Yo no sé si será cierto o no pero dice el refrán que la costumbre hace ley y la ley es para cumplirse. Y los refranes aciertan siempre. Así pues, si ya hace años que gusto de disfrazarme al menos un día en Carnaval, entiendo que con el paso de los años se ha ido convirtiendo en costumbre, la costumbre ha hecho ley y yo, ¡faltaría más!, cumplo la ley. Y para los más desaliñados en esto del Carnaval me atreveré a decir que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento así es que fuese por cumplimiento legal, por costumbre, por tradición, por gusto o por ignorancia, la verdad es que he vuelto a disfrazarme y a celebrar las festividades de las carnestolendas. Que me vestí de Heidi, vaya. Este año no he sacado a pasear mi disfraz de la ilustre fregona (no confundir tal atuendo con la literatura cervantina, por favor) pero sí he sacado a la calle aquel disfraz con el que me ataviaron en mi despedida de soltero hace ya casi un lustro. He vuelto a vestirme de Heidi y para mayor guasa y cachondeo esta vez venían también mi mujer y mi gran amigo Narciso. ¡Ojo! La guasa no es que vinieran ellos, la guasa es que se disfrazaron ambos de Pedro y el Abuelo respectivamente, por lo que el cuadro que formamos era espectacular pudiendo haber pasado a sublime si llegamos a encontrar a Clara y Copito de Nieve. Todo un espectáculo.
Y, claro, como esta Civita Regia en la que Dios me trajo al mundo lo que más disfruto es la llegada de Doña Cuaresma, la fiesta de Don Carnal fui a degustarla a Miguelturra, como viene siendo ley, costumbre o como quieran vuesas mercedes llamarlo. En esa localidad vecina sí que viven el carnaval y tienen afición por el mismo por lo que entremezclarse con sus gentes por las calles hacen que el disfrute sea auténtico. Y allá que fuimos a parar Heidi, Pedro y el Abuelo. Ni que decir tiene que no faltaron los licores espirituosos y los bailes del molinillo, lo que hicieron que Heidi disfrutase soberanamente bajo la afectuoso mirada del Abuelo y algún gruñido de Pedro por desaprobación momentánea. Pero hay que saber que como aquí el que suscribe se disfrazó por imperativo legal y la ley está para cumplirse como antes decía, si ley es disfrazarse, ley es tomarse unos 100 pipers, ¡hombre, por favor! Y así fue.
Entre risas, bailoteos, una copita, otra copita, voy al baño, vuelvo, pon un chispalibre, échame tú el hielo y yo pongo la fanta, otro chispalibre me cabe, incluso dos si son cortitos, otra copita, ahora un chupito, se me ha caído medio pónme otro, arriba, abajo, al centro y para dentro, otro medio chupito se me ha caído en el brindis, vaya tela, pónme otro haz el favor, otra copita y por último hacernos unas fotejos transcurrió plácida y etílicamente la noche. Y tanto transcurrió que cuando nos quisimos dar cuenta ya eran las cinco y media de la mañana, habíamos agotado los licores y era hora de ir o a la carpa a rematar la faena o a casa a roncar en fa sostenido. La carpa no apuntaba maneras pues no había demasiada gente y la cosa se ponía fea, taurinamente era cuestión de puerta grande o enfermería y por los ánimos habidos parecía que iríamos a la enfermería. Entre que entrásemos y saliésemos sería ya al alba y va a hacer ya quince años que dejamos de peinar los veinte. Nuestra hora había llegado y la faena había sido buena. La mejor puerta grande por la que saldríamos sería la de la retirada y por ella optamos. Aplausos no faltaron y Heidi volvió a casa como las cabras que la rodeaban en la montaña, dícese ente trotes y brincos. Fue caer en la cama, retozar haciéndome hueco como habría hecho Niebla en el césped, avisar al Abuelo de que había llegado al hogar y roncar con Pedro al lado. ¡Qué maravilla!
Me gusta a mí cumplir la Ley del Carnaval. Un año más entre ensayos de costal y a caballo entre el ocaso de Don Carnal y la incipiente Doña Cuaresma, damos rienda suelta a la guasa carnavalera. Un poquito no está de más. Me gusta a mí cumplir la Ley del Carnaval. Ya es costumbre. ¿O era al revés? Hasta el año que viene. Así sea.
Me gusta a mí cumplir la Ley del Carnaval. Un año más entre ensayos de costal y a caballo entre el ocaso de Don Carnal y la incipiente Doña Cuaresma, damos rienda suelta a la guasa carnavalera. Un poquito no está de más. Me gusta a mí cumplir la Ley del Carnaval. Ya es costumbre. ¿O era al revés? Hasta el año que viene. Así sea.
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