viernes, 8 de noviembre de 2024

TANTAS VECES LO HE VIVIDO...

Por lo general las cosas son cíclicas. En el fútbol también, evidentemente. Y lo he vivido tantas veces que ya no me sorprenden ciertos tiempos. Es más, se les ve venir y se sabe que volverán. No digo por ello que no sean molestas algunas situaciones cuando llegan, sino que, como se sabe que van a llegar, cuando llegan se asimilan de otra manera. ¿Me entendéis ya por dónde voy? El Real Madrid viene de una época dorada donde ha ganado un montón de títulos e, incluso, varias champions al trantrán, como si no costase nada hacerlo, con peor plantilla que otros equipos y jugando con un estilo indefinido totalmente. Cuando se inició la era post-Cristiano, tras ganar la Liga de Campeones tres veces seguidas, nadie daba un duro por volver a ganar la orejona hasta que pasasen unos cuantos años y, sin embargo, Benzemá, se hizo con el timón y, a base de remontadas inéditas y eliminar a los mejores equipos de Europa, el Real Madrid volvió a ser campeón sólo un par de años después. Bueno, los milagros ocurren de vez en cuando. Pero es que hay más. Dos temporadas después, ya sin Benzemá en la plantilla y con las risas de todo el antimadridismo por el fichaje de Joselu como delantero centro y la lesión de Courtois para casi todo el año, otra vez y como si fuera algo normal, lógico y carente de esfuerzo, el Real Madrid volvía a ser campeón de Europa ganando la champions por quinceava vez (con varios y definitivos goles de Joselu y con varios y definitivos paradones de Lunin). Increíble. Una vez puede ser, dos también, tres ya es milagroso como antes decía, pero cuando son una y otra y otra y otra y otra no es casualidad. Y que eso desemboca en caída, también es una realidad. Y, final, ocurre.

Era imposible mantener esa estela por más que la afición merengue creyésemos estar acostumbrándonos a ella. Los que llevamos ya muchos años disfrutando del fútbol, lo sabíamos. Ya lo hemos vivido muchas veces. La plantilla se sacia, el entrenador se relaja y la directiva cree que va todo sobre ruedas. Se hace una planificación regular, se gana algún partido solo porque "somos el Real Madrid", llega el primer empate ramplón, no se quiere ver la realidad, se hace un fichaje estrella y con ello se quiere tapar lo demás y elevarlo a salvador, llega el segundo empate, hay un fogonazo fugaz de orgullo blanco, aparece la primera derrota en casa, te pinta la cara el eterno rival, empieza el runrún en la grada, otro destello por mero amor propio y empuje, te meten varios goles en el Bernabéu, llega la segunda derrota, la situación no mejora, llega la tercera, la afición se harta y ya, por fin, tras varios descalabros que se veían venir a la legua y se evitaba mirar hacia ellos, la realidad se hace patente y se instala. Fin de la época en la que se ganaba todo por merecimiento y luego por inercia. Y cuanto antes se interiorice, mejor. Suele ocurrir. Cuando se gana todo, absolutamente todo, por más que se quiera seguir manteniendo la tensión, la relajación llega a todos los rincones: cuerpo técnico, vestuario y gerifaltes. Se trata a los rivales incluso con menosprecio y pasa lo que pasa. Y ante ello, siempre, siempre, siempre, hay un sector que no perdona y quiere que el equipo esté siempre dando la cara: la afición.

¿Cómo le explicas tú a un aficionado de pro, de esos que defiende el escudo por donde va, de esos que proclama tu nombre por el mundo, de esos que las palabras "Real Madrid" las lleva grabadas en el corazón y alma que una temporada debe ser de transición porque ya toca por no haberlo querido ver en su momento? Pues no. Inexplicable. El aficionado exige. Y con razón. Porque es el que va al campo. Porque es el que paga el abono. Porque es el que se ilusiona con los fichajes. Y por que es el que en el bar da la cara por los suyos mientras la plantilla, forrada de oro, se pasea por el estadio sin actitud ninguna. Y ahora, ¿qué hacemos? ¿Culpamos a Ancelotti de mala gestión de la plantilla? ¿Culpamos a Florentino por no fichar y reforzar los puestos débiles? ¿Culpamos a los jugadores por falta de contundencia y piernas? Ahora nos toca tragar y comernos a Lucas Vázquez en el lateral porque no hay otro. Y saber que la culpa es de todos los dichos. De todos menos nuestra, de los aficionados. Y encima somos quienes sufrimos la situación. Tantas veces lo he vivido... Por eso sé ya capear estas rachas. Hay que empezar a remar de nuevo y tener algo más de paciencia, pero ya con el cuchillo entre los dientes. Y si no cambia nada drásticamente y en breve, adiós y gracias a quien proceda. Nada ni nadie por encima del escudo. Anda que no se ha ido gente ya en nuestra historia y hemos seguido... Di Stefano, Paco Gento, Santillana, Juanito, Hierro, Raúl, Ronaldo, Casillas, Cristiano, Benzemá, ¿sigo? El Real Madrid siempre vuelve. Siempre. Esa es su grandeza y esa es la exigencia de la afición. Sabíamos todos que este momento iba a llegar. No lo neguemos. Claro que lo sabíamos. Pues ahora a seguir. Yo siempre digo que quiero al Real Madrid hasta en las victorias. Sí, lo que le leéis. Lo quiero hasta en las victorias porque es lo fácil. Lo jodido es quererlo ahora en los baches. Pues estos son los bueyes y con ellos hay que arar...

