Desde que en la Luna de Miel de Gemma y mía lo viera anunciar en los luminosos neones de Times Square en Nueva York tenía ganas de verlo. No sabía cómo ni cuándo sería el momento pero quería que llegase y estaba deseando tener la oportunidad para alcanzarlo. Cuando supe que venía a Madrid pensé que más cerca no lo iba a tener y comencé a fraguar la planificación para poder ir a disfrutar de él. Por fin, cercana esta pasada Navidad con la que despedimos el año 2013, llegó el momento y compré las entradas. No os asustéis los que queráis ir a verlo de su precio. Merece la pena con creces y en otros caprichos o compras inservibles o no amortizadas nos gastamos eso y más. Si de verdad os llama la atención y tenéis ganas de ver el espectáculo, no lo dudéis. Es impresionante y os sorprenderá desde el minuto cero. Grande y genial: El Rey León.
Traídas por los Reyes Magos de Oriente llegaron a nuestras manos seis entradas para el musical: una para mi hermana, otra para Narciso, otra dos para mis suegros y otras dos para mi mujer y para mí. La cita era el Domingo, 26 de Enero, a las 18:00 horas en el Teatro Lope de Vega, sito en calle Gran Vía Nº 57, Madrid. Me acuerdo perfectamente de verlo impreso en la entrada. Y como el poeta dijera "Todo pasa y todo llega", fueron cayendo las primeras hojas del calendario del recién estrenado año y llegó la fecha de disfrutar de Simba y Nala. Como mi coche puede llevar a siete pasajeros cabíamos todos juntos en él sin tener que llevarnos dos coches, así es que le pegué un buen lavado y preparé todos los asientos para la excursión. Yo jamás he cogido el coche por Madrid y por más veces que he ido no conozco la ciudad lo más mínimo, salvo el Santiago Bernabéu y poco más Es lo que hay. Opté porque condujera Miguel (mi suegro) que sí que conoce la villa capital y la ha recorrido varias veces con el coche y así fue. En el autobusillo salimos en comitiva de Ciudad Real a Bolaños de Calatrava Ana María, Narciso, Gemma y yo. Allí se unieron mis suegros y se produjo el cambio de piloto. Rumbo a Madrid que Mufasa nos espera. Ya comeremos en ruta y a bordo.
Llegamos sin imprevisto ninguno y el coche descansó en el parking de la Plaza de Jacinto Benavente, mire usted, donde se halla (parte de) el Ministerio de Justicia. El imperio de la Ley me persigue. Andandini por allí bajamos la calle Carretas y llegamos a la Puerta del Sol, donde pasamos a la conocidísima pastelería "La Mallorquina" a tomar un café y un dulce, pues de lo contrario a Gemma le da algo. La adicción al dulce la supera. Tras la merienda en forma de palmera de chocolate y tarta de manzana llegamos en el coche de San Fernando (un ratito a pie y otro caminando) al teatro donde nos dirigíamos. Por fin tenía junto a mí al Rey León.
Y ¿qué deciros? El espectáculo se llenó como lo viene haciendo desde hace años. No queda butaca libre alguna en ninguna sesión. Es inimitable y genialmente insuperable. Los actores cantaban muy bien y los disfraces y vestimentas para imitar al mundo animal están super elaborados. Si habéis visto la película (y si no estáis tardando en verla pues de las mejores obras de Disney) el inicio es la presentación en la jungla del futuro rey león y se juntan todos los animales a rendirle tributo y homenaje. Bien, pues plasmar eso en un escenario a través de personas es complicadísimo y sin embargo el resultado no deja de ser tremendamente impresionante. No hay palabras para definir la grandeza del espectáculo musical. Yo creo que repetiría, tripitiría y cuatripitiría mi asistencia al evento. Todo, todo, todo es sorprendente en este espectáculo de principio a fin. El colorido, los vestidos, las canciones, las recreaciones de la naturaleza, el despliegue de medios en el escenario, los efectos especiales... Todo. Volvimos encantados (y comiendo mandarinas) y cada vez que lo recordamos nos sale una sonrisa de satisfacción. Nuevamente os animo a que vayáis a verlo si podéis. El Rey León. The New York Times tenía razón: "Sencillamente, no hay nada igual".
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