miércoles, 22 de mayo de 2013

IN PRINCIPIUM...

"En un principio era el Cielo y la Tierra. Y e hizo Dios al hombre. Y en su séptima vertebra cervical le regaló un apófisis óseo para que pudiera ser costalero. Y vio el hombre que era bueno y creó las cofradías para alabanza de Dios y Su Madre. Y se creó el oficio más bello del mundo para pasearlos con mimo: el costal..." Y así empezaría mi historia. Pero cuando yo llegué a este mundo terrenal y mundillo del costal ya habían pasado algunos años, por lo que mi verdadera historia en esto es la que hoy os vengo a relatar. Y ya de paso calmaré los ánimos de aquellos que creen que a mí me llegó el costal hace dos días o por alguna moda.Y a los que piensan que mi amor por Sevilla es algo pasajero o recién estrenado. Gente que seguramente hoy no llega a la mayoría de edad (ni física ni mental) o la acaba de alcanzar e ignora que antes de que ellos nacieran o dieran sus primeros pasos ya estaba yo disfrutando de las divinas maderas y enamorado de la Reina que habita en San Gil. A ellos y a los que de corazón me han preguntado de donde me viene el veneno del costal, taurinamente les digo: ¡Va por ustedes!

En el año 1995 es la primera vez que quien les escribe pisó la Muy Noble, Leal, Invicta y Mariana Ciudad de Sevilla en plan cofrade. Por entonces contaba con catorce años de edad y ya procesionaba y había procesionado como hermano de luz con la Hermandad de la Santa Cena, del Silencio y de la Soledad. Llevaba ya algunos años tocando la corneta en la Banda de la referida hermandad de la Santa Cena y soñaba con ser los pies de Dios por la calle desde que ví el paso de Nuestro Padre Jesús de la Bondad. En ese viaje a la gloriosa Híspalis conocería a la Esperanza Macarena y a Jesús del Gran Poder. Y conocería la tienda "Mundo Cofrade". Y me daría cuenta que la ciudad de mis sueños existía y que los semanasanteros de pro no éramos cuatro locos, éramos muchos más, éramos una familia, teníamos una razón de ser y de existir y teníamos un lugar donde siempre nos encontrábamos felices y donde siempre olía a incienso, a miel de torrija, a azahar recién despuntado... Bajo los pasos fuera donde fuera y en Sevilla fuera como fuera.

Y ese día compré mi primer costal. Blanco de yute, con arpillera basta de saco. Tenía catorce años os he dicho y con quince años me recibió Dios bajo su reino de crujientes maderas. La primera vez que levanté el paso era la Cuaresma del año 1996, fue una levantá a pulso aliviado y en el casette sonaba la marcha "Costalero". No podía ser de otra manera. Hombres jóvenes y valientes unidos por lo más grande que hay en el mundo del amor al prójimo: una faja de lana, un costal y unas alpargatas de esparto. La pena es que no me acuerdo del día exacto pero ese día marcaría un antes y un después. Ese día me hice costalero. Un oficio en el que nunca se deja de aprender y ahora que muchos jóvenes costaleros me miran como si fuera un maestro, sigo siendo yo el que aprende de ellos, de su ilusión, de sus ganas, de su compañerismo, de su afición... Aprender, siempre aprender. Aprender disfrutando, aprender trabajando, aprender enseñando. ¿Cómo no va a ser el oficio más bonito del mundo? Y por él no se cobra. 