Lo dicho. Ahora hay que seguir y volver a la senda del triunfo, sea como sea, pero con cabeza y sentido. ¿Que ganamos un partido de liga jugando mal y con un gol de rebote? Pues no es lo que queremos, pero son tres puntos y una victoria que lo mismo sirve para que la plantilla vuelva a empezar a coger confianza y para ponernos arriba en la tabla. Ya nos encargamos en la grada de ser jueces y de silbar a Tchouameni por su falta de conducta y nos encargaremos de aplaudirle si pone empeño y corta un balón con orgullo. En el templo se ha silbado a leyendas como Zidane. Ojo. Saben los once que están sobre el verde que si la afición no confía en ellos, malo. Y saben también que si se ganan la confianza, aunque sea de manera ramplona, los llevamos en volandas hasta que llegue la excelencia de nuevo. Juntos. Ya lo dijo el futuro balón de oro. Porque llegará y os callará como ha hecho muchas veces ya. También lo he vivido en varias ocasiones. Y Bellingham volverá a marcar. Y Mbappé nos regalará algún hat trick. Y llegarán caras nuevas. Y si entremedias hay que cargarse alguna vaca sagrada, pues es lo que hay, sea del cuerpo técnico, sea de la plantilla. Y si mientras tanto caemos en alguna eliminatoria, pues hacemos hambre para la próxima. No se puede estar siempre en el triunfo, pero sabemos (y lo sabéis los antis) que tampoco estamos siempre en la derrota. ¿Que se veía venir? Pues claro. Pero que el Real Madrid resurge y te mata. También. Preguntadle a Guardiola, bien lo sabe. 1-2 en el minuto 89. 3-2 en el minuto 92. Y hace poco, al Borussia Dortmund. 0-2 al descanso. 5-2 al final. Cosas que sólo hace el Real Madrid. No tratéis de entenderlo. Me esperaba este bajón. Disfrutadlo. Y aguardo el nuevo subidón. Lo sufriréis. Es puro Real Madrid. Tantas veces lo he vivido...

miércoles, 23 de octubre de 2024

EL MESÓN GALLARDO VIZCAÍNO

Quien no lo conozca y no sepa del mundo quijotesco y cervantino, al escuchar este nombre, creerá que dan título al mesón más conocido de Almodóvar del Campo (Ciudad Real), los apellidos de quien fuese su fundador o de quien ahora lo regenta. Pero no. Nada tiene que ver. De hecho, ambas palabras son un adjetivo y un lugar de procedencia. Asombroso, ¿verdad? Pues sí. El "gallardo vizcaíno" es un personaje que sale en la obra cumbre de la literatura universal, un atrevido bilbaíno que libró batalla con nuestro querido hidalgo Don Quijote de La Mancha. De ahí el epíteto de "gallardo", referido a su forma de actuar y el adjetivo "vizcaíno", en cuanto a la tierra de donde provenía. De hecho, en la segunda parte del volumen de Cervantes, el capítulo IX se titula "Donde se concluye y da fin a la estupenda batalla que el gallardo vizcaíno y el valiente manchego tuvieron". Y aclarado el origen del nombre del mesón, hoy vengo a contaros algunos secretos que esconde el mismo y que entiendo que no son lo debidamente conocidos que debieran serlo por lo que allí se encuentra. Huelga decir que el sitio ya merece la pena ser conocido simplemente por sus hechuras, ancladas en las estructuras y génesis de una antigua bodega, donde aún se conserva el pavimento hecho a base de baldosas de barro cocido, sus hogares para cocinar a la lumbre escoltada por dos poyos laterales e, inclusive, lo que es para mí la joya de la corona, la cueva donde, muy seguramente, en su día se alojase el mismo Miguel de Cervantes. El especial aura que rodea el lugar ya convierte en inolvidable su visita. Todo rincón tiene algún decorado que desprende recuerdos de pura mancheguía, cosa que no es de extrañar en un enclave sito entre la Venta de la Inés y la frontera natural de La Mancha que ofrece el Valle de Alcudia.

Mucha gente va a comer al mesón porque gusta de sus viandas tradicionales como migas, gachas, tiznao o caldereta, pero no es consciente o no sabe que allí se encuentran verdaderas joyas. Y no hablo ya de la estancia o no de Don Miguel en tal lugar, cosa prácticamente acreditada documentalmente, puesto que sí que es sabido y acreditado que residió en Almodóvar del Campo, entre los años 1599 y 1601. Hablo de que entre sus paredes se cobijan libros antiquísimos, algunos de ellos casi incunables, con siglos de historia a sus espaldas. Una colección de distintas ediciones del Quijote, de todo tipo de tamaños, idiomas y encuadernaciones que es posible visitar. Encontrarse frente a frente con libros que datan de los años 1625 en adelante ya es de valorar para quien sepa degustar esos viajes en el tiempo. Y, claro, si te encuentras con dicha colección en un enclave tan cargado de historia como es el entrañable mesón, pudiendo incluso acariciar con las manos algunas de esas obras, con una decoración y mobiliario que te hace llevar la mente a aquellos tiempos y sabiendo que el propio autor se encontró en ese mismo lugar desde el que tú estás contemplado todo ello, la satisfacción y disfrute por hacerte y sentirte partícipe de la propia historia es descomunal. Y eso es uno de los grandes secretos desconocidos que se encuentran en tal sitio. Pero hay más. También a la vista. También con enorme carga de historia, valor y arte. Varios secretos más. Y no pequeños...

En el Mesón gallardo vizcaíno (sin mayúsculas, ya saben vuesas mercedes el por qué), se escoltan el pequeño comedor privado y la propia sala donde se encuentra expuesta la colección de libros, nada más y nada menos que por verdaderos cuadros de Palmero, pintor natural de Almodóvar del Campo que se hizo fuerte en su pueblo y desplegó fecundamente en el mismo su arte. Don Alfredo Palmero de Gregorio, conocido como el maestro Palmero, del que vienen ya otras dos generaciones de pintores (su nieto Alfredo continua a día de hoy la actividad en Barcelona) y quien tuvo como enseñantes, entre otros, a Julio Romero de Torres y Sorolla, realizó muchas obras inspiradas en personajes cervantinos, existiendo varias, evidentemente, dedicadas a Don Quijote y a Sancho Panza. Pues algunas de ellas, asombrosas y con una transmisión enorme, se encuentran también allí en el mesón, precisamente en la sala donde están los libros. Y una, valiosísima y con singulares características, como el estar pintada en un gran caparazón de galápago y recoger uno de los momentos en los que Cervantes menciona el sitio de Almodóvar del Campo en el Quijote, preside el salón comedor. ¿Cómo os quedáis? Ya os he dicho más arriba que el mesón esconde una cantidad de secretos que ni son lo sabidos que debieran serlo, ni se aprecian con el valor que los mismos desprenden. Admirar a escasos centímetros cuadros verdaderos de Palmero donde quedaron captados a la perfección los rasgos de locura de Don Quijote, sus ensoñaciones, sus divagaciones y su mente ida y atrapada en las aventuras de caballería es un auténtico disfrute para toda persona que mínimamente sepa lo que está contemplando. Y recordad que todo ello está en un enclave que rezuma historia y mancheguía. La sensación es indescriptible.

