
Y, claro, como esta Civita Regia en la que Dios me trajo al mundo lo que más disfruto es la llegada de Doña Cuaresma, la fiesta de Don Carnal fui a degustarla a Miguelturra, como viene siendo ley, costumbre o como quieran vuesas mercedes llamarlo. En esa localidad vecina sí que viven el carnaval y tienen afición por el mismo por lo que entremezclarse con sus gentes por las calles hacen que el disfrute sea auténtico. Y allá que fuimos a parar Heidi, Pedro y el Abuelo. Ni que decir tiene que no faltaron los licores espirituosos y los bailes del molinillo, lo que hicieron que Heidi disfrutase soberanamente bajo la afectuoso mirada del Abuelo y algún gruñido de Pedro por desaprobación momentánea. Pero hay que saber que como aquí el que suscribe se disfrazó por imperativo legal y la ley está para cumplirse como antes decía, si ley es disfrazarse, ley es tomarse unos 100 pipers, ¡hombre, por favor! Y así fue.
Entre risas, bailoteos, una copita, otra copita, voy al baño, vuelvo, pon un chispalibre, échame tú el hielo y yo pongo la fanta, otro chispalibre me cabe, incluso dos si son cortitos, otra copita, ahora un chupito, se me ha caído medio pónme otro, arriba, abajo, al centro y para dentro, otro medio chupito se me ha caído en el brindis, vaya tela, pónme otro haz el favor, otra copita y por último hacernos unas fotejos transcurrió plácida y etílicamente la noche. Y tanto transcurrió que cuando nos quisimos dar cuenta ya eran las cinco y media de la mañana, habíamos agotado los licores y era hora de ir o a la carpa a rematar la faena o a casa a roncar en fa sostenido. La carpa no apuntaba maneras pues no había demasiada gente y la cosa se ponía fea, taurinamente era cuestión de puerta grande o enfermería y por los ánimos habidos parecía que iríamos a la enfermería. Entre que entrásemos y saliésemos sería ya al alba y va a hacer ya quince años que dejamos de peinar los veinte. Nuestra hora había llegado y la faena había sido buena. La mejor puerta grande por la que saldríamos sería la de la retirada y por ella optamos. Aplausos no faltaron y Heidi volvió a casa como las cabras que la rodeaban en la montaña, dícese ente trotes y brincos. Fue caer en la cama, retozar haciéndome hueco como habría hecho Niebla en el césped, avisar al Abuelo de que había llegado al hogar y roncar con Pedro al lado. ¡Qué maravilla!
Me gusta a mí cumplir la Ley del Carnaval. Un año más entre ensayos de costal y a caballo entre el ocaso de Don Carnal y la incipiente Doña Cuaresma, damos rienda suelta a la guasa carnavalera. Un poquito no está de más. Me gusta a mí cumplir la Ley del Carnaval. Ya es costumbre. ¿O era al revés? Hasta el año que viene. Así sea.

Me gusta a mí cumplir la Ley del Carnaval. Un año más entre ensayos de costal y a caballo entre el ocaso de Don Carnal y la incipiente Doña Cuaresma, damos rienda suelta a la guasa carnavalera. Un poquito no está de más. Me gusta a mí cumplir la Ley del Carnaval. Ya es costumbre. ¿O era al revés? Hasta el año que viene. Así sea.
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