Como decía la conocida voz en el antiguo compact disc que tantas veces hemos escuchado todos los cofrades: Llegó como llega siempre. Y así ha sido. Este año ha llegado la Cuaresma como siempre, como la conocíamos, como venía haciéndolo año tras año hasta que irrumpió la puñetera pandemia. Ha llegado dejándose querer, deshilachándose en charlas y mimos, entregándonos igualás, ensayos, corcheas de cornetas, ratitos de casa hermandad y, sobre todo, reencuentros. Eso es lo más bonito. Abrazos, besos, paño con paño, vueltas de faja, limpieza de plata, nervios en la priostía y todo ese batiburrillo que tanto hemos añorado. Pero ya está aquí y se nos va demasiado rápido. Siempre lo digo: no quiero que llegues, quiero oírte llegar. Bien es cierto que este año estoy deseando que llegue mi amada Semana Santa pero "el cuaresmeo" me encanta y ya hemos pasado y repasado más de su ecuador. Esos viernes de espinacas con garbanzos, esos Domingos de parihuelas, esos martes de papeletas de sitio, esos jueves de tertulias, esos lunes de radio, esos sábados de pregón y esos miércoles de un desorden ordenado, son los que nos hacen descontar día a día los cuarenta días y cuarenta noches que preceden a la explosión del júbilo desatado cuando sale la primera cruz de guía. ¡Qué bonita es la Cuaresma! ¡Cuánto me gusta el cuaresmeo!
Estos días tan bonitos mi agenda cofrade se dispara y no me supone agobio ninguno, al revés, voy con una sonrisa a cada cita. Termino muchas veces agotado, eso sí, pero satisfecho y feliz. Han sido ya dos fines de semana los que me han coincidido tres ensayos de costalero en menos de día y medio. Al terminar el último voy para el arrastre pero estos días son así. Se convierten estas fechas en un no parar constante. Y aquel cofrade que diga que no le gusta, miente. Cierto es que podríamos tener menos apreturas de calendario pero entonces perdería su esencia la Cuaresma. La concentración de actos y eventos, las prisas, los nervios y las apreturas forman parte de su esencia. Y, además, así ha de ser. Quien diga que tenemos todo el año para preparar ciertas cosas, no sabe de qué va este mundillo. ¿O dejamos los altares de cultos preparados en Agosto? No, hay que prepararlos en Cuaresma. ¿O ponemos los ensayos de costaleros en Noviembre? No, hay que ponerlos en Cuaresma. ¿O montamos los pasos en Enero? No, hay que montarlos en Cuaresma. Y la Cuaresma son cuarenta días y cuarenta noches. Y no da para más. De ahí estas apreturas que tan de cabeza nos traen pero que tanto amamos.
A decir verdad, esta Cuaresma está siendo como las de antes, como las de toda la vida. De las que se viven a tope y pasan raudas con una voracidad de momentos enorme. Ya hemos consumido tres cuartas partes de la misma casi sin enterarnos. Y no me han faltado, personalmente, ratos de costal, de banda, de atril, de radio y de disfrutar con la gente cofrade que tanto quiero. Desde que tuve la primera igualá volví a sentirme feliz en el añorado retorno a esta salsa en la que tanto me gusta mojar y, además, con la convicción y certeza de que este año no hay nada que lo pare y va a ser totalmente normal. El reencuentro fue maravilloso y las caras de todos volviendo a nuestro amado hobby tras dos años de inactividad fueron indescriptibles. Volvían los capataces con sus cuadrantes, volvían los aspirantes a pedir hueco, volvían las cornetas a ensayar en corro, volvían los priostes a aflojar tuercas y apretar tornillos, volvían los capillita a limpiar plata, volvían las charlas de cofradías a cualquier hora y volvían al bullicio los grupos de whatsapp tan apagados estas dos cuaresmas pasadas. Volvía, en definitiva, la Semana Santa.
He tenido la fortuna de poder volver al oficio costalero en los tres pasos que sacaba y de los que debo ir empezando a despedirme para disfrutar los años que me queden de peón de arpillera del mejor modo posible. He disfrutado también de un concierto cofrade de los que llevaba años sin disfrutar: marchas de cornetas y tambores, de agrupación musical y de banda de palio. Además, he sido nombrado presentador y mantenedor del Acto de Exaltación a la Saeta organizado por la Hermandad del Cristo de la Piedad de la vecina localidad de Miguelturra. Y, para colmo de mis bendiciones cofrades, he logrado capturar un momento con el que no sé la cantidad de veces y años que habría soñado: ir debajo del paso y llevar a mi hija de la mano. Eso ha sido lo más grande de esta Cuaresma. Y es que ésta da tanto de sí a la vez que aprieta la fechas... El cuaresmeo es lo que tiene. Conjuga nervios y estampas imborrables, nos desata los sentimientos, los recuerdos y los sueños. Los recuerdos nos hacen sonreír, los sueños están para cumplirse y los sentimientos es lo que une los unos con los otros. Lo dicho: disfrutad de estos días porque ya mismo se van. ¡Vividlo! Agotad el cuaresmeo y luego ¡a la Gloria!
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