Finalmente, accesible mediante una escalera existente en lado izquierdo de la sala que hace la suerte de exposición, en planta sótano se encuentra la cueva. Es latente que en ella hubo de estar Don Miguel de Cervantes Saavedra. Tanto es así que tras la mesa y butaca ubicadas como escritorio hallamos un cuadro que dice: "Usted está en Almodóvar del Campo. Cervantes ya estuvo aquí de MDIC a MDCI y vivió en la calle Posta de Almodóvar del Campo". Dan un aire de realismo total a la estampa el viejo mobiliario, la iluminación a través de lámparas de aceite, candiles y velas, libros de enorme antigüedad y unas estatuillas de madera de Quijote y Sancho que ayudan a imaginar al maestro literato narrando su obra. Quien accede a dicha cueva y contempla todo ello, disipa toda duda que pudiera albergar en cuanto a las historias que le hayan contado sobre tal lugar antes de visitarlo. Y si además se sienta en la vieja butaca se sentirá como el propio Cervantes y notará a Rocinante galopando por sus venas mientras Rucio trota alegremente por su interior. Es imposible, se ame o no a La Mancha, no salir de tal visita con el alma llena al descubrir todos los secretos que alberga el mesón y que, no me cansaré de decirlo, ni son conocidos ni valorados debidamente. Bien merece tal lugar una excursión y contemplar en persona todo lo que conlleva el viaje hacia atrás que desprende el lugar. El Mesón Gallardo Vizcaíno (ahora sí, en mayúsculas porque es un regalo para quien lo descubre), es un verdadero tesoro. Resta dar las gracias a José Alarcón, gerente del lugar, por su amabilidad, cercanía y paciencia para con todo visitante, abriendo las puertas ocultas del mesón y mostrando sus secretos. Tenéis alicientes de sobra para acercaros a visitarlo. ¡Ah! Y un último secreto: allí hacen las mejores migas de toda La Mancha. ¡Ya estáis tardando en ir!

martes, 15 de octubre de 2024

UNA LEYENDA DEL GRAN PODER

Traigo hoy una leyenda de esas que me gustan por su mezcolanza cofrade de misterio y fe, por el regustillo dulce que deja al leerse y porque todo aquel que cuando la conozca vaya por la Placita de San Lorenzo y pase a verlo, sabrá que por algo su nombre es Gran Poder. La verdad no recuerdo como llegó a mí o yo a ella, pero es de las historias que me gusta recordar a solas en las tardes otoñales, cuando la luz del sol despide cada día a candilazos cada vez más apagados y la lluvia cae mansamente dejando las calles brillantes por el agua. Mi mente, automáticamente, imagina esa climatología pero ya en los meses primaverales, cuando los días se diferencian de los de otoño porque el verde va ganado la batalla al despoblado y al marrón, las flores están a punto de reventar en olor y el sol va ganando minutos con una luz cada vez más fuerte. Y como el tiempo es imprevisible e indómito, ocurre que, nefastamente, en alguna noche abrileña o tardía de marzo, cuando debería tener lugar la madrugada más anhelada del año, el cielo se torna de un color grisáceo con mal agüero y cuando las negras siluetas de los nazarenos del Gran Poder comienzan a aglomerarse por allá donde nació Gustavo Adolfo Bécquer y el Señor caminará silente, aparece la lluvia y se lleva por delante la espera más esperada. Justo entonces es cuando toma más sentido esta leyenda y nos recuerda que lo creamos o no, Él, está entre nosotros...

Así pues y fiel a mí mismo y a lo dicho antes de que no recuerdo cuándo ni cómo la conocí, prometo transcribirla de acuerdo a como yo la supe. Inclusive con el apunte que yo leí, el cual decía que no se sabía muy bien si esta hermosa narración del Gran Poder era historia o leyenda, pero que si ésta última es la relación de algo maravilloso, habrá de calificarse así porque admirable es. Sucedió cuando la Hermandad del Gran poder envió a los hermanos que, como todas las tarde noches del Jueves Santo, acuden a pedir la venia a la Hermandad de la Macarena, para precederla en la Carrera Oficial en la madrugada del Viernes Santo en cumplimiento de la Concordia. Ya se sabe por los cofrades que desde la intervención del Cardenal Spínola se reanudó y ratificó el acuerdo entre ambas hermandades para que así fuese, pues aunque existía desde siempre, se rompió en 1902. Por ello, todos los años en Semana Santa, cuando empiezan a confundirse el Jueves Santo con el Viernes Santo, al filo de la noche, una diputación de hermanos del Gran Poder debe personarse en la Basílica donde habita la Esperanza y solicitar venia para procesionar por Carrera Oficial precediéndola. Y la corporación de la Macarena debe concedérsela siempre. Así quedó dispuesto y así se cumple. Pues bien, una noche cuando el grupo de nazarenos del Gran Poder ya había cumplido su labor y se dirigían hacia San Lorenzo, ocurrió.

La comitiva volvía andando y uno de los nazarenos caminaba con dificultad. Cada vez le resultaba más complejo caminar y el resto de integrantes del grupo temían demorarse mucho en llegar a la Basílica del  Gran Poder y que este hermano no pudiese incorporarse debidamente a las filas de la cofradía antes de que ésta iniciase su salida del templo. Y para colmo de males, comenzó a llover. Eso dificultaba aún más el poder apretar el paso y como guardaban la norma del silencio ni siquiera podían preguntarle al hermano que tenía el problema qué le ocurría. A base de volver la cabeza y mirarle varias veces descubrieron la causa de su andar irregular: se le había roto una sandalia. Los adoquines y el asfalto mojados desaconsejaban totalmente prescindir de ellas y continuar el recorrido descalzo. Los esfuerzos que hacía el nazareno para intentar caminar ligero eran en vano y la lluvia arreciaba cada vez más. El grupo optó por irse resguardando bajo los árboles hasta alcanzar unos portales en la Alameda de Hércules, donde finalmente se detuvo. Era noche cerrada y la festividad del día, la hora avanzada y la inclemencia del tiempo habían dejado la zona desierta de público. El grupo de nazarenos del Gran Poder se encontraba sólo en una zona solitaria y apagada. 

