La Mancha tiene lugares recónditos, parajes que ocultan secretos y sitios desconocidos que guardan leyendas poco sabidas por las gentes del lugar. Y me gusta. Me gusta porque cuando se descubre algún dato de esos suele ser de casualidad y de imprevisto. Una serendipia, vamos. Y así conocí yo la leyenda que hoy traigo a este "periódico de internet" como mi abuela llamaba al blog. Fijáos si la tenía cerca que la misma tiene su origen en el paraje de "El Congosto" y éste se encuentra a escasos ocho kilómetros del chalet que tienen mis padres en Fernán Caballero desde hace más de veinte años y, sin embargo, nunca había oído hablar ni del lugar ni de la leyenda que esconde. Y gracias a la habitual práctica del senderismo, a la que me aficioné hace ya una década, cuando volví de mi primer Camino de Santiago, en Septiembre del Año Xacobeo 2010, descubrí una señal de madera cercana al Pantano de Gasset que señalizaba "El Congosto". Todo empezó, como antes decía, de casualidad. Si bien toda leyenda encierra algo de mito y algo de verdad, pudiera ser que la llamada a indagar sobre ese lugar, querer acercarme al mismo y enterarme totalmente de chiripa de la leyenda que existe, fuese el primer canto de sirena que me llegó de la protagonista de la misma...
Existe un idílico y bello paraje en el río Bañuelos, situado entre Peralbillo y Fernán Caballero, conocido como El Congosto. El Camino de Santiago manchego, el Camino Teresiano de Malagón y el Camino de peregrinación a Urda pasan a su vera. En dicho lugar siempre hay abundancia de agua incluso en los más duros años de sequía, de modo que se halla allí perenne una bella laguna que en sus entrañas esconde varios enigmas. Jamás se ha sabido qué profundidad tiene con exactitud. Los ancianos del lugar dicen que ha de ser infinita y extraña pues una vez se cayó un carro y nunca más se supo de él. Ni flotaron restos, ni se le vio por más que bajase el nivel de agua, ni nada de nada. Ese enigma de su profundidad ya acrecenta el misterio y la leyenda del Congosto que dice que en la laguna habita una extraordinaria y fabulosa criatura, una sirena que en la Noche de San Juan atrae con sus cantos a quienes la escuchan, los lleva hacia las aguas y mueren ahogados después. Del mismo modo narra Homero en la Odisea que la diosa Circe advirtió a Ulises y sus hombres de las artes de las sirenas. Encantaban literalmente con sus cantos a quienes las escuchasen, haciéndoles ir hacia ellas y, por ende, a su final.
De este modo, la leyenda del Congosto cuenta que en la noche mágica de San Juan, cuando culmina el día 23 y comienza la madrugada del 24 de Junio, cuando se confabulan los cuatro elementos de la existencia, tierra, aire, agua y fuego y cuando las fronteras entre el mundo real y el mágico desaparecen mezclándose lo humano con lo imaginario, la sirena del Congosto sale a la superficie y canta para atraer a quien la escuche. Sólo unos pocos afortunados fernanducos o gentes ligadas al pueblo de Fernán Caballero han logrado verla y regresar al pueblo según cuentan de viva voz nuestros mayores. Así, la sirena que vive en la laguna canta bellamente y atrae con sus cánticos a modo de artimaña a todos aquellos que les llega la melodía, haciendo que se sientan atraídos y encaminen sus pasos hacia el Paraje del Congosto donde ella los aguarda en las aguas. Nefasto encantamiento. Y, es curioso, cuando yo me enteré de la ruta que llegaba hasta tal lugar automáticamente pensé en hacerla y finalmente llegué hasta el sitio un día que ni pensaba hacerlo, ni lo tenía en mente, ni me lo había planteado. ¡Menos mal que no era la noche de San Juan! Aún así, poderosa atracción tiene aquello. Un remanso de agua quieta, pacífica, cargado de secretos y con un aura especial que lo rodea y te llama a visitarlo.
Salí con mi padre a recorrer caminos e íbamos preparados a indagar cuál era la famosa ruta del Congosto pero ni por asomo íbamos a ir en esa escapada. Serviría para preparar la salida definitiva hacia ese bello paraje del río Bañuelos otra mañana. Y hete aquí que andando, andando, andando como atraídos mágicamente, rompiendo el miedo a no atinar con el camino que buscábamos y perdernos en algún lugar de La Mancha, fuimos a dar tras varios kilómetros recorridos con un poste que indicaba "El Congosto, 1,7 kms". Esa distancia ya no era desdeñable y lógicamente decidimos recorrerla pues estábamos al lado. La sirena seguía haciendo de las suyas... Continuamos caminando y sin darnos cuenta nos salimos del camino pero nuestros pasos seguían hacia la laguna. Un tramo campo a través, apareció el camino de nuevo y llegamos. El lugar es maravilloso y se nota que encierra secretos. Estábamos sólos y al acercarnos oímos algo removerse en el agua. ¿Algún pez saltando? ¿Una nutria? ¿La sirena quizás? No logramos verlo y jamás sabremos que fue. Pero pegamos un respingo inolvidable. Y mayor fue el susto cuando de vuelta por el camino a casa observamos que éste es totalmente recto y marcado, sin posibilidad de pérdida. ¿Qué ocurrió en la ida? ¿Cómo nos salimos? ¿Por dónde llegamos al Congosto? Nos lo hemos preguntado cientos de veces y, de verdad, viendo el camino es imposible perderlo y ahí está si queréis comprobarlo. Pero así ocurrió. A lo mejor íbamos encantados por cantos imaginarios mientras la leyenda repiqueteaba en nuestra sesera... Acercaos a ver el lugar, merece la pena y seguro que se os ha despertado la curiosidad. Pero, ¡cuidadito con la sirena del Congosto que toda leyenda guarda algo de fantasía y algo de realidad!
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