Me gusta, de vez en cuando, releer mis propios textos y entradas viejas. Me traen recuerdos y sonrisas a mí mismo y, además, me sirven para corregir alguna falta ortográfica que, muy tuna ella, entre tecleos rápidos, odiosos correctores que yerran más que aciertan y lecturas fugaces, se empeña en permanecer en el lugar que no le corresponde. Y mira por donde, hoy releía las últimas veces que escribí de fútbol. En concreto las dos últimas. En la penúltima el Real Madrid volvía a estar de dulce y a ganar partidos casi por inercia. Y en la última, si antes lo digo, el Real estaba metido en una espiral autodestructora de la que no salía ni era capaz de levantar cabeza tras la caída. Y en esas estábamos cuando llegó el clásico en el Santiago Bernabéu, los goles de Vinicius y Mariano al Barcelona, el partido y el liderato para el Madrid, la derrota contra el Betis, el liderato de nuevo para el Barcelona y, ¡tachán! la pandemia del coronavirus. Una montaña rusa en la que el club de Chamartín volvía a lo más alto, acto seguido volvía a caer y para remate se desató una enfermedad a nivel mundial que conllevó la declaración del estado de alarma, la suspensión del torneo e incluso el confinamiento de la población durante prácticamente tres meses. Casi nada. Lógicamente la vida futbolera en su más amplio entendimiento se vio afectada y estrictamente nadie sabía si se reanudaría, si no, en qué estado y cuál sería el ánimo y rutina de su equipo. Los madridistas, acostumbrados a golpear cuando nos dan por muertos y a morder el polvo cuando nos quieren levantar un altar, no sabíamos si, en caso de reanudarse el campeonato doméstico, la senda a seguir volvería a ser la de la victoria o la del fracaso. Tocaba esperar.
Y llegó el retorno, el reinicio o la restauración. El caso es que por una cosa u otra la liga volvió a jugarse y de una manera peculiar. Había que acabar la competición como fuese (cosa que jamás entenderé muy bien por qué) y los mandamases del asunto estimaron propicio poner un calendario en el que los equipos jugasen cada tres días para disputar así las once jornadas que restaban. Y el Madrid decidió que esa liga sería suya. De los once partidos ganó diez de manera consecutiva y empató el último, ya intrascendente pues se hubo proclamado campeón la penúltima jornada. Hoy que lo escribo a toro pasado parece mucho más sencillo de lo que fue, si bien, todo hay que decirlo, hubo suerte en algunos partidos, mucha suerte en otros y una decadencia y acentuado declive en el eterno rival. Lo del Barcelona es otra película pero el final de temporada que ha tenido es bochornoso. Ocho veces bochornoso. Los vaivenes del fútbol. Se pasa de la cima a la base en un abrir y cerrar de ojos. Y además de manera ruidosa y con estrépito. Cuando los jugadores están saciados se nota y la hecatombe es terrible. Me viene a la cabeza la Selección Española, cuando tras ganar consecutivamente Eurocopa, Mundial y Eurocopa en los años 2008, 2010 y 2012, se derrumbó de tal manera que en el siguiente Mundial ni siquiera superó la fase de grupos. Increíble.
Precisamente ese resquemor lleva un tiempo sobrevolando Concha Espina. El Real Madrid, único en eso, le duela a quien le duela, ha ganado últimamente cuatro Copas de Europa, ganó tres seguidas y, a lo que iba, la plantilla de jugadores era prácticamente la misma. Tras ello llegó la caída. La hubo. Ahí está la reciente historia y la hemeroteca. Y, por supuesto, no debe omitirse el baile de entrenadores habidos y las promesas desde la cúpula de grandes cambios y renovaciones. Pero nada. Ni llegaron grandes cambios ni hubo profundas renovaciones. Quedaron atrás los episodios de la salida de Zidane, quien sabía que habría caída, el fichaje extraño de Lopetegui, su casi inmediata salida, la llegada al puesto de Solari, los devenires de Isco, James, Bale, Marcelo, etc, la vuelta al banquillo de Zidane y mil cosas más que en el mundo del fútbol ocurren en muy poco espacio temporal. Y, ahora, años después, va el Madrid y con esa misma plantilla y aquella vieja guardia, se proclama campeón de la liga más rara de la historia. Son cosas que no dejan de sorprender. Y volviendo al primer párrafo, tras la derrota a manos del Betis, en ese incipiente mes de Marzo que será para siempre inolvidable, pocos habrían apostado que el ganador de la liga 19/20 hubiera sido finalmente el Real Madrid. Yo, personalmente, no lo tenía claro.
Y, finalmente, el Real Madrid campeón de liga. Otra vez. Cosas que pasan y que deben estar ligadas con la historia de una manera que no conocemos porque siempre, siempre, siempre los capítulos más recordados los escribe el Real Madrid. No es que lo diga yo, es que es verdad. Y esta vez ha vuelto a ser así. Me llamó mucho la atención una rueda de prensa en la que el capitán, Sergio Ramos, afirmó en los micros que "Liga del Coronavirus sólo va a haber una y la quiere ganar el Real Madrid". Ese día es cuando supe que el Madrid ganaría. Independientemente de que Zidane ya dijera a principio de curso que su principal objetivo era alzarse con el título del campeonato doméstico, las dudas siempre estuvieron. Pero ese día se acabaron los vaivenes. No era cuestión de ánimo alto tras ganar el clásico o ánimo bajo tras perder con el Betis, era cuestión de que esas declaraciones de Sergio Ramos transmitían que el vestuario quería esta liga, ésta en concreto, la del año de la pandemia, la que pasará a la historia, la de los campos sin público, la que cuando pasen los años se dirá "la liga del año del covid la ganó el Madrid". Y así fue. Lo dice el himno: "Historia que tú hiciste, historia por hacer". Y la liga la ganó el Real Madrid. Costó, hubo suerte (ya lo he dicho antes) y se hicieron los deberes bien. Y aunque días después se tirase por la borda de manera estrepitosa la posible clasificación para cuartos de final de la Champions, el regustillo de esta temporada tan extraña es bueno. El fútbol es así, va y viene, viene y va. Y lo que llevo viviendo estos casi cuarenta años de vida que peino es que el Real Madrid siempre sigue ganando algo aunque venga y vaya. Entre unas cosas y otras treinta y cuatro ligas tiene ya el Madrid. Insisto: no es que lo diga yo, es que es verdad.