En esas, un hombre muy moreno, salió de las sombras y huyendo de la cortina de agua que caía llegó a resguardarse a su mismo portal, poniéndose acurrucado a la vera del hermano protagonista de esta historia. Observándolo le dijo: "Tiene una sandalia rota, ¿quiere que se la arregle?". El nazareno asintió con la cabeza. En el acto, el hombre, de manos grandes y huesudas, extrajo de su bolsillo una larga aguja de zapatero y un carrete de hilo y haciendo gala de rapidez y destreza reparó rápidamente la sandalia. Luego se agachó, tomó el pie descalzo, lo limpió con sus propias manos, lo introdujo en la sandalia y la abrochó. Como sombras que se proyectasen desde las paredes, inmóviles, asistían a la escena el resto de nazarenos negros que formaban la diputación de venia. El zapatero actuó rápido. Todo era deprisa pues la hora en que la cofradía debía reunirse era inminente. No se le veía el rostro. El pelo, negro y crecido, estaba mojado y alborotado en ondulaciones incipientes. Las manos actuaron con precisión. Cuando se incorporó todos dejaron de mirarle y dirigieron su mirada hacia el poseedor del calzado recién reparado. Éste dio unos cuantos pasos y comprobó la calidad del trabajo realizado. Sonrientes bajo sus antifaces y prácticamente todos al mismo tiempo se volvieron a mirar al hombre al que no sabían cómo agradecer su ayuda. No lo hallaron. No estaba. La Alameda seguía solitaria. Miraron al momento por las calles cercanas y también estaban vacías. Y había dejado de llover. Dicen que aquella noche el Gran Poder salió a las calles...

jueves, 26 de septiembre de 2024

MI CAMIÑO INGLÉS

Sabía que algún día te recorrería, pero no sabía cuándo. Tú, querido Camino, en tu magnificencia adquirida por el respeto y experiencia (y quizás idolatría por algunos) por el paso de los años, habiéndote convertido en verdadero espíritu notable, estoy convencido de que sí sabías cuando sería. Te tenía en lista igual que al Primitivo o la Plata, pero quizás el devenir de las última gran llegada a Santiago de Compostela aceleró la situación. Era el verano de hace tres años cuando completamos, ya sabes tú, Camino, de quién hablo, la última gran aventura, aquella que se inició en 2018 en el Somport francés sólo por quince peregrinos y, únicamente tres de ellos, cruzamos finalmente el arco de piedra que a través de una escaleras llega al corazón del Obradoiro, el día 14 de Agosto de 2021. Fue duro, muy duro y ya nada volvería a ser igual. Digo la verdad al reconocer que por entonces no sabía que tú, Camino Inglés, serías el elegido para ello dos estíos después. Quedaba todavía por recorrer el Camino Esotérico, el Epílogo, el del verdadero Ultreia et Suseia. Y así alcanzando las aguas del Atlántico en mi querido Finisterre comenzaste a tomar forma. Todo se había cumplido y la despedida que él merecía no podía ser cualquiera. Más de dos mil kilómetros recorriéndote lo hacían digno de llegar a los restos del apóstol de nuevo a son de gaita y avanzando con sus botas paso a paso, conmigo a su vera. Por eso, aquel 15 de Agosto en el tren, de vuelta a casa opté por ti, un camino pequeño, con distancia asequible, con etapas que yo pudiera achicar o ampliar a mi antojo y que le regalase a él, con su debido esfuerzo, la compostela final. Tú seguro que lo sabías, truhan. Me niego a creer que no. Y te convertiste en el elegido para ello. Ya desde ese momento fuiste especial, muy especial, Camino Inglés. 

Podía haber sido el sempiterno Camino Francés que tanto amamos. Un mero Sarria-Santiago, como cuando y donde todo empezó, pero él, peregrino ya muy experimentado y avezado, merecía alcanzar otro objetivo y descubrir nuevas etapas, si bien todo ello ya adaptado a su posición sobradamente ganada. El Camino Inglés quiso el destino que fuera. Sé que, tras haber recorrido varias veces el gran camino, haber subido tres ocasiones O Cebreiro, llegar exhausto a Foncebadón un par de veces y cruzar las tierras del Cid entre polvo y sudor, no le habría importado ser un "sarriero", pues sabe de sobra que el Camino no son sólo los últimos cien kilómetros (aunque en algunos casos sí lo sea) y, como cierre, le habría gustado volver a ver las lareiras de Sarria, entrar en Portomarín subiendo la escalinata de piedra, dormir en el Albergue Benito de Palas de Rei, alcanzar Arzúa tras parar en Leboreiro, Furelos y Ribadiso, caminar entre altos eucaliptos rumbo a Pedrouzo y volver a pasar por el verdadero Monte do Gozo para un rato después contemplar de nuevo la gran fachada catedralicia de Santiago de Compostela. Habría sido para él un dulce final, pero conocía íntegros el Francés, el Portugués, el Aragonés y la prolongación a Muxía y Fisterra. Quedabas tú, Camino Inglés. Era un gran aliciente que por donde discurren tus etapas no habíamos estado, así es que podríamos conocer también, además de recorrerte, las calles de Ferrol, Neda, Fene, Pontedeume, Miño, Betanzos, Presedo, As Travesas, Mesón do Vento y Sigüeiro. Ya te digo que eras (y fuiste y serás) especial. Quiso tu espíritu y el del mismo Santiago que así fuera. Y así fue. Con la incógnita y regalo final de no saber por dónde entraría el Camino Inglés a la Praza do Obradoiro y, descubriendo sobre la marcha, que comparte sus últimos metros, literalmente, con su hermano el Camino Francés, lo que nos dio un regustillo sentimental añadido y nos hizo recordar en ésta, su última vez, como fue aquella, nuestra primera vez.

