Burgos, allí donde reposan los restos de Don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, en la majestuosa e imperial construcción catedralicia bajo el cimborrio, allí donde el Camino de Santiago te hace cruzar el Río Arlanzón y te muestra la primera gran catedral que se erigió en España, allí donde llegué como peregrino y prometí mi regreso y el mismo se ha producido de inesperada manera reafirmando mi promesa de volver a volver, allí donde se fraguó la leyenda que hoy os vengo a contar, allí se encuentra este singular autómata que despierta la curiosidad de grandes y menores cuando el reloj marca las horas. Se trata de un singular personaje que con cada campanada del reloj abre la boca a la vez que mueve con su brazo derecho el badajo que hace sonar la campana y es conocido con el nombre de "Papamoscas". El nombre lo ha adquirido del pájaro "papamoscas cerrojillo" el cual mantiene el pico abierto esperando que las moscas se metan en su boca para servirle de alimento. Es evidente que el refrán "En boca cerrada no entran moscas" está íntimamente ligado a esta especie de ave y a nuestro protagonista en la entrada de hoy. Habéis acertado los que así lo hayáis pensado.
El Papamoscas es una figura de cintura para arriba que asoma sobre la esfera de un reloj que se halla en el primer tramo de los pies de la Catedral de Burgos, sobre el ventanal del triforio a unos quince metros de altura. Viste al estilo cortesano con una casaca encarnada cuyas bocamangas, hombreras y cuellos son de color verde azulado haciendo juego con el cinturón. Sus rasgos son grotescos y a base de cierta intimidación y fealdad despiertan simpatía para quienes conocen su historia. Y si no la conocéis hoy la descubriréis. Vengo a relataros la leyenda de este autómata y cómo llegó a instalarse esta figura en nada más y nada menos que la Catedral de Burgos, sitio que como estaréis pensando no está destinado a la colocación de estas figuras. Yo ignoraba por completo su existencia y la primera vez que supe algo de él fue a través de mi querido Camino de Santiago. En una de las guías mencionaban al Papamoscas como una de las mayores atracciones de la Catedral junto con la tumba del Cid Campeador y la Capilla de los Condestables. Pero no es lo mismo visitar una ciudad siendo un turista, excursionista o viajero que siendo un peregrino cuyo sino depende prácticamente en su totalidad del día de la semana y horarios en que el Camino te lleve allí. De este modo, a mi paso como peregrino por Burgos no pude admirar la Catedral en su interior ni conocer al Papamoscas, cuestión que recelaba en mi mente autopidiéndome volver algún día. Y en cuanto hubo ocasión así lo hice. Y conocí su leyenda. La leyenda del Papamoscas...
Cuentan que el Rey Enrique III llamado "el doliente" por su mala salud, acostumbraba a ir todos los días a rezar a la Catedral de Burgos. Un día durante sus plegarias advirtió la presencia de una bella joven que oraba frente a la tumba de Fernán González, de la cual quedó prendado y cuando ésta abandonó la basílica el monarca la siguió hasta su domicilio para ver dónde habitaba. Esta escena se repitió continuamente y el rey quería declararle su amor pero la timidez que lo embargaba le impedía articular palabra con la joven y cruzar diálogo con ella. Cuando la bella damisela iba a rezar a la Catedral sabía que era observada por el rey y aguardaba la ocasión en que éste le dijera algo. Cierto día cuando la joven se dirigía ya a abandonar la Catedral, al cruzarse con Enrique III dejó caer un pañuelo a su lado esperanzada de recibir alguna palabra del joven rey, quien lo recogió y se lo guardo en la pechera entregando a la joven uno de su propiedad mostrándole una amplia sonrisa, pero todo ello en silencio y sin emitir una sola palabra. La misteriosa joven recibió el pañuelo y siguió su camino pero al salir tras la puerta emitió un desgarrador lamento que retumbó en la Catedral. Al rey se le grabó al rey en el alma y salió tras ella al escucharla pero ya no la encontró. Hizo el recorrido que tantas veces había hecho siguiéndola hasta su casa y cuando llegó se encontró con que aquella hacienda estaba en ruinas. Preguntó a los lugareños y vecinos cercanos y le contestaron que esa vivienda llevaba así tiempo y que hacía años que en ella no vivía nadie pues todos sus habitantes habían fallecido a causa de la peste negra.
Tras aquel día en que se desvaneció la esperanza de la joven de que el rey Enrique III le dijera algo no la volvió a ver. "El doliente" todos los días iba a la Catedral y sus ojos miraban hacia la tumba de Fernán González a ver si veía a la joven orar, pero jamás apareció de nuevo. En su afán por mantener aquella idílica visión de su enamorada y el lamento que emitió y no podía sacar de su cabeza, encargó a un artífice veneciano la creación de una figura que recordase a la joven y que emitiera un sonido parecido al lamento que no podía borrar de su memoria. Pero al artista no sólo no atinó a plasmar el encargo del rey sino que, además de ni acercarse a la belleza que le describió el monarca, lo que hizo fue un grotesco muñecote con unos rasgos perversos e intrigantes que emitía un graznido horrible que años después hubo de silenciarse por lo molesto del mismo. El joven rey en su empeño de mantener el recuerdo de su amor ordenó colocar este autómata en la Catedral, pues de una manera u otra le recordaba la historia de su joven amada.
