Ciudad Real, a 1 de Septiembre de 2022. Hoy empiezo a escribirte. No sé cuando terminaré pero te lo pondré en la firma. Te debía unas letras, querido Julio. Todos los años me gusta regalarte el oído porque tu llegada supone la venida de tu mano de unos días preciosos, entre en los que se mezclan el aroma a barrios viejos, las maltratadas verbenas y la cercanía de la fiesta más grande de la capital. Además, tras de ti llega mi mes de descanso laboral y es pasando tus días, uno a uno, cuando se acerca tu hermano Agosto en el calendario. En definitiva, lo sabes y no te miento, cuando llegas, Julio, me alegras la vida. Son muchos recuerdos y vivencias los que se agolpan en tus recuerdos. Pensar en ti es evocar a mi abuela, saborear una berenjena de Almagro, echar un rato bueno en el Carmen, hacer un costal, ponerme la faja, acariciar con la mirada el empedrado de Santiago, recorrer tarareando la Salve marinera el Pasaje de la Merced, callejear por el Perchel perdiéndome en mi infancia, tomarme unos botellines en el chiringuito de turno, anudarme en el corazón un pañuelo de yerbas, exprimir unos limones, visitar a la Virgen del Prado y cantar Pandorga. Eres muy especial y por eso ya he hablado de ti varias veces en el Rincón. Pero este año te has coronado de tal manera ocupando felizmente todos mis momentos que no ha sido hasta ahora cuando he podido sentarme a pasar un rato contigo. Y aunque te has ido, te prometo que no te olvidaré jamás, pues tú, Julio, has sido el mejor de los Julios que pueda recordar. Ya sabes por dónde voy, bribón. ¡Cómo para no quererte!
Este año Julio ha sido muy especial por muchas cosas. La primera es que tras más de dos décadas y media en el oficio del costal, éste año he empezado mi paulatina retirada. En Semana Santa me despedí del Señor de las Penas, en Mayo ya no fui los pies de la Virgen de la Cabeza y el pasado Julio, mes de pleno verano que siempre me traía bonitos ratos de costal, ha sido la primera vez desde hace muchos años que no he paseado ni a la Virgen del Carmen ni a Santiago Apóstol en la vecina localidad de Granátula de Calatrava. Un Julio peculiar, sí. Pero no han faltado los ratitos de verbena y otros rituales arraigados que tengo ya en esos días mágicos y llenos de luz. Tampoco he tenido los preparativos de mi amado Camino de Santiago porque este año nuestra cita en Agosto no podía cumplirse y, aunque no lo creáis por la felicidad que me ha regalado el séptimo mes de 2022 haciéndome Pandorgo, he echado mucho de menos esa rutina de soñar las etapas, programar los kilómetros y los albergues y tener a punto mi mochila roja y negra para recorrer esa maravillosa senda indicada por flechas amarillas. Se acercaba el momento y raro era el instante que en mis manos no había un pañuelo de yerbas para ser anudado, con todo el cariño del mundo, en el cuello de algún niño o anciano. Ellos son los primeros siempre y más aún este año tan especial en el que la fiesta volvía a vivirse en plenitud. ¿Cómo eres tan bonito, Julio, que sin tener nuestros momentos íntimos de costumbre me regalas otros tan preciosos e inesperados? ¿Cómo describir lo que me hiciste sentir cuando visité a nuestros mayores en sus residencias y se me empañaron los ojos hablándoles de la Virgen del Prado? ¡Claro que te debía unas letras! Y aquí están, amigo.
Y ese momento en que te confundes entre ambos meses y que todavía no se sabe si es la última noche de Julio o la primera madrugada de Agosto, fui inmensamente feliz. Me atrapó el cambio de mes donde y cuando solía atraparme años atrás: en la Plaza Mayor aguardando el alba. La diferencia es que en esta ocasión yo era el protagonista: moría Julio habiendo nombrado al Pandorgo de hogaño y nacía Agosto con el recién nombrado entregado a su ciudad, a sus gentes, a sus costumbres. Creo que nunca hube tenido un inicio de Agosto tan bello. Este año, cuando en los anteriores estaría levantándome para coger el tren que me llevase a iniciar mi querido Camino, del que antes hablada, era cuando me acostaba. Agotado y extasiado pero plenamente feliz. Muy feliz. Con la satisfacción de haber logrado que un sueño fuese realidad y haberlo vivido de la mejor manera posible: haciendo partícipes a todos. El pasajero número ocho del calendario anual también ha dejado un poso muy especial. Prácticamente todos los días he tenido actos llenos de sonrisas y buenos ratos. Empecé el mismo día uno, en las Fiestas del Barrio de los Ángeles. Y concluí el propio día 31 rematando en el campo la conserva de tomate frito con la que haré el bacalao con tomate del Viernes Santo. ¿Qué deciros de entremedias? Unas Ferias y Fiestas memorables durante todos sus días y en todas sus horas. Asistí a la Caravana Blanca (¡qué cercana estuviste de nuevo, Lela!), al Nombramiento del Ciudadano Ejemplar, al Pregón de Feria, a la Cabalgata de Gigantes y Cabezudos, a las Solemnes Funciones y Procesiones de la Virgen del Prado, tanto del 15 de Agosto como de su Octava el día 22, al Pregón Taurino, al Baile del Vermú, a la Feria de día, a los Mahouñaneos, a la Final del Campeonato de Balonmano, a la Feria de Tarde, a los Conciertos, a la Feria de Noche, al Concurso de Hípica... ¡A todo! ¡Menudo Agosto he tenido!
Agosto siempre ha sido mi mes de descanso desde que empecé a trabajar en la abogacía allá por el año 2004. Esperaba con ansia su llegada y desconectaba total del mundo jurídico. Volvía en Septiembre como nuevo a enfrentarme a los pleitos. Este año he terminado Agosto sin descansar. No he parado pero ha sido por no querer parar y exprimir todo lo que me ha obsequiado este espléndido verano. Me comprometí, como Pandorgo, a disfrutar y a hacer disfrutar y estoy asistiendo a toda invitación posible, representando a mi ciudad del mejor modo que sé: con orgullo y una sonrisa. Realmente hay días que es agotador pero lo haría una y mil veces más porque me reporta una felicidad enorme. Hacía ya varios años que no salía todos los días en Feria y este año lo he hecho "por obligación". Ha sido un Agosto distinto pero muy intenso. Precioso, inolvidable y completo de principio a fin. Y aún así, me ha faltado el Camino... ¡Vaya vínculo tiene la Ruta Jacobea con mi mes de descanso! Descanso levantándome a las seis de la mañana para caminar entre 25 y 30 kilómetros cada jornada y dormir día tras día en la litera de turno. Menudo descanso, pensaréis. Pues sí. Lo es. Al fin y al cabo son mis vacaciones y las vacaciones, en realidad, no son sino un estado mental en el que logras evadir las obligaciones impuestas o voluntarias. Y en el Camino de Santiago lo logro, por tanto, descanso. Y bien sabes, Agosto, que has sido muy especial pero que ansío reencontrarme con las flechas amarillas. Para que quede per saecula saeculorum este verano tan maravilloso redacto estas letras. Te las debía, Julio. Y para ti, Agosto. Ciudad Real, a 6 de Septiembre de 2022.
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