En realidad el título que he regalado a estas líneas es engañoso. No volví porque jamás me fui. Santo Tomás de Villanueva, mi banda, será siempre mi banda porque, más allá de ser una formación musical, es una familia de amigos en la que algunos ya nos conocemos desde hace aproximadamente tres décadas. Hemos crecido juntos y nos hemos visto reír, llorar, casarnos, ser padres y transcurrir la vida entre unos y otros. Iniciamos la andadura juntos en la Banda de Cornetas y Tambores de la Santa Cena, después pasamos a ser la Banda de Cornetas y Tambores "Santo Tomás de Villanueva" y de ahí, unos cuantos, fundamos la Agrupación Musical, pionera en toda Castilla - La Mancha. En mi caso y tras varios años disfrutando de nuestra familia musical y la creación que habíamos logrado, tuve que abandonar las filas de la cornetería cuando empecé la vida laboral, pero siempre he permanecido junto a ellos. Y así seguiré. Me he seguido considerando un componente más y ellos me han seguido tratando como tal. En sus tres trabajos discográficos hay retazos míos en forma de letra o audio, no me he perdido ninguna actuación en los escenarios y siempre he hecho gala de las siglas STV allá por donde he ido, de cofrades maneras. Incluso desempolvé y limpié mi vieja corneta y volví a tocar con ellos una marcha, muchos años después, el día de la boda de uno de mis grandes amigos, fundador también de la Agrupación. Y este año que se cumplía el XX Aniversario de la andadura musical como Agrupación Musical Santo Tomás de Villanueva, lo menos que debía hacer era estar en sus filas de nuevo.
Lógicamente, sin tener embocadura ninguna y sin conocer las partituras de las marchas nuevas que engrosan el repertorio, no podía tocar instrumento alguno de viento metal y tampoco iba a ir infiltrado en las filas haciendo "playback cornetero". Quedaba únicamente la opción de salir de escolta en la fila de alabarderos que abren paso a la Agrupación Musical por las calles. Y allá que fui. Tenía que estar e iba a estar. Me prestaron un traje con todos los complementos necesarios para poder desempeñar la función: alabarda, sable, canana, capa y tricornio. Casi nada. Me agencié un par de guantes blancos y me invadió la misma felicidad que cuando con once años de edad me presenté por primera vez en un ensayo de la Banda de la Santa Cena diciendo que me quería apuntar. Faltaba sólo un detalle. Pero, ¡qué detalle! Cuadrar en mi apretadísima agenda cofrade de Semana Santa qué día podría salir con ellos. El Domingo de Ramos mi sitio está con la familia, con la explosión de júbilo del inicio de una semana que cuenta el tiempo al revés y en el zanco izquierdo delantero del paso del Rabí que viene cautivo y prendido desde el Barrio de los Ángeles por la tarde noche del Día de Palmas. El Lunes Santo la Agrupación toca fuera y yo, por motivos laborales, me quedo en Ciudad Real. El Miércoles Santo la banda marcha a las tierras califales de Córdoba a poner sus sones y yo estoy bajo el reino de las maderas que conforman el paso del Señor de la Bondad en su misterio de la Flagelación. De Jueves Santo a Domingo de Resurrección me hallo en Sevilla, donde la Virgen de la Esperanza, entre Rosario y Sentencia, bajó del cielo a Sevilla para hacerse Macarena. Quedaba sólo el único día de la Semana Grande no mentado: el Martes Santo.
¡Y qué preciosa casualidad! Ese día era 5 de Abril. ¿Y cuándo se presentó la Agrupación Musical Santo Tomás de Villanueva al público? Un 5 de Abril también. Hacía justo veinte años ese día. El 5 de Abril de 2003 comenzaron a sonar las marchas interpretadas por nuestra banda y el 5 de Abril de 2023, Martes Santo, siguieron sonando (y que sigan y sigan y sigan). Más de una decena de fundadores volvimos a reunirnos en sus filas para celebrar tal efeméride y fue un día para el recuerdo. Un precioso Martes Santo acompañando al Cristo de Medinaceli desde su barrio, ida y vuelta, al corazón de esta Civita Regia que nos vio nacer. Mi lugar, sin duda privilegiado, me permitió ir disfrutando del andar del paso y escuchar todos y cada uno de los acordes interpretados a la perfección por mis compañeros. ¡Menuda forma de disfrutar! La sonrisa interior no me la quitaba nadie por metido que fuera en mi papel, portando la alabarda en el hombro diestro y agarrando el sable con la mano izquierda. Un sentimiento paternofilial enorme sobre el puñado de personas buenas que llevaba detrás y a las que quiero a rabiar. Una legión de tricornios armados con instrumentos de viento metal y percusión que si me preguntasen si me voy con ellos a la guerra, mi respuesta sería "¿a qué hora?"
En definitiva, fue, sin duda, mi momento de la pasada Semana Santa 2023. He tenido oportunidad de hablar de ello en el programa "Paso a paso" en la radio y de contarlo en tertulias y, la verdad, es que conforme iba ocurriendo, me iba aumentando la felicidad y sabía que le dedicaría unas líneas. Fue como volver de mayor al lugar de vacaciones donde te llevaban tus padres y del que nunca querías marchar y reencontrarte con la misma gente y las mismas sensaciones. Los veteranos recordamos antiguas vivencias, lo que nos costó ponernos por primera vez en la calle, contamos batallitas del pasado y reímos de nuevo juntos hablando de aquellos antiguos motes que aún perduran. Cuando hicimos la Agrupación éramos muy jóvenes, adolescentes prácticamente y, no se olvide, ya llevábamos años juntos. Imaginad ahora que han pasado dos décadas desde entonces y somos padres de familia, lo que podríamos escribir si nos diera por verter líneas de lo que es y significa para nosotros la "Agrupación Musical Santo Tomás de Villanueva". Es mucho más que un sentimiento o las tres sílabas que llevamos marcadas a fuego en nuestro corazón y alma. Es algo que, verdaderamente, sólo entiende quien lo ha vivido y cuando ve la formación en la calle se emociona y piensa "fui arena de su cemento, fui piedra de su basamento y soy campana su viento". Siempre será mi banda, siempre será mi casa. No he vuelto. Jamás me fui. Siempre, siempre, siempre: STV.
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