Prima pedir las oportunas disculpas a todo aquel lector amigo del Rincón que haya estado esperando unas humildes líneas para entretenerse, pero los avatares y designios de la vida no son controlables por mí y he estado entre zozobras que me han impedido redactar algo con anterioridad a hoy. Ahora que dispongo de un rato vuelvo a verter unas letras en este espacio para todos vosotros que sóis, sin duda, quienes lo hacéis grande. Y vengo a escribiros con ganas pues hace un año, en una entrada similar, venía a contaros lo que podía haber sido grande y no lo fue. Sin embargo este año ha brillado el astro rey de Ramos a Resurrección y podía haber sido grande, enorme, inmenso y lo fue. Hablo, por supuesto, de mis días de Gloria. Pido disculpas nuevamente a todo aquel lector que no siga el Rincón por las cofradías, pero debía esta entrada y ahora es el momento de escribirla. Prometo pronto introducir en el blog para esos lectores alguna leyenda, cuestión de la vida misma o curiosidad, al igual que algún que otro apunte futbolístico, pero hoy estoy en deuda con la Semana Santa vivida. Y estas líneas son para ella.
Pasadas que fueron las vísperas, Domingo de Pasión, en el que juré las reglas de Nuestro Padre Jesús Nazareno por la mañana y Él anduvo por esta civita regia por la tarde y, Viernes de Dolores, día de primeras torrijas en casa y día en que la Dolorosa Virgen de Santiago pasease por su barrio, llegó el esperado Domingo de Ramos poniendo fin a la anhelada rampa de una mágica semana que cuenta el tiempo al revés. El sol anunciaba un día esplendoroso y no traicionó. La Hermandad de las Palmas abrió la Semana Grande saliendo por vez primera desde el Colegio Salesiano Hermanos Gárate. Algarabía de niños recibiendo al Señor. Por la tarde las Hermandades de la Coronación de Espinas y del Prendimiento de Jesús Cautivo y María Santísima de la Salud pondrían el broche de oro al Domingo de Ramos. Yo, fiel a mi raza costalera, tenía un sitio guardado para tocar el Cielo con las manos. El zanco izquierdo del paso del misterio del Prendimiento y detrás tocando mi amada Agrupación Musical Santo Tomás de Villanueva. Me siento un privilegiado aunque evoco añoranzas del Rabí de la calle Sol ese mismo día. Le dimos un señor paseo al Gitano de la calle Madrid, cautivo y prendido en los Ángeles. El Domingo de Ramos, este año sí, podía haber sido grande, enorme, inmenso. Y lo fue.
El Lunes Santo cumplí con mi tradición de oración y fe participando en el Vía Crucis por las calles. Aquí poco más hay que hacer en este día. Y lo que se podía hacer, se hizo. Llegó de esta guisa el Martes Santo. Mi Hermandad de las Penas estrenaba canasto en el paso del Señor y además se había cambiado el recorrido, pasándose por delante de la Santa Iglesia Prioral Basílica Catedral. El día descargó una tormenta por la mañana para dar paso a un cielo azul que auguraba una plácida tarde de cofradías. Y así fue. Mientras las Hermandades de Jesús Medinaceli y Nuestra Señora de la Esperanza ya procesionaban por las calles, en otro rinconcito de Cielo y ataviado con costal y faja me convertí en los pies de Dios por las calles y me acordé de los que ya no están, de los que vendrán y de los que están sin saber que están. Costalero del Señor de las Penas, de los que rachean en silencio, pude completar la estación de penitencia del Martes Santo entre amigos y de zanco a zanco. A las doce en punto de la noche iniciaba su caminar la Virgen del Mayor Dolor poniendo el cierre del día. Este año el Martes Santo me permitió pasear al Dios carmelitano. Podía haber sido grande, enorme, inmenso. Y lo fue.