Mi imposición de medalla de la Esperanza Macarena
Han pasado desde la primera fotografía que abre este escrito dieciocho años, una mayoría de edad bajo el costal. No me viene de ahora, por lo tanto. Me viene desde que era niño. Desde que para mi los costaleros sólo eran los pies que yo veía bajo los faldones y Sevilla la ciudad donde se celebró la Expo. Todo aquel que me conoce sabe que mi vida son las cofradías. No hay día del año que no me acuerde de ellas y pegue algún paso de costero en el pasillo de casa o silbe una marcha. No hay día en el año que no recuerde Sevilla y las vivencias que allí he pasado durante estos dieciocho años. Gente conocida, ensayos, viajes, hermandades en la calle... He igualado en varias cuadrillas, he ensayado con ellos, he conocido sus capataces y sus pasos, la lluvia me ha impedido sacar al Nazareno de la Cruz al Hombro de la Hermandad del Valle, he llorado con ellos, he disfrutado con ellos, soy hermano de la  Hermandad de la Sagrada Cena de la bética ciudad y soy, por supuesto, hermano de la Esperanza Macarena. Y todo esto no es nuevo. Es mi historia y se ha venido forjando durante muchos años y así sigue haciéndolo.

Nacido en el seno de una familia cofrade he ido fraguando mi amor a las cofradías y al costal. Y los hay (y las hay) que nada de ello conocen y sin siquiera conocer lo que sería mi carrera de la vida por este mundillo me ubican en el ojo del huracán de la moda. Sirvan estas líneas para apreciar el origen de mi existencia bajo las trabajaderas, cómo surgió el principio, cómo vivo el presente y cómo quiero retardar todo lo posible el final. Muchos han iniciado y se han retirado por el camino. Ahí se ve quién es costalero por moda o por convicción. Puedo vanagloriarme de toda la gente que me conoce y que conozco del mundo del costal. Y puedo vanagloriarme también de querer a Sevilla más que algunos sevillanos. Y demostrado ha quedado más de una vez. Y dos. Y tres. Y eso no es de un día. Ni de dos. Ni de tres. Eso es de toda una vida.

Me despido de esta entrada refiriendo mi Currículum Vitae Cofrade. Mi carrera de la vida en este mundo de locos enamorados del incienso y el redoble. Mi camino singular en los buenos y malos tiempos de las Hermandades y Semanas Mayores. Mi prueba de que amo las cofradías, amo mi tierra y amo Sevilla. No me pregunten más. No me cataloguen más. He ahí mi currículo. Pero no lo busquen por escrito. Aquí no se lo daré. Búsquenlo en las maderas de los pasos. Búsquenlo en las arpilleras de mis costales. Búsquenlo en las desgastadas suelas de mis botines. Búsquenlo en mis sudadas camisetas.  Búsquenlo en mis amigos costaleros. Sólo ahí lo encontrarán. Sólo ahí lo hallarán. Y cuando lo encuentren... Juzguen.

En esta foto de abajo me conocen bien, ¿verdad? Soy yo sin duda. Pues vayánse a la primera foto de este escrito. El hombre costalero que sale en esta foto y en el que han reconocido a mi persona es el mismo que en su día fuera niño y cargase con una mochila repleta de ilusiones cofradieras. Estoy en la foto de arriba, en la fila superior, a la izquierda. Sí. Soy yo. En la mochila llevaba mi primer costal y era mi primer viaje a Sevilla. Lo tenía muy claro ya desde pequeño.


"En un principio era el Cielo y la Tierra. Y e hizo Dios al hombre. Y en su séptima vertebra cervical le regaló un apófisis óseo para que pudiera ser... COSTALERO".

jueves, 9 de mayo de 2013

LAS TABLAS DE DAIMIEL

Recordaba de pequeño haber visitado este Parque Natural sito en término de Daimiel,  tan cercano a mi localidad natal y residencial de Ciudad Real. Recordaba igualmente llevar varias primaveras con la intención de ir a visitarlo pero bien por la arraigada sequía, la cual hizo al Ministerio oportuno incluso plantearse el descatalogar al Parque Natural de su condición, bien por otros quehaceres, bien por mera pasividad ante la excursión nunca llegaba el momento. De esta manera los años iban pasando y no se producía la excursión. Este año, con las generosas lluvias del invierno (el más pluvioso registrado desde antaño) y la llegada del buen tiempo primaveral, era vox populi que las Tablas de Daimiel habían recuperado su mayor esplendor y bien merecían una visita. Había que ir cuanto antes a disfrutar del paraje de tarayes que con tanto cariño recordaba.

