No sé por dónde empezar. Tal es el cúmulo de sentimientos que rondan por mi interior ahora mismo. Recuerdo como hace dos años justos despedía al 2020 con una patada. Me trajo el susodicho, pandemia aparte (que ya es grave), lo peor en sueños frustrados y un duro golpe familiar. Me dio donde más duele: en la privación de la vida común. A mí que me encanta la vida social y los eventos que aúnan risas sanas y tarros de recuerdos me dejó tocado. Lo bueno es que ya es historia y este año ha sido espectacular. Ya recuperé sensaciones en el año 2021 y justo por estas fechas, hace doce meses, aquí el que suscribe, encerrado en casa durante diez días por haberme contagiado de coronavirus, entre décimas de fiebre y tos, ya barruntaba que el año nuevo que iba a llegar podía ser grande. Y lo ha sido. Mucho. En Enero empezó todo con interrogantes pero no igual que el año anterior. Una vez que la luz entre por la rendija se va agrandando. Para Febrero, en Carnaval, ya se acabó la obligatoriedad de las mascarillas en exteriores y la normalidad comenzó a esbozar una tímida sonrisa. Poco después, en el mes de Marzo y aunque todavía con mascarillas puestas por el privilegiado lugar que ocupa nuestra forma de trabajar, hombro con hombro, los peones de la fe volvimos a desempolvar los costales y a desarrollar el oficio más bonito del mundo: ser costaleros. Vernos debajo de los pasos tras los dos años previos, en los que el Domingo de Ramos en vez de ser un estallido de júbilo lo era de lágrimas, fue una alegría enorme y el pistoletazo de salida a lo que estaba por llegar. Por si fuera poco, me nombraron pregonero en el Acto de Exaltación a la Saeta de la vecina localidad de Miguelturra. Otro regalo de este maravilloso año que hoy termina. Tuvimos una Semana Santa preciosa de reencuentro de emociones y se llenaron las calles y nuestras almas de ese incienso que tanto anhelamos. Simplemente con ese titubeante arranque que poco a poco iba cuajando, ya habría dado las gracias a este año, creo, por haberme devuelto tanto. Más aún cuando me permitió, al fin, volver a mi querida Sevilla y contemplar como se derrama la Esperanza.
Cayendo hojas del calendario volvieron también las fiestas de Primavera y entre ellas la Feria de Abril y el mes de María. Un Mayo florido y hermoso como dice el refrán. Los trajeron de vuelta las romerías y lo que ellas conllevan en todos los sentidos. ¿Puede haber algo más tradicional que revivir las costumbres arraigadas de la tierra? Y en esas estábamos cuando di el paso que tanto había imaginado durante años: presentar mi candidatura a Pandorgo avalado por mi querida Agrupación Musical Santo Tomás de Villanueva. El resto ya lo sabéis... El día 17 de Junio de este (para mí) inolvidable año 2022, en la comida de elección que anualmente celebran ese puñado de hombres buenos guardianes de la tradición, salí escogido como candidato a pandorgo y se desbordaron en mi interior un sinfín de sentimientos que por más que me empeñase no lograría plasmar. Entre nervios y enhorabuenas se llegó al ecuador del almanaque y la canícula volvió a La Mancha. De Virgen a Virgen es cuando más calor hace en esta tierra: del Carmen al Prado. Y justo entremedias de esos marcados, días 16 de Julio y 15 de Agosto, atinaron los ciudadrealeños de antaño, a fija la fiesta de la Pandorga. Un precioso día 31 del séptimo mes del año, en la Plaza Mayor de mi localidad natal, rodeado de familia y amigos y con un balcón celestial prendido entre la calle Calatrava y el Barrio de los Remedios, fui proclamado Pandorgo por el pueblo de Ciudad Real a través del Ayuntamiento. Me tiembla el corazón todavía al recordar esos momentos...