Miércoles Santo de oración y gloria. Día de Bondad y Consuelo. Día esperado y anhelado desde que Dios me permitiera ser de los hombres que pasean su fe por las calles. El año pasado cumplía mi mayoría de edad bajo las trabajaderas del Señor y la lluvia impidió mi decimoctava salida con la Hermandad de la Flagelación bajo Nuestro Padre Jesús de la Bondad. Este año tocaba darle un paseo gordo, mecerlo y acunarlo para mitigar el látigo del sayón que azota su espalda. Y así fue. Bajo el paso que me vio nacer y crecer como costalero y bajo el paso que me verá cesar en el oficio cuando Él lo quiera, volví a tocar el Cielo con las manos.
Y de qué manera. Es la cara que veo cuando rezo el Padrenuestro. Él, todo lo puede. Y paso a paso de la vida me ha demostrado que siempre está y que es grande. Por eso me limito a decirle una vez más lo que dice la oración que Él nos enseñó: "Hágase tu voluntad". Se repartió Bondad por las calles y Nuestra Madre del Consuelo hizo lo propio con los afligidos. Mi cofradía cumplió con creces su demostración de hermandad en la calle. Desde luego que el Miércoles Santo podía haber sido grande, enorme, inmenso. Y lo fue. Sin duda lo fue.
Ya el Jueves Santo, ecuador divino de la mágica semana, el clima estaba en deuda con las cofradías del Perchel. Y este año hizo un tiempo perfecto para que desde la rota madrugada, en que la Hermandad del Silencio procesionó desde las tres de la mañana hasta los albores del día, hasta que las puertas de San Pedro se abriesen de nuevo cerrando el Jueves Santo e iniciando la Madrugá del Viernes Santo para que Dios Nazareno cruzase de nuevo el umbral de la Gloria, no hiciera aparición la lluvia. Unas cuantas gotas despistadas quisieron traer fantasmas del pasado pero rápidamente fueron erradicadas.
Un estudiantil cortejo de niños, infantes y universitarios no estaban por la labor de no poder pasear al Señor de la Cena y a su Madre Dulce Nombre por la ciudad. Ni tampoco la gente de la Hermandad del Ecce Homo se iba a quedar en casa sin mostrar como Pilatos se lavaba las manos tras entregar al pueblo a Jesús. La lanzada de Longinos saldría a derrochar Caridad por el costado abierto del crucificado de Santiago. Y una Virgen Dolorosa bajo palio pondría el colofón a un magnífico Jueves Santo que tuve la dicha de presidir tras su manto. Decidme si no es de afortunado ir varias horas tras Ella rozando su paso. Ahí os dejo la foto. El Jueves Santo podía haber sido un buen día. Pero optó por ser grande, enorme e inmenso. Y lo fue.
El Viernes Santo llegaba de la mano de mi recién estrenada cofradía. Familia morada que alivia el peso de la cruz a Nuestro Padre Jesús Nazareno, Señor de la Ciudad. La Madrugá de esta capital manchega sólo lo tiene a Él. Y como no podía ser de otra manera bendijo cada uno de los rincones de esta tierra y recogió las oraciones para obrar a su manera. Cuando volvieron a abrirse las puertas del templo ya salía Jesús en el Huerto de Getsemaní. Se iniciaba el desfile de cofradías del Viernes Santo por la mañana y el calor y el azul del cielo casi quitaban protagonismo a las hermandades del Huerto, Santo Encuentro, Jesús Caído y Tres Cruces, las cuales pude contemplar desde los palcos de la Plaza Mayor. La Virgen de la Misericordia la ví en el Paseo del Prado. Fue una mañana sin duda primaveral total y las únicas gotas que cayeron fueron las de la cera derretida. Por la tarde el tiempo, pese a ser el entierro del Señor y soler ponerse negro el Cielo, la meteorología respetó que la solemne procesión del Santo Entierro luciese en esplendor. Salieron sin problema mostrando su arte iconográfico a la calle las Hermandades del Cristo de la Piedad, Santo Descendimiento, Virgen de las Angustias, Santo Entierro y Dolorosa de la Catedral. Hacía años que no recordaba en Ciudad Real un Viernes Santo así de principio a fin. El año pasado no, pero este año por supuesto que podía haber sido grande, enorme, inmenso. Y lo fue.