Como viene siendo casi costumbre (y digo casi porque de lo contrario sería costumbre (entera) y la costumbre hace Ley y la Ley está para cumplirse) voy alternando la estancia de los fines de semana entre Ciudad Real y Bolaños de Calatrava. Como es casi costumbre no siempre es así, si fuera costumbre (y por tanto Ley) ya me habría costado algún berrinche en tiempo cuaresmal y no tan cuaresmal. En fin, decía que, como es casi costumbre, hace un par de fines de semana estando en Bolaños se me ocurrió la idea de visitar el Domingo por la tarde las Tablas de Daimiel y de vuelta a Ciudad Real, por la autovía, hice uso del ensañamiento, nocturnidad, alevosía y descampado necesarios y agredí con mi idea a Gemma, la cual no pudo sino sucumbir a la misma y comenzar a preparar mentalmente la excursión. Para mitigar el dolor de tan aguerrida agresión ideal-campestre recurrimos a las tiritas llamadas "Suegros (Versión Padres de ella)" y a la píldora "Cuñada (Versión Hermana de él)". De este modo organizamos una amena excursión para visitar, ¡por fin!, las Tablas de Damiel en la tarde del Domingo e iríamos Gemma, sus padres, mi hermana y yo.



El Domingo por la tarde salimos en comitiva desde Ciudad Real hacia Daimiel Gemma, mi hermana Ana María y el redactor de la presente. Allí nos encontramos con mis suegros Miguel y Sagrario que venían desde Bolaños y ya fuimos todos juntos hacia el Parque Natural. Tenía ganas de ver las Tablas y recordar aquella visita que hice de niño y de la cual aún conservo alguna fotografía en casa.

La tarde fue apacible entre humedales y pasarelas de madera. Realmente el Parque Nacional y Natural ha recobrado el esplendor que en su día tuvo y de nuevo las aves migratorias lo toman como su lugar de peregrinación y en él anidan, crían y conviven pacíficamente junto con la flora y fauna del entorno. Es de mencionar que en el lugar crece un tipo de árbol autóctono llamado Taray, el cual es específico de este Parque Natural y se caracteriza por tener una madera muy quebradiza y que arraiga fácilmente, lo que ha propiciado que ramas rotas por el mero viento haya enraizado dando lugar a nuevos ejemplares, formándose de esta manera bellos grupos y bosques de Tarayes. El lugar está bien dotado de paneles indicadores y rutas para recorrer disfrutando de la naturaleza y caminando y atravesando verdaderas islas formadas por este fenómeno natural propiciado por los acuíferos de la Mancha (que también da lugar a los famosos "Ojos del Guadiana"). Los estudiosos de la ornitología tienen una buena fuente de estudio en la cantidad de aves que habitan en las Tablas y, para colmo de sus bienes, hay varios guías especializados que dan explicaciones y enseñanzas acerca de la materia. Por supuesto la zona cuenta con observatorios desde los que apreciar los encantos que el lugar nos ofrece y contemplar la diversidad de aves.





Fue una bonita tarde de naturaleza y recuerdos. Aproveché para enseñar a mi hermana cosas de las que me enseñó mi abuelo cuando era niño. Recordaba con emoción y cariño cómo me hacía monaguillos con dos amapolas en primavera y así se lo mostré a Ana María, la cual lo aprendió y, algún día, lo enseñará ella también a quien proceda. Hicimos un par de ellos para que viera como abrir la incipiente amapola y convertirla en sotana y casulla. Observamos las burbujas del respirar de los peces y aprendió a cómo detectarlos en el agua sin verlos. Vimos más de un nidal de diversos patos y nos quedamos con las ganas de ver las pequeñas y amarillas crías. Estuvimos felices en una tarde de Domingo y disfrutamos de las Tablas de Daimiel, Parque Nacional y Natural enclavado en la Mancha. De eso se trataba. Y de eso se tratará algún otro día...