En el mes de Junio comencé a fraguar cómo y dónde serían las jornadas y los descansos. Y ya iba tarde. Me avisaron peregrinos que te conocían que no eras como el Francés y que estás "formándote" ahora y no hay tantos alojamientos ni opciones como puede haberlos en los finales del dicho Francés y del Portugués. Me agarré al emblemático D.A.Y.S.I. (Dios, ayuda y San Iago) de los peregrinos medievales y tracé los itinerarios y días confiando en que si algo se torciera, "Santiago proveyera". Y así, intentando tener garantizada cama y ducha cada día y no empezar ni terminar en los puntos más comunes, diseñé las etapas. Y me salieron Ferrol - Fene, Fene - Miño, Miño - Presedo, Presedo - Mesón do Vento, Mesón do Vento - Sigüiero y Sigüeiro - Santiago de Compostela. Y como mi querido Camino Inglés era especial hubo Santiago que proveer y, finalmente, las jornadas fueron esas pero las pernoctaciones sufrieron un cambio y de Presedo retrocedimos a Betanzos (pasando por Abegondo) y nos vino bien para conocer tan precioso pueblo gallego y descansar de buena manera y, al alba, retomamos de nuevo el camino donde lo habíamos dejado y continuamos persiguiendo flechas amarillas hasta un mágico lugar que todo peregrino de estos lares conoce y recomienda por ser "puro Camino": Casa Avelina. Eso nos recompuso por dentro la irritación de haber llegado el día antes a cierto albergue público y encontrarnos sin plaza porque no había hospitalero y se habían aceptado "reservas". Dentro del Camino también hay "antiCamino", los peregrinos experimentados me entenderán. Más "Casas Avelinas" y menos "chanchullos en albergues tradicionales".

Como siempre, todo Camino deja algún lunar, pero jamás, por grande que sea, oculta el verdadero regusto y poso eterno que regala la Ruta Jacobea. Así, paso a paso y sabiendo que serían los últimos para él, fuimos llegando a Santiago de Compostela. La sensación de esa última etapa la conozco bien. La extraña mezcla de la alegría por haber alcanzado la meta una vez más y la tristeza por acabar la aventura. Y en esta ocasión, querido Camino Inglés, sabiendo que el propio fin era recorrerte has sido muy especial, no me canso de decírtelo. Te has convertido en origen, principio, fin y epílogo. Te has erigido como presentación, nudo y desenlace. Y te digo que tú lo sabías, pero yo no. Sabía que serías distinto, Camino Inglés. Has puesto un punto y final en mi vida y un punto y aparte en mi tránsito. Ha acabado todo como empezó, abrazados en el Obradoiro y llorando. Así lo fue en el año 2010 y así lo ha sido durante estos casi quince años que el tiempo, impasible e indetenible, me ha dejado disfrutar con él. Ahora te contemplo y no sé cómo serán mis llegadas sin tenerlo a mi lado. Surgió inesperado un pequeño Sarria - Santiago y se convirtió en un siguiente Ponferrada - Santiago. De ahí nació el primer tramo del primer gran Camino: Saint Jean pied de Port - Santo Domingo de la Calzada. Al año siguiente, desde donde cantó la gallina después de asada hasta León y, al otro, desde la Pulchra Leonina hasta tus altas y pardas torres de nuevo. Conocido íntegro el gran Camino Francés nos iniciamos en el Camino Portugués y, al concluirlo, ya éramos abuelo y padre y estaba en Santiago mi hija esperándonos. Soñó con el Somport y el Camino Aragonés y allá que fuimos. De nuevo desde los Pirineos hasta Santo Domingo, León y Compostela. Nuestro segundo gran Camino. Restaba el epílogo, su ansiado Camino Esotérico. Y también lo recorrimos desde la propia Praza do Obradoiro hasta el faro y las aguas de Finisterre, pasando por Muxía, claro está, para completar el triángulo mágico. Un pequeño tramo de Pamplona a Logroño no podía ser la despedida, pero también lo caminó. Y, terminando como debía, llegando a Santiago de nuevo, completó el Camino Inglés sabiendo que sería su última noche en un albergue. Rindo honores a mi padre sabiendo lo que ha sido capaz de hacer. Es su punto final como peregrino y el mío a caminar con él. Los años dan lo que dan. Más de dos mil doscientos cincuenta kilómetros caminando juntos. Te quiero, papá. Has sido y eres grande.

martes, 10 de septiembre de 2024

SE ME FUE OTRO AGOSTO

Todos los años lo aguardo y sabe que lo exprimo al máximo. Y él juega con las agujas del tiempo y sin que descansen las mismas me da unos ratos eternos y otros fugaces. La verdad es que el tictac del reloj no se inmuta y sigue su curso al mismo ritmo y, ahora recién iniciado Septiembre, miro para atrás y puedo decir que lo he disfrutado y que, a la vez, ha sido efímero. Ha habido de todo y al mismo son, aunque a mí no me lo parezca. Treinta y un días que he consumido disfrutando de principio a fin. Merecidos y ganados. Dice la gente ¡menudas vacaciones! y se confunde. Las vacaciones son un período remunerado y sin actividad laboral. Yo soy autónomo y no tengo de eso. Yo (y todo el gremio de autónomos) descanso unos días del trabajo sin remuneración alguna. Hay que poner las cosas en contexto. Así llevo veinte años ya y estoy acostumbrado a ello. Por eso preparo Agosto de un modo especial y no dejo hueco en su calendario sin ocupar. Lo primero es llenar bien la alacena en todos los sentidos, para afrontar el mes con garantía, solvencia y capricho. Y lo segundo es cumplir los preparativos y planes que he ido soñando y construyendo el resto de meses aguardando éste. Empieza la misión el mismo día 1 de Agosto y finaliza el propio 31 del mismo Agosto, puesto justo el día 31 del mes anterior estoy ocupado (¡bendita ocupación la del día de la Pandorga!) y justo el día 1 del mes siguiente vuelvo a mi rutina laboral. Por eso, entremedias sólo cabe un disfrute minuciosamente aguardado y preparado.

Este año arrancó Agosto con sonido de ferrocarril y mochila al hombro. El primer día de mes ya marchaba a perseguir las flechas amarillas que tanto me gustan. Destino: Camino Inglés de Santiago. El último de los pequeños Caminos jacobeos que me quedaba por conocer. La ruta se inició a pie de mar, en Ferrol. Y concluyó, entre lágrimas como todo Camino, bajo las altas y pardas torres catedralicias, en la Plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela. Entre medias seis etapas, muchos kilómetros y unos días de viaje para alcanzar los puntos de salida y volver al hogar. Los que hicimos esta aventura pasamos por Ferrol, evidentemente, pues salimos de allí y lo atravesamos entero caminando y, esa misma etapa y las siguientes, repartimos los trayectos pernoctando en Fene, Miño, Betanzos (tras haber llegado caminando hasta Presedo y volver para conocer ese pueblo maravilloso gallego), Mesón do Vento, Sigüeiro y mi amado Santiago. Un Camino muy especial del que ya escribiré en su momento. Y en eso consumí mis primeros días libres de este recién pasado Agosto. El caso es que el día 9 dormía en casa de nuevo y conforme amanecía el día siguiente orquesté ropas y viandas para irme a Fernán Caballero, donde hago mi retiro veraniego y mis labores de campo que me entretienen la mente y me evaden. Eso sí, estaba relamiéndome ya de las Ferias y Fiestas que estaban a punto de empezar en mi Ciudad Real natal.

