La verdad es que no tenía en mente escribir en el blog una entrada futbolera ahora mismo. Más bien me rondaba escribir una entrada "cuaresmera" por los tiempos en los que estoy inmerso y la vuelta total a esas actividades anuales que ocupan mi mente todo el año: las cofradías. Avanzando esta Cuaresma estoy en la vorágine de ensayos, pregones, tertulias, programas de radio, marchas, incienso, túnicas, etc. Sin embargo, no podía pasar por alto en este Rincón lo ocurrido en el Santiago Bernabéu en esta última eliminatoria de Champions League. Puro Real Madrid. Cuando todos los sectores antimadridistas ya se relamen de su derrota, vuelve a dar la sorpresa y a poner el punto en la i. Y ya no sé ni cuántas van. Es increíble. Y, ojo, que lo hace incluso cuando los propios no confían en él. Varios madridistas se han quedado sorprendidos más de una vez al ver cómo Don Real Madrid (porque hay que llamarlo así) se levanta de la lona y aúpa la victoria. Experto en remontadas y en épicas, cabe recordar el cabezazo de Ramos en el minuto 93 o el hat trick de Cristiano Ronaldo contra el Wolfsburgo tras perder 2-0 en el partido de ida, esta vez ha levantado un resultado adverso contra un equipo de ensueño, pues, digan lo que digan, simplemente leer Mbappé, Neymar, Messi, Di María, Icardi, Verrati, etc, asusta. Y el mérito no fue levantar un uno a cero en contra, el mérito fue el ejercicio total de supervivencia que se hizo en el primer partido, donde nos pudieron haber endosado una manita y el empezar también perdiendo con otro gol en el Bernabéu. Dos a cero en contra y restaban sólo 45 minutos de los 180 de eliminatoria para meterle tres goles al PSG formado con renombre y petrodólares. Pintaba imposible y Europa veía caer al Real Madrid. Pero...
Arrancó la segunda parte y el runrún en la grada era patente. Aún así los futbolistas hacían gestos con los brazos recabando el apoyo de la afición, buscando esa conexión plantilla-graderío que los incultos de este mundillo futbolístico dicen que no existe en el coliseo blanco, pero que queda patente que tiene lugar cuando debe tenerlo y no en cualquier partido de trámite. Y en esas cambió el asunto. Una presión total del Madrid desembocó en un robo de balón de Benzemá a Donnaruma, cancerbero del París Saint German, que catalogarán de falta aquellos que cuando arbitró Aytekin fue todo maravilloso, el esférico lo controló Vinicius, aguardó que Karim se recolocase y evitase el fuera de juego y sirvió para que éste anotase el primero. Rugió el Bernabéu y se encendieron las creencias. He visto muchas veces, gracias a Dios, ese espíritu. Don Real Madrid lamiéndose las heridas y sacando las uñas para su ataque mortal. El PSG aún con el resultado a favor, 2-1 en el global, se vio inmerso en una vorágine merengue que todo rival conoce bien. El vendaval blanco cuando se desata es imparable. A los pocos minutos, Modric, eterno, hizo diabluras de las suyas, ¡qué futbolista!, trenzó entre la defensa azul parisina y Karim Benzemá, de nuevo, mandó la pelota a la red. Eliminatoria igualada. El Madrid creciendo y las figuras del París Saint German empequeñeciéndose. Hay cosas que el dinero no puede comprar.
Tras ello era el PSG quien estaba en la lona. La cara del jeque árabe Násser Al-Khelaifi era un poema. Veía como su chequera no era suficiente para batir a rivales que no juegan con dinero sino con deporte. Ya le ha pasado varios años seguidos y sigue erre que erre gastando millones y montando un equipo de play station para nada. Los títulos no se ganan con nombres, se ganan con hombres. Y todavía estaba el susodicho, presidente del club parisino, maldiciendo el segundo gol del Real Madrid, cuando un robó de balón nada más sacar de centro propició otra de las jugadas mágicas que tanto gustan en Concha Espina. Sonó el cuerno de caza y salieron los blancos al galope. ¡Qué zancada tiene Vinicius, Cristóbal! ¿Y Vinicius para cuándo? Eso canturreabas riéndote en los platós de televisión de un chiquete de dieciocho años, amparándote en tus palmeros y siéndote consentido por muchos, quienes encumbraban tu poca hombría y, a la vez, demostraban la poca suya. Los tíos se miden de igual a igual y no haciendo llorar a un niño. ¡Cobardes! Cuando te pongas derecho, Cristóbal, lo ves, doblado bajo los pasos, insultando el oficio costalero y mirando el suelo no verás a este niño de lo que es capaz de hacer. Su zancada propició el tercero y tus lágrimas. Metió un pase de la muerte, Marquinhos hizo lo que pudo para despejar y el balón cayó a los pies de Benzemá quien, conforme venía, a la carrera embocó la bola, fuerte, rasa, pegada al poste donde los porteros no llegan. La remontada se había consumado. Tres a uno en el luminoso del Santiago Bernabéu y tres a dos en el global.
El equipo que cuenta en sus vitrinas con más títulos de Europa que nadie, el equipo que tiene más enemigos generados por la envidia que nadie y el equipo en el que no confiaba en este cruce prácticamente nadie, lo había vuelto hacer. En un sorteo que, a priori, parió que la eliminatoria de octavos de final fuese Atlético de Madrid - PSG y que mientras los colchoneros maldecían cruzarse con los parisinos, hubo de repetirse, quiso el destino que tan poderoso rival cayese finalmente como contrincante del Real Madrid. Y en cuestión de minutos, pasaron los rojiblancos de maldecir y echar bilis por su mala suerte a relamerse y a reír a carcajadas por quitarse al tridente Neymar-Messi-Mbappé de encima y que además le tocase ese baile a su eterno rival. Risas que aumentaron y se unieron con las de los culés tras el partido de ida y ver la diferencia abismal de juego entre unos y otros. Risas que subieron de tono aún más cuando el Madrid perdía para el partido de vuelta a dos hombres clave como son Casemiro y Mendy. Risas que llegaron al éxtasis cuando Mbappé marcó el 0-1 en el Bernabéu. Risas que al final, como tantas y tantas veces, Don Real Madrid hizo suyas el pasado 9 de Marzo de 2022 al volver a escribir una página en la historia del fútbol contra todo y contra todos. ¡Hala Madrid!
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