domingo, 7 de marzo de 2021

TARTA DE SANTIAGO

Era el mes de Mayo del año 2010, Año Santo Compostelano o Año Xacobeo, como gusten vuesas mercedes llamarlo, cuando un asunto de toga y corbata me llevó de pleito a La Coruña. Aprovechando el viaje hice una excursión a Santiago de Compostela y me la encontré rebosante de peregrinos y vivencias. Yo, por entonces, no conocía el Camino de Santiago ni me había planteado jamás recorrerlo. Pero allí surgió la semilla y arraigo en mí de modo tal que año tras año intento patearlo unos días. De hecho, aquel mismo año de 2010, en el mes de Septiembre volví a pisar la Plaza del Obradoiro esta vez ya como peregrino. Y mi padre, por compañero, se preguntaba qué sería de nosotros el próximo Año Xacobeo para el que quedaban por entonces aún once años. Hay que decir que Año Xacobeo es aquel en el que el día de Santiago Apóstol, 25 de Julio, cae en Domingo y dicha situación ocurre siempre con la cadencia seis, cinco, seis y, once años, dependiendo del calendario y de la incursión del día 29 de Febrero en los años bisiestos. Vamos, que en 2010 tocaba el período de espera de once años para el próximo Año Santo, 2021, igual que desde este año quedan seis para el siguiente que será el 2027 y así. Total que llegado el presente año y transcurridos los once desde aquel que comentaba, lo que ha sido de nosotros es que hemos llegado a Santiago de Compostela como peregrinos ya en cuatro ocasiones, dos de ellas habiendo partido desde Francia y desde Portugal y habiendo recorrido paso a paso, literal, todo el recorrido nacional. Y este año, Dios mediante, será la quinta vez que lo logremos, tan completar un paseíto de unos 300 kilómetros que nos separan de León, donde paramos la última vez, hasta la capital gallega. Y, claro, entre tantos caminos y tantos menús del peregrino, si algo he probado, saboreado, contrastado y aprendido a hacer es la famosa Tarta de Santiago.

Lógicamente, como me gusta rizar siempre un poco el rizo aportando algo personal, tenía en mente hacer la Tarta de Santiago con almendras de mi propia cosecha que para eso tenemos un almendro en el chalet y mi madre y mi hija recogen las almendras y las almacenan. Sólo por esos ratitos conjuntos de abuela y nieta la tarta ya sería especial. Y además iba a dar mi toque gastronómico modificando el toque cítrico. En vez de ralladura de limón la pondría de naranja que también combina con otros postres. Sí, con el pacharán también. Y en esas venía yo forjando la idea hasta que llegó el momento. Me planté ante el calendario y le dije que antes de que se marchase el último fin de semana del mes de Febrero la haría. Y hoy os cuento el resultado al igual que otras veces os he contado esas cosas del día a día que son la verdadera vida. Fue un rato entretenido aunque el resultado puede ser mejorable y de hecho ya quiero repetir la aventura hasta que salga perfecto. Me exijo mucho en estas cosas y un problemilla técnico al desmoldar la tarta casi hace irse al traste el episodio.

Cuando la tuve ante mí me vinieron a la cabeza mil recuerdos: la primera vez que la comí como peregrino en el año 2010 haciendo los últimos cien kilómetros entre Sarria y Santiago, la vez que Jesús, en aquel camino de 2012, fue a comprar una, cogió una oferta de tres y nos las teníamos que comer por no llevarlas en la mochila y merendamos, cenamos, desayunamos y almorzamos tarta del santo (de la marca Ancano, no se me olvidará jamás, ¡qué hartura de tartas de almendra nos dimos!), aquel camino de 2015 que siempre que me la ofertaban de postre la pedía y probé muchísimas tartas distintas por toda Galicia, la primera vez que para hacerla me descargué de internet la silueta de la Cruz de Santiago para lograr el decorado con azúcar glass, la alegría cuando vi que en Mercadona vendían bolsitas con la cantidad exacta de almendras trituradas que me hacía falta para hacer la tarta, el día que aprendí la simpleza de su receta, cuando por ella me lancé a la repostería pues es la faceta de cocina que menos me gusta y que apenas domino y, sobre todo, el día que decidí que haría una Tarta de Santiago con las almendras que recogemos del campo y que sería especial. Conforme mi madre iba quitando las cáscaras y el agua en mi casa hervía para escaldarlas y quitarles la piel, mi mente ya saboreaba el resultado, sin ni siquiera haberlas triturado.

Dicho todo esto y para quién se anime a hacerla, decir que es de los postres más fáciles que hay de elaborar y que a quien le guste el sabor a almendra no puede dejar de probarla. Tomen buena nota aquí de lo necesario: doscientos gramos de almendras trituradas (si son cogidas de almendros del campo mejor que compradas, aunque haya que trabajarlas el resultado lo agradece y mucho), doscientos gramos de azúcar, cuatro huevos, ralladura de medio limón y media cucharadita de canela en polvo. Para el molde un poquito de mantequilla derretida y para decorar azúcar glass. Fácil, ¿eh? No digáis que no y poner a precalentar el horno a 180 grados, mientras en un bol grande mezcláis el azúcar con la canela y la ralladura de limón. Por otro lado batid los cuatro huevos y echadlo al mismo bol. Removed e integradlo todo. Por último, añadís las almendras a todo lo anterior y lo mezcláis bien. Cuando terminéis lo dejáis reposar mientras untáis de mantequilla el molde donde vayáis a hacer la tarta, para que luego no se pegue y la podáis desmoldar bien. Con un molde redondo de unos 26-28 centímetros de diámetro sale de escándalo. Echáis la mezcla dentro y al horno durante unos 25 minutos. Cuando tengo un color doradito que os llama a voces y el olor os lleve a querer meter la cabeza dentro y liaros a bocados allí mismo, es el momento de sacarla. No obstante haced la prueba del palillo: pinchad con uno en el centro y si sale limpio la tarta está lista. Solo queda dejar enfriar, desmoldar y decorar con azúcar glass poniendo la silueta de la cruz de Santiago en el centro. Ya me contaréis. Ésta que hice en el último fin de semana de Febrero supo a familia, a hogar, a tradición, a madre, a nieta, a campo, a esposa, a Camino y, también, a Tarta de Santiago.

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