Y no defraudó la agenda. Unos días organizando todo en el chalet para vivir allí en el estío sin actividad jurídica y el día 14, Pregón de Ferias, Cabalgata de Gigantes y Cabezudos e inicio de las fiestas de la capital de La Mancha. Allá que fui de manchegas maneras, como manda la tradición y defendemos los Pandorgos. Y Gemma y Claudia disfrutando también y repartiendo caramelos e ilusión. Se vaticinaba de todo: Procesión de la Virgen del Prado, Baile del Vermú, "Mahouñaneos", feria de noche, quedadas con amigos, comidas, cenas, cacharritos, vinillos dulces (con y sin barquillo), cohetes, lluvia y hasta concurso de petanca. Y lo hubo. De todo. En ello se me fueron los ocho días y las ocho noches comprendidas entre los días 14 y 22 de Agosto, Octava de la Patrona. ¡Pero qué ocho días y qué ocho noches! Estuve siempre feliz y rodeado de familia y amigos. Ratos preciosos, risas y sonrisas. No, no hubo mucho pacharán. Hubo licor café. Cosas de juntarse con gallegos... El pacharán lo tengo en casa, claro. No creáis que voy a romper mi idilio con él. Son muchos años ya. Alguno cayó, claro. En Agosto nos dedicamos más de un ratito. Y unos cánticos. Y unos ronquidos. A ver, el resto del año también, pero menos. Es que el octavo mes del calendario lo cojo con ganas. ¡Para eso está! El mes y el descanso. Mientras tanto (y a poder ser) la lumbre ardiendo y, en alguna escapada, una buena sartén de migas o salsipuedes. ¡Anda que no! Entre la rutina laboral me cuesta más orquestar algún menú de esos.

Consumidas tres cuartas partes de las calendas agustinas, restaba agotar sin pérdida de tiempo alguna los días que quedaban hasta el mes que da el año nuevo a la vida colegial, universitaria y laboral, por excelencia y cuyo nombre va impreso en la novena hoja del calendario y se llena de fiestas de pueblos y romerías. Era tarea fácil pues es la fecha de la conserva y las faenas de huerta. ¡Manos a la obra! De nuevo en el chalet y a la vez que descansaba del trajín de ferias (que de todo se cansa uno), encargué setenta kilos de tomates y unos quince de pimientos para hacer una buena tanda de tomate frito y otra de pisto, garantizando así que dure la alacena llena hasta el año que viene. La labor nos llevó en familia unos días de navaja, lumbre, sartén y paleta. En ello se fueron los días 23, 24 y 25 de Agosto. Y terminado de embotar el último tarro sonaba el cohete que da inicio a las Fiestas de Fernán Caballero, así es que no le íbamos a decir que no a San Agustín y los fernanducos. Los días grandes son el 28 y el 31, procesión e infraoctava del Santo, con procesión y mucha pólvora en castillos y tracas. Y las previas empiezan el día 26, así es que no había respiro alguno. Entre baños en la piscina, alguna barbacoa, excursiones cercanas, el cumpleaños del Tormento que es el día 29 (este año lo hicimos temático inspirado en la película Mamma mía y con decoración y avituallamiento griego) y alguna quedada con amigos se consumieron los días 27 y 30, los únicos que no tenía marcados en  el calendario. Cuando me di cuenta ya era Septiembre y se me había ido Agosto entero, si bien como el día 1 del noveno mes era Domingo volví al trabajo el día 2. Sonrió la fortuna y se cumplió aquello del "prima non datur et ultima dispensatur". Ya saben ustedes... Pues eso. Desde ya forjando planes para otro Agosto. ¡Nos vemos!

lunes, 29 de julio de 2024

CAMPEONES DE LA EUROCOPA

Lo primero de todo y para pasar sentar cátedra es decir el nombre de quien lo ha logrado y cómo. Y empezaré con el cómo y luego daré el nombre. Sin sacar un documento excel de sus triunfos y derrotas, sin tener un canal de Twitch para contar milongas pre y post partido, sin convocar a sus amiguitos porque sí y hacer inventos raros (Guillamón, Alba, Balde, Rodri de central...), sin hacer de la Selección su cortijo y hacer que muchos seguidores se desenganchasen de ella, sin rodearse de Piqué y Rubiales, sin ser un completo imbécil como Luis Enrique. Don Luis de la Fuente Castillo. Ese es el nombre. Ese hombre, por el que nadie de la fauna pseudo futbolística daba un duro ni un segundo de confianza, nos ha llevado de nuevo a dominar el viejo continente en fútbol. Y, lo más importante, lo ha hecho volviendo a unir a la afición. Haciendo que un culé disfrute de Carvajal, que un madridista disfrute de Lamine Yamal y que un atlético disfrute de los dos anteriores. Siempre habrá los cuatro cafres que quieran meter baza en el fútbol de selecciones llevándose el asunto al terreno de clubes, pero es fácil callarles la boca. Sobre todo a aquellos que se reían de algún jugador, como, por ejemplo, de Nacho. Y pedían, entre carcajadas que lo llevasen a la Selección, simplemente por ironizar y seguir con la burla. Pues bien, Nacho, este año ha vuelto a la Selección y ha ganado con ella la Eurocopa, habiendo ganado, previamente y con su club, claro, la Liga y la Champions. Ahora volvéis a la risa, pero con vuestros jugadorcitos idolatrados y puestos en la lista por su compadre Luisen... En cuanto ha llegado alguien con cabeza, han salido de la lista pero rápido. Y no es que hayan salido de una lista en la que, quizás, jamás debieron estar, es que ha vuelto el fútbol, el de verdad, las ganas de ver a la Selección y el triunfo. ¡Viva España!

