Domingo de Cuaresma en Ciudad Real. Domingo de ensayo con el galeón bondadoso. Llevo disfrutando de estos domingos especiales desde el año 1995 en el que ingresé en su cuadrilla. Es mi hermandad, es mi cofradía, es mi gente y Él es el más grande. Es un momento en el que pararía el tiempo. La perfecta armonía que me une a Nuestro Padre Jesús de la Bondad no tiene límite alguno.
Es mi todo. Es quien recibe mis anhelos, quien escucha mis oraciones, quien me hace mantener la fe, quien me protege y ampara, quien me cuida y guía, quien me brinda su amistad, quien ejerce de Padre y protector. Es, como siempre he dicho, la cara que veo cuando rezo el Padre Nuestro.
Es mi todo. Es quien recibe mis anhelos, quien escucha mis oraciones, quien me hace mantener la fe, quien me protege y ampara, quien me cuida y guía, quien me brinda su amistad, quien ejerce de Padre y protector. Es, como siempre he dicho, la cara que veo cuando rezo el Padre Nuestro.
Nuestro Padre Jesús de la Bondad, Dios bueno de la Flagelación que navega en el barco que el hombre imaginero y artesano hizo para el Pescador de Hombres. Moreno humilde amarrado de manos que no me canso de besar; espalda flagelada que aguanta los latigazos injustos de la existencia de la envidia, el orgullo, la vanidad y la mentira. Latigazos que besaría hasta sanar uno a uno porque se lo merece y porque si existe un Dios verdadero, sin duda alguna, es el que paseo sobre mi cerviz todos los Miércoles Santo cuando el reloj marca las 7 en punto de la tarde.
Bajo Él aprendí a hacerme costalero, a fajarme con las vicisitudes de la vida y a ponerme por costal la cuna de las alegrías que mece los sentimientos de la vida. Quiero ser sus pies todos los Miércoles Santo que Él me lo permita. Es un honor llevar bajo sus trabajaderas 17 primaveras. Más de la mitad de mi vida siendo los pies de Nuestro Padre Jesús de la Bondad. "¡Ahí es ná!" Y así seguirá siendo hasta que sea Él quien me diga basta porque por Él lo doy todo.
Ayer fue un nuevo domingo de Cuaresma en el que me reuní con Él. No hace falta que esté sobre el paso para saber que está. Sólo es necesario sentirlo en la madera que da forma a sus trabajaderas y canasto, quererlo con costal, faja y zapatillas, amarlo a golpe de martillo y volar con Él en cada levantá. Así llevo haciéndolo desde pequeño y así seguiré haciéndolo.
Fue un nuevo ensayo, una nueva oportunidad de darle las gracias por permitirme pasearlo una vez más. Un placer el roce de su madera. Una eterna honra poder decir: Soy costalero de Nuestro Padre Jesús de la Bondad.
Os dejo con algunas fotos que hicimos mi compadre Jesús Laguna y yo del ensayo de ayer. Mi pasión costalera sin límites: El Señor de la Bondad.
Y es que el Jefe, como cariñosamente lo llamamos en la cuadrilla, para mí es El más grande.
¡¡Siempre al Cielo con Nuestro Padre Jesús de la Bondad!!
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