Y llegó el momento de besar de nuevo tu mano en Navidad, Macarena. Y allá que fui y allá que iré siempre que pueda. Hay cosas que no pueden describirse con palabras y una es lo que vibra mi alma cuando está frente a tu atrio. Esta vez no te presenté a nadie pero Tú ya sabes cuando lo haré de nuevo. Y esta vez no entré a la Basílica con mi hija en brazos, entró ella solita andando como cuando su padre tenía catorce años. El macarenismo no se lo dejaré como legado, se lo inculcaré desde pequeña, se lo transmitiré y lo viviré con ella que ya sonríe cuando le digo que vienes preciosa de vuelta por calle Parras. Desde que tenía días la he dormido cantándole que la Virgen de la Esperanza, entre Rosario y Sentencia, bajó del Cielo a Sevilla para hacerse Macarena. No tiene ni dos años de edad y ya te ha visto dos veces cara a cara desde mi regazo. Y a mí me temblaron las piernas cuando entre con ella al turno de besamanos y se te quedó mirando. Te dí en un efímero beso todo mi corazón de nuevo y te pedí permiso para besar la mano de otra dama que vive en Triana. Y no es la que lleva tu nombre, es la que reina en Castilla y su nombre se lee con una letra: O. Ya sabes Tú por qué. Me gusta que la "expectación" baje del Cielo a la tierra a la vez que la "esperanza". Eso sí, cuando #MiNiñaClaudia en vez de darte un beso te cogió de la mano con la ternura, inocencia y bondad de un niño pequeño y yo ví sus deditos entremedias de los tuyos me di cuenta que no hay nada más grande que la Madre del Cisquero. Y esa eres Tú, Macarena.
Así pues mi querida Siviglia, un año más acariciando tus entrañas como la esperanza acaricia las mías, caminando por tus calles desde la muralla hasta Pureza, teniendo muy presente a la hija de un zapatero que uno sesenta medía y hoy ya es Santa en su casa, fui desgranando tus calles camino del Altozano, para ver el reflejo de la esperanza en el Guadalquivir más cercano, allá donde la esencia de un barrio marinero se hace fortín de fe vigilado desde un puente que tiene por faro al Carmen y por zapatas las oraciones que cada día te envuelven. Y de la mano de mi mujer y de mi hija no podía ser más feliz. Ya eres, mi Sevilla, parte de mí. Allí empezó todo: mi amor por la bella perla de San Gil, el primer beso con mi mujer, la esperanza de la esperanza, las promesas de volver a volver, la serenidad del Gran Poder y la felicidad, la risa y el disfrute de cositas tan simples y tan llenas de vida como un cartucho de adobo, una foto en la Giralda, unas luces de Navidad, un cucurucho de castañas y una brisa en la mañana. Este año no ha sido menos y vengo satisfecho de nuevo, soñando con volver a pisarte, de cofrades maneras, cuando llegue Semana Santa.
He tenido ratitos muy buenos con mi pequeña de la mano viendo al Soberano del Miércoles Santo, al Dios de los Panaderos, al que la eligió sin explicación que yo conozca y se vinculó con ella de una forma que solo ellos saben. He vuelto con Ángel Corpas a recorrer las intimidades de la hermandad junto con mi compadre Selu que disfrutó lo que no está escrito en ese rato. Nos vemos en la presidencia, Hermano Mayor. Un placer que el Rabí nos presentara. Ya sabes que el Sábado Santo iré a la capilla a esconderme entre las varas. También he tenido buenas remesas de buen yantar que uno no se olvida de que es de la Mancha y a los Coloniales, la Isla y el Santa Marta me gusta volver como vuelve la gente por Navidad a casa. ¿Qué es Sevilla para mí sin comer su adobo? Hombre, por favor. He disfrutado viendo feliz a mi mujer, llena de esperanza y de vida, y ella viendo a nuestra hija subir por primera vez en cochecitos y correr por la Avenida de la ciudad que tanto ama su padre. Y señalar figuritas de Belén, pedir con descaro patatas en el Patio de Mateos Gago y reír a carcajadas viendo los caballos de la Plaza del Triunfo.
¿Qué quieres que te diga, mi preciada Serva la bari? Por unas cosas u otras esta va a ser mi última entrada en el blog en este gran año 2018 en el que tantos momentos buenos he tenido y tú, Sevilla, eres protagonista de estas letras. No he tenido tiempo para escribir lo que quería y eso que lo tengo en mente desde hace días, pero entre proyectos que he cumplido, otros que estoy ultimando y algunos que estoy empezando no doy más de sí. Y sí, los hay de trabajo, los hay de ocio, los hay personales y los hay familiares. Pero eres así de caprichosa y se ve que hacía tiempo que no te acariciaba con mis letras y lo echabas de menos, puñetera. Tienes muchas cosas que son muy intensas para mí y sabes bien jugar tus bazas. Tus calles, tus plazas, tus rincones, tu barrio de la Reina que lleva el nombre de su nombre, Macarena, mi casa de la calle Orfila, la Placita de San Lorenzo donde vive el Cisquero, el Real Betis Balompié, el lugar donde todo empezó y al que me gusta volver. Sabes que te quiero y que te querré. No hay duda de ello. Me haces feliz, mi querida Siviglia.
¿Qué quieres que te diga, mi preciada Serva la bari? Por unas cosas u otras esta va a ser mi última entrada en el blog en este gran año 2018 en el que tantos momentos buenos he tenido y tú, Sevilla, eres protagonista de estas letras. No he tenido tiempo para escribir lo que quería y eso que lo tengo en mente desde hace días, pero entre proyectos que he cumplido, otros que estoy ultimando y algunos que estoy empezando no doy más de sí. Y sí, los hay de trabajo, los hay de ocio, los hay personales y los hay familiares. Pero eres así de caprichosa y se ve que hacía tiempo que no te acariciaba con mis letras y lo echabas de menos, puñetera. Tienes muchas cosas que son muy intensas para mí y sabes bien jugar tus bazas. Tus calles, tus plazas, tus rincones, tu barrio de la Reina que lleva el nombre de su nombre, Macarena, mi casa de la calle Orfila, la Placita de San Lorenzo donde vive el Cisquero, el Real Betis Balompié, el lugar donde todo empezó y al que me gusta volver. Sabes que te quiero y que te querré. No hay duda de ello. Me haces feliz, mi querida Siviglia.
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