Hoy es un día grande para mí. Grande y especial. Cierro los ojos y me trae aromas de infancia, recuerdos de adolescencia, sentires de mi barrio, esencia de mis caminos y lazos de amistades con cofradías de por medio. Se dice pronto. Y se lee con gusto.Y es que el día 25 de Julio viene siempre cargado de emociones para mi persona. Incluso un año me deleitó con un inesperado ataque de gota que hizo las delicias de los guasones en mi contra y los agudos dolores en mi pie afectado por el ácido úrico de una persona (yo) que no come marisco. Tiene bemoles la cosa. Y lo que duele, ¿eh? Telita. El caso es que hoy es un día de júbilo. Me acuerdo de niño en la verbena, de adolescente ya trabajando en el chiringuito de la Hermandad de la Santa Cena, de más joven tomando las consumiciones al otro lado de la barra, con algún año más y la cabeza poco más ajustada caminando por caminos (obviamente) que llegan a las dos altas y pardas torres que tanto me han visto llorar y reír allá en Santiago de Compostela y, por último, desde unos años con el costal por herramienta pasear al Santo Patrón de las Españas por la Villa de Granátula ejerciendo el oficio más bonito del mundo. Creo que si digo que hoy es un día grande para mí no miento. Hoy es de nuevo 25 de Julio y cerrando los ojos puedo soñar despierto arropado por tantos y tantos recuerdos que me apetecía dedicarle unas líneas, sencillas pero emotivas por lo que desprenden.
Ha amanecido el día y he visto en el corazón perchelero el chiringuito del Tintorro, el castillo hinchable y sonreír a las viejas piedras de la iglesia. He sacado del armario las tirantas blancas, el costal y la faja y he preparado los botines negros para meterme bajo el paso de nuevo. También he comprado ya las credenciales para un nuevo Camino que me llevará a abrazar el busto del Santo cuya onomástica se celebra hoy. Y con los ojos llenos de recuerdos he mirado los balcones de la calle Refugio, Calatrava y Altagracia donde aprendí a querer mi barrio mientras jugaba en la Plazuela, Jacinto, Norte y Ángel. Aún conservo canicas de aquel entonces y sigo bebiendo refresco en mi vaso rojo de plástico que no miento al decir que tiene más de treinta años. Santiago es día emocionante para mí y víspera de San Joaquín y Santa Ana, onomástica del Tormento y prácticamente pistoletazo en ciernes de las vacaciones de verano a las que me debo desde que empecé mi vida laboral. Y es que el día de la Fiesta en el Perchel anuncia muy cercano el octavo mes del calendario. Mes en el que con mochila y bordón pateo los caminos que llevan al Obradoiro y, a decir verdad, sé porque me puse en marcha la primera vez pero no sé porque me puse en marcha las siguientes. Pero el Camino engancha y eso lo sé. De Santiago tenía que ser, del barrio donde radica el único cruceiro que hay en la ciudad que me vio nacer.
Y si el complemento del día ya grande de por sí es ejercer el arte del costal ya no hay parangón que iguale esta festividad. En Granátula de Calatrava se procesiona al Santo de la villa de Espartero con los más preciosos honores que puede brindarle la humilde población que lo venera junto a la Virgen de Oreto, su mariana patrona. Y desde hace ya un año bisiesto se pasea a costal por hombres buenos y amigos. Y qué bonito es sacar un paso con amigos. Y hoy vamos a ello de nuevo. Mientras en el barrio que lleva su nombre en Ciudad Real y en la ciudad donde se halla enterrado el Apóstol, así como en otros tantos lugares de España que quieren al Patrón Nacional, se festeja y se cubre el cielo de pólvora y color en su nombre, en un pequeño pueblo del Campo de Calatrava un puñado de hombres trabajarán el arte de la arpillera para portar en sus cervices a Santiago apóstol. Y entre ellos yo. El año pasando pidiendo y éste agradeciendo. Así es la vida. Ya sabe Santiago de qué hablo.
Y pocos días después, con el recuerdo recién pasado de su verbena en mis más profundas raíces, pondré de nuevo mi cuerpo en marcha para ir a abrazarlo otra vez. Y será la sexta vez, Dios mediante, que llegue a Santiago de Compostela caminando desde que aquel año Xacobeo de 2010 el Camino llegase a mí de la forma más recóndita que pudiera haber. Desde entonces kilómetros que se cuentan alcanzando la cifra de 1.500 han ido desgastando mis botas siempre en pro de un objetivo: buscarlo y buscarme. Nadie se asombre de la cifra recorrida, eso es lo de menos. Y os aseguro que es ridícula al lado de lo que se recorre en el Camino de la Vida, donde cada paso debe recoger un sentimiento y dejar poso para otro.
Santiago, Santiago, Santiago... Barrio, Camino y Patrón. Para mí es día grande, sí, sin duda. Me trae mil vivencias que afloran a mi piel y me hace sonreír de una manera especial. No sé si el tan conocido "¡Santiago y cierra, España!" es aplicable en su significado a mí mismo en el día de hoy (en otros muchos sí que lo es) pero hoy y a esperas de que no me dé gota o surha otro inconveniente que también se convierta en recuerdo me tomaré un pacharán y diré para mí "¡Santiago y cierra... los ojos, Carlos!". El sueño está servido. Y los recuerdos con él. ¡Feliz día de Santiago!
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