerveza fermentado en la barrica, con el azúcar y la levadura trabajando incesantemente. Bien, pues os sigo contando. El airlock comenzó a tener actividad y a borbotear, síntoma inequívoco de que el proceso había iniciado bien. No os imagináis la alegría que da cuando se observa que ha empezado la fermentación y está todo correcto. La elaboración de cerveza es un proceso en el cual hay que insistir terca y cabezonamente en la higiene y la desinfección, sin saber el resultado final hasta la primera cata seria tras el embotellado. Por eso, los pequeños triunfos que van surgiendo durante toda la elaboración son tan celebrados, pues son clarísimos indicadores de que, por el momento, va todo bien. Ahí radica mi felicidad cuando ví burbujear la válvula airlock. El fermentador estaba activo y la elaboración de mi primera cerveza casera iba correctamente o, como dicen las notas de un estudiante de primaria, progresa adecuadamente. Y aquí entra en juego la paciencia. Además con doble dosis: hay que dejar que la levadura haga su trabajo y hay que condescender con todos los que te dicen "quiero probarla". Y claro, ni la levadura coge el ritmo que nos gustaría ni la cerveza se puede probar aún. Hay que seguir, con paciencia y cariño.
Es recomendable ir apuntando las fechas y evolución de todo el proceso en una libreta. Yo no lo hecho porque como buen manchego soy cabezón físico y psíquico. Tengo cabeza para guardar todos los datos sin problema y también para ponerme una gorra del tamaño de una paellera. Pero no es excusa. Hay que tomar notas para que no se escapen detalles. En futuras ocasiones, pues estoy convencido de que las habrá, lo iré apuntando todo. En nuestro caso la elaboración comenzó un Domingo, el día 10 de Noviembre, se añadió un kilogramo de azúcar al mosto, la gravedad inicial de la cerveza era de 1042 y se incorporó la levadura para que actuase, al menos, durante una semana. Transcurrida la semana, Domingo 17 de Noviembre, la gravedad que ofrecía el densímetro era de 1015, seguía habiendo fermentación y aunque ya se podía añadir el lúpulo decidimos esperar tres días más. La cerveza que estamos haciendo, una Helles con dry hopping, necesita un tiempo mínimo de diez días de proceso antes del embotellado, siendo siete de ellos de fermentación y tres de aromatización. Para ello es preferible seguir tirando de paciencia y dejar que la cerveza fermente a su amor pero siempre entre temperaturas de 16 a 25 grados. Yo la he mantenido entre 18 y 20 constantemente. Y si a los siete días y tomando una muestra se debe seguir esperando, pues se espera. Todo sea por el resultado final, como en las paellas. ¡Ah! Y no hay que desesperarse buscando a cada momento que probemos una muestra un sabor perfecto porque de lo contrario abandonaremos el proyecto. Cada vez que he medido densidad he aprovechado para probarla y casi lloro creyendo que se había ido la aventura al traste. Pero no. Hay que seguir. Paciencia es la clave, no lo olvidéis si los que leéis estas vivencias os decidís por haceros con un equipito de fabricación de cerveza casera.
Transcurridos tres días más desde los siete primeros de fermentación, esto es, al décimo día, volví a comprobar la gravedad de la cerveza y arrojó un resultado de 1010. Era idóneo para añadir el lúpulo así es que para dentro que fue. Era el Miércoles, 20 de Noviembre. Se ve que el fermentador recibió de buena gana los pequeños gránulos de pellet del lúpulo pues la válvula airlock cogió una actividad imparable. ¡Qué de burbujas y gases salían por ella! Otra vez una alegría enorme. Íbamos dando los pasos poquito a poco pero todos bien. Ésta vez sí, se iba acercando el final. Ya estábamos en la última fase antes del embotellado. Había que esperar (¡cómo no!) unos tres días como poco para que el lúpulo hiciera su efecto, desprendiera su aroma y cumpliera su misión. Eché cuentas y calculé que para el Domingo 24 sería un buen día para el embotellamiento. Habría durado la parte de elaboración casi quince días. Eso es un tiempo perfecto antes de afrontar la parte de última fermentación con dextrosa y ya en botella que se lleva otras dos semanas. Luego hay que esperar otra más de refrigeración natural en un sitio algo más frío y, por fin, se pueden meter algunas en la nevera y disfrutar la creación.
Entre fechas y fechas, muestras y muestras y días y días llevé a cabo la faena más laboriosa y delicada: la limpieza y desinfección de las botellas a utilizar. Ahí sí que hubo momentos que el cuarto de baño convertido en bodega-laboratorio-fábrica parecía una desastrosa zona de zafarrancho de combate. Por el suelo había agua, solución desinfectante, cepillos, las cajas de los tercios, botellas mojadas, botellas secas, botellas escurriendo, botellas en la bañera, botellas en un capacho con agua y jabón desprendiendo las etiquetas, etiquetas en la bañera, en el suelo, en el lavabo, pegatinas de Heineken, de Ámstel, de Cruzcampo, etc. Una locura. Pero, vaya, una locura que se soluciona con trapos, cubo y fregona en un ratito y se queda nuevamente en orden. De hecho el cuarto de baño ya ha sufrido vorágines de esas cuando me he puesto a guisar aceitunas u otras faenas de campo que tanto me gustan y que debo acoplar y adaptar a mi pequeño espacio urbanita. El caso es que tras tener todas las botellas listas y la cerveza en perfecto estado de fermentación, graduación y aroma, procedimos a valernos del chapador y las propias chapas y, añadiendo la justa proporción de dextrosa en cada botella, fuimos cerrándolas y agitándolas una a una. Ahora reposan ya debidamente apiladas y en cajas esperando su turno de ser refrigeradas y consumidas. Parece jaleoso y trabajoso pero merece la pena. ¡Animáos y haced la vuestra! No es tan complejo.
Concluyendo, ha sido una gran aventura compartida con mi hermana en la que nos hemos iniciado e este mundillo, hemos aprendido términos cerveceros, hemos trabajado a la par y hemos disfrutado de esta empresa. El resultado final no lo sabemos a ciencia cierta todavía. Hay que... esperar. Me da pereza hasta escribirlo pero así es. Esperar, esperar y esperar. Luego merece la pena, ya os lo he dicho. Pero cuento con la certeza de que hemos ido haciendo todo correctamente y que la prueba final antes del embotellado fue positiva en aroma, sabor y graduación. ¡Ah! 4,2 grados tiene nuestra cerveza. No ha salido mal para ser la primera. Una pena sería que la tan temida contaminación que hemos ido laboriosamente esquivando durante todo el proceso hiciese acto de presencia en la fase final, pero no lo creo por lo concienzudos que hemos sido con ello. Para antes de Navidad tendré la nevera llena así es que ya sabéis... Os compráis un kit y la hacéis. ¿O pensáis todos venir a gorronear? Jajaja. ¡¡Hasta otra!!