Sé que Agosto ha sido pleno cuando no he tecleado absolutamente nada en el blog durante sus treinta y un días por absoluta falta de tiempo. Eso implica que ha sido un gran mes vacacional. Mi mes de vacaciones. Bueno, realmente de vacaciones no. Vacaciones es un período de descanso laboral retribuido. En mi caso, siendo autónomo, no tengo retribución alguna si dejo de trabajar, por que mis "vacaciones" son, simplemente, un parón laboral. Digamos vacaciones y nos entendemos todos. ¡Qué gran mes! Me encanta exprimirlo y este año lo he hecho pero bien. Arrancó el mes, sin fallar a su cita, en la noche de la Pandorga. A las 00;01 estaría yo rodeado de tradición y folclore seguramente con un vaso de limoná en la mano y, tan sólo horas más tarde, cerca de las 06;30 de la mañana con la mochila a la espalda dispuesto a recorrer otra vez mi querido Camino de Santiago. Me despedí de mis hermanos pandorgos iniciando la madrugada y siendo madrugada aún ya iba en un tren rumbo a Madrid. Así empecé Agosto, a tope, indicándole cómo lo iba a consumir sin desperdiciar ni un segundo. Y lo nombro con mayúscula porque lo uso como nombre propio y le hablo de usted por todo lo que me regala. De modo que en su mismo día 1 que empezó con garbanzos torrados, a mediodía me encontraba ya instalado en la Hospedería de Peregrinos en Oviedo y con un plato de fabada y posterior cachopo delante. Marché a recorrer el Camino Primitivo por aquello de que "Quien visita a Santiago y no al Salvador, visita al criado y olvida al Señor", aunque realmente marché porque a ese Camino le tenía ganas, había oído hablar de su dureza y era un reto a cumplir y superar, siendo este año perfecto para ello y en el que consumiría más de la mitad de Don Agosto.
Así pues, el día 1 lo dediqué a viajar y a caminar los días que van desde el 2 de Agosto hasta el 15 de Agosto, día de la Virgen del Prado y día que llegué a Santiago de Compostela habiendo cumplido y superado los avatares del Camino Primitivo en catorce etapas. Volví a mi Civita Regia el día 16, recién iniciadas las Ferias y Fiestas y habiendo explotado ya con botas, mochila y bordón, un poco más de medio mes. Me encanta. Gasto la mitad de las vacaciones levantándome entre las 05;00 y las 06;00 de la mañana, cargando una mochila de unos 9 kilos, pateando montes llenos de desnivel hasta la hora de comer, pasando calamidades y duchándome y durmiendo en albergues de peregrinos rodeado de extraños. Estaré loco, quizás, pero soy feliz así, desconecto de la mundanal rutina y, creedme, estoy donde quiero estar y tengo tranquilidad y alegría. Digo yo que si no fuera así no lo haría y llevo quince años gastando días de Agosto en ello. De hecho, todavía flotan en mi cabeza Grado, Salas, Tineo, Pola de Allande, Berducedo, Grandas de Salime, etc, y ya pienso en qué Camino o tramo recorreré el año que viene... Pues eso. Que volví para la Feria y la disfruté mucho. Y eso que salí poco. No sé si es porque los años pasan, porque mis gustos cambian o por un poco de todo. Pero lo conjugué diferente y disfruté mucho. No me faltó ni mi familia, ni mis amigos, ni mis aficiones. Y eso para mí es la vida misma.
La Feria 2025 ya es un bello recuerdo. Mi hija y yo ganamos, cada un en su categoría, el Trofeo de Tiro con Arco. ¡Un regalazo de la vida! El que escribe, desde niño, siempre ha estado enamorado de los arcos y las flechas. Mi película favorita era Robin Hood y aprovechaba cada escapada al campo con mis abuelos y mis padres para abastecerme de ramas y vástagos y hacerme un buen arco y flechas como las de las películas. Imaginación no me faltaba y creatividad tampoco. Con plumas de paloma y clavos viejos logré hacer flechas que volaban bastante bien y se clavaban con facilidad en maderas y árboles. Y con ramas de álamo, pino y almendro logré arcos más que aceptables. Bien, pues quiso la vida que a mis cuarenta y tantos volviese esa afición a renacer en mí al descubrir que hay en Ciudad Real un club de arqueros al que no dudé en inscribirme nada más conocerlo. Hice el curso de iniciación en Febrero del año en curso, me adentré en el mundillo, mi hija Claudia cogió el gustillo y se animó también a tirar con arco, adquirimos nuestros primeros equipos de arquería (¡¡arcos y flechas de verdad!!), en Mayo fuimos a la primera competición a la que pudimos apuntarnos y, sorpresón, fue tal la evolución que en la Feria ganamos el trofeo. Una preciosidad de experiencia y vivencia que me tenía mi querido Agosto preparada. Tampoco faltaron en las Ferias y Fiestas noches de cacharritos y atracciones con algún botellín a destiempo. Y así exprimí los días del 17 a 22 de mi querido mes vacacional, entre ratitos de alegría compartidos con todos los cercanos en el corazón de la ciudad. Y, por supuesto, bajo la atenta mirada de la Virgen del Prado que me echaría de menos la noche del 14 al 15 de Agosto, pero escucharía mi oración desde Lavacolla.
Los últimos días del mes, en concreto del 23 al 31, encaminados irremediablemente ya a un nuevo curso laboral, los consumí en Fernán Caballero. Es mi refugio y donde no me faltan tareas cotidianas que hacer de esas que entretienen y me gustan: podar el seto, repintar la puerta, trasplantar una higuera, limpiar la piscina, etc. Y, entremedias, lumbres y limoná. Eso no puede faltar nunca. Me encanta oír a mi hija bañarse y jugar en la piscina mientras yo estoy preparando los avíos para hacer un arroz o unas patatas a la riojana. En el campo y con fuego todo saber mejor. Y hacer alguna excursión cercana al Pantano de Gasset a merendar, a Malagón a comprar un queso de la fábrica o acercarnos al Sotillo a bombear agua del pozo y rellenar un par de garrafas. Cositas pequeñas que hacen que los días sean grandes. Además, en estos días, se fragua la conserva y cuando en los fríos meses de invierno abrimos algún tarro de tomate o pisto nos acordamos de aquellos ratos a finales del estío. Mi pequeña Claudia se ha pasado muchos días con nosotros en el chalet y ha disfrutado mucho "de la vida campera" como ella dice, con especial mención a la preparación del cumpleaños del Tormento (su tita del alma) en los que ayuda a decorar y ambientar temáticamente la fiesta a celebrar. Algún día hemos disfrutado de las fiestas del pueblo, otro de comida con amigos, otro de alguna receta nueva y así he ido saboreando cada minuto de un mes en el que no tocado ni un papel. Por ello decía al principio que para mí es un mes genial de descanso y, más todavía, cuando ni siquiera le araño media hora para teclear algo. Y quiero teclear, sí. Tengo cosas para narrar... El mismo día 31, fin de mes, lo pasé gastando hasta el último minuto en el chalet. Y amaneció un nuevo septiembre y me hizo sonreír: hace justo un mes iba de camino a Oviedo. ¡Cómo se ha pasado Agosto! ¡Cómo lo he exprimido a tope! Sí señor: un maravilloso Agosto.
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