Quiso la Morena del Prado el mejor regreso posible y así lo fue. Las Ferias y Fiestas en su honor no pudieron ser mejores. De vuelta los conciertos, el Baile del Vermú, los Mahouñaneos por las calles, y doblando campanas y con la ciudad entregada volvió la Patrona a las calles. Tuve la dicha de estar en la bajada del Camarín y salir en sus dos procesiones, como infinidad de veces soñé, atravesando la puerta principal de la Catedral junto a Ella, siendo Pandorgo, con mi mujer asida de un brazo y mi hija de la mano. ¡Qué repeluco me invade al contemplar esa imagen! Así consumí un buen racimo de días grandes, de los que hace un vino interno que mejora con la memoria. Y llegó Septiembre y 2022 siguió regalándome dulzura y renglones de recuerdos bellos. Inició dicho mes con una excursión a las Cortes Generales seguida de la participación en el récord guinness del pisto más grande del mundo. Continuó con unos días de escapada a Pamplona y alrededores y terminó con la tradicional visita al Cristo de Urda. Nada mal, oigan. Octubre volvió a calzarme las botas y a hacerme seguir flechas amarillas en el Camino de Santiago. ¡¿Cuánto podrá gustarme ponerme la mochila y patear la Ruta Jacobea?! Fueron apenas cien kilómetros pero me dieron la inyección de satisfacción que siempre me da recorrer ese sendero de la vida. ¡Noviembre! Bendito mes. Entra por los Santos y se por San Andrés. De todo hubo. Unos días en los que empieza a confundirse el otoño con el invierno se llenaron de colores entre pañuelos de hierbas y actividades benéficas para los más necesitados de la ciudad. Los Pandorgos hacemos muchas más obras de caridad de las que se conocen y se creen. Y para cerrar este precioso año 2022, ¿qué deciros de este Diciembre que hoy concluye? De principio a fin ha sido un último mes plagado de momentos bonitos en los que he disfrutado mucho con los más cercanos. Pero mucho. Y no me cansaré de decirlo cada vez que me sonrojáis con un "¡Qué grande eres!" No, yo no soy grande. Vosotros me hacéis grande. Gracias a vosotros, familia y amigos, soy lo que soy.
Así es que sí. Muchas gracias, 2022, por todo. Gracias de corazón. De verdad me da rabia que te marches porque serás inigualable y me has dado nada más que motivos de alegría. Me has devuelto la vida que nos robó aquella primavera de 2020 plenamente. Carnaval, Semana Santa, Romerías, Verbenas, Glorias, Ferias, Fiestas, Tradiciones, Costumbres... Mi más pura esencia y modo de vida, vivido, disfrutado y compartido con todo el que he tenido cercano. Me detengo un momento y me vienen a la mente agolpados un montón de recuerdos más que no me han venido a la cabeza al comenzar a plasmar estas líneas. ¡Qué cantidad de sonrisas he visto dibujadas a mi alrededor! ¡Qué cantidad de besos y abrazos que nos robó el maldito covid y sus impuestas distancias he recuperado y dispensado este año! ¡Qué feliz he sido! Cierro los ojos, miro para adentro y me veo fundido en un abrazo con mis hermanos costaleros. Y con mis primos viendo cofradías en Sevilla como tanto nos gusta. Y con mis suegros en la Virgen del Monte. Y con mis padres y mi hermana subidos a la tarima de la estatua del Pandorgo en el Prado. Y con mis amigos ayudándome en todo en cualquier momento y haciendo suya mi alegría. Y con mi mujer y mi hija escoltándome a cada paso dado con mis manchegas maneras. Y conmigo mismo en armonía. Y eso sí que me gusta. Fiel a mis principios y valores en todo. Y todo es todo. Gracias, 2022. ¡Gracias! Llegaste con una tímida luz y te marchas iluminando un capítulo de mi vida inmejorable. Gracias te digo. ¡Hasta siempre!
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