Sueño porque te amo. Te amo porque sueño contigo, amada mía. Y el arte de amar no es amor en ti, válgame la redundancia amatoria, porque tu eres el Amor en sí, Serva la Bari. Tierra de profetas y almóhades, callejuelas de amantes judíos, marineros cristianos que forjaron la técnica costalera en los amarres de tu puerto. ¿Cómo no iba a amarte si para mi eres el espejo donde ha de mirarse cada urbe? ¿Cómo no amarte si por tus calles navega mi súmun de felicidad cofradiera? ¿Cómo no te voy a amar si por tus calles y plazas respiro la gloria embaucada de azahar? ¿Cómo no amarte, te digo, si altanera y altiva es la torre que se eleva hasta tus cielos en Giralda de emociones? ¿Pero cómo no voy a amarte si me das lo que te pido? Un mágico rincón de pavías de bacalao, una cruzcampo fresquita, un cirio y una Cruz de Guía, un cartuchito de adobo, un balcón engalanado, un embrujo de Triana, un recodo macareno, allá un redoble de tambor, acá una voz de capataz, ahora una saeta, otrora una coplita, una tasca, una taberna, unos Claveles, un Quitapesares... ¿Cómo no voy a amarte, Sevilla?
Sviglia de mi corazón y mi alma, sueño porque te amo. Y sueño contigo a cada día. Y soñando contigo envidio el no vivir en ti, pero me siento feliz porque así te echo de menos y siempre vive mi amor por ti. Jamás podré acostumbrarme a tenerte y por eso te amo, porque te añoro, porque te anhelo, porque cuento los días que me quedan para volver a encontrarnos. Porque mi alma sonríe cuando recorre tus calles en primavera bajo flores de naranjo, cuando las recorre en verano huyendo de tu sol ardiente, cuando las recorre en otoño impregnadas de la brisa del Guadalquivir y cuando las recorre en invierno entre blancas humaredas que anuncian Navidad y castañas. Porque mi corazón late con pasión cuando cruzo el Puente de Triana, cuando paseo por la Campana, cuando serpenteo por el Arenal, cuando callejeo por la Judería, cuando visito al Dios del Gran Poder que habita en San Lorenzo, cuando paso por el Arco, cuando contemplo la muralla, cuando me enfrento a la Basílica de la Reina que vive en el Barrio que lleva por nombre el nombre de su nombre: Macarena. ¿Cómo no te voy a amar te repito?
¿Y cómo no voy a amarte si tienes el consuelo de cualquier embargo de pena? Si sólo con contemplar las cinco verdes esmeraldas que de tu pecho penden ya deslumbra la Esperanza. Si basta con respirar por San Luis, Bécquer o la Resolana para respirar el aire puro del Cielo azul como tu vestido de Hebrea. Si me sirve tan sólo con imaginar Tus perfiles en los espejos que escoltan tu Camarín de Reina para calmar mi amargura. ¿Cómo no amarte... si Reinas habrá pero como Tú ninguna?
Y no me canso de decirlo. ¿Cómo no amarte si degustando un serranito charlamos de lo que nos gusta? De cofradías, de fútbol, de carnavales, de jarana y de cerveza fría. Y de costales y de inciensos y de fieles que te rezan Tu oración que brota del corazón y volando va hasta Ti allá por Ponce de León. Cuando sé que voy a verte ya me emociono en Santa Justa. Rey de Reyes que pasea cada Domingo de Ramos por la Híspalis terrenal y celestial, derramando Eucaristía por cada esquina y llegando sus aromas a la tierra donde habito. ¿Cómo no amarte, querida, si en ti vive mi pasión de ojos verdes que predica en Galilea y a la vez en Santa Catalina? Señor de la Cena, Maestro de los Padres Terceros, Niño que nace en la primavera, Divina Mirada al Cielo, Tú eres el Sol que me alumbra desde la calle que esconde esta frase y bendigo al Prioste que tu peana atornilla, porque sólo Tú, Rabí, podías vivir en Sevilla.
Tienes todo lo soñado por mi manera de vivir y de obrar. Dualidad encarnada en magia hispalense. De centro o de barrio. De Macarena o de Triana. De Giralda o de Santa Ana. Del Betis o del Sevilla. De fino o de cervecita. De jamón o de pescaíto. De música o de silencio. De capa o de terno negro. De gloria o de penitencia. Pero Sevilla. Siempre Sevilla. ¿Cómo no amarte si tu nombre me sabe a gloria? Si cuando pronuncio las siete letras que componen tu apelación me vienen a la mente mil recuerdos, mil vivencias, mil imágenes, mil gotas de cera caída, mil paseos por tus rincones...
Y no rehuyo de mi tierra, jamás, eso nunca. Soy manchego y de pura cepa que se dice por estos lares. Pero me identifico tanto contigo, amada mía, que soy hermano de tus cofradías, que vibro con tus verdiblancos colores, que muero por ir a verte, que Santa Ángela me incita a realizarle otra visita, que mi Madre Macarena me aguarda en la Primavera, que por Doña María Coronel pasea mi Señor de la Cena, que en Blanco Cerrillo la ensaladilla y los boquerones, que en Casa Ovidio se piden molletes y croquetas, que en el Patio de San Eloy los serranitos a montones, que en la esquina del Iscariote copitas con los compadres, que en la Isla aguarda ya el adobo rezumante, que en la Campana engalanados los palcos y los balcones, que en el Salvador ya ponen la rampla de mis ilusiones, que eres mi amor y mi delirio, que eres la niña de mis ojos, que eres mi ciudad querida, que me das sin pedirte lo que te he pedido, que eres magia y eres embrujo, que eres deleite y maravilla... Y otra vez te lo digo:
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