Y ahora mientras escribo estas líneas vuelvo a ver mi nombre plasmado en algún artículo de la Guía Oficial de la Semana Santa de Ciudad Real y en algún sobre que me trae el boletín de mi hermandad sevillana de la Sagrada Cena. Y lo ojeo y sonrío. Soy feliz cuaresmeando y leyendo guías, boletines y programas. Soy feliz estrujando estos fines de semana cargados de parihuelas con vigas que entrenan a los hombres que tienen la dicha de ser costaleros. Y viendo como emergen en las calle conversaciones cofrades y comentarios de tal ensayo o cual pregón. Y la, Dios lo quiera, eterna juventud cofrade camino de sus ensayos con un tambor o una corneta y un nuevo costal aguardando que el capataz lo iguale y empiece su andadura bajo los pasos. Me gusta cuando bulle la ciudad esperando estos días. Me gusta cuando afloran los cofrades (aunque sólo sean de cuota) y hablan de su hermandad. Me gusta cuando los amigos se juntan en torno a una foto en el ensayo de turno. Me gusta cuando voy a las tertulias y me junto con mi gente y hablamos de los que nos une a todos. Me gusta la gente y amigos que he conocido a través de este mundillo. Me gusta todo lo que sea al respecto de hermandades y cofradías y ver que hay gente que lo vive menos, igual y más que yo. Me gusta cuando desde "Paso a paso" puedo ponerle voz a las cofradías y recitar escritos hechos con el alma que ensalzan el andar de un palio o el racheo de un misterio por las calles de una ciudad que los espera.
Cuaresmeando decía. Y después de un buen día de cofradías un papelón de adobo y una cervecita en la Taberna del Volapié. Y venga a seguir disfrutando de estos días. Como el pregonero dijera al hablar de estas cuatro decenas "Quedan cuarenta días y cuarenta noches, pero qué cuarenta días y qué cuarenta noches". Y no le faltaba ni le falta razón. Días de limpieza de plata, días de puesta a punto de enseres, días de plancha y tintorería, días de matices de marchas, días de balcones engalanados y paredes encaladas, días de pueblos de la mancha que jalbegan sus muros, días en que la Luna del Parasceve encandila los muros de los templos y coquetea con las torres que vigilan las puertas de la gloria por las que empezarán a salir los pasos el Domingo de Ramos, cuando se ponga fin a esta nueva y bendita Cuaresma. Mientras tanto a seguir disfrutando en la gloria camino de La Gloria. Ya lo decía al principio... ¡Cómo me gusta el cuaresmeo!
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