Y así es como llegó este personaje a la Catedral de Burgos y en ella se hubo de quedar. Lógicamente al contemplarlo y ver su cara nadie puede evocar la historia de un joven rey enamorado y una bella dama emitiendo un suspiro de amor. Para eso está la leyenda. Sin embargo se ha ganado la simpatía, afecto y curiosidad de todos los visitantes a la ciudad burgalesa pues es muy curioso verlo abrir y cerrar la boca cuando da las campanadas. La mejor hora para verlo, sin duda, es a las 12;00 horas, pues es el momento del día en el que más veces abre y cierra la boca. No podía cerrar la entrada sin hacer mención a una de las cancioncillas más populares de nuestro simpático personaje. Y es que muchos de los que hemos observado al Papamoscas dar las campanadas y abrir y cerrar la boca nos hemos embobado en la visión quedándonos también boquiabiertos. Y esta cancioncilla recoge la graciosa escena y dice así:
Cuentan que el Rey Enrique III llamado "el doliente" por su mala salud, acostumbraba a ir todos los días a rezar a la Catedral de Burgos. Un día durante sus plegarias advirtió la presencia de una bella joven que oraba frente a la tumba de Fernán González, de la cual quedó prendado y cuando ésta abandonó la basílica el monarca la siguió hasta su domicilio para ver dónde habitaba. Esta escena se repitió continuamente y el rey quería declararle su amor pero la timidez que lo embargaba le impedía articular palabra con la joven y cruzar diálogo con ella. Cuando la bella damisela iba a rezar a la Catedral sabía que era observada por el rey y aguardaba la ocasión en que éste le dijera algo. Cierto día cuando la joven se dirigía ya a abandonar la Catedral, al cruzarse con Enrique III dejó caer un pañuelo a su lado esperanzada de recibir alguna palabra del joven rey, quien lo recogió y se lo guardo en la pechera entregando a la joven uno de su propiedad mostrándole una amplia sonrisa, pero todo ello en silencio y sin emitir una sola palabra. La misteriosa joven recibió el pañuelo y siguió su camino pero al salir tras la puerta emitió un desgarrador lamento que retumbó en la Catedral. Al rey se le grabó al rey en el alma y salió tras ella al escucharla pero ya no la encontró. Hizo el recorrido que tantas veces había hecho siguiéndola hasta su casa y cuando llegó se encontró con que aquella hacienda estaba en ruinas. Preguntó a los lugareños y vecinos cercanos y le contestaron que esa vivienda llevaba así tiempo y que hacía años que en ella no vivía nadie pues todos sus habitantes habían fallecido a causa de la peste negra.
Tras aquel día en que se desvaneció la esperanza de la joven de que el rey Enrique III le dijera algo no la volvió a ver. "El doliente" todos los días iba a la Catedral y sus ojos miraban hacia la tumba de Fernán González a ver si veía a la joven orar, pero jamás apareció de nuevo. En su afán por mantener aquella idílica visión de su enamorada y el lamento que emitió y no podía sacar de su cabeza, encargó a un artífice veneciano la creación de una figura que recordase a la joven y que emitiera un sonido parecido al lamento que no podía borrar de su memoria. Pero al artista no sólo no atinó a plasmar el encargo del rey sino que, además de ni acercarse a la belleza que le describió el monarca, lo que hizo fue un grotesco muñecote con unos rasgos perversos e intrigantes que emitía un graznido horrible que años después hubo de silenciarse por lo molesto del mismo. El joven rey en su empeño de mantener el recuerdo de su amor ordenó colocar este autómata en la Catedral, pues de una manera u otra le recordaba la historia de su joven amada.
El papamoscas soy yo
y el papamoscas me llamo,
éste nombre me pusieron
hace ya quinientos años.
Desde esta ojiva elevada
contemplo a la gente loca
que corre apresurada
para verme abrir la boca.
Y que contentos me miran
sin cansarse de esperar,
a los listos y a los tontos
los engaño de verdad...
Porque no es el papamoscas
el que sólo hace la fiesta,
Porque no es el papamoscas
el que sólo hace la fiesta,
también los que estáis abajo
y tenéis la boca abierta.
y tenéis la boca abierta.
Y ésta es la Leyenda del Papamoscas, amigos. Espero que os haya gustado y hayáis aprendido una curiosidad más. Si vais a Burgos no dejéis de acercaros a la Catedral a verlo. Y para los más tacañones decir que no hace falta pagar la entrada para verlo, ni tenéis que aguardar a hacer la visita guiada. Al Papamoscas se puede acceder gratuitamente. ¡Ah! Ya que estáis por allí probad la morcilla y las viandas del lugar. Saludos a todos. ¡Hasta la próxima!
Me encanto¡¡¡
ResponderEliminar