El Camino de Santiago es especial para mí. Quien me conoce lo sabe. Amo el Camino. Es mucho más que caminar. Es reír, es llorar, es sufrir, es enorgullecerse, es asumir el reto, es lograrlo, es superarse, es hundirse, es levantarse, es abrirse, es cerrarse, es vivir, vivir a tope las emociones y sentir con los cinco sentidos lo jamás sentido antes. Y dentro de los caminos soy fiel al de siempre, al mítico, al mágico, al de los secretos, al de las mil historias, al que es la madre de todos los caminos, al real Camino Francés. Lo conozco bien y él me conoce mejor a mí. He recorrido todas sus etapas desde Saint Jean Pied de Port hasta Santiago de Compostela, algunas incluso tres o cuatro veces y jamás me canso de hacerlo. Todavía le debo muchas letras al final de mi gran camino, a esa aventura que inicié en el año 2013 y he concluido este verano, a esas etapas que me han llevado desde León hasta Compostela. Pero antes de realizar esos escritos debo dar paso a otros. El Gran Camino Francés me atraía por muchas cosas y cada vez me atrapa más por motivos que él mismo ha ido enseñándome e incitándome a conocer a través de mis caminatas. Y esta última aventura ha sido especial porque pasaría por vez primera por lugares muy emblemáticos para los peregrinos y que yo todavía no conocía, como La Virgen del Camino, Hospital de Órbigo, Astorga, Foncebadón, la Cruz de Ferro y Molinaseca. Varios de ellos vienen reflejados en el Códex Calixtinus y tenía ganas de patearlos. Y entre ellos había un sitio y una persona que todo peregrino que se precie conoce o ha oído hablar de ellos. Historia viva y resucitada del Camino. Hablo del municipio de Manjarín y de Tomás, el último templario. Estos párrafos son para ellos y para inmortalizar aquella preciosa etapa.
Tomás, apodado "el último templario" reconoce no ser cierto su mote, pues según nos contó el Temple está vivo y existen varios círculos de caballeros templarios repartidos por el mundo por lo que, evidentemente, él no es el último caballero templario. Sintió la llamada del Temple en Ponferrada hace más de veinte años y desde entonces se convirtió en templario y hospitalero del Camino. Estuvo colaborando con otro mítico personaje del Camino como es Jesús Jato en el Albergue que éste mismo creó con sus propias manos, el Ave Fénix, sito en Villafranca del Bierzo. Estando allí llegó a sus oídos una anécdota de un peregrino que se perdió por el tramo de camino entre Foncebadón y El Acebo y no halló cobijo pues se encontraba desprovisto de todo tipo de refugio, albergue o punto de parada. Esto hizo que Tomás se instalase en Manjarín, situado entre esos dos citados pueblos y diera cobertura hospitalaria a ese largo tramo carente de dotación. Revivió y resucitó el despoblado municipio y construyó el refugio templario dando cobijo a los peregrinos. Es cierto que el lugar desprende una energía extraña y merece que todo peregrino se detenga un ratito allí. Tomás tañe una campana cuando avista a los peregrinos para que estos se guíen por el sonido hacia el refugio, al igual que hacían los antiguos templarios los días de niebla o tormenta de nieve para evitar que se perdieran los caminantes o para atraer a los ya perdidos hacia el cobijo del albergue. Echamos un buen rato charlando con él en lo que es sin duda uno de los rincones más fotografiados del Camino.
Hoy repasando mis vivencias camineras me he acordado del buen Tomás al que tuve el placer de conocer y no he dudado en verter estas líneas en mi humilde rincón. Sé que algún día podré decir nuevamente "yo lo hice", yo conocí a Tomás, el templario, el hospitalero de Manjarín. Me gustaría conocer en persona a Jesús Jato igualmente, pero a saber cuándo vuelva yo a pisar Villafranca del Bierzo. Aunque a decir verdad, antes de embarcarme en el mundillo peregrino jamás siquiera había oído nombrar dicho pueblo y ya he pasado por él haciendo el Camino dos veces. Nunca se sabe. En todo caso ambos son historia viva del Camino de Santiago, tanto que ya forman parte de él. Basta con teclear sus nombres en cualquier buscador de internet y salen diversas noticias sobre ellos. Personajes del Camino que viven por y para él desde mucho antes del boom de los Años Xacobeos. Y ésta, amigos, es una de las cosas que me gusta compartir y que queda grabada en mi retina de caminante: mi recuerdo de Manjarín y de Tomás, el último templario. Non nobis domine. ¡Hasta la próxima y Buen Camino!
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