Aquí en el Rincón me gusta versar de cofradías, arte, cultura, fútbol, leyendas y curiosidades de la vida en general. Ya lo sabéis, más bien ya lo sabíais y, si no, ya sí que lo sabéis. Y en esta ocasión vengo a contar cosas curiosas de esas que dan forma a la vida cotidiana y que todos hemos usado, leído, dicho o padecido alguna vez. Incluso hay curiosidades que tenemos al alcance de la mano y las pasamos por alto porque no sabemos que esconden una curiosidad o cuál es la misma. Por ejemplo, ¿hay alguien que no haya tenido una botella de vino en la mano? Pues, curiosamente, tiene un por qué muy curioso que tengan una cabida de 750 mililitros. O, por ejemplo, ¿hay alguien que no haya oído hablar de Menganito o Fulanito? Pues esos nombres también esconden una curiosidad. Hoy contaré cosas curiosas de esas y prometo dejar, desde ya, de jugar con el término "curioso" (que no quiere decir que dependa de curia) en todas sus vertientes, salvo las estrictamente necesarias, en esta curiosa entrada. Los datos de los que me valdré para dar cuerpo a las presentes líneas me los he ido encontrando de forma totalmente inesperada por internet. Y los que más me llamaban la atención los retenía anotados en algún lugar para plasmarlos algún día en estos lares cibernéticos. Finalmente he seleccionado tres cuestiones que creo que merecen la pena ser sabidas, ésta vez sí, por la curiosidad que las engloba. Espero que os entretenga esta entrega y aprendáis con ella algo que os era desconocido.
Primera Curiosidad: ¿Quiénes fueron los Fulano, Mengano, Zutano y Perengano que son tan mencionados?
En realidad no se sabe si Fulano, Mengano, Zutano y Perengano existieron como tales o no. Al menos no hay ningún hecho histórico en el que poder basar la existencia de estos personajes. Sin embargo son muy conocidos por la cantidad de veces que se menciona su nombre. Podría decirse que se trata de cuatro formas gramaticales que se utilizan para aludir a alguien del que no se sabe su nombre o no se quiere decir por cualquier motivo.
Así pues, la palabra Fulano proviene del árabe, fulān (فلان) que quiere decir "persona cualquiera". Es el más utilizado de los cuatro, siendo el más socorrido a la hora de usarlo como ejemplo: "Ha venido Fulano (o un fulano) preguntando por ti". Otro símil sería “Le pondrán una placa conmemorativa que dirá esto lo inauguró fulano de tal". El término del árabe llegó al español y de allí se extendió a toda Hispanoamérica.
Mengano también proviene del árabe: man kān, cuyo significado es "quien sea". Suele utilizarse (la mayoría de ocasiones) en segundo lugar y acompañado de fulano y/o zutano. Además puede llevar otros determinantes: "A ese fulano y a ese mengano no los quiero ver por aquí".
El vocablo Zutano proviene de citano y éste, muy posiblemente, de la palabra latina scitānus, que significa "sabido". No se sabe muy bien el porqué se añadió a la coletilla, pero en algunas ocasiones también se coloca en segunda posición, tras fulano. "Han venido Fulano, Mengano y Zutano" o "Han venido Fulano, Zutano y Mengano".
Por último, Perengano es una palabra más reciente y la de menos usada de las cuatro. No se han hallado raíces en otras palabras antiguas y/o de otros idiomas, lo que ha llevado a concluir que pudiera ser una combinación que se surgió del apellido Pérez y la palabra mengano.
Es muy común que se usen dichos nombres en diminutivo (Fulanito, Menganita, etc) y con el apellido de Tal o de Cual, por aquello de hacerlos más solemnes cuando sustituyen a un nombre real o haciendo gala de ironía: "Su alteza real Don Fulanito de Tal y Pascual".
Estas cuatro palabras también tiene su variante al femenino (Fulana, Mengana, Zutana y Perengana), si bien el uso de la primera de ellas se suele utilizar para calificar despectivamente a una mujer cuando alguien se quiere referir a ella como prostituta: “finalmente resultó ser una fulana”.
Y éste es el desconocido origen de esos nombres que con tanta frecuencia usamos en nuestro lenguaje coloquial.
Perico, el de los palotes, es un término muy usado tanto en España como en Sudamérica. No puede asegurarse a ciencia cierta el origen de este nombre y no se sabe con certeza de dónde proviene, pero se han encontrado referencias en España que dicen que el término se refiere "al chico que precedía a los pregoneros tocando el tambor con dos palotes (baquetas)". Los pregoneros eran personas que daban a conocer al pueblo las disposiciones oficiales y se anunciaban bien haciendo sonar un instrumento de viento, a modo de corneta, cuerno o trompeta, o bien mediante el redoble de un tambor.
