

Sentada esa apreciación y con ganas de conocer el local y su ambientación pues había oído mucho hablar de ello, Selu reservó mesa para los cuatro que nos juntamos en el pueblo a grabar a la radio y a pasar un día entrañable: José Luis Fernández (Panuchero), el propio Selu, mi primo Fer y yo. Nos recibió en la entrada aparcado el coche del propietario del restaurante a modo de anticipo de lo que espera nada más pasar al local: los colores de la bandera nacional por toda la estancia y todo tipo de apología y memoria a los tiempos de la dictadura de Francisco Franco de principio a fin. Por supuesto José Antonio Primo de Rivera también está presente. Faltaría más. No queda rincón del restaurante sin decorar de una manera u otra y por los altavoces suena a menudo el "Cara al sol". Desde luego es digno de conocer el lugar. Los parroquianos que lo regentan, ya acostumbrados a ello, actúan con total naturalidad y normalidad, siendo los visitantes curiosos los que nos quedamos con cara de asombro ante todo aquello. Insisto una vez más en que merece la pena la visita pues entretenida es un rato y, las cosas como son, se come bastante bien y barato. Eso sí, lo recalco, se debe ir concienciado de lo que nos vamos a encontrar y obviar todo tipo de detalles y pensamientos. Es como el ateo que visita el Vaticano: "mire usté, admire el arte y olvide la religión". Aquí igual. Déjate llevar puesto que nadie te obliga a ir y saborea un lugar tan peculiar en plena Mancha y échate unas risas.
Llaman a la atención todo tipo de detalles que lanzan mensajes que logran incluso sacar una sonrisa bondadosa. Son destacables una gran fotografía del Caudillo ataviado con la camiseta del club de Concha Espina, a modo cartel, en la que puede leerse "En el Cangrejo se ven todos los partidos del Real Madrid" o una pancarta colgada del techo como si fuera una bandera de España con sendas águilas de San Juan a los lados con la leyenda "Las mejores gachas de España te las puedes comer aquí". Se encuentran también mil reseñas sobre la victoria del conflicto bélico, la falange, la Guardia Civil, el Valle de los Caídos y todo tipo de imágenes o reminiscencias que tenga algo que ver con Franco, su papel en la guerra y su posterior dictadura. La apología que hace el lugar a los tiempos pasados del dictador llega hasta tal punto que a la entrada del local, en la propia puerta, pone bien claro en un cartel: "¡Aviso! Entras en zona nacional. Si no te gusta vuelve por donde viniste. ¡Arriba España!". Y los manteles de las mesas del comedor llevan estampados el águila de San Juan y la leyenda "Una, grande y libre". No queda lugar del restaurante que se libre de vítores, imágenes, recuerdos o mensajes ajenos a la temática común del mismo. Incluso en la tienda de recuerdos (que los hay y muy curiosos) las bolsas de harina de almortas o pitos para hacer las famosas gachas manchegas también llevan por decoración una pegatina de la bandera de España con el águila. Y no, no es una exageración. Adjunto foto pues me reí bastante con tal detalle.
Total que Selu, Panuchero, Fer y yo pasamos un agradable rato en un sitio muy curioso. Y la gente que estando en tal lugar nos oía hablar de cofradías pasó mejor rato aún. Éramos una curiosidad dentro de la curiosidad. Y como decía por ahí arriba se come bastante bien. Un amplio y abundante menú por 10 euros que incluye primero, segundo, postre, bebida y pan y con unos platos de buen yantar entre los que hay patatas a la riojana, fideuá, chuletas, calamares, paella, entrecot, bistec, tarta de queso, suspiro de queso manchego, flan casero, etc. Vamos que nos pusimos como el quico y la visita mereció la pena pues el buen ambiente entre nosotros y la peculiaridad del local, evadiéndose de ideologías y políticas, ya lo he dicho, hacen que merezca la pena la visita a este reducto franquista que pervive en la Solana y que está, las cosas como son, bien asentado pues lleva más de treinta y cinco años existiendo y ganando fama. Y con los tiempos que corren políticamente no es fácil ganar turismo y visitantes con campañas permanentes de este tipo. Ese es el mérito de lugares como este: saber equilibrar lo extremo con la curiosidad. Para ello el fiel de la balanza es el respeto entre los de dentro y los de fuera. No existe otra manera. Os ánimo a conocer el local como si fuera un parque temático. Olvidad ideologías y visitad el Cangrejo. Un lugar diferente, sin duda.


Total que Selu, Panuchero, Fer y yo pasamos un agradable rato en un sitio muy curioso. Y la gente que estando en tal lugar nos oía hablar de cofradías pasó mejor rato aún. Éramos una curiosidad dentro de la curiosidad. Y como decía por ahí arriba se come bastante bien. Un amplio y abundante menú por 10 euros que incluye primero, segundo, postre, bebida y pan y con unos platos de buen yantar entre los que hay patatas a la riojana, fideuá, chuletas, calamares, paella, entrecot, bistec, tarta de queso, suspiro de queso manchego, flan casero, etc. Vamos que nos pusimos como el quico y la visita mereció la pena pues el buen ambiente entre nosotros y la peculiaridad del local, evadiéndose de ideologías y políticas, ya lo he dicho, hacen que merezca la pena la visita a este reducto franquista que pervive en la Solana y que está, las cosas como son, bien asentado pues lleva más de treinta y cinco años existiendo y ganando fama. Y con los tiempos que corren políticamente no es fácil ganar turismo y visitantes con campañas permanentes de este tipo. Ese es el mérito de lugares como este: saber equilibrar lo extremo con la curiosidad. Para ello el fiel de la balanza es el respeto entre los de dentro y los de fuera. No existe otra manera. Os ánimo a conocer el local como si fuera un parque temático. Olvidad ideologías y visitad el Cangrejo. Un lugar diferente, sin duda.

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