Va camino de diez años que nos conocimos. Yo en el Obradoiro cargado de recuerdos de niño, vestido con traje y corbata, recién salido de un juicio en La Coruña y llegado allí en autobús. ¿Te acuerdas? Tú plagado de peregrinos por las calles y con una larga fila en la Plaza de Quintana para pasar a abrazar a Santiago. Yo entre ellos siendo el punto de mirada de todos. Ellos hablando de sus aventuras hasta llegar, yo escuchándolos. Ellos mencionado albergues, vivencias, momentos y sonriendo a cada instante. Yo oyéndolos, llenándome de intriga y envidia, serio y pensando en la sentencia que recaería. Tú cautivándome y atrayéndome sin yo saberlo. Mis botas de peregrino ya estaban listas en algún lugar de Sevilla. Mi primera credencial ya me aguardaba allí mismo, en la propia Casa del Deán. ¿Te acuerdas, decía? Sé que sí. Yo también y no se me olvidará. Era Año Santo. Era Mayo de 2010. Fuel tal el embrujo que en Septiembre de ese mismo año te recorrí por primera vez y llegué hasta tus entrañas caminando y no en avión. Y me hiciste tuyo para siempre. Quedaban once años para el próximo Año Santo Compostelano. ¡Qué lejano se veía el 2021! Ya ha llegado. Entre tanto nos hemos conocido mucho, pero mucho. Te he recorrido íntegro saliendo tres veces desde el extranjero y otras tantas partiendo desde nuestra propia España. Esa que te engendró y crio para disfrute de todo el mundo. Y nunca dejo de soñar con abrazarte de nuevo. Hoy he vuelto a sentir esas mariposas de enamorado en el estómago. Vamos a volver a encontrarnos pronto. Te quiero, Camino. Te quiero.
Habría culminado la aventura iniciado en el Somport este mes de Agosto venidero, pues el año pasado iba a ser especial. Mucho. Y llegaría a la Plaza del Obradoiro de nuevo a enjugarme las lágrimas que siempre me brotan cuando alcanzo de nuevo las altas y pardas torres de Compostela siendo otra vez Año Santo. Pero el año pasado no fue lo especial que debía y además me trajo dos malas nuevas. Una para mí y para todos. La pandemia. La otra en casa y, creo que ya, superada. A lo que iba. Estaba programado recorrerte de nuevo en tres años. Uno desde el Somport francés hasta Santo Domingo de la Calzada. Otro desde donde cantó la gallina después de asada hasta la sombra de la Catedral de la Pulchra Leonina. Y desde allí, mi querido León, padre de la Maragatería y el Bierzo, hasta el propio Santiago de Compostela. Y, entremedias, en el 2020, haría paréntesis, un Camino dentro del Camino, para ir desde el mismo Campus Stellae hasta Fisterra. La ruta esotérica que tanto deseo y aún no he podido recorrer para ver las aguas del mar azotar las rocas de Muxía y Finisterre en el más bello ocaso de la tierra. Lo intenté incluso en tiempo de invierno pero no pudo ser. Lo haré. Lo sabes. Lo sabemos. Pero este año te retomo pues la situación creo que se viene propicia. Este año reanudo el plan iniciado en 2018. Otro gran camino me aguarda. Prácticamente dos semanas recorriéndote y disfrutando de lugares a los que amo y están cargados de recuerdos, sentimientos y amistades.
No sé si llegaré a León en tren o en autobús, lo que sé es que en ese lugar comenzaré a caminar de nuevo y ya llegaré a Santiago de Compostela. Y sé que desde allí vendré como siempre, con una mezcolanza de sentimientos de alegría, cansancio, nostalgia y esperanza. ¡Qué rápido pasa todo! No dejo de pensar estos días en que quiero volver a ti, a cansarme, sudar, enfadarme, pensar quién me mandaría a mí volver a exprimir mis vacaciones en madrugones y caminatas de una media de veinticinco kilómetros al día y llevar mi vida en una mochila. Pero sé que a cambio volveré a la Virgen del Camino, a ver en la lejanía el depósito de agua de San Martín del Camino, a comerme un señor cocido maragato en Astorga, a pasar calamidades ascendiendo a Foncebadón, a coronar la Cruz de Ferro, a charlar con Tomás en Manjarín, a llegar agotado a Ponferrada, a ver a gentes buenas de Villafranca del Bierzo, a volver a subir hasta O Cebreiro disfrutando cada gota de sudor en mi frente, a abrazar el castaño de ocho siglos cuando llegue a Triacastela, a pasar por el Monasterio de Samos y volver a mi querida Sarria, a subir las escalinatas de Portomarín, a llegar a Casa Benito sonriente en Palas de Rei, a salir contento en la última etapa dura que queda hasta Arzúa, parando entre medias en Melide y en Ribadiso, a alcanzar Pedrouzo otra vez y a llegar feliz y con el deseo de volver a volver otra vez hasta Santiago.
Te escribo estas líneas y sonrío. Si miro de soslayo a la mesa veo un folio que tú bien conoces pues se va repitiendo su contenido año tras año. Es el primer borrador de fechas, etapas, nombres y albergues que dará forma a la aventura, aunque tú bien sabes que en mi cabeza está grabado a fuego. Hay cosas que no haría falta ni escribirlas pero me gusta apuntarlas por volver a escribir ese nombre. Hay otras que las voy cambiando. Y hay otras, finalmente, que sé cómo van a ser sin duda. ¿Dónde voy a dormir en Villafranca del Bierzo si no en el Albergue Leo? A la salida de Triacastela, rumbo a Sarria, ¿por Samos o por San Xil? Por Samos. ¿Todavía no sabes, querido, qué variante tomo siempre? Días antes, en O Cebreiro, ya suspiro con volver a la Venta Celta... Y así todo. Sólo con empezar a soñarte y saber que podremos reencontrarnos ya me invade la alegría. ¡Vaya tiempos malos he pasado sin ti! Ya no por no patearte sino por no tenerte. Amigo, cada vez que se te recorre se hace tres veces: cuando se te sueña, cuando se está en ti y cuando se te recuerda. Y estos tiempos no me han dejado ni soñarte para tenerte cerca. Pero ya sí. Y además va a ser muy especial. Mucho. Se ha puesto la maquinaria en marcha. Va camino de diez años que nos conocimos, ¿te acuerdas? Era Año Xacobeo, el 2010. Ya está aquí el siguiente Año Santo Compostelano. Ya es 2021. Prepara tus kilómetros, repinta tus flechas y espérame con un cuenco de vino y un plato de pulpo... ¡Allá voy!
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