Todos los años me pasa con Enero lo mismo. Comienzo a soñar la agenda más inmediata que culminará en la próxima Navidad. Van pasando los años e intento ser consciente de que año pasado es año que no volverá. Por ello me afano en intentar exprimir al máximo cada segundo, cada minuto, cada día, cada mes y cada año que se van cayendo del calendario. Y aunque disfruto todo lo posible el tiempo me va ganando la batalla y eso forma parte del juego de la vida. Cuando estamos felices parece que vuela y cuando estamos tristes parece que se detiene, pero, sin embargo, las agujas del reloj van siempre al mismo son como las bambalinas de un palio bien andado. Aún así creo que la mejor definición y, sobre todo, sensación es que la vida sigue igual. En ocasiones el duende del mundo nos toca con la varita mágica de la fortuna y otras veces nos señala con la vara del infortunio pero la vida sigue y hay que seguir saboreándola. Este Enero me disponía a realizar mi agenda y, por cierto, modificada y no poco. Por deciros algo, en Agosto no me iba a ir al Camino de Santiago. Imagináos el cambio. Pero se torció el proyecto de la nueva vida y hubo que volver a hinchar las velas y navegar. Y sí, la vida sigue igual...
Finalmente la agenda quedó como a mí me gusta. Y me gusta así porque es mi vida y me he encargado de irla diseñando poco a poco conforme han ido pasando los años. En Enero algún día de campo y vuelta al senderismo. En Febrero igualás y ensayos. En Marzo despunte de azahar, parihuelas y pregones. En Abril la Gloria cofradiera. En Mayo las romerías y primeras barbacoas. En Junio comienza la vida en el chalet. En Julio limoná, Pandorga y portazo al trabajo. En Agosto vacaciones, Camino de Santiago y familia. En Septiembre las Ferias de mi tierra. En Octubre aventuras quijotescas y retorno a las costumbres. En Noviembre primeros pucheros y caminatas por los bosques. En Diciembre tradiciones y nuevos sueños. Y entremedias seguirán los pleitos, los partidos de pádel, los planes improvisados, algún revés y muchas sonrisas. Así es como pasan los meses y me gusta cada uno como es. Y las estaciones igual. Me gustan cada una con sus peculiaridades. Parece que es siempre lo mismo pero no lo es. Y sí, la vida sigue igual...
Mientras tecleo y voy volcando sensaciones, emociones y deseos que quien bien me conoce sabrá apreciar, retumba en mi cabeza la canción de Julio Iglesias que describe perfectamente este ciclo de la vida en el que formamos parte desde antes de nacer y del que seguiremos formando parte cuando ya no estemos. Hemos concluido trabajos iniciados por otros y alguien concluirá los nuestros. Aunque no nos demos cuenta el sol no para y sigue saliendo todos los días. Hay que aprovechar cada día y sonreír. Seguro que hay algún motivo para ello por difícil que parezca y, si no lo encontramos, el tiempo nos hará verlo cuando sea preciso. De hecho si no lo aprovechamos en su momento, por lo menos tendremos ganas de recuperar ese tiempo perdido y haremos planes, tendremos proyectos, soñaremos y, lo más importante, nos sentiremos vivos y viviremos. De eso se trata. De vivir. La vida sigue igual. La letra de la canción es sabia y no es lo mismo oírla que leerla detenidamente. Hacedlo. Y si la conocéis, cantadla a la vez. Veréis que merece la pena. Unos que nacen, otros morirán, unos que ríen, otros llorarán, aguas sin cauces, ríos sin mar, penas y glorias, guerras y paz. Siempre hay por quien vivir y a quien amar. Siempre hay por qué vivir, por qué luchar. Al final, las obras quedan, la gente se va, otros que vienen las continuarán, la vida sigue igual...
Esta reflexión viene aunque no lo parezca o no se le note vinculación a mi estado de ánimo porque estoy feliz. Todos los años miro para atrás en estas fechas y pienso que mereció la pena. Y cojo fuerza para seguir enrolándome en proyectos nuevos y seguir manteniendo los que ya tengo. No concibo ahora mismo no sacar pasos con mi gente, no caminar por Castilla, no soñar con seguir afianzando y ampliando mi familia, no seguir aprendiendo de mis mayores su raigambre y sabiduría popular, no visitar de vez en cuando mi querida Sevilla, no bañarme en las aguas del Mediterráneo, no llenar en las fiestas un lebrillo de zurra, no guisar a la lumbre alboronías, no desear ciertos momentos, no luchar por proseguir mi formación y, sobre todo, no dejar de seguir siendo yo. Con el paso del tiempo descubres que el mayor tribunal es la conciencia de cada uno y que cuando una persona al final del día se tumba en la cama a dormir y está tranquila y satisfecha es porque lo está haciendo bien. Lo demás puede seguir o no. Esa persona antes no existía y la vida ya existía. Esa persona dejará de existir y la vida seguirá. Hay que vivir e intentar ser lo más feliz posible. Merecerá la pena. Sonreíd, llorad cuando haya que hacerlo y volver a sonreír. Vivid. Y sí, la vida sigue igual...