Y, ojo, escribe esto un madridista. Algún culé desnortado ya decía en anteriores ediciones que queríamos que la Selección perdiera porque llevaba pocos jugadores del Madrid. Y esto no va de clubes. Ya lo he dicho. Y el mismo culé, que no sabe ni para quién vendimia, me decía en esta pasada Eurocopa que los madridistas íbamos con Francia porque es donde juegan Camavinga, Tchouameni o Mbappé, jugadores del Madrid. Y yo le decía que la palabra ESPAÑA vale más que todos esos nombres o el equipo que los contrata y que sus razonamientos estaban cargados de absurdez, imbecilidad e inmadurez sustentados en el arcaico y romano arte de la felatio inolvidable a los colores de su club. Algún imbécil acérrimo habrá que prefiera la victoria de su jugador favorito extranjero antes que la de su país natal, pero ni ese representa a la afición de un club, ni el culé arrodillado representa a la suya. ESPAÑA y solamente ESPAÑA. Y cuando salen once tíos al campo a defender esa palabra, sobra todo lo demás. Y esta vez los once si lo eran por meritocracia. Antes molaba más llevar a Jordi Alba que a Cucurella porque, claro, Jordi es amiguete y conocido y Marc juega en el Chealsea y no se le conoce tanto, pero la diferencia sobre el césped entre uno y otro ha sido abismal, porque el ser invitado al cortijo no tiene nada que ver con merecer serlo. Y esto de la lista lo ha hecho a la perfección el seleccionador actual (el otro dimitió, ¡qué cosas!, tras el enésimo ridículo) y la afición ha sabido entenderlo, unirse y remar bajo una misma palabra: ESPAÑA.

Ha sido la Eurocopa perfecta. Hemos derrotado, entre la fase de grupos y los cruces eliminatorios, a Italia, Francia, Alemania e Inglaterra. Para ser ya matrícula de honor "cum laude" ha faltado que hubiera sucumbido también Holanda (me niego a sumarme a la moda esa de llamarla "Países Bajos") ante nosotros. Toda la vieja guardia de Europa eliminada por ESPAÑA. ¡Qué grandeza! También Croacia y Albania. ¡Eh! Y ganando todos los partidos. El que pueda que lo iguale. Arrancó el torneo para la Selección con un partido bueno, grande, de esos de rival fuerte y que quita la careta dejando ver la verdadera cara que se va a dar en el campeonato: Croacia. Pues se fue al descanso ya con un contundente y maravilloso tres a cero en el luminoso, cosa que hizo que, estando el partido ganado, no se pisase más el acelerador en la segunda parte. Primer trámite culminado y con nota. El segundo partido de la fase de grupos era fuerte y todo un clásico: Italia. Tras dominarlos todo el encuentro y aguantar sus arreones (que los tuvieron), finalmente sucumbieron, uno a cero y nos plantamos ya en octavos de final. No obstante, el último partido de grupos, contra Albania, también se saldó con victoria española, otro uno a cero y a seguir soñando. El equipo enganchaba, no como en la última edición. Las cosas como son. No me cansaré de decirlo tantas veces como pamplinas tuve que aguantar de los pesados amigos del tío del cortijito.

El sorteo nos deparó a Georgia para los octavos de final y empezó la cosa fea, pues llegábamos mil veces y no marcábamos y ellos llegaron una y de carambola y ¡zas! a la jaula. España por debajo en el marcador por primera vez (luego hubo sólo otra única) en toda la Eurocopa. Se solucionó el asunto endosándole cuatro chicharros y esperando rival para cuartos de final. Cuatro a uno y a otra cosa. Cayó el destino deparando a Alemania, anfitriona y rival, para poder seguir avanzando hacia el trofeo. Poca broma. El partido era chungo y aquí decidió España abonarse al dos a uno hasta alzarse con la copa. El cabezazo de Mikel Merino cuando ya se olían las tandas de penaltis eliminó a los germanos. ¡Viva España! Y a seguir doblegando a los míticos de Europa. El siguiente en llegar fue Francia y ¿qué os decía antes? Tiramos de abono y otro dos a uno para apearlos del camino a la final. Semifinales de la Eurocopa y en el minuto nueve se ponía la azul, blanca y roja por delante. Bien, pues en el minuto veinticinco ya perdía. C´est fini, mon ami. ESPAÑA a la final y Francia a sus labores. El último escollo sería Inglaterra. Había que hundir a los piratas sajones, a los hijos de la Gran Bretaña. Y así fue. Último reparto del dos a uno y fuera los británicos. Campeones de la Eurocopa por cuarta vez desde 1992 que se comenzó a celebrar tal torneo. ESPAÑA, ESPAÑA, ESPAÑA Y ESPAÑA. ¡¡¡CAMPEONES!!! 
¡Ah! Y todo lo anterior lo he escrito, "Sólo por poner las cosas en contexto", ¿os acordáis de esa frase? Pues, ale. 
¡¡VIVA ESPAÑA!!

lunes, 22 de julio de 2024

SIETE DE JULIO, SAN FERMÍN

El idilio que tenemos el mes de Julio y yo es de sobra conocido por todo aquel que me conoce a mí o que sea asiduo lector del Rincón. Y lo es, aún más fuerte, desde que en el año 2022, en el último día del dicho mes de Julio, a la caída de la tarde, fui proclamado Pandorgo de Ciudad Real. Todos los años le dedico unas letras pues se las gana siempre. Bien por sus retazos cofrades cuando el estío nos regala ratos de costal a los enamorados del trabajo más bello del mundo, pasear la fe en cunas de arpillera, bien por sus fiestas y verbenas que me regalan pellizcos de antaño, recuerdos de niñez y la mirada de mis abuelas o bien porque es el mes de las sorpresas y, cuando creo que ya no puede sorprenderme más de lo que lo hace, vuelve mi querido a rebelarse y me deleita de nuevo con otra muesca al alma que no hace sino agrandar más la fuerza de nuestro enlace. El año pasado, sin ir más lejos, me marcaron sus días otra vez para siempre. Fui nombrado pregonero de mi barrio y empezarían las fiestas con las palabras que yo lanzase desde el atril. Inolvidable para mí. En el empedrado más conocido de la ciudad, escoltado por la Iglesia de Santiago y por el Convento de las Hermanas de la Cruz, tuve la dicha de pregonar al barrio que me vio nacer, crecer y convertirme en lo que, para bien o para mal, soy hoy en día. ¡Vaya regalo! Todavía retumba en mi cabeza, corazón y alma con que sentimiento expresé "A Santiago, ¿qué decirle? Que no sé vivir sin él y aunque vaya a Compostela mi Santiago es el Perchel". Y todo gracias a Julio, ese mes en el que sueño con recorrer la vía jacobea mientras me inundo de los aromas del barrio perchelero. Creía yo, ¡iluso de mí!, que ya no podría hacerme más presentes en sus treinta y un días, pero le faltaba presentarme en persona al famoso "7 de Julio, San Fermín" y quiso el destino que fuera este año.

