Los que seáis asiduos lectores del Rincón os habréis fijado que el reloj de eventos siempre descuenta el tiempo que queda para cuatro fechas: Vacaciones de Verano, Navidad, Semana Santa y la Romería de la Virgen del Monte. Quizás en alguna ocasión haya metido alguna fecha más entremedias por considerar que era merecedora de ello, pero lo normal es que siempre figuren esas cuatro y llegada una actualice el reloj cuenta atrás a la siguiente. Bien, pasada La Gloria de las Cofradías (Semana Santa) la siguiente fecha es la de la Romería de la Virgen del Monte. Van seguidas y su diferencia temporal lo más que llega es a un mes mal contado, pues la Semana Grande siempre es en Marzo o Abril dependiendo de la luna del Parasceve y la Romería es siempre el último Domingo del mes de Abril. De esta manera el relojillo que marca la cuenta para la fiesta mariana entre lumbres, calderetas y chozos, es el que menos luce puesto en el blog pues enseguida caduca. Pero no por ello es el que menos saboreo. Al contrario. La romería es una de esas fiestas que siempre estoy deseando que llegue por todos los momentos de felicidad que me regala. Y este año vuelvo con ilusión a hablar de ella tras no hacerlo el año pasado por motivos que, igual que me los quitó la vida, espero que me los dé pronto. Vamos a ello. Por cierto, si miráis ahora el reloj ya no está el de la Romería. Está el que va restando días para las vacaciones de Verano un año más. Cuenta atrás para el día 31 de Julio... Y ahora sí, vamos con la Romería.
Y como lo primero es lo primero, antes del cachondeo me gusta cumplir marianamente con la protagonista de todo esto que es quien lo hace posible (se piense como se piense y se crea como se crea sin Ella no existiría este evento). Me gusta ir a verla, darle recuerdos de otros, hablarle un ratito y evocar en su santuario aquellos años de tierna infancia en los que un pequeño infante al que enseñaban a volar una cometa y se quemaba (literalmente) el culo sentándose en una piedra al sol por mojar pan con avidez en el caldo de un bote de berenjenas, era feliz en el dominio de sus rasos sin saber que la vida le depararía unirse a ellos unos veinticinco años después. Y año tras año me embargan la mente esos recuerdos y fiel a la cita sonrío ante la Virgen del Monte comenzando la romería que tanto me entusiasma.
Así pues llegó la Fiesta de la Virgen y con ella la alegría de los romeros. Me gusta sacar del cajón mi gorro feo de romerías y ponérmelo en estos días en los que la máxima celebración humana es festejar a base de comer y beber. Me gusta reencontrarme con los mismos y en los mismos sitios. Soy tradicional y me gusta serlo y sentirlo. Me apasiona estar de lumbre en lumbre pasando buenos ratos y risas, recordando esos buenos ratos y risas de otros años y brindando por los venideros. Y este año no iba a ser menos y allá que fui y allá que estuve, evidentemente. Y me pasó una cosa muy curiosa. Yo soy fiel a mi 100 Pipers con naranja pero este año no me tomé ni una copa igual. Fui buscando mi 100 pipers y no lo encontré y a lo tonto me transformé de romero a controlador. Y me dediqué a controlar donde podría estar el puñetero elixir de los 100 gaiteros. No lo encontré pero probé siete u ocho whiskys diferentes. Pero ¡eh! por aquello del control de calidad, no por estar de romería. Hombre, por favor. Pasaron con nota la prueba el Jameson, el Cutty Shark, el Ballantines, el Dyc reserva 8 años, el J.B (Justerine and Brooks, como domino el asunto) y los otros que ya no recuerdo pero que estaban muy ricos y fresquitos. De alguno incluso repetí porque quedaban dudas de si se habían curado en la barrica adecuada o no. Cuando me dí cuenta que mi estado etílico era más de romero que de controlador, decidí dejar el alcohol de romero y volver al alcohol de controlador, pero ya era tarde porque el romero es una hierba aromática y el alcohol me controlaba a mí y deambulaba cual marioneta, total que junto con Justerine and Brooks seguí buscando a 100 Pipers y volví a encontrarme a mi buen Jameson que se había convertido en romero, romero, romero que salga lo malo y entre lo bueno y tocando palmas nos fuimos Justerine, 100 Pipers, Jameson y yo a buscar a Brooks que había discutido con Jack Daniel´s y se había ido a ver a Cutty al chozo de Dyc.
Al final yo no sé que pasó pero terminé harto de ellos (los whiskys) y opté por tomarme un botellín de cruzcampo que para eso estábamos de Romería. La gente me miraba raro pues deambulaba por la romería con un caminar un tanto curioso a la vez que contaba chistes y cantaba coplillas, algunos y algunas se reían diciendo "¿cuántos botellines te has tomado?" y yo les decía que ese era el primero y se meaban de risa. No entienden la dura vida romera del controlador y encima se toma uno un botellín y ya se creen que va templado... Pues el año que viene a 100 Pipers lo buscáis vosotros. Eso sí, si me tiemplo a botellines no me digáis luego "¿cuántas copas de whisky te has tomado?" Bacines que sóis unos bacines. Hombre ya. ¡Viva la Romería!
Por la noche no sé muy bien que pasaría pero según Gemma pegué unos ronquidos que no sabía si estaba en el paraje de la Virgen del Monte o en Mordor convertido en orco. Se ve que en sueños encontré el 100 pipers y empecé a gritar: ¡¡Es míoooo!! ¡¡¡Mi tesssoorooo!!! pero en un dialecto entre la lengua de Gollum y arameo antiguo. Según ella eran ronquidos y ruidos guturales dignos de bestias del jurásico. Según mi leal saber y entender (como dicen los peritos) un botellín de cruzcampo (sólo uno) no provoca eso. Y cuando me dijo: "Va a ser del 100 Pipers", le dije "imposible. Ni una copa de eso me tomé". Y bien verdad que es porque no lo ví en toda la romería. De Justerine, Jameson, Ballantines y esa gente no le hablé. Son buenos chicos, la verdad, además os recuerdo que aprobaron con nota el control de calidad. Y en mi faceta de romero me alegraron bastante.
En fin que entre el control de calidad, los inseparables elixires que iban introduciéndose en el vaso que yo portaba, los unos, los otros, los de siempre en sus lugares y el cumplir con la tradición, me pasé una buena romería y disfruté todo lo que me dejaron que no todo lo que pude, porque uno además de controlador es controlado y hay veces que lo ponen a escuadra y se le quedan las orejas como a un pachón. Pero, vaya, eso se cura debatiendo si eran ronquidos o dulces respiraciones fuertes melódicas y acompasadas en torno a una lumbre en la que se está guisando una buena sartén de gazpachos manchegos o una rica fideuá. Y entre medias unas tapejas que estamos de romería, mujer. ¡Que no nos falte de ná, que no que no! ¡¡Viva la Virgen del Monte!! ¡¡Y su Niño!!
Dedicado a todos aquellos que año tras año me hacen reír y ser feliz de chozo en chozo.