Conforme llegó a mi sesera un poquito de información sobre el asunto, comenzó a fraguarse la visita. Jamás había oído su nombre, ni sabía que se trataba de un pueblo abandonado, ni que estuviese en mi querida tierra. Las minas del Horcajo. ¿Y eso qué es? "Pues un municipio que está en la provincia de Ciudad Real, al sur de Castilla-La Mancha, en el corazón del Valle de Alcudia, en plena Sierra Madrona, prácticamente limítrofe con Andalucía. Se trata de una pedanía de la localidad de Almodóvar del Campo que en su día tuvo bastante importancia como pueblo minero y hoy en día está deshabitado y ruinoso... Además, te gustará porque para acceder a él hay que hacerlo a través de un túnel, viejísimo, con una única dirección en el que sólo cabe un vehículo y parece que te traslada en el tiempo, pues al salir del mismo te encuentras el pueblo abandonado". Imaginad esas palabras flotando en mi mente. Deseando estaba encontrar el hueco en el calendario para ir. Un nuevo lugar que descubrir me aguardaba cargado de historia, secretos y aventuras. La excursión estaba claro que tendría lugar y ya me relamía con el momento de pisar aquellas calles donde antes hubo vida y ahora sólo hay escombros. Me encanta estudiar previamente algo del sitio a visitar, posicionarme allí e imaginar in situ cómo sería la vida. Y así lo hice para abordar este pueblo hoy deshabitado que en su día fue bien conocido.
Las Minas del Horcajo, también llamado El Horcajo, a secas, se encuentra en un valle con forma de Y debido a la forma que le dan los arroyos que lo bordean, debiendo tomar, casi con seguridad, de ahí su nombre pues se denomina "horcaja" a esa forma de Y formada por dos ramas, dos valles, etc. A escasos siete kilómetros de distancia se halla la provincia de Córdoba. En Sierra Madrona, entre quejigos, castaños, abetos, robles y una gran población de animales de monte, encontramos el pueblo. Para llegar a él, debemos seguir la carretera nacional 420 dirección a Fuencaliente. A la altura del kilómetro 115, en una curva, veremos una pequeña señal que indica la salida. Hay que ir muy pendientes. Dejamos la carretera y tomamos un camino rural que a unos diez kilómetros, tras bifurcarse e indicar "Las Minas del Horcajo" y "La Venta de la Inés" nos deja a la entrada del túnel. Entre tanto es fácil que veamos varios ciervos correr libremente entre los árboles o cruzar el camino de un lado a otro. La primera impresión que nos da el mismo es fantasmagórica y, a la vez, atrayente. Serían increíbles las historias que podría contarnos de lo vivido dentro de él.
El túnel, decía, importante reclamo en la excursión, aún conserva en ambos lados, unos metros antes de la entrada, a la derecha, en unos pequeños bloques de hormigón, un pulsador verde que al presionarlo hace que se enciendan unos tubos de luz en el interior y se ilumine una pequeña señal luminosa en el lado contrario, advirtiendo que el túnel va a ser transitado, pues sólo cabe un vehículo. Es, por decirlo así, un rudimentario y arcaico semáforo que ya se usaba antes del año 1970, fecha de la despoblación de Las Minas del Horcajo al extinguirse los trabajos mineros por agotarse los recursos. El paso por el túnel es indescriptible. Hace unos años era un constante ajetreo de vehículos y hoy quien lo transita es el silencio, la soledad y algunas gotas de agua que se forman en su techo con el rocío y el frío de la montaña. La imagen por dentro mezcla emoción y claustrofobia, es un momento para vivirlo que nos deja a la salida de frente con el pueblo fantasma. Parece que nos trasladamos años atrás como lo hicieron los antiguos habitantes del pueblo minero mientras transportaban sus mercancías.
En su momento, Las Minas del Horcajo, tuvo más de 4.000 habitantes, gozando incluso de Plaza de Toros. Se llegaron a extraer miles de toneladas de galena (mineral de plata) y la importancia del lugar no era discutida. Inclusive se lo dotó adrede de línea de tren. Años después, cuando se dieron por finalizados los trabajos mineros y se cerraron las minas de plata, el pueblo quedó condenado a muerte y comenzó su despoblación. Para colmo, la llegada del AVE trajo más problemas, pues para construir la actual línea ferroviaria se demolió la Plaza de Toros sin razón de peso aparente, lo que avivó la marcha de los vecinos, quienes veían como las máquinas destrozaban el lugar con total impunidad. Gracias a unos cuantos que resistieron allí, hoy podemos ver la aldea y sus restos.
Se mantiene todavía de pie la Iglesia de San Juan, medio derruida, con su desafiante espadaña retando al tiempo. En la misma se ha habilitado una pequeña capilla en la que se conservan algunas imágenes que pueden verse abriendo una pequeña portezuela que a modo de ventanuco se ha instalado para tal fin. Impone ver los restos del templo como se yerguen ante los escombros que los rodean. ¡Y pensar que en su día allí se celebraron misas, bodas, bautizos, comuniones y entierros de los lugareños! Increíble el fatal desenlace de este pueblo (y otros tantos) nacidos bajo el esplendor de una excavación minera.
Caminar por Las Minas del Horcajo es una sensación única, un viaje en el tiempo que recomiendo a todos hacer. ¡Apuntadlo! A la fecha, existe a la entrada del pueblo una Casa Rural llamada "La Casa de la Mina", a la que no descarto ir a pernoctar alguna vez y bien aprovisionado, pues allí no se puede comprar absolutamente nada, pero, seguramente, la tranquilidad del lugar y pasar la noche en un pueblo fantasma rodeado de plena naturaleza, me reportarán un mágico recuerdo, como el de esta excursión.