Mirando por Navidad las calendas del año venidero con sueños de futuro de esos que persiguiéndolos y trabajándolos a su manera pueden hacerse realidad, me detuve como, casi siempre, por enamoramiento, en tres meses que son fundamentales en mi vida, año tras año, sin que ello cohíba un ápice el disfrute y planes de sus otros once hermanos: Abril, Julio y Agosto. Y observé que este año el almanaque era propicio para ir a Pamplona el día 5 de Julio, viernes, día en que los sueños brillan más, pernoctar en la ciudad que Hemingway catapultó a la mayor de las famas, amanecer allí ya el día 6, Día del Chupinazo, cohetazo que da inicio a la segunda fiesta más multitudinaria del mundo tras el Carnaval de Río de Janeiro y, al día siguiente, tras haber festejado y dormido entre efluvios de calimocho y pacharán, disfrutar y guardar en el baúl de la memoria, el ultra conocido por ser tantas veces cantado, 7 de Julio, San Fermín, en un encuentro que llevaba años aguardando. Y quiso Julio, entre otros tantos condicionantes, que así fuera. Y, de hecho, así fue hace un par de semanas. ¡Al fin nos abrazamos! Y el día 8, lunes, tras el encierro taurino, vuelta a casa. Y prometo que no he visto cosa igual. He estado en lugares con grandes multitudes, como pueden ser la Semana Santa de Sevilla o las Fiestas del Pilar en Zaragoza, donde discurrir por las calles céntricas en plena fiesta cuesta lo suyo, pero lo de la capital navarra es otro asunto. Y, por cierto, lo de su día grande, precioso. Todas las familias, con su atuendo típico, vestidos de blanco y los detalles rojos del pañuelo y la faja de corredor, salen a ver a San Fermín. El santo preside una procesión cuya comitiva no deja indiferente a nadie.

La Comparsa de Gigantes y Cabezudos que abre paso a San Fermín bien merece una entrada aparte y prometo escribirla algún día. Sólo deciros que se compone de los Kilikis, los Zaldikos, los Cabezudos y los Gigantes, con sus acompañamientos musicales a través de gaiteros, txistularis y tambores. Es un verdadero espectáculo verlo in situ, rodeado de pamplonicas y del sentimiento que contagian. Igual que los cabezudos y los gigantes desfilan saludando y bailando, haciendo las delicias del personal, los zaldikos y los kilikis desfilan entre risas y picarescas dando golpes (prudentes, con una especie de esponja de espuma recia) y haciendo de rabiar a la gente (todo ello especialmente hacia los niños), generando una relación de amor-odio que los hace ser los más aclamados, en especial el kiliki apodado "Caravinagre". Tras toda la comparsa continúa la comitiva el Orden Clerical y los Gremios de la Ciudad. Justo después van los "Maceros" y la imagen de San Fermín, tallado en madera a finales del siglo XV y revestido de plata en el siglo XVII. Y, finalmente, cierra la procesión el Cabildo Catedral, desfilando los canónigos y el Obispo (en concreto Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela), tras ellos la Corporación Municipal y la Banda Municipal de Música "La Pamplonesa". Llama mucho la atención dicha procesión pues en sus filas se encuentra fiesta, diversión, tradición, sentimiento, costumbre, respeto, historia, música, religión y política a partes iguales, todo ello unido bajo la figura de San Fermín, quien fuera primer Obispo de Pamplona. Es una fiesta sin igual la de tal día, primero de la semana que hay encierro de toros. El día de San Fermín es la demostración entera al forastero de que la fiesta no es sólo una celebración multitudinaria con festejo de alcohol. Tomen nota de esto.

El resto de este regalazo que me hizo mi querido séptimo mes del calendario, evidentemente, fue también disfrutar de los Sanfermines en sus calles, bares, almuerzos y ambiente, rodeado de mi sempiterno amigo Narciso y de Iñaki, amigo que me regaló el Camino de Santiago y que hizo de excepcional embajador y anfitrión de su fiesta grande. No faltaron vasos siempre llenos, risas, bailes y gentíos. Me quedo con el poder disfrutar de días seguidos y tan distintos como lo son el 6 y el 7 de Julio. ¡Qué distinto es el Chupinazo a San Fermín! Si uno es el descorche del champán y el inicio de la fiesta al más puro estilo de celebración etílica en el que todo vale, sobre todo para el foráneo, el otro es el día tradicional y costumbrista en el que Pamplona muestra sus entrañas y la fiesta, en su más pura y verdadera esencia, pasa de padres a hijos bajo la mirada de los llegados de fuera. El resto de días que se suceden hasta llegar al cántico del "Pobre de mí" y la clausura de los Sanfermines, tienen de todo y para todos. Quien quiera festejos taurinos, los encuentra. Quien quiera fiesta callejera con vasos largos y licores espirituosos, también la halla. Y quien quiera feria y repetición de costumbre familiar, también la tendrá. Y siempre, todo ello, en una ciudad engalanada y con todas las personas presentes igual vestidas. Quizás parezca una tontería, pero que en una fiesta tan grande y multitudinaria vaya todo el mundo vestido igual, hace mucho, oculta mucho y une mucho. Yo, desde luego, disfruté muchísimo los días que estuve allí. Tuve ratitos de todo y para todo y me sentí genial. Gracias de nuevo, Julio. ¡Como para no quererte! Gracias también a Narciso e Iñaki por esta aventura preciosa. Y gracias a ti, Pamplona, por mostrarte ante mí peregrina, amistosa y fiestera, pero siempre acogedora. ¡Bendito 7 de Julio! ¡¡Viva San Fermín!!