Hoy que quiero plasmar en letras una voz melodiosa, hoy que quiero verter en tildes una danza sagrada, hoy que quiero acariciar el papel con una ración de recóndita cultura, hoy que estoy recién llegado de mi amada Sviglia, hoy que me vengo a acordar de Los Seises de la Mariana construcción catedralicia que alberga el sepulcro de Cristóforo Colombo, genovés descubridor de las Américas... Hoy es el momento de narrar sobre ellos, tan mencionados en poemas, pregones y exaltaciones, como envidiados por señores de rancio abolengo que gustasen de culminar sus currículos de la vida poniendo "Yo fui Seise en Sevilla". Pero, como el pregonero dijera, pregonar es anunciar, aclamar a una nueva primavera, el blanco antifaz de la vida en negro ruán se tornó y la vida no es más que un Seise al que le cambia la voz... Entonces un niño antiguo una mano le extendió. Quiso darle un caramelo, pero ya no lo encontró. No todo el mundo puede ser Seise en la ciudad de Dios y por ello es de Justicia que hoy dedique estas líneas a ellos, por los que tantas veces me habéis preguntado, como si yo supiera la respuesta por mi alma cofrade, qué son y quiénes son los Seises de Sevilla.

En cuanto al origen de la denominación de "Seises", si bien existe una corriente que explica que el nombre de Seises se origina mediante la modificación fonética acaecida por el seseo andaluz de la palabra en castellano antiguo "Seize" que significa "dieciséis", debe declinarse dicha teoría, pues estos niños solían ser un grupo compuesto entre cuatro y diez varones (nunca dieciséis). En la segunda mitad del siglo XV se generalizó en el número de seis y así, bien entrado ya el siglo XVI pasan a denominarse comúnmente como "Seises" en todo el territorio nacional, utilizando dicho término como vulgar plural de seis y como abreviatura de "Los seis niños cantores". De ahí procede su nombre.

En Sevilla hay reminiscencias de que en el Siglo XVI y de manera esporádica e imprecisa los Seises iniciaron una danza durante la procesión del Corpus Christi, danza que se repetiría año tras otro hasta que en el siglo XVII quedó como una tradición cristiana de la ciudad. A raíz de eso los Seises pasaron de cantar a bailar y la danza la ofrecerían de manera sagrada en la Catedral ante el Altísimo en el día de su fiesta. El cántico, desde entonces, quedaría a cargo de una escolanía. Esa explosión de júbilo en la fiesta del Corpus se contagió rápidamente para alabar a Dios con bailes en las ciudades en las que más sentimiento se expresa en dicha festividad: Madrid, Toledo, Valencia y Sevilla.
En el año 1654 se decide dotar a la Festividad de la Inmaculada de ese honor, pues Sevilla tenía muy arraigado el amor por María, hasta tal punto de conocerse por los escritores como "la Tierra de María Santísima", llevar por título "Mariana Ciudad" y engalanar ventanas y balconadas con textos como Sine labe concepta (Sin pecado concebida) en honra de María Virgen. Así pues que los Seises danzaran en la fiesta de la Inmaculada Concepción era sólo cuestión de tiempo. Pocos años después, en 1695 se acordó que los Seises también bailasen en el Triduo del Carnaval (los tres días que anteceden al Miércoles de Ceniza). En cada actuación realizan tres bailes: el primero dedicado a Jesús Sacramentado o a la Virgen dependiendo de la fecha, el segundo dedicado al Cabildo Catedralicio y el tercero y último dedicado a las autoridades y al pueblo. Por cada baile se les entrega una moneda que guardan en el sombrero y después tienen que devolver. De esta manera, de aquellas danzas sagradas que surgieron de improvisto en la procesión del Corpus por un grupo de niños cantores, nació una de las tradiciones y emblemas más señeros de Sevilla: el baile de los Seises en la Catedral en unas determinadas fechas.

Sin duda la importancia social de los Seises y su impacto social son altamente reconocidos. Basta acudir a cualquier medio de información de Sevilla los días en que hay actuación de los Seises y sea el medio que sea se hará eco de la noticia. Como decía al principio, bien vale unas líneas en el curriculum pues no todos pueden vanagloriarse de haber tenido tal privilegio, de suerte que muchos padres y familiares de alguno de los niños alardean de ello. Luis Javier Carbonell, quien fuera uno de los Seises en los años 1980, así lo exponía manifestando: "Mi madre es muy exagerada y muy sevillana. Me gastaba un carrete de fotos cada vez que actuaba. Para ella el hecho de que yo haya sido seise es lo mejor del mundo." El tiempo que dura un niño en la posición de seise es de dos años únicamente, por lo que pasado este tiempo suele ser habitual el ritual de protesta, disgusto y lloros al tener que abandonar el cargo. El amor y devoción que la mariana Ciudad de Sevilla ha tenido por la danza de los Seises a lo largo de los siglos ha sido la causa fundamental de que la gente asocie seise con danza, olvidando que esta faceta histórica fue secundaria y advenediza, siendo la principal el canto. Si bien a día de hoy, como una cosa no quita la otra, se conjugan canto y danza, de modo tal que puede apreciarse que mientras los Seises realizan su baile ritual una escolanía entona cánticos y alabanzas. Pero debe quedar claro que el papel principal del Seise comenzó siendo el canto y se convirtió en la danza. Así es como surgió la leyenda e historia viva de los Seises de Sevilla.
Culmino esta entrada cultural de los Seises con el regusto de haberles podido homenajear a ellos y haberles regalado algo más de cultura a ustedes, lectores de mi Rincón. Y aprovecho para reiterarme una vez más en mi amor por Andalucía y por Sevilla. ¿Cómo no voy a identificarme con esta ciudad si es la única que ha conseguido guardar con enorme cariño y de forma celosa como si fuera una joya una tradición tan antigua y bella como es la de los Seises que ninguna otra ciudad universal ha logrado mantener viva y con plena vigencia? Muchos sevillanos, decía, no podrán poner en su currículum que hayan sido Seises pero un manchego sí que podrá poner en el suyo que, sin renunciar jamás a sus raíces, ama Híspalis como ya quisieran amarla muchos allí nacidos. Como el pregonero dijera: "La vida no es más que un Seise al que le cambia la voz..."
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