Ya tocaba hacer una escapada de este estilo. Sobre todo por Gemma que no ha tenido vacaciones este año pues es una trabajadora nata y se sacrifica mucho por defender su actividad laboral. Como si un duende mágico nos avisase de que este año no tendríamos vacaciones en común decidimos en Mayo irnos tres días a conocer El Rocío y Matalascañas. Acto seguido no hemos logrado tener unos días de descanso juntos en todo el período estival. De este modo, en el mes de Septiembre decidimos planear un viaje que nos sirviera de desahogo, de mini vacaciones conjuntas y de escapada a ver lugares del mundo que nos gustaría visitar juntos. He de decir que yo tengo la fortuna de haber viajado mucho en mi juventud y haber visitado muchos sitios, pero me gusta regresar a ciertos lugares y disfrutar de los mismos con la fantástica mujer que tengo de compañera en la vida. Gemma siempre me ha dicho que existen ciertos monumentos en el mundo que ella quería conocer y que, aunque yo ya hubiera estado antes, alguna vez estaríamos juntos. Y, evidentemente, así lo estamos haciendo. Uno es el Empire State sito en Nueva York, otro es la Torre Eiffel de París y el otro la Fontana de Trevi en Roma. El Empire lo conocimos juntos en nuestro viaje de novios en el año 2011, la Torre Eiffel ya la conozco pero planea por nuestras mentes para un futuro a medio plazo el viaje juntos y la Fontana de Trevi, cumplidora de sus leyendas, aceptó la moneda que le eché hace veinte años y por ello he vuelto, acaba de ser conocido por los dos en común. Un viaje precioso por Roma.
Personalmente elegí ese destino porque quería que Gemma conociera lo que yo llamo un Museo en la calle. Roma es digna de ser visitada. Es una magnífica convivencia de lo nuevo con lo antiguo y entre la marabunta actual, el tráfico y los edificios nuevos, siguen destacando los vestigios del que fue el mayor imperio del mundo.Yo la recordaba con mucho cariño desde que estuve hace dos décadas y quería rememorar vivencias, volver a ciertos lugares y disfrutar todo ello con mi chiquitilla del alma. Además surgió la posibilidad de ir con nuestros amigos José Ramón y Mar, casados este mismo verano, y con ganas de conocer ese destino, lo que hacía el viaje más atractivo aún. Ninguno de los cuatro, salvo yo por fortuna y casualidad, conocía Roma y el reclamo de la ciudad es enorme tanto para veteranos como para noveles: San Pedro Vaticano, la Plaza Navona, el Coliseo, la Boca de la Verdad, San Juan de Letrán, la Escala Santa, la Plaza Venecia, el Circo Máximo, el Palatino, el Foro, la Plaza de España, el Castillo del Santo Ángel, el Barrio del Trastévere, Santa María la Mayor, la Plaza Venecia, el Teatro Marcelo, el Panteón de Agripa, la Fontana de Trevi, el Moisés de Miguel Ángel, etc. Así pues fuimos dándole forma al viaje y nos decidimos a hacerlo con cierto margen de tiempo para llevarlo todo bien organizado.
Ha sido un viaje justo y cabal. Hemos exprimido al máximo para visitar y conocer todos los monumentos y atracciones posibles. Hemos disfrutado de tres visitas guiadas de las que hemos aprendido mucho. En dos de ellas, la ruta por el centro de Roma y la ruta del Foro, Palatino y Coliseo, coincidió que nos tocó el mismo guía, sin duda una persona entrañable de las que disfruta con su trabajo y se entusiasma con ello, ganándose al público y sumergiéndote en las profundidades de la historia que va narrando. Romano de nacimiento, arqueólogo y numismático, trabajó unos años en España y es afable y simpático. Un abrazo, Vicenzo, estés donde estés. Del mismo modo un recuero a Marisa, la otra guía que amplió nuestros conocimientos sobre los Museos Vaticanos, la Capilla Sixtina y la Basílica de San Pedro. Muy correcta también. Inolvidable también la aventura en la que nos embarcamos nosotros mismos: la subida a la cúpula de San Pedro. 551 escalones en total los cuales se pueden subir todos a pie o subir los primeros 231 en ascensor y los últimos 320 andando. Vamos, que de los 320 escalones a pie no te libras sea como sea si lo que quieres es coronar la cúpula. Pero merece la pena y mucho. La experiencia es genial y las vistas de la ciudad desde el punto más alto del Vaticano son una gozada.
En definitiva ha habido tiempo para todo. Hemos visto muchas cosas, pero muchas. He conocido lugares que no conocía, he revivido momentos de hace mucho tiempo, he sido feliz con mis compañeros de viaje, hemos reído, nos hemos emocionado, hemos caminado y hemos disfrutado de la gastronomía de la ciudad. Un viaje muy completo en el que todo ha salido bien y que repetiría sin pensarlo. Y no podía sino mencionar a mi amigo Don Joaquín con el que conocí la ciudad de Roma. Jamás imaginé entonces que sería él quien me casase y quien bautizase a mi hija. Y mucho menos podría suponer en aquel momento que volvería a subir la Escala Santa de rodillas, como él me enseñó, teniéndolo muy presente y recordando tantas y tantas cosas que me han ocurrido durante todos estos años. La escapada ha sido precisa, certera, aprovechada y productiva. Y siempre se dice que un viaje no termina hasta que se elige destino para el siguiente. A ver, en Milán ya he estado un par de veces (una con Gemma) pero tengo la espinita de no haber visto todavía la Última Cena de Leonardo da Vinci y, además, podemos aprovechar y ampliar viaje a Florencia y Venecia. No sería mala una nueva ruta por Italia. Y por otro lado, París se forja y erige como fuerte candidato a la próxima escapada europea. Veremos a ver qué ocurre cuando sea el momento pero creo que las bases para cerrar el viaje de Roma y empezar otro están sentadas. ¡Ciao bellos!