El Sábado Santo amaneció de igual manera. La Gloria estaba emplazada al pleno de salidas procesionales que desde el año 2004 no había acontecido. Una década esperando que todas las hermandades de vísperas y de penitencia pudieran lucirse por las calles. La única hermandad penitencial de nuestra nómina cuyas titulares son ambas advocaciones marianas, Amargura y Soledad, procesionó sin problema alguno en una preciosa tarde abrileña. Este año estrenaba cambio de horario y fue un acierto total y un alivio para los hermanos de más corta edad. Y por último, el Domingo de Resurrección hizo aparición la lluvia... Pero por la tarde y cuando ya estaba todo concluido. Por la mañana la procesión de Dios Resucitado y la Virgen de la Alegría transcurrió por Ciudad Real y culminó con repiques de campanas por varias iglesias. El año pasado nos quedamos sin Resurrección por la nefasta meteorología que nos sacudió horriblemente, pero este año tuvimos un fin de la Gloria como Dios manda. Todas las cofradías salieron a la calle. Sí señor, hicimos pleno. La Semana Santa 2014 nos podía haber regalado un sentimiento grande, enorme, inmenso. Y así fue.
Incluso tuve una pequeña escapada para ir a tres lugares de peregrinación santa para mí en mi amada Noble, Leal, Invicta, Heroica y Mariana ciudad de Sevilla: Basílica del Gran Poder, Basílica de la Esperanza Macarena y Convento de Santa Ángela de la Cruz. Allí concluí mis oraciones no sin antes ir a ver al Dios bueno de la Resurrección en Santa Marina, allí donde todo termina y todo comienza, y por supuesto ir a verte, Niño de ojos verdes que derramas eucaristía cada primavera en Ponce de León. Nuestro reencuentro siempre es grande, enorme, inmenso. Y lo fue.
Y hasta aquí mi debida crónica de la Semana Santa de este año, la cual entre líneas esconde que se hizo su voluntad y que nuevamente se hará en una pronta simiente cofrade que habitará en la Esperanza. Amén.
Miércoles Santo de oración y gloria. Día de Bondad y Consuelo. Día esperado y anhelado desde que Dios me permitiera ser de los hombres que pasean su fe por las calles. El año pasado cumplía mi mayoría de edad bajo las trabajaderas del Señor y la lluvia impidió mi decimoctava salida con la Hermandad de la Flagelación bajo Nuestro Padre Jesús de la Bondad. Este año tocaba darle un paseo gordo, mecerlo y acunarlo para mitigar el látigo del sayón que azota su espalda. Y así fue. Bajo el paso que me vio nacer y crecer como costalero y bajo el paso que me verá cesar en el oficio cuando Él lo quiera, volví a tocar el Cielo con las manos.
Y de qué manera. Es la cara que veo cuando rezo el Padrenuestro. Él, todo lo puede. Y paso a paso de la vida me ha demostrado que siempre está y que es grande. Por eso me limito a decirle una vez más lo que dice la oración que Él nos enseñó: "Hágase tu voluntad". Se repartió Bondad por las calles y Nuestra Madre del Consuelo hizo lo propio con los afligidos. Mi cofradía cumplió con creces su demostración de hermandad en la calle. Desde luego que el Miércoles Santo podía haber sido grande, enorme, inmenso. Y lo fue. Sin duda lo fue.
Un estudiantil cortejo de niños, infantes y universitarios no estaban por la labor de no poder pasear al Señor de la Cena y a su Madre Dulce Nombre por la ciudad. Ni tampoco la gente de la Hermandad del Ecce Homo se iba a quedar en casa sin mostrar como Pilatos se lavaba las manos tras entregar al pueblo a Jesús. La lanzada de Longinos saldría a derrochar Caridad por el costado abierto del crucificado de Santiago. Y una Virgen Dolorosa bajo palio pondría el colofón a un magnífico Jueves Santo que tuve la dicha de presidir tras su manto. Decidme si no es de afortunado ir varias horas tras Ella rozando su paso. Ahí os dejo la foto. El Jueves Santo podía haber sido un buen día. Pero optó por ser grande, enorme e inmenso. Y lo fue.
