Yo no sé que tiene la selección que me hace vibrar. Para bien o para mal. Desde niño, cuando juega España, para mí es especial. Los colores rojo y azul corriendo por el campo de fútbol me aceleran. Mi país, mi gente, un sentimiento, un grito. España. Eso sí, en el plano deportivo me dan unos disgustos del copón. No hablaré del pasado donde muchos enfados no tuvieron origen en el equipo, pues muchas de las eliminaciones sufridas fueron totalmente injustas. Me viene a la cabeza la imagen de Luis Enrique, actual seleccionador, con la nariz rota y ensangrentada por el codazo de Tassotti. Me acuerdo también en estos momentos del pésimo arbitraje de Al Ghandour, robándonos literalmente la clasificación contra Korea, curiosamente anfitriona en aquel mundial del año 2002. Y me enciendo. Pero lo dicho, esas humillaciones no fueron gestadas por la selección. Vinieron de fuera. Y me hicieron vibrar por dentro. La palabra España la llevo grabada a fuego en mi interior y verla pisoteada de esa manera no lo tolero. Es mucho más que fútbol. Años después llegó la triple corona. Eurocopa, Mundial y Eurocopa. España en lo más alto. Y vibré de nuevo. Y mucho. En lo deportivo y en lo sentimental. Ya os digo que es mucho más que fútbol. Es un sentimiento unido, es abrazarte con un desconocido sabiendo que amáis lo mismo, es ser consciente de que el equipo en tal año no sirve ni para el tute y animarlo a muerte, es saber que el equipo se viste de favorito y tener cautela, es meterse con nosotros mismos pero no consentir que nadie de fuera lo haga, es... es... ESPAÑA.
Y en esas estamos en esta época anómala celebrando en el 2021 la Eurocopa del 2020. Ya saben ustedes los desbarajustes que ha traído y sigue trayendo el coronavirus de las narices. Igualmente se festejarán este año, de aquí a unos días, los Juegos Olímpicos de Tokio que se debieron haber celebrado el año pasado. En un futuro sonará a guasa y a pillería de trivial pursuit la pregunta "¿En qué año se celebraron los Juegos Olímpicos de 2020?" Parece como la mítica "¿De qué color es el caballo blanco de Santiago?", pero no. Habrá quien diga "pues en 2020, claro". Pues no. En 2021. Cositas de la historia que algún día será divertida mientras nosotros la estamos construyendo a base de mascarillas. Sigo. Estamos celebrando la Eurocopa y sigo vibrando. Ya está España en la palestra. Lo primero la lista de Luis Enrique, ¿qué decir? Cuando la vi pensé que nos mandaban a casa en la fase de grupos. Y ojo que ahora, recién clasificados para cuartos de final, sigo pensando lo mismo pero mantengo la ilusión que antes no tenía. No es que la mantenga, es que me la han creado a base de ratos como el que nos dieron los chavales ayer. Ni Ramos, ni Nacho, ni Aspas, ni Albiol, ni Canales... ¿Pero qué lista es ésta? Aluciné. Pero es la lista, nuestra lista, la de España. Y con ella muero. Más que fútbol, ya sabéis.
Tras ello, el primer partido. El desmorone. Un pírrico empate a cero contra Suecia. Claro, con Morata como referente de ataque, con Unai Simón en la portería y con otros nueve futbolistas que al único que más se le conoce es a Koke, ¿qué esperamos? Pues es España. Y me hace vibrar. Para bien o para mal. Le pegamos palos, no damos un duro por ellos, pero es nuestra selección. Y España no es una palabra cualquiera. Los que la amamos somos incondicionales. Dice un antiguo dicho que esas cosas son como el que tiene una novia fea, que él lo sabe, pero la quiere con locura y como alguien le diga algo se inicia la afrenta. Pues igual. En este caso, el equipo salió como un cabizbajo David enfrentándose a Goliat. Y sin honda. Teníamos menos peligro que una pistola de agua. Pero será porque además de español soy manchego y aquí tenemos el espíritu forjado de otra manera. Como dice el paisano José Mota, "si va a ser que no, pero, ¿y si sí?", y, claro, vibro de nuevo. Hay que seguir. Y seguimos. Empatito a cero, empate a uno con Polonia y luego, quizás un espejismo, un lustroso cinco a cero a Eslovaquia. Y vibro, sí, no dejo de decirlo. Vibro de mala leche viendo las oportunidades perdidas, viendo, a mi entender, mejores jugadores que los convocados que no han sido citados y viendo como un puñado de chavales me hacen gritar y desbordarme cuando les hacen una falta o meten un gol.
Pues qué cosas. Al final nos clasificamos para octavos de final y pensamos (y sigo pensando, ojo) que es engordar para morir. En octavos nos eliminan, está claro. Y si ganamos, que será de chorra, nos coge Francia en cuartos y nos hace un traje. ¡Tú verás! ¡Francia! Casi nada... La favorita. Equipazo. Mbappé, Griezmann, Benzemá, Pogbá, Kanté, Camavinga, etc. Nos funden. Bien, pues ayer en el partido de octavos, contra Croacia, empezamos como se esperaba. No es que juguemos mal, es que encima logramos que se rían de nosotros. Una cesión desde cuarenta metros al portero, éste pone el pie para controlar de aquella manera, el balón que le pasa por encima de la bota tranquilamente y entra rodandito, placentero y cómodo hasta las redes de nuestra portería. ¿Y ahora qué? ¡La madre que los parió! Somos una chirigota. Hemos llegado hasta aquí a base de creer y "milagros" y ¿hacemos esto? ¡Camarero! Cóbrame que me voy. Esto no lo levantamos... Bueno, pues llegó el empate. Y metimos otro. Y otro. Tres a uno. ¡Os quiero! Vibrando a lo loco y para bien. ¡Enormes! Y en esas, casi festejando el pase a cuartos, nos enchufaron dos goles y a la prórroga. Tres a tres. ¡Os odio! Vibrando a lo loco y para mal. Y en la prórroga otros dos goles, a favor, uno de Morata, golazo. Increíble. España mandando cinco a tres en el luminoso. Croacia a casa. Y Francia eliminada por Suiza. ¡Arrea! ¡Estamos en cuartos de final! ¡Y no nos espera Francia! Vibrando de nuevo. Que sí, que no doy un duro por la selección, pero que ese grupo de hombres me tienen loco y sin sentido en los dos lados de la balanza. España. ¡¡¡ES PA ÑA!! Es mucho más que fútbol. De verdad que creo que va a ser que no, pero, ¿y si sí? ¡¡¡ESPAÑA!!!
a mi tampoco me convence y ayer con el partido de los suizos me desconojaba vivo con mi cuñao. Fútbol 22 tíos persiguiendo un balón y más viendo como lo hacen, hay que vivirlo para entenderlo y yo tengo esa suerte.
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