El AMPA del Colegio Ángel Andrade, donde cursa estudios mi pequeña, decidió organizar una excursión al Parque Warner como actividad final de fin de curso. La iniciativa fue maravillosa y allá que fuimos. Era un plan de esos que estén en el listado de "Ya se harán" y se puso a tiro su ejecución, así es que ha pasado al listado de "Hechos". Sería una jornada bonita y que perduraría en el recuerdo, disfrutaríamos grandes y niños y el viaje iba a ser llevadero, máxime cuando la mochila iría cargada de alegría e ilusión. Total, el día 8 de Junio de 2024 nos dimos cita con los personajes Warner y sus atracciones. El tiempo amaneció barruntando lluvia, pero eso no empañó ni un ápice las sonrisas de los pequeños estudiantes que se subían al autobús que los llevaría a San Martín de la Vega, dispuestos a vivir una experiencia preciosa. A la hora y lugar acordados llegamos los viajeros y los conductores pusieron rumbo al destino. Simplemente ver los ojos brillantes de los peques hablando entre ellos de cómo sería el encuentro con Bugs Bunny y el Pato Lucas hacía que la memoria almacenase la imagen en un lugar privilegiado. En mi caso particular, nos apuntamos a la excursión Gemma y yo, para estar y disfrutar con nuestra hija, Claudia, en el Parque y mi hermana, Ana María, para subirse con ella en alguna atracción en las que nosotros fuésemos más echados para atrás por posibles mareos. Más valía prevenir y asegurar el disfrute de la verdadera protagonista quien, a buen seguro, explotaría toda atracción que viera accesible a su alegría.
El hecho de que el día estuviera regular de clima nos ayudó en cuanto a evitar largas colas y esperas, pues las gentes de lugares más cercanos al Parque Warner, en su gran mayoría de municipios de Madrid, aplazaron la excursión para otro día y, aunque había bastante gente, el desarrollo de la jornada fue muy ameno y sin aglomeración alguna. De hecho, en la atracción que más tiempo hubimos de esperar, la Aventura de Scooby-Doo, quizás de las más solicitadas del parque, no llegó a diez minutos la espera. Sí es cierto que justo a la hora de comer y de estar un rato más tranquilos, entre las 14;00 y las 17;00, les dio a las nubes por soltar agua y tuvimos que refugiarnos conforme buenamente pudimos entre chubasqueros y algún lugar a cubierto, pero entre una atracción consistente en un teatro musical, The Dreamers, echar un vistazo a las tiendas de recuerdos y comprar alguna coseja, se capeó bien el temporal, nunca mejor dicho. Y, lo mejor, es que el propio clima, aunque lluvioso ese rato, no era frío, por lo que nos fuimos secando sobre la marcha sin problema y pudimos montarnos, además, repetidas veces en las atracciones de agua tan demandadas los días calurosos, como los Rápidos y las Cataratas Salvajes. Y con las nubes nos libramos también de un día de infernal calor. Vamos, discurrió todo según lo previsto y el rato de lluvia fue un contratiempo que no causó estrago alguno.
Al ser un parque temático, simplemente la deambulación por su interior ya es es un espectáculo de colorido y visión que merece la pena conocer. Está todo ambientado con estatuas, imágenes y símbolos de Warner y, para los que ya peinamos alguna cana, conlleva también un pequeño viaje al pasado donde ese niño que un día fuimos vuelve a sonreír recordando las aventuras del Coyote y el Correcaminos con los míticos explosivos marca Acme, visitando la Casita de la Abuelita donde convivían, de aquella manera, Piolín, el canario más famoso de todos los tiempos y Silvestre, el gato de nariz roja más característico de los dibujos animados de nuestra ochentera infancia o viendo en cualquier rincón al Tío Sam, a Porky o al Gallo Claudio. Por supuesto, todo rincón es visitable y, cuando menos lo esperas, puede aparecer cualquiera de los personajes y agrandarte, aún más, la sonrisa. Para mí que soy un sentimental, fue fabuloso compartir con mi hija y mi hermana los recuerdos de cuando era pequeño mientras estábamos allí. Le iba explicando a Claudia aquellos dibujos animados que yo veía y como sus abuelos (mis padres) me los ponían a mí en un viejo televisor en casa de los abuelos, cuando sólo había dos canales de televisión que se pudieran sintonizar. Así conocí yo aquellos entrañables personajes de la Warner Bros y su serie "Looney Tunes".
Me vienen a la mente, agolpadas, unas quince atracciones en las que mi hija se subió y fue feliz. En algunas de ellas repitió cinco veces (o más) junto con sus compañeros de cole y fijo que no olvidará la excursión: la Captura de Goosamer, Cartoon Carousel, Emergencias Pato Lucas, Piolín y Silvestre Paseo en Autobús, Rápidos Acme, la Aventura de Sooby-Doo, Tom y Jerry Picnic en el Parque, etc. Además, desde hace unos años, estoy haciendo con ella una colección de medallas de esas que se hacen con una moneda de cinco céntimos en una máquina provista de manivela que aplasta y troquela la moneda marcando el metal con alguna imagen y agrandamos la colección con dos nuevas, hechas allí en el Parque Warner. También le compré una sudadera de Scooby-Doo, a Gemma una taza grande de la Hormiga Atómica y para mí cogí un imán para la nevera de mi sempiterno querido Tazmania. También visitamos la casa de Bugs Bunny y por la tarde-noche, justo antes de volver, disfrutamos del desfile conjunto de todos los personajes, incluidos tanto los de la serie Looney Tunes como los de Marvel, con Batman, Robin, Spiderman, Thor, etc. ¡Una preciosidad de jornada! Dejo, como siempre, todo aquí plasmado en el Rincón para cuando relea yo mismo estas líneas y avive los recuerdos de esta vivencia que tanto disfruté con mi familia gracias al AMPA del cole. Claudia ya dice que cuándo vamos de nuevo y yo sigo ensimismado en haber logrado de adulto uno mis sueños de niño: haber visto un lindo gatito. ¡Eso es todo, amigos!