El Viernes Santo llegaba de la mano de mi recién estrenada cofradía. Familia morada que alivia el peso de la cruz a Nuestro Padre Jesús Nazareno, Señor de la Ciudad. La Madrugá de esta capital manchega sólo lo tiene a Él. Y como no podía ser de otra manera bendijo cada uno de los rincones de esta tierra y recogió las oraciones para obrar a su manera. Cuando volvieron a abrirse las puertas del templo ya salía Jesús en el Huerto de Getsemaní. Se iniciaba el desfile de cofradías del Viernes Santo por la mañana y el calor y el azul del cielo casi quitaban protagonismo a las hermandades del Huerto, Santo Encuentro, Jesús Caído y Tres Cruces, las cuales pude contemplar desde los palcos de la Plaza Mayor. La Virgen de la Misericordia la ví en el Paseo del Prado. Fue una mañana sin duda primaveral total y las únicas gotas que cayeron fueron las de la cera derretida. Por la tarde el tiempo, pese a ser el entierro del Señor y soler ponerse negro el Cielo, la meteorología respetó que la solemne procesión del Santo Entierro luciese en esplendor. Salieron sin problema mostrando su arte iconográfico a la calle las Hermandades del Cristo de la Piedad, Santo Descendimiento, Virgen de las Angustias, Santo Entierro y Dolorosa de la Catedral. Hacía años que no recordaba en Ciudad Real un Viernes Santo así de principio a fin. El año pasado no, pero este año por supuesto que podía haber sido grande, enorme, inmenso. Y lo fue.
El Sábado Santo amaneció de igual manera. La Gloria estaba emplazada al pleno de salidas procesionales que desde el año 2004 no había acontecido. Una década esperando que todas las hermandades de vísperas y de penitencia pudieran lucirse por las calles. La única hermandad penitencial de nuestra nómina cuyas titulares son ambas advocaciones marianas, Amargura y Soledad, procesionó sin problema alguno en una preciosa tarde abrileña. Este año estrenaba cambio de horario y fue un acierto total y un alivio para los hermanos de más corta edad. Y por último, el Domingo de Resurrección hizo aparición la lluvia... Pero por la tarde y cuando ya estaba todo concluido. Por la mañana la procesión de Dios Resucitado y la Virgen de la Alegría transcurrió por Ciudad Real y culminó con repiques de campanas por varias iglesias. El año pasado nos quedamos sin Resurrección por la nefasta meteorología que nos sacudió horriblemente, pero este año tuvimos un fin de la Gloria como Dios manda. Todas las cofradías salieron a la calle. Sí señor, hicimos pleno. La Semana Santa 2014 nos podía haber regalado un sentimiento grande, enorme, inmenso. Y así fue.
Incluso tuve una pequeña escapada para ir a tres lugares de peregrinación santa para mí en mi amada Noble, Leal, Invicta, Heroica y Mariana ciudad de Sevilla: Basílica del Gran Poder, Basílica de la Esperanza Macarena y Convento de Santa Ángela de la Cruz. Allí concluí mis oraciones no sin antes ir a ver al Dios bueno de la Resurrección en Santa Marina, allí donde todo termina y todo comienza, y por supuesto ir a verte, Niño de ojos verdes que derramas eucaristía cada primavera en Ponce de León. Nuestro reencuentro siempre es grande, enorme, inmenso. Y lo fue.
Y hasta aquí mi debida crónica de la Semana Santa de este año, la cual entre líneas esconde que se hizo su voluntad y que nuevamente se hará en una pronta simiente cofrade que habitará en la Esperanza. Amén.
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