Las primeras referencias a Perico, el de los palotes, las encontramos en el libro "El tesoro de la Lengua Castellana", escrito a principios del siglo XVII por Sebastián de Covarrubias. Palotes se llamaban coloquialmente a las baquetas para tocar el tambor. El tal Perico, según Covarrubias, era "un bobo que tañía con dos palotes". El "bobo" era el que tocaba el tambor y solía situarse detrás del pregonero, que era quien efectivamente se quedaba con el sueldo y las propinas para ambos, de ahí lo de llamar bobo al del tambor. En su obra aclara que la expresión se empleaba para mostrar indignación por el trato recibido, de modo que el que se sentía ofendido exclamaba "¿Qué te crees?, ¿que soy Perico, el de los palotes?", dando a entender su molestia y que era conocedor de que se le había tomado por tonto, se le había usado pícaramente o se había abusado de su bondad.
Y de aquí se extrae la génesis de la expresión "ser más tonto que Perico, el de los palotes", si bien, Perico no era tonto, era simplemente un niño tamborilero al que se le conocía por tal nombre y bajo su inocencia y bondad no se percataba de que las dádivas se las quedaba siempre el pregonero. Curiosamente, también lo menciona Francisco de Quevedo en su libro "El Buscón", donde dice que "Periquito de los palotes, si no tienes cuartos, que dame doblones".
Por último, cabe reseñar que la expresión "Perico, el de los palotes" se usa hoy en día para referirse a alguien sin importancia, a una persona cualquiera. Es común oír "Díselo a Perico, el de los palotes, mismamente" o "Me da igual a quien se lo digas, como si se lo dices a Perico, el de los palotes".
Curiosa esta historia, ¿eh? Sigamos.
Y de aquí se extrae la génesis de la expresión "ser más tonto que Perico, el de los palotes", si bien, Perico no era tonto, era simplemente un niño tamborilero al que se le conocía por tal nombre y bajo su inocencia y bondad no se percataba de que las dádivas se las quedaba siempre el pregonero. Curiosamente, también lo menciona Francisco de Quevedo en su libro "El Buscón", donde dice que "Periquito de los palotes, si no tienes cuartos, que dame doblones".
Por último, cabe reseñar que la expresión "Perico, el de los palotes" se usa hoy en día para referirse a alguien sin importancia, a una persona cualquiera. Es común oír "Díselo a Perico, el de los palotes, mismamente" o "Me da igual a quien se lo digas, como si se lo dices a Perico, el de los palotes".
Curiosa esta historia, ¿eh? Sigamos.
Normalmente la medida estándar para comerciar con líquidos suele ser el litro. Un litro de leche, un litro de aceite, un litro de zumo, etc. Sin embargo, las botellas de vino son generalmente de 750 mililitros y no de un litro (1.000 mililitros). Y esto no es casualidad, no. Tiene su por qué y es realmente curioso.
La capacidad de una botella de vino se normalizó en el siglo XIX y surgieron las explicaciones más recónditas a este hecho. Se dijo que era debido a que era la capacidad pulmonar de un vidriero que era quien las fabricaba, que era el consumo medio en una comida, que era por la mejor capacidad para conservar el vino, que era por la facilidad de transporte, etc. Y no. No es nada de esto.
En realidad se trata simplemente de una organización práctica con una base histórica. Por aquel entonces, ojo que viene una curiosidad dentro de la curiosidad, los principales clientes de los productores de vino franceses eran los ingleses. ¡Sorpresa! (Yo no lo sabía tampoco). El caso es que ellos nunca adoptaron el mismo sistema de medidas que los franceses. Esto tampoco me sorprende. Ya se sabe con los hijos de la Gran Bretaña... Kilómetros, yardas. Euros, libras. Litros, galones. Y aquí radica el asunto: la unidad de volumen de los ingleses era el "galón imperial" que era equivalente a 4.54609 litros.
De esta manera, para simplificar las cuentas de conversión, transportaron vino de Burdeos en barriles de 225 litros, es decir, exactamente 50 galones, correspondientes a 300 botellas de 750 mililitros. Siendo más fácil el cálculo, adoptaron que un barril de 50 galones era igual a 300 botellas. De esta forma, un galón correspondía a 6 botellas. Y éste es el motivo de que las botellas tengan una cabida de setecientos cincuenta mililitros (tres cuartos de litro) y no de un litro entero. Y es por eso también que todavía en la actualidad las cajas de vino suelen tener seis o doce botellas. Es que... ¡El vino también es cultura!
Y hasta aquí las curiosidades de hoy. Espero que las hayáis disfrutado y os haya descubierto cosas que no supierais. Dicho esto, me voy con Fulanito a tomarme una botella de vino a la salud de Perico, el de los palotes. ¡Adiós!
Con la boca abierta